Mery Yolanda Sánchez

Mery Yolanda Sánchez

Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

CARTA A LUCÍA

Abro preguntándote, ¿tú quién eres más allá de lo que haces? ¿qué te define más allá de la poesía? La grabación comenzó un poco después, pero esto fue lo que alcancé a lograr y algo tomé de Google:

Nació en el Guamo, Tolima, en 1956, y trabajó mucho tiempo en la empresa privada antes de dedicarse a escribir. Recuerdo que me dijo que era indispensable tener una actividad que le generara ingresos, pues a nadie le pagan por escribir poesía.

“Mery ha publicado La ciudad que me habita, 1989, Ritual para las noches y Dios sobra, estorba, 1997. Sus poemas, cuentos, comentarios literarios y reseñas de libros han aparecido en diferentes antologías y magazines del país, Venezuela y Brasil. Fue beneficiada con la Beca Nacional 1998 del Ministerio de Cultura por su proyecto Poesía en Escena (propuesta escénica para la presentación de poetas que se realiza en Bogotá desde 1993). Ha dirigido talleres de poesía para niños, jóvenes, población de internos en centros carcelarios y Habitantes de la calle. Diseñó y ejecutó para el Comité de Derechos Humanos de la Personería de Bogotá el proyecto Puente Experimento Piloto (el teatro, la danza y la literatura como liberadores de la violencia intrafamiliar). Dirige la Asociación Libre para las Artes -Alartes-, entidad de gestión artística y cultural que realiza producción técnica y logística de eventos masivos y de sala”. Tomado de Hablemos de escritoras.

Mery Yolanda: Aquí estamos esta tarde, para hablar de carta a Lucía.

Hay muchas formas de abordar al ser humano, pero también de expresarse y transmitir la esencia.

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Quisiera invitarlos a casi que grabarse la sinopsis que les voy a leer, pues las preguntas que me propongo formularle a Mery Yolanda parten de aquí:

Con una palabra aguda, la autora escarba los restos que quedaron de un mundo enfermo, un mundo que se acaba cada día por un virus mortal —la soledad, la mudez, los rezos sin destinatario, el desarraigo—: un mundo en un constante abandono. Situándose en el terreno movedizo de lo espectral, de lo que está perpetuamente yéndose, Mery Yolanda Sánchez escribe una súplica con la certidumbre de que será lanzada al vacío, escribe una carta a una Lucía que nunca la leerá, y revela que la escritura es la experiencia de sumergirse, de cabeza, dentro de la pregunta sin respuesta, la carta sin receptor, la búsqueda de sentido en un mundo vacuo”. Sinopsis. ¿Quién es Lucía y por qué le escribes una carta? ¿Lucía existe en tu vida? ¿Le escribes como el recurso para consignar tus emociones y reflexiones?

Como no podía dar el nombre de las tantas personas cercanas que se fueron por esa época, determiné que le iba a escribir a una Lucía que podría ser Juan o ser José, Pedro, cualquier ser humano al que yo quise dirigirme, cualquier ser humano que estuvo cerca o distante de mí en esa situación.

¿Tiene forma, tiene energía?

Desde luego que cuando uno le habla a alguien es porque lo visualiza, le da un espacio, un rol en un escenario. En este caso es en el macro escenario de la vida.

Me llama la atención el que dices que Lucía nunca leerá la carta. ¿Por qué nunca la leerá?

Esa es la nota que ponen los escritores del Fondo de Cultura Económica. Se supone que la persona no está, que se fue en ese caos. Pero igual a los que no están uno les sigue escribiendo. Uno también le escribe a los despojos, a los espacios muertos, a los territorios muertos, a las calles muertas. Es una forma de hacerlos vivos, de volverlos a traer a la memoria, de hacer que sean visibles para otros.

Como de perpetuarles la existencia. El silencio es un estado, para mí, ideal. Nos aleja de las imprecisiones, de las equivocaciones. Es la mejor forma de llenar vacíos, espacios, para no alterarlos, para nutrirlos con el pensamiento. Y la mudez la veo precisamente como un silencio inteligente, como un silencio enriquecido, como un silencio con todas sus implicaciones positivas porque lo que sobra en este mundo es ruido. Entonces, el silencio, para mí, es una oportunidad. ¿Qué es para ti el silencio y cómo lo vives?

Cuando hacemos creación literaria, en este caso poesía, hacemos un silencio para poder crear, para poder subir los niveles de percepción, para aprender a captar todo, captarlo con el cuerpo completo, con los sentidos completos. Y hablamos después de esos largos silencios, donde nos hemos compenetrado en los otros y les hemos permitido a los otros que lleguen al alma de uno.

Aquí estás involucrando a terceros, aunque en la sinopsis se habla de soledad. ¿Cómo vives la soledad? ¿Te place? ¿Te place el silencio, que es como un diálogo en solitario, quizás de los más valiosos porque permiten esa inmersión en uno mismo, en sus pensamientos?

Por lo menos en mi caso, si no gozara de la soledad, no podría realizar, no podría escribir, no podría tener espacios de reflexión. Solamente en la soledad me encuentro conmigo misma y puedo entrar a ver la inmensidad de un mundo y tratar de comprenderlo.

¿Los rezos como mantras? ¿Cómo un mundo enriquecido por la espiritualidad o como un mundo religioso? ¿Los rezos como súplica o como manifestación de gratitud? ¿Es la conciencia la destinataria de esos rezos, quizás el inconsciente, para generar y mover la energía propia?

Todos tenemos diferentes maneras de rezar, de implorar, de pedir, de rogar. Es donde el pensamiento se eleva y logra un trasvase de la realidad. Y es posible que volvamos a redireccionar las diferentes situaciones que nos corresponden.

