Kiko Kairuz

KIKO KAIRUZ

Soy Luis Francisco Pérez Kairuz, cambié mi nombre a Kiko Kairuz cuando decidí ser artista. Me defino como un viajero, como un transeúnte que va por la vida aprendiendo todo cuanto puede. Sí, soy un aprendiz de la vida, un tigre con muchas rayas, un gran consumidor de información al que le gustan todos los temas.

No le tengo miedo a nada, no le tengo pereza a nada. Mi gran habilidad es la solución de problemas. Soy una persona absolutamente visual. Mi gran talento es la cámara. No me identifico con los tomadores de fotos, porque soy creador de imágenes y de productos. Mi fortaleza es la composición, dar mi propia perspectiva en mi trabajo.

Resulto disperso, poco concentrado. Tengo un problema de memoria, no retengo grandes textos. Me encanta la música, especialmente la clásica.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Somos desplazados por la naturaleza, por la historia. El origen paterno es Sefaradí. Mi familia llegó al Tolima a mediados de mil ochocientos. Se mezclaron con sangre pijao, lo que nos da una raíz indígena.

En mi vida siempre estuvieron muy presentes mis abuelos, quienes se llamaban Rosa y Rosendo. Se encontraron y, entre muchas otras cosas, debió unirlos el nombre.

Rosendo Pérez, mi abuelo, fue una persona básica, muy elemental, de temperamento calmado, introvertido, negociante de vehículos y transportador de mercancías. Le encantaba viajar y contar historias. Normalmente compartía sus recuerdos cuando nos sentábamos a la mesa, hablaba de cuando lo retuvieron los guerrilleros o de su experiencia en el Bogotazo. Viví con él hasta mis quince años, cuando murió.

Rosa Santos, mi abuela, fue una gran conversadora y muy curiosa. Me escondía de las visitas porque yo era muy flaco y le preocupaba que pensaran que no me daban comida. A mí me tenían que perseguir por toda la casa con el plato de comida y la cuchara. Fue socialmente muy activa, perteneció a las Damas Grises de la Cruz Roja. Murió de infarto en 1985, a sus sesenta y cinco años cuando yo tenía cinco.

LUIS PÉREZ SANTOS

Luis Pérez, Tito, mi papá, fue un mezcla entre el profesor Yarumo e Indiana Jones. De gran carisma, brillaba siempre a donde llegaba. Todos quieren estar cerca de él, escuchar sus historias. Le heredé esa amplitud temática que nos apasiona. Vibraba con la antropología, le encantaba el tema de los alimentos y me transmitió la pasión por la fotografía. Su equipo era realmente el juguete más especial para mí. Juntos nos sentábamos a limpiar sus cámaras, recuerdo una Canon AD1, de las más lindas de rollo con la que aprendí a tomar fotos.

Los problemas de concentración lo llevaron a lugares insospechados. Fue muy dado a ayudar a los demás. Nunca definió la barrera entre el bien y el mal, entonces le hicieron mucho daño. Fue muy dador, sin que se cuidara de no afectar sus propios intereses. Aventurero incansable. Todos dicen que fue un genio incomprendido, con una agilidad mental muy grande.

Siendo de Ibagué viajó a Cartagena para estudiar Derecho. De ahí saltó a España donde estudió Administración de Empresas y Negocios, llegó a ser director comercial de Casa Domecq. Aprendió de vinos, de producción de licores. Era un shark, todo un tiburón para los negocios sin importar la magnitud de estos.

Conoció a mi mamá después de separarse de su primer matrimonio. Regresaron a Colombia a mediados de los setenta en medio de esa explosión social que se vivía. Mi papá pasó de ser un alto ejecutivo a convertirse en viajero. Se dedicó a recorrer el país, llegó a todos sus rincones. Lo hizo a lomo de mula, en moto o como las circunstancias le permitieran.

RAMA MATERNA

Mi apellido Kairuz proviene de las montañas del Líbano en las que se da cedro, árbol que está en su bandera, típico de la zona Bisharri. Esta región, que es católica, fue colonizada por los franceses.

En la guerra, mis tatarabuelos emigraron y llegaron a Colombia por Barranquilla, aunque con el tiempo regresaron a su tierra. Luego José Kairuz, mi bisabuelo, viajó con su prima cuando tenían dieciséis y catorce años, y se casaron.

