Luis Bértola

LUIS BÉRTOLA

Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy un apasionado de la vida, de la política y de la historia económica. Nací en Montevideo en 1954. Debo mi nombre al hecho de haber nacido un día electoral en el que Luis Batlle Berres ganó las elecciones en Uruguay. Mi familia era muy batllista, es decir, seguidores de la tradición de José Batlle y Ordóñez del Partido Colorado, temprano reformista de inicios del siglo XX, quien hizo de Uruguay un país muy avanzado para su época. Su sobrino gobernó en la década de 1950.

Por otra parte, pasando de lo político a lo deportivo, he de decir que siempre me gustó jugar fútbol y basquetbol, prefiriendo más este último y jugando más el primero.

En general me gusta todo tipo de música. Tuve la suerte de vivir en Colombia por algunos meses donde pude apreciar el talento de Carlos Vives y adoptar el gusto por el vallenato moderno. Disfruto desde la música clásica, pasando por el soul, el rock, hasta la popular.

Mi país tiene una fuerte tradición de folclore de tipo rural, de música afroamericana como el candombe relacionada con el toque de tambores, también del carnaval europeo como las murgas. Desde los años 1960 apareció en Uruguay un muy rico movimiento musical y cultural que hoy se llamaría música fusión que, precisamente, fusiona estos diferentes estilos. En esta se destacan dos artistas vivos como Rubén Rada, afrodescendiente con una voz magnífica, y Jaime Roos, a quien considero antropólogo porque en sus letras y en su música ha capturado muy bien la esencia de la uruguayés.

Debo confesar que no soy un gran lector, eso sí, dedico mucho tiempo a lecturas académicas referidas a mi profesión. Me gustan mucho las novelas históricas y los géneros policiales, en general la literatura latinoamericana. Desde hace unos años me he dedicado a leer literatura sueca. Viví en Suecia, domino el idioma, y este país tiene una producción literaria muy importante. Debo confesar que me devoré todos los libros Millennium de la serie de Stieg Larsson y los posteriores de David Lagerkrantz, los que tienen un gran contenido social.

La gastronomía uruguaya es un poco limitada. Tenemos muy buena carne y, sin ser un maestro, me gusta asarla. Como he tenido la suerte de vivir en distintos países, he absorbido sus culturas, que incluyen la gastronómica. Me gusta el picante, la comida con muchos sabores, condimentada, pero sin cilantro. Cuando vienen amigos a la casa ofrecemos platos muy diversos gracias a que a mi esposa también le gusta la cocina, innovar en ella y estar probando cosas diferentes. De Colombia lo que más me gustó fue el cabrito santandereano.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

La familia Bértola (Bertola, esdrujulizado en Uruguay), Venditto, Alareo, Perrone, tiene origen italiano. Gente humilde del pueblo de Alba, en el Piamonte del norte de Italia, inmigrante de la década de 1860.

Gregorio Bértola, mi bisabuelo, interpretaba la guitarra, aunque de su talento heredamos poco. La figura más interesante es la de mi abuelo Julián Bértola, un verdadero personaje, jugador de fútbol desde muy temprano en su vida, futbolista en el Nacional de Uruguay, cuadro del que soy hincha por razones genéticas. También jugó en el Boca Junior de Argentina y en Grêmio de Porto Alegre. No pudo jugar más cuando se rompió los meniscos, pero fue entrenador de la selección uruguaya y de la chilena en un suramericano de 1916. Siempre se mantuvo muy vinculado al mundo del fútbol y al de la noche, era amigo de Gardel, porque era un hombre de la farándula, bohemio.

Se casó con Clorinda Bendito, mi abuela, un ama de casa consagrada quien me cuidó mucho siendo yo un niño. Era de pocas palabras, una mujer algo triste.

Julián Hugo, mi papá, fue muy buen tipo, alguien muy lindo, sencillo, inquieto, solidario, atento a lo que precisaba el otro, colaborador, generoso, sociable. Murió hace quince años. Lo extraño muchísimo, en especial cuando al mirarme al espejo me veo cada vez más parecido a él. Se educó, estudió hasta la preparatoria, se casó muy joven y rápidamente tuvo hijos lo que lo obligó a trabajar para sostener a la familia.

