EL ALBATROS NEGRO
MARÍA ORUÑA
FRAGMENTOS
En el fondo de los océanos todavía se ocultan las más bellas historias del mundo.
El tiempo los había traspasado devorando lo que habían sido, pero no lo que habían soñado ser.
Había compensado el desenfreno de la ilusión con método y disciplina.
Él ya era solo una estela en el agua de la memoria.
El silencio habitaba el aire como si el propio arenal fuese un sepulcro.
Ahora destilaba cierto aire de nostálgica tristeza.
La ligereza de los días felices y la solemnidad rotunda de los presagios.
Como si con su cercanía evitasen que los muertos pudiesen sentirse solos.
Pensó que a lo mejor la muerte hacía su propia justicia y nos mostraba ante los demás tal y como siempre habíamos sido.
La observaba. Su atención era distinta, como si el velo de la discreción fuese más fuerte que el de la curiosidad.
Dicen que una de las primeras víctimas de la guerra es la verdad.
Su tristeza era tan profunda que apenas podía siquiera soltar el dolor a sollozos.
Laboriosidad inquebrantable y practicidad abrumadora.
A veces la pátina de la infancia nos protege de casi todo.
El aire fresco y primaveral parecía limpiarlo todo, como si el pasado hubiera sido solo un sueño sorprendente.
Observó con renovada sorpresa, porque esperaba el asombro y el recato, no la liberalidad ni los pensamientos desprendidos.
Tenía la sensación de contemplar la silueta gris de un fantasma lleno de misterio.
Las personas que han vivido mucho saben que hay decisiones que lo cambian todo.
Era triste, porque hablaba de la muerte, pero envolvente, porque recordaba a los que ya no estaban como si nunca se acabase la vida.
El valor de los objetos solo se mide por su capacidad para conservarse a sí mismos como cápsulas del tiempo.
La vida era frágil, y ella hasta ahora, tal vez, hubiese estado perdiendo el tiempo.
Los cementerios deberían ser solo para quienes ya hubiesen gastado la vida.
Propongo que, para ser invisibles, nos vea todo el mundo.
Había resultado se un narrador extraordinario, lleno de imaginación en inventiva: había explicado los hechos con tal serenidad y convencimiento que hasta el mismo Satanás habría creído cualquiera de sus mentiras.
¡Tenéis que sacar el frío del cuerpo! ¡Es el frío de la muerte!
Dolida, sintió cómo en sus entrañas un fuego nuevo forjaba el afilado dolor de la pérdida.
Ignoramos qué sucede al morir. Nos hemos inventado religiones, leyendas y fantasmas, pero intuimos que no quedará nada de nosotros cuando nos mastiquen los siglos.
Seres anónimos que, no sabemos muy bien cómo, permanecen. Como si su existencia hubiese consistido en tejer una red infinita sobre la que los demás pudieran seguir trabajando.
Gracias a la virtud de estar en silencio la mayor parte del tiempo, había ganado a cambio una capacidad de observación considerable.
Hay quien dice que todo lo vivido enriquece el alma, pero los años, y el tiempo, pueden también desgastar lo que somos.
“Estar ante un naufragio es como contemplar una catedral”. Cousteau.
No moriré, porque cuando esté muerto me cantarán los vientos.
Quizás fuese cierto y el espíritu libre de los marinos viajase siempre en las velas de los navíos del mundo.
No hay hombre más peligroso que el que cree que no tiene nada por lo que vivir.
He probado en mis propias carnes cómo la afilada aguja de la incertidumbre puede horadar el alma de un hombre.
Vivir de forma plena y sin reprocharse los errores del pasado, que no alimentaban nada más que las zonas oscuras del corazón.
Hay asuntos que, por oscuros que parezcan, pueden recibir de forma inesperada una chispa de luz.
¿Acaso podía ser siempre la prudencia un seguro de vida?
¿Cómo adivinar el jardín secreto que albergan algunas personas en su interior?
En su semblante pudo ver el mapa lejano de la nostalgia.
Provenía del pecado y en su propia esencia, en consecuencia, no podía buscarse la pureza de corazón.
¿Por qué, cuando los demás nos hacen daño, les damos el poder de cambiarnos?
Le gustaría disponer de un puerto escondido, de un refugio propio, estable y asentado.
Cuando se veían los sobrevolaba todo el tiempo una sorprendente sensación de pertenencia.
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