Mi bisabuelo fue un patriarca de Rovira, Tolima. Tuvo en Girardot una tienda de telas y abarrotes, también mulas con las que transportaban oro. Murió al caer de una de estas mulas a sus treinta y dos años. Amanda, mi bisabuela, ni siquiera sabía hablar bien español cuando enviudó. Con valentía sacó a sus cuatro hijos adelante teniendo la mayor tan solo cinco años: Marrún, Manira, Eduardo y Fajime.

Marrún fue muy sociable, le fascinaba la política, y nunca se casó. Manira, quien decidió quedarse soltera, fue una persona muy culta, enseñó literatura en los Andes. Después nació Eduardo, mi abuelo. Finalmente, Fajime, una mujer bellísima quien con su sonrisa iluminaba el mundo entero, pero murió a sus diecinueve años, lo que resultó una tragedia para la familia.

Eduardo, mi abuelo, fue una persona muy valorada por su rectitud. Era un hombre sereno y buen amigo. Estudió medicina interno en la Salle, en Bogotá. Más adelante se especializó en cirugía y en medicina general en la Universidad Nacional. Pero cayó en depresión porque no pudo salvar a su hermana. Cuando Fajime murió, mi abuela estaba embarazada de mi mamá, por lo mismo, la bautizó igual.

Raquel, Raquelita, mamá Kan, mi abuela materna, fue la mujer más dulce que uno se pueda imaginar. De familia caldense, descendiente de europeos, por lo mismo, eran monos de ojos azules. Es hermana de la mamá de Iván Duque Márquez.

Los abuelos construyeron su casa a las afueras de Ibagué, hoy es el centro de la ciudad. En ella congregaban a todos sus familiares y amigos ofreciendo almuerzos enormes. Los sábados eran fríjoles con los que atendían a los colegas médicos en cualquier número de mesas. Pero también preparaban la comida árabe que fascinaba a todos.

Realmente eran tres casas seguidas que se comunicaban por el interior. En el jardín interno tenían árboles de guayaba agria, de guayaba dulce, y de ellos colgaban columpios. Una de estas casas la compró después mi papá, en la que había vivido Darío Echandía.

Al abuelo lo visitaba todo el país buscando consejo. Y es que brindaba mucha paz y tranquilidad. Dentro de los personajes ilustres, además de los médicos más reputados, empresarios, políticos e intelectuales, se cuenta a Cantinflas, de quien conservamos una foto junto al abuelo.

Fajime, mi mamá, es un ser de luz, noble, de esas personas que no conocen la maldad, inmensamente dulce, más dulce que una guayaba. Es introvertida, silenciosa, nunca fue el foco de atención.

Tiene un talento musical enorme. Interpreta la guitarra clásica que me enseñó en el Conservatorio del Tolima. Con sus amigas tienen el coro más lindo de Ibagué, una rondalla de cincuenta mujeres que le cantan al obispo, a los que se casan, a los socios del club.

Del coro hace parte Amina Melendro de Pulecio, esposa del fundador del Conservatorio del que se hizo cargo una vez enviudó. Esta era la institución que congregaba a todos, la que respaldaron siempre. Cuenta con una sala de conciertos primorosa, una joya arquitectónica, en la que tocaron maestros de todo el mundo, intérpretes internacionales de gran reconocimiento, coros polifónicos preciosos. Las casas de los ibaguereños hospedaban a los músicos como parte del respaldo a la actividad cultural.  

Amina también creó la carrera de música, y un colegio en el que los jóvenes estudiaban música para graduarse como profesionales. Aquí estudié un semestre de composición y dirección de música clásica. Tristemente, con la muerte de Amina ya no es lo mismo.

SUS PADRES

Mi papá se había casado en España con una panameña y con ella tuvo dos hijas. Mis hermanas Fabiola, una gran publicista que vive en Panamá, y Belén, una mujer muy especial, maravillosa.

Mis papás se conocieron en España y luego vinieron al país. Mi hermana María Lucía es una publicista que vive en Australia, tiene dos hijos. Soy el menor.