RAMA MATERNA

La familia de mi mamá, Flores, Flores, Valdez, Fernández, tiene origen español, un poco aristocrática, culturalmente más antigua. Tuvieron tierras que luego perdieron. Descendientes de una inmigración muy temprana al Uruguay, familia de clase media alta en sus orígenes vinculada a la política de mi país. Uno de los bisabuelos de mi madre fue el general Flores, presidente de la República, quien murió apuñalado en la década de 1860.

De mis abuelos maternos no tengo recuerdos, pues murieron cuando yo era muy pequeño. Fueron productores porcinos que se vieron muy afectados por la crisis sanitaria de la década de 1930 que los dejó en una posición más delicada, comprometida, al perder gran parte de su capital.

Elena Susana Flores, mi madre, tiene actualmente noventa y seis años y está más lúcida que cualquiera. Es muy arrolladora, de fuerte carácter, inteligente, de esa tradición que arrastra mucho de la cultura española. Fue un ama de casa que a los dieciocho años ya estaba en embarazo.

SUS PADRES

Unos amigos de mi padre eran vecinos de barrio de mi madre. Allí se  conocieron, rápidamente se enamoraron, se casaron y tuvieron tres hijos: Susana, Julián Hugo y yo. Tristemente, Hugo acaba de morir, hace tan solo seis semanas lo que nos ha golpeado fuertemente a todos, especialmente a mi madre.

Mis padres llevaron una vida muy sacrificada. Al comienzo vivieron con mis abuelos paternos en el Cordón, barrio céntrico de Montevideo. Gracias a su carrera deportiva mi abuelo logró construir una casa de verano en el barrio Malvín que para ese momento quedaba en un arenal al que se accedía en carreta, hoy es un barrio más de la ciudad. Como tuve que exiliarme muchos años, a mi regreso busqué volver a ese barrio porque sentí la necesidad de reencontrarme con mis raíces, entonces vivo a dos cuadras de la que fue nuestra casa.

INFANCIA

Tuve una infancia muy tranquila y feliz. Mis hermanos y yo fuimos muy bien educados, no nos peleábamos nunca. Mis padres no fueron autoritarios, nos dieron mucha libertad. Había una cultura muy fuerte sobre la bondad, la generosidad, valores que siempre estuvieron muy presentes en mi familia. Porque no nos enseñaron a buscar nuestro propio bien ni a pelearnos para estar mejor que otros. Diría que había una mezcla de una cultura jesuita con la cultura política del país, del movimiento batllista que era bastante avanzado para su época y que tenía la idea de un Estado social, democrático, de pensar en los más pobres y desposeídos, una cultura igualitarista.

El único momento del año en que comíamos pollo era en Navidad, pues este resultaba muy costoso a diferencia de la carne que ha sido el producto por excelencia en el país. Las mujeres de la familia eran católicas, de las que van a misa, en cambio los hombres eran más bien supersticiosos, creían por las dudas, pero no tenían ningún ritual serio. A mí me hicieron tomar la comunión a los ocho años, allí ya hablábamos más de política que de religión, y  después nunca volví a pisar una iglesia. Me considero un ateo rotundo.

Crecimos en una época en que Uruguay era un país relativamente rico, con abundancia de recursos naturales y una población muy pequeña. Cuando nací estaba en el clímax de su desarrollo económico de la época, se le llamaba la Suiza de América. Si bien mi padre trabajó muchísimo para podernos mantener, vivimos con la sensación de tener todo lo que precisábamos y con la conciencia de que había gente más necesitada que nosotros.

Como mencioné, vivíamos en un barrio que queda sobre la costa en Montevideo. Mis veranos transcurrían entre la playa y la cancha de baby-football. Fundamos un equipo con mi hermano y los amigos de la cuadra, el glorioso Playa Honda, nombre de nuestra playa. Al inicio fue mi abuelo Julián quien nos organizaba, luego fue mi padre. En compañía de mi abuelo fuimos varias veces a jugar a Buenos Aires, y los equipos argentinos nos visitaban en Montevideo. Él también nos llevaba a ver a Nacional.

