EDUARDO ROBAYO FERRO
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo
INTRODUCCIÓN
Por Isa López Giraldo
Jorge Cárdenas Gutiérrez me invitó a un café para comentarme acerca de Eduardo Robayo y el interés de sus hijos por registrar sus memorias. Fue así como inició un recorrido de poco más de tres meses de conversaciones con diferentes actores de su vida familiar y corporativa, quienes ayudaron a enriquecer este proyecto en mi labor como gestora de historias de vida.
Lo abordé primero a él en su oficina, conversaciones privadas que lo invitaron a rememorar y emocionarse. Pese a que había sido advertida de que se trata de una persona de pocas palabras que, además, no disfruta tener el reflector apuntándole, escribí más de setenta páginas que me dieron una primera estructura.
Decidí agotar los temas familiares antes de pasar a los empresariales. Fue así como su esposa Alba Lucía, sus hijos Claudia, Eduardo y Carolina, pero también Luis Alejandro, sus hermanos Álvaro, Alberto, Hernando, Elvira, y otros parientes cercanos como Mario Montaña, Jairo González y Jaime Ferro, fueron fundamentales.
Lamento profundamente la muerte de su hermano Antonio, alguien muy cercano a sus afectos y protagonista en su vida empresarial. Lo lamento no solo por el hecho mismo, sino porque sin duda hubiera hecho diferencia en esta construcción enriqueciéndola con las experiencias que solo él hubiera podido compartir. Por fortuna conté con el muy valioso testimonio de personas como Hernando Álvarez, Álvaro Medina, Gustavo Casadiego, Consuelo Mendoza, Germán Santamaría, Martha Matiz, Reynaldo Ruiz, Héctor Cuéllar, Fernando Silva, María Teresa Salazar, Doris Umbarila, Héctor Guevara y Paul Romero.
Sus amigos han sido su eje, su soporte estructural, porque no solo lo han rodeado en fiestas, viajes y romances, sino en momentos de adversidad. El orden en que los nombro obedece a un capricho personal y no a la importancia en su vida, un poco guiada más por la cronología misma. Así que no puedo sino agradecer la participación de quienes acabo de mencionar, porque sus colaboradores y socios también se cuentan como sus amigos, sino también personas como Héctor Cuéllar, Pilar de (Henry) Soto, Jaime Borda Martelo, Miguel Merino y, por supuesto, Jorge Cárdenas Gutiérrez.
El libro fluye de manera cronológica y lo escribí en primera persona. Me propuse ubicar al lector en el momento país, en la Colombia de épocas que muchos no alcanzamos a conocer, pero de la que vivimos sus efectos. También describe lugares emblemáticos en su vida personal, familiar y trayectoria como comerciante y empresario, para permitirme recrear ambientes coloridos, festivos, y tan diversos, como si los estuviéramos experimentando.
Espero haber logrado, y usted señor lector me dirá, reflejar las calidades humanas de Eduardo Robayo, su mirada hacia el mundo y las personas, su devoción por la mamá, por sus hijos y por sus nietos, su amor por sus amores, su lealtad hacia sus amigos y su compromiso para con sus colaboradores y para con el país.
Esta ha sido una muy grata experiencia que me permitió conocer gente magnífica para desarrollar entrañables conversaciones, compartir exquisitos almuerzos, deliciosos cafés acompañados por los más ricos postres. También pude vivir situaciones muy simpáticas e inolvidables. Gratitud enorme para con todos, por su amabilidad, generosidad, paciencia, confianza y afecto y con ustedes quienes se disponen a una inmersión en esta lectura que de seguro les resultará muy amable y agradable. Los dejo entonces con una historia de vida que es referente para tantos jóvenes que quieren recorrer el camino hacia el emprendimiento. Es la historia de un personaje que con su trayectoria demuestra que sí es posible, siempre que los asista el compromiso, el deseo de superarse, de trabajar sin descanso y de reconocer en los otros su valía.