PRIMEROS AÑOS

La influencia de mi casa materna fue muy fuerte dados los constantes viajes de mi papá. Para mí el abuelo hizo las veces de figura paterna, siendo mesurado, responsable, familiar, muy presente. Esto fue así pues mi papá permanecía de viaje: iba desde la Guajira hasta el Amazonas cubriendo todo el territorio nacional mientras hacía negocios.

Quedé atrapado ente lo magnífico que era mi abuelo materno y lo aventurero que era mi papá. Tuve que responder por acciones de mi padre desde muy niño.

Busqué recoger lo mejor siempre, quedarme con lo que me pudiera hacer bien. Aprendí del ensayo y error. Mi mamá era muy mesurada en medio de una cultura machista, desenfrenada, en la que se toma mucho trago. Esto en las décadas de los ochenta y noventa. Por fortuna, encontré en el arte el medio para seguir adelante en un momento en que yo quería hacer, ensayar y conocer todo.

Estas inquietudes hicieron que no cultivara amistades. De esa época conservo una sola amiga, Lucía de la Pava. Lucía es nieta de Amina y nos conocimos desde cuna. Tenemos fotos de bebés, nacimos con dos meses de diferencia. Nos encontrábamos en todos los eventos del Conservatorio y fuimos cuidados por la misma nana. Esto nos hizo hermanos del alma.

Recuerdo que el abuelo me dijo: “Nunca quise ser médico, sino actor”. Esto para animarme a que decidiera mi futuro apegado a mi verdadera vocación. Ojalá por fuera de Ibagué. Cuando murió encontramos fotos suyas en las que hace parte de obras de teatro maravillosas.

ACADEMIA

COLEGIO VAL

La influencia femenina fue muy grande en mi casa. De ahí que estudiara en el Conservatorio, pero también en el colegio Vida, Amor, Luz – VAL, que estaba orientado a las artes y donde predominaban las niñas. Ahí fui muy feliz porque tuve la atención de todas las compañeras. Despertó en mí una alta sensibilidad artística. Por una hora de matemáticas recibíamos ocho de arte: música, expresión corporal.

SAN LUIS GONZAGA

El bachillerato lo cursé en el San Luis Gonzaga, colegio de los hermanos maristas, supremamente religioso, con un ambiente muy competitivo, mixto, donde predominan los hombres.

Llegué con ventaja pues ya tenía un camino adelantado en cómo comportarse con una niña mientras que los compañeros no sabían cómo dirigirles la palabra.

Este período fue muy amargo para mí, pues los conflictos con mi padre ya eran más evidentes, se empezaron a presentar choques fuertes de personalidad en que el niño educaba al viejo.

BARRANQUILLA

Cualquier día, cuando yo cursaba noveno, mi papá me llevó para Barranquilla. Al llegar me dijo que se había metido con una gente con la que no debió haber hecho negocios nunca, que estaba bajo amenaza, que me tenía que proteger. A él ya lo habían secuestrado un par de veces, quizás tres, y era tan hábil que siempre negociaba de manera directa su libertad.

Entonces supe que no podría regresar a mi ciudad, que esa no era una salida de fin de semana. Me dio la dirección del colegio y me entregó las llaves del que sería mi apartamento. También me dio unas cuantas instrucciones, como no llamar a nadie porque los teléfonos estaban chuzados. Se fue.

Resulta que el vulnerable era yo porque mi hermana ya no vivía en la ciudad y mi mamá estaba muy protegida, especialmente por la honorabilidad de su familia.

Quedé solo. A mis catorce años tuve que aprender a defenderme. Yo era un cachaco rodeado de barranquilleros, de gente y cultura completamente desconocida para mí. Al comienzo nadie me hablaba hasta cuando supieron que yo vivía solo. A partir de ahí mi apartamento se convirtió en la casa del ritmo.

De inmediato mi abuelo manifestó que yo debería volver. Lo hice cuando terminé décimo  y echando dedo en la carretera.

IBAGUÉ

El proceso de graduarme fue realmente una pesadilla, lo logré en medio de muchos inconvenientes, situaciones de estrés y problemas.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

AMOR EN FORMA

Cursaba grado once cuando Colombiana de Televisión llegó a grabar la serie Amor en forma. Por cierto muy mala, pero divertida. En ella trabajaban Zharick León, Luis Fernando Salas, Lorna Cepeda. El productor ejecutivo era Malcolm Aponte, quien produjo Padres e Hijos.