ACADEMIA

Fui muy buen estudiante durante la primaria, no así en la secundaria en la que fui un adolescente inquieto que disfrutó de escuchar música y hacer deporte. Tuve una vocación científica que me llevó a querer ser ingeniero químico, era particularmente bueno en matemáticas, química, física y español. Paradójicamente, las humanidades me atraían menos.

TUPAMARO

Mi adolescencia fue en los años 1960 cuando el país se encontraba viviendo momentos muy tumultuosos, con estancamiento económico y alta inflación. Era la época del crecimiento de la actividad gremial, sindical, de los movimientos estudiantiles. Yo muy tempranamente participé de esa vida política siendo de una clase media empobrecida por la inflación, donde el salario real empezaba a caer como las posibilidades de empleo, empezaba a verse más claramente la estratificación social.

Esta mezcla de factores me llevaron a sumarme a esa efervescencia política que se vivía más claramente en las universidades. Mi hermano mayor estaba también muy comprometido con estos temas y en ocasiones nos encontrábamos en las manifestaciones.

Yo era líder a mi nivel convocando reuniones y asambleas, repartiendo volantes, organizando manifestaciones. A mis dieciséis años formé parte política del movimiento guerrillero conocido como Tupamaros, como lo fue Pepe Mujica, expresidente de mi país. Por invitación de algunos amigos fui parte del grupo de apoyo haciendo actividades de propaganda de los Tupamaros. Nunca usé un arma, tampoco la tuve, porque hacíamos parte del llamado movimiento de masas.

A mis diecisiete años me vi obligado a salir de mi casa y a dejar mis estudios, pues ya mucha gente había empezado a caer presa. Mis papás tenían una vaga idea de lo que yo hacía y, acompañándonos a mis hermanos y a mí, dejaron su partido e hicieron parte del Frente Amplio, alianza de izquierdas que existe hasta nuestros días y que gobernó durante quince años a Uruguay a principios de este siglo.

Mis papás no entendían muy bien lo que pasaba ni los riesgos que se corrían, los subestimaron, creían que yo desarrollaba una actividad mucho más inofensiva y les preocupaba más mi hermano mayor quien ya había estado preso un par de veces por cuestiones gremiales.

Por mi parte me quedé con gente cercana que daba cobijo a quienes corríamos riesgo de ser capturados. Luego me quedé por mucho tiempo en el taller de artesanía de mi padre hasta que caí preso. Estuve retenido por dos años y medio. Sufrí los apremios físicos habituales de esa época. Luego nos llevaron a una cárcel de alta seguridad para presos políticos la que, paradójicamente, llevaba el nombre de Penal de Libertad, por estar cerca del pueblo de ese nombre. Hoy es una cárcel común.

En la cárcel nos tenían separados por jerarquías. Los líderes con trayectoria fuerte de actividad armada estaban en el primer y segundo piso, nosotros en los tres siguientes. Entonces a los líderes que idolatrábamos no los veíamos. A su gran mayoría se los llevaron a cuarteles en condiciones mucho más extremas.

Estando aquí compartí celda con otro compañero de movimiento. Pude leer mucho, aunque la censura era muy fuerte. Jugué mucho ajedrez. Hicimos manualidades porque nos permitieron tener algunas herramientas. Teníamos recreo media hora por día y cada quince días recibíamos visitas de familiares. Mi novia, quien se convirtió después en la madre de mis hijos, acudía sin falta.

Esta fue una experiencia muy difícil que endurece el carácter, pero también resultó muy educativa y positiva desde el punto de vista de lo humano porque entre los presos teníamos una solidaridad muy fuerte, había mucho compañerismo. Realmente salió lo mejor en muchos aspectos de todos como individuos en términos de solidaridad. Por supuesto, también salían de las peores cosas. Nos manteníamos organizados políticamente, aunque de manera un tanto simbólica. Nos dábamos fortaleza en nuestras ideas y conductas.