El abandono es uno de los aspectos de la existencia que más me mueven emocionalmente. El abandono entendido como desinterés; como el brindar y recibir ninguna importancia; como la negación de la existencia de lo que sí es, a pesar de serlo, como la negación de la presencia que sí tiene lugar; como el soltar las riendas, dar la espalda o el que nos den la espalda; el abandono como indiferencia, como el restar valor, como vacío. Entonces te pregunto, ¿abandonas o eres abandonada o las dos o ninguna? ¿Qué emociones te genera el abandono? ¿Cómo es un mundo en constante abandono?

Creo que todo el tiempo abandonamos y nos abandonan por diferentes situaciones. Sin embargo, durante la evolución del ser humano, uno aprende a manejarlos. Pero también nos permiten hablar de esos vacíos que deja el otro o que dejamos en el otro.

¿Qué terrenos movedizos te han devorado en tu camino de vida? ¿Te producen miedo, terror, pánico, desesperanza?

Como siento el territorio en el que habito, es todo el tiempo un terreno movedizo. Solo que uno adquiere cierta experticia en levantarse y seguir saltándolos. Creo que eso le ocurre a todos los seres humanos independiente de que hagan arte o no. Pero, todo el tiempo se está experimentando ese desequilibrio en los pasos.

Es como hundirse y luego preguntarse cómo salir de esas profundidades oscuras… El tiempo está perpetuamente yéndose o somos nosotros los que nos estamos retirando, quienes estamos transformándonos como otra manera de irse. ¿El irse como el morirse?

Hay muchas maneras de irse. Muchos se van sin que necesariamente se hayan muerto. Una flor se seca y no se ha ido, pero se ha muerto y queda pegada a la planta. Hay muchas formas de irse. Cada uno experimenta eso de manera independiente y de forma muy individual. En mi caso, creo que muchos se han ido sin morirse. Yo también me he ido de otros, sin que haya muerto. Sino que por diferentes razones, por cambio de rol, por cambio de ciudad, por cambio de proyecto de vida, uno tiene que irse por otro camino. Talvez es una manera de ausentarse de los otros. Si desaparece de la memoria, sería una muerte.

Un ruego, una súplica, un deseo vital, una necesidad, una dependencia. Así leo la idea de la súplica. ¿Suplicar, llorar sin esperanza, aun sabiendo que no habrá respuesta? ¿Escribirle a Lucía aun sabiendo que no leerá?

Creo que durante todo el tiempo y tal vez aquí hay varios escritores que saben que a veces uno por momentos siente que escribir es un asunto inútil cuando me pongo a pensar en el destinatario. Independiente de eso, es la necesidad de hacerlo sin esperar la respuesta, sin esperar ser leída. Es algo vital, algo necesario para uno dar los buenos días.

Es una especie de catarsis. ¿Lanzar al vacío para llenarlo, para darle forma, tono, color, textura? ¿O el vacío como el espacio donde todo desaparece, donde nada existe, como la falta de todo, como ese abandono?

Una manera de ir medianamente respondiendo esas preguntas es escribiendo, dejando entre un verso, una prosa, un párrafo, esas reflexiones. No es por llenar un vacío, es por satisfacerse uno mismo, por tranquilizarse. En esa medida, por momentos la creación literaria puede terminar siendo un tanto terapéutica.

Me cuesta pensar en la certidumbre, quizás por escéptica. ¿Cuáles son tus certezas, además de la inevitable muerte? Y eso que la escritura es una forma de eternizarse.

No he tenido certezas, solamente puedo hablar de mi vida. Uno no tiene certezas porque todo se puede desplomar en un segundo. Por eso, constantemente se está inventando el camino o las maneras de pararse ante el mundo y hacer una propuesta independiente de que lo que venga sea ganancia o pérdida. Eso no se programa.

La búsqueda de sentido. Esa frase me conduce indefectiblemente a Viktor Frankl, a hacer una inmersión en la psique para pensar en la existencia, en la razón de ser, de estar, de hacer, de pensar, de sentir, de pasar, de acabar. ¿Para qué el sufrimiento, para qué el vacío, por qué la plenitud y la dicha? ¿Nos habita el sentido o está afuera?

Lo busco dentro de mí, pero naturalmente está ambientado por muchos insumos que me da el entorno, el contexto en el que estoy.

Se me pasó formularle esta pregunta que había diseñado. ¿El desarraigo como la capacidad de desprenderse? ¿Como el pertenecer a todos los lugares y a ninguno a la vez? ¿Como el cargar con las raíces sin sembrarlas en ninguna parte, en ningún momento? ¿Como el cortar las raíces con la esperanza de hacerse más fuerte o como el acabose, el fin?

¿Te parece si leemos algunos fragmentos o le pedimos al público que lo haga? Yo subrayé algunos.

Carta a Lucía es un libro que tiene tres partes: Iluminar la tristeza, Todas las poblaciones del mundo tienen derecho a la seguridad que produce el miedo, Niños al amanecer…un día dictarán el mundo que observan en verso.

Mery Yolanda leyó muy bellamente algunos.

Quiero reiterar el agradecimiento a las personas que están hoy acá. Federico Díaz es una persona cercana que ha visto mi recorrido, mi búsqueda con las artes literarias y sabe lo que ha costado llegar hasta acá y ser tenida en cuenta.

Solamente quiero agregar un comentario acerca del nivel de síntesis de mis diálogos y de mi escritura. Crecí en un pueblo y en una familia donde a nosotros nos corregían con refranes, con coplas. Uno sentía que ahí había un mundo completo. Así fui aprendiendo a entender lo que después le dieron el nombre de síntesis. Pero es con estos dichos, con estas sentencias, que yo crecí. Una manera muy bonita de aprender a no decir tantas cosas, sino a decir lo que considero importante.