Buscaban un asistente de producción muy vinculado a la región, me recomendaron, me contrataron y me pareció lo máximo. Como productor de campo era quien buscaba las locaciones, los carros.

Recuerdo que me invitaron a Bogotá a leer el libreto, lo que me hizo en extremo feliz pues desde chiquito fui muy cinéfilo. Justo al lado de la puerta de mi casa había un establecimiento de alquiler de películas de Betamax. A mis doce años ya había visto todas las que ofrecía la tienda. Sin saberlo, desde muy niño tuve una gran experiencia en cultura visual. Fui muy analítico, porque observaba la manera como hacían las cosas, pues no tenía nada más en qué ocuparme.

La serie resultó un fiasco, la suspendieron después de ocho meses.

FANTÁSTICO

Colombiana adquirió Fantástico, programa de concurso, otro huesazo. Era en directo, de lunes a jueves por el Canal UNO. Cualquiera podía participar, pues nadie se le quería medir, y a mí me parecía lo máximo.

Mi trabajo iba desde pedir las microondas, porque no había Internet, pasaba por tramitar permisos en la Alcaldía, hasta recoger a los artistas. Así conocí desde Alci Acosta hasta Marbelle y todo lo que había en el medio como Las Chicas del Can, Darío Gómez. También me enteraba de los chismes, les llevaba licor, los animaba cuando no querían salir al escenario cinco minutos antes de la presentación.

Fue muy divertido como enorme fue la responsabilidad. No tenía dieciocho años y debía cargar con equipos, vestuario, dinero porque manejaba un presupuesto de producción importante. En algún momento tomé un taxi y me hicieron el paseo millonario. Este duró más de seis horas con cambio de día para poder desocupar la cuenta dados los topes de retiros. Me golpearon con una pistola porque yo gritaba, pues me llevaban en el baúl del carro.

No solo sufrí semejante situación, sino que la productora me cobró todo lo que me habían robado. Me hirvió la sangre, renuncié y me devolví a mi ciudad. Quedé bastante adolorido en todos los sentidos. Recuerdo que yo compartía apartamento con Juan Pablo Raba y tuve que dejarlo solo con ese contrato.

CONSERVATORIO DEL TOLIMA

Al llegar a Ibagué ingresé al Conservatorio para estudiar dirección y licenciatura en música clásica como una forma de rescatarme.

Pasados seis meses me llamaron para hacer comerciales de televisión de manera independiente. En ese momento, al verme mi abuelo otra vez enfiestado y demás, me dijo: “Usted no es músico de profesión. Dígame en esa experiencia de trabajo qué fue lo que más le gustó”. / “Abuelo, la fotografía y la dirección de fotografía”. / “Ahí está. Vaya a comprarse una cámara y busque un curso”.

ALIANZA COLOMBO FRANCESA – BOGOTÁ

Decidí estudiar en Bogotá. Tomé un curso en la Alianza Colombo Francesa, la única alternativa viable para mí, pero resultó terrible. En Publicidad de la Tadeo y otras universidades la daban como materia, pero no como curso libre. Solo que yo no tenía cómo entrar, pues mi ICFES no me favoreció, tampoco tenía cómo pagar una carrera.

Trabajé de noche como mesero en bares, hacía producciones esporádicas, mientras en el día tomaba las clases. Una vez terminaban, iba a la Luis Ángel Arango a devorarme la literatura que encontrara sobre fotografía. Aprendí más como autodidacta que en la misma Alianza. Salí peleado porque se pagaba mucho para lo que enseñaban y no dejaban utilizar los laboratorios.

En esa época la fotografía no era digital, sino que se usaba rollo y se revelaba en cuarto oscuro. Yo compraba rollos rebobinados en el centro para tomar fotos en La Candelaria. En esas me encontré a Gabriel Hernández, fotógrafo maravilloso, uno de los profesores de la Alianza. Él me tomó mucho cariño porque yo era el único que participaba en sus clases.