Cuando cumplí mi condena sufrí por el hecho de salir, aunque me sentí muy contento de recobrar mi libertad. Empecé a trabajar en la industria de la construcción, luego en una fábrica de artículos eléctricos, hice encuestas, vendí libros, inicié un curso técnico en algún área. Pero el país estaba en plena dictadura y me sentí solo y desarticulado en medio de un ambiente sumamente opresivo. A los ocho o nueve meses nos amenazaron y nos tuvimos que ir. Era la época en que se hacía desaparecer gente, a muchos los lanzaron desde aviones y luego aparecían en el río de la Plata. Muchos uruguayos que estaban en Buenos Aires fueron asesinados.

EXILIO

Resulta que yo tenía una cuñada refugiada en Suecia, país que sería mi destino pues en ese momento no había opción de irse a países vecinos al mío. Viajé con mi novia, Alicia da Rosa. Esperé por un año a que aceptaran mi solicitud de asilo, mientras tanto me sostenía la seguridad social con lo básico.

Como tenía muy claro que la dictadura en mi país iba para largo, entonces me dediqué a usar bien el tiempo. Estudié sueco, lo aprendí muy rápidamente. Aproveché las oportunidades de formación profesional que me daba ese país. Sin tener la secundaria completa me gradué como técnico en electrónica, estudio que adelanté becado.

Mientras estudiaba trabajé en un molino harinero, en una fábrica de papas chips, repartí diarios, trabajé como intérprete de refugiados e inmigrantes de habla hispana.

UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO

Con préstamos del Estado fui solventando mis estudios en la universidad pública de Gotemburgo, pues quise hacer una formación técnica avanzada de electrónica. Me pasó que mientras mis compañeros tenían emociones muy fuertes con los circuitos integrados a mí no me pasaba nada. Entonces pude constatar que mi inclinación estaba más hacia las ciencias sociales.

Como el sistema sueco es muy flexible, quedé habilitado para ingresar a la universidad. Me inscribí en una licenciatura en ciencias sociales, carrera muy interdisciplinaria en la que se veía historia económica e historia de las ideas y las ciencias. Me entusiasmé muchísimo con estos cursos, que me capturaron. Para profundizar en ellos me vi obligado a retirarme de la carrera. Concluí mis estudios de grado con un major en historia económica y el minor en historia de las ideas.

Una vez graduado recibí una beca que me permitió hacer la maestría en historia económica. Terminé en 1985, mismo año en que se produjo la apertura democrática en Uruguay, entonces decidí regresar a mi país, aunque me hubiera podido quedar en Suecia.

Tengo una enorme gratitud con Suecia, país en el que nacieron mis hijos Joaquín (1979) y Cecilia (1983). También siento una gratitud especial por gente de la universidad y del Departamento de Historia Económica donde trabajé, pues siempre me abrieron absolutamente todas las puertas. Creo haber retribuido con mi esfuerzo.

Suecia fue muy generosa especialmente con los refugiados políticos. Recibí la ciudadanía sueca, después de cuatro años de residencia. Todavía soy ciudadano, tengo el pasaporte sueco y he regresado innumerables veces.

REGRESO A URUGUAY

El gobierno democrático asumió el 1 de marzo de 1985 y yo llegué con mi familia el 28 de febrero, es decir, un día antes. Por supuesto, no me querían dejar entrar.

Al comienzo estuve muy activo políticamente, pero luego tuve una crisis personal cuando me separé de mi pareja, la madre de mis hijos. También tuve una crisis política porque mi país era muy distinto al que yo me imaginaba.

Después de estar más de dos años preso, ocho meses en transición, nueve años en Suecia, al regreso no entendía mucho cómo funcionaba Uruguay. Era un extranjero en muchos sentidos, mis ideas estaban muy desubicadas. Se presentaron situaciones políticas muy dolorosas por una ley que amnistiaba a los militares, torturadores y represores. Hubo movimientos en contra, plebiscitos, pero al final la mayor parte de la población votó a favor de esa ley. Este fue un golpe anímico muy fuerte que me llevó a cuestionar mis ideas y mi visión de ese momento.