Resulta que Gabriel preparaba sus propios químicos para revelado. Las opciones eran los que vendía Kodak, importarlos o enviarlos a un laboratorio profesional. Pero el goce estaba en poder revelarlos. Gabriel me empezó a abrir espacio en su baño, que era diminuto y en el que él fumaba. Recuerdo que la ceniza que se iba formando nunca se caía, conservaba la forma del cigarrillo. El hecho es que rompíamos el rollo, sacábamos la tira, la embobinábamos, lo guardábamos en la cajita, preparábamos los químicos a temperatura para desarrollar primero el negativo y luego el positivo. Cual magia.

DISEÑO GRÁFICO – UNITEC

Decidí estudiar diseño gráfico en las noches en UNITEC. Recibíamos una misma materia durante cuarenta días, lo que funciona muy bien porque permitía concentrarse por completo.

PRODUCCIÓN DE FOTOGRAFÍA

Darío de la Pava, hermano de Lucía, alguien a quien quiero profundamente, me consiguió trabajo con una pareja de productores muy importantes: María, francesa, y el Mono Cano, colombiano. Estaban ellos asociados con Felipe Espinoza, también muy reconocido.

Aquí hacíamos catálogos para personalidades como Olga Piedrahíta, Amelia Toro. Trabajaban con los fotógrafos más importantes como Salvatore Salomone, Claudia Uribe, Cisa Lamberti, Sergio Bartelsman, para mí el mejor de todos del país. Aprendí muchísimo de ellos.

Produjimos desfiles de Colombiamoda. El primero fue el de Olga Piedrahíta que se hizo con las modelos caminando sobre el agua en piscinas, absolutamente precioso.

PRODUCTOR EN EL TIEMPO

Catalina Betancur, productora de las revistas de El Tiempo como Aló y Carrusel, me ofreció ser productor y director de arte. Esta fue una experiencia que duró cinco años. Aquí también hacíamos la revista de Fedco, Seventeen y varias otras.

Recuerdo cuando decidieron vestir a María Mónica Urbina de guerrera, entonces yo buscaba desde el vestuario, hasta la locación. Contrataba al fotógrafo más adecuado para el proyecto como Bartelsman, Nicolás Quevedo, Álex Mejía, Nicolás Achuri (recién llegado de Italia, hoy vive en los Ángeles y se convirtió en ilustrador), Manuel Olarte, Camilo George (alumno de Bartelsman, fotógrafo de planta, hoy mega fotógrafo).

Estuve presente en la transición a lo digital. Me tocó la primera cámara digital que llegó al periódico que manejó Filiberto Pinzón, fotógrafo de base, magnífico. Todos trabajábamos en cámara de formato medio. Muchas veces nos tocó repetir las producciones porque la foto no salía.

PROYECTO CON LA PRODUCTORA

Quise hacer mis propias fotos y dejar de lidiar con las celebridades y todo el equipo que las rodea. Me sentí agotado, entonces decidí terminar mi tesis de diseño que salió muy bien. Regresé a la productora y sacamos un libro. Experto ya en producción, fotografía y  diseño, viajé a los Estados Unidos donde les gané a los equipos con que competí. Ganamos con una propuesta de diseño interior y de portada para un cofee table book, (libro de decoración como los que produce Benjamín Villegas).

CARTAGENA

Con estos ingresos compré mi primer equipo de fotografía con el que visité a mi papá en Cartagena. Estando aquí empecé a fotografiar a todos los amigos en la época más hermosa de la ciudad.

Recuerdo que tan solo había un hotel boutique, que era insignia, el Hotel Agua, de Gustavo Pinto y Sergio Castaño. También los hoteles Santa Clara y Santa Teresa. No había más que los restaurantes de los hoteles, quizás la Enoteca y El Club Naval. Estaba comenzando la Pastelería Mila que contaba con tres mesas en un espacio reducido. Juan Felipe Camacho, Don Juan, estaba comenzando su primer restaurante, 8 – 18. Y Café del Mar. No había más, apenas estaban llegando otros como la Casa del Arzobispado.

También produje fotos para la revista de Avianca.

GUIA TURÍSTICA

Me asocié con un español y una colombiana quienes querían hacer una revista. Les sugerí producir una guía turística. Así lo hicimos para sacar seis ediciones, dos en Cartagena y cuatro en Bogotá. Las hice como experto en impresión, pero a la vez como fotógrafo, productor y director de arte. Luego les vendí mi parte por diferencias en la proyección que queríamos darle al proyecto.