ACADÉMICO E INVESTIGADOR

Obtuve un contrato laboral como asistente de investigación de la universidad que terminó en 1990 cuando defendí mi tesis. Durante esos años pude hacer mi doctorado viviendo en Uruguay y viajando todos los años a Suecia un par de veces para dar clases, presentar los avances de mi investigación e interactuar con el departamento.

Después de esto me fue muy difícil insertarme académicamente en Uruguay porque mi formación era desconocida. Si bien había investigadores que hacían historia económica, institucionalmente esta no existía. Yo intentaba dar clases de economía para historiadores en la Facultad de Humanidades, pero el tribunal de economistas decía que yo no era economista. En la Facultad de Ciencias Económicas quise dar clase de historia económica y me decían que yo no tenía suficiente experiencia docente. Así quedaba fuera de cualquier opción.

Finalmente, tuve mucha suerte porque, si bien durante la dictadura se habían cerrado casi todas las actividades de ciencias sociales que habían sido particularmente perseguidas, en 1990 se creó la nueva Facultad de Ciencias Sociales con un posgrado de Economía con un curso de historia económica.

Julio Millot, docente, me convocó a trabajar con él. En ese momento había recursos, entonces pude conseguir un cargo y construir el programa que actualmente se llama Historia económica y social. Este se ha fortalecido, cuenta hoy en día con quince docentes, maestría y doctorado; es muy reconocido en América Latina y es atendido por un número grande de los mejores profesores visitantes de historia económica a nivel internacional.

Hice carrera como académico, fui desplegando mi energía y dedicación que me permitieron ser decano de la Facultad de Ciencias Sociales entre el 2003 y 2007. También fui pro-rector de Investigación de la Universidad de la República.

Si bien mantenía un compromiso con mis visiones políticas, cada vez me resultaba más difícil conservar el que tenía con la vida política regida por otras reglas y códigos. He mantenido un vínculo con el Frente Amplio, que es la coalición de izquierda, pero es muy laxo. Colaboro en determinadas actividades como instancias programáticas, pero no soy militante orgánico.

En mi vida, mi actuación profesional es 80% y en la política un 20%. Lo presento de esta manera para dar una idea de mi trayectoria en la que he priorizado mi rol como académico frente a la militancia política.

No he tenido cargos de gobierno a excepción del que me llevó a ser miembro del directorio de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. Accedí no como representante del poder ejecutivo del gobierno, sino a propuesta de la Universidad de la República como representante del sector académico.

VÍNCULO CON COLOMBIA

En 1997, cuando se presentó una mini guerra entre Ecuador y Perú, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, tenían una maestría en Historia económica que dirigía Heraclio Bonilla, historiador económico peruano. Entonces la tuvieron trasladar y se la llevaron a la Universidad Industrial UIS, de Santander, ubicada en Bucaramanga. Fue cuando me invitaron, muy amablemente, a dictar el curso por un semestre.

Durante este tiempo la pasé muy bien. Como no conocía Colombia, aproveché para viajar. Visité Bogotá, Cartagena, Popayán entrando a su túnel del tiempo, también fui a Leticia donde pude navegar y ver los delfines rosados. Años después conocí y me encanté con Medellín.

He seguido visitando el país con motivo de congresos y seminarios. Conservo el vínculo con Salomón Kalmanovitz y con Jim Robinson, historiadores de primera línea a nivel mundial.

JOSÉ ANTONIO OCAMPO

Conocí a José Antonio Ocampo en un congreso de historia económica y a través de la CEPAL donde tengo amigos. En Uruguay tenemos la Asociación uruguaya de historia económica que organizó el primer Congreso Latinoamericano en Montevideo en 2007, que presidí. Entre otros invitados importantes estuvo José Antonio y trabamos una buena relación.

En el 2010, Enrique Iglesias desde la Secretaría General Iberoamericana, en el bicentenario de la Independencia de muchos países de América Latina, quiso que se escribiera un libro sobre la historia económica de Latinoamérica, entonces invitó a José Antonio quien me invitó a escribir con él. En un año logramos juntar toda su experiencia y conocimiento sobre la región en gran parte debidos a su paso como secretario ejecutivo de la CEPAL. Yo venía trabajando con muchos historiadores económicos latinoamericanos en esos temas, lo que nos permitió hacer una buena sociedad. Sin que hubiéramos trabajado juntos en el pasado, sí teníamos una enorme afinidad de ideas y de conceptos.

Nos fue muy fácil sacar el proyecto adelante y se publicó con el nombre El desarrollo económico de América Latina desde la Independencia. Originalmente fue publicado en inglés por Oxford University Press en 2012, un año después el Fondo de Cultura Económica de México lo publicó en Español, más adelante en portugués y fue traducido al Mandarín por la Universidad de Shanghái. Es un libro de referencia, de consulta, que vamos a actualizar para su reedición, pues avanzó la propia historia de la región así como la investigación de diferentes campos.

En el perfil biográfico que escribiste de José Antonio para tu página Memorias conversadas, José Antonio habla con mucho cariño de su libro y dice que es uno de sus más queridos, lo que me conmueve.

La última vez que estuve en Colombia José Antonio me invitó a cenar. Coincidió ese día con la promulgación de la Ley con motivo de la Reforma Tributaria cuando él era el ministro de Hacienda.

OTROS FRENTES

Si bien no he ocupado cargos públicos, desde la universidad he trabajado como asesor en temas de prospectiva junto con la oficina de Planeamiento y Presupuesto, con las intendencias departamentales más grandes de Uruguay. También he hecho consultorías para el BID, OIT, CEPAL.

Soy profesor de la Escuela de Estudios Latinoamericanos de la CEPAL. Además, he regresado un buen número de veces a Suecia como profesor invitado, lo que agradezco a mis colegas suecos.

Dicté clases en el posgrado de desarrollo económico de la Universidad Carlos III de Madrid. Fui profesor invitado en la Universidad de Harvard por el Rockefeller Center Latin American Studies. He dado cursos de posgrados en varios países de la región como Brasil, Argentina, México, Chile, pero también en otros países de Europa.

Fui miembro del bureau de la Asociación Internacional de Historia Económica donde ejercí como tesorero durante seis años.

PROYECTOS

Este es un año muy especial para mí. De acuerdo a la normativa de la universidad yo me tengo que jubilar a finales de 2024, dado que cumpliré setenta años en los próximos meses. Como tenía pendiente mi sabático, lo estoy disfrutando en este momento.

Soy editor y estoy escribiendo seis de veintitrés capítulos de un libro de historia económica del Uruguay en el que participan veinticuatro autores. Lo interpreto como una rendición de cuentas de lo que hemos hecho con la historia económica en estas últimas dos décadas en mi país. Me llena de orgullo porque, de los veinticuatro autores, veintiuno fueron alumnos míos en el posgrado del que me siento fundador. Va a estar listo para el mes de septiembre coincidiendo con la Feria del Libro de Uruguay y más adelante saldrá una edición en inglés mucho más compacta.

En diciembre de 2024 se organiza en Montevideo, no el primero, sino el octavo Congreso Latinoamericano de Historia Económica, después de pasar por México, Argentina, Colombia, Brasil, Chile, Perú.

Es una año colmado de eventos para mí, también es electoral. Conservo la expectativa de que de nuevo pueda ganar el Frente Amplio. Es el cierre de mi carrera y lamento profundamente que ya no esté mi hermano.

Pienso seguir dictando un curso de posgrado de la universidad con una dedicación de pocas horas. Seguiré escribiendo y quizás sea consultor o profesor internacional.

Como sé usar el tiempo libre, quiero dedicarme con mayor consagración a la carpintería, a la jardinería en mi casa de verano, a la observación de aves, a navegar y a pescar, pues estas son mis aficiones.

FAMILIA

Mi hijo Joaquín estudió música y es percusionista; se dedica a dar clases, es intérprete y toca en varios lugares. Es papá de Piero, de cuatro años, una máquina imparable: calculo que ayer en el carro me formuló unas trescientas sesenta y ocho preguntas en un rato.