Más adelante, en el 2014, saqué la guía pop art en Colombia. Hice diez mil unidades que se vendieron muy bien.

FOTOGRAFÍAS COMO OBRA DE ARTE

KARIBANA

Gustavo Pinto me invitó a que presentara una propuesta para colgar fotografías de gran formato, como obras de arte, en el Hotel Karibana. Recuerdo una tomada desde el interior hacia la puerta del Palacio de la Inquisición, de 2.40 por 2.40. Todavía sigue expuesta en el club.

CREPES & WAFFLES

Eduardo Macías me ha brindado un apoyo enorme. En todos los locales de Crepes & Waffles de Cartagena están mis fotos ampliadas, gigantescas. Porque Eduardo me dejó experimentar con escenas cartageneras de mi banco de imágenes de la ciudad, que es enorme. Por supuesto, ahora la ciudad es otra, ha cambiado y de qué manera.

TALLER

En algún momento recibí un pedido de trescientas obras para el Karibana cuando estaba llegando el Conrad a Cartagena. Nos compraron a Pedro Ruiz, mi ídolo, a Ana Mercedes Hoyos y a mí para adornar el hotel. Fue todo un honor haber podido participar con ellos. Este contrato me llevó a abrir mi propio taller en las condiciones que siempre he querido y considerado necesarias para lograr un trabajo de altísima calidad. Lo ubiqué en Medellín.

Como dato al margen, puedo decir que solamente Gráfico ha desarrollado fotografía de gran formato. Se consagra a la minucia y con materiales de altísima calidad. Lo he podido constatar dados mis constantes viajes al exterior que me permiten mantenerme al día en fotografía fine art. Por lo tanto, es con ellos con quienes he trabajado.

Compré la única cortadora de paspartú en ese momento, ácidos que permiten que las obras permanezcan como nuevas sin el amarillo que da el tiempo. Hice sánduches de paspartú, tres sobrepuestos y libres de ácido para dar profundidad a la foto.

MARQUETERÍA

Para aprovechar el desperdicio, abrí mi marquetería. La gente me empezó a enviar sus fotos por WhatsApp que yo imprimía en los mejores materiales y la devolvía empacadas en cajas de pizza con un enmarcado absolutamente hermoso. Fue un gran negocio. Pero cometí el gravísimo error de llamarlo Instaframe, lo que no gustó a la gente de Instagram, que me demandó, perdí el pleito y tuve que cerrar.

GALERÍA

Abrí mi galería en Cartagena donde vendía mis fotografías impresas en papel de algodón y empacada en tubos de caña flecha, las acompañaba de carpetas de caña flecha. Se vendieron muy bien.

Las ventas a turistas por datáfono hizo que se generara una alerta de seguridad que llevó a que congelaran mis activos. Quedé sin recursos en medio de una exhibición, tan solo contaba con las monedas que tenía en el bolsillo.

MÉXICO

Dadas estas dos situaciones adversas decidí viajar a México buscando estar cerca de mi hija. En cuanto a los negocios, en este país el sistema impositivo no castiga a los microempresarios de la manera como lo hace Colombia donde se paga casi el 50% de impuestos.

Cuando ingresé al país me retuvieron mi pasaporte, pues, con la llegada de López Obrador al poder cambiaron las leyes de inmigración. Además, llegó la pandemia que me encerró.

Tuve que llamar a quien me colaboraba en mi taller en Medellín para que se quedara con todo, pues yo no tenía cómo gestionar nada. Estaba quebrado.

MUNDO DIGITAL

Intenté cualquier número de emprendimientos: una guía, un par de aplicaciones de gastronomía, una empresa de libros y desarrollos editoriales (hice uno con Harry Sasson en Italia).

Entonces supe que necesitaba conocer la parte digital. Fue así como durante la pandemia me dediqué a estudiarla.

Las producciones fotográficas ya están relegadas. Hoy todos los niños son directores de marketing y se sienten grandes fotógrafos. Entonces mi negocio de fotografía y video desapareció. No hay nada qué hacer. Todo lo que aprendí durante los primeros veinte años de mi vida ahora no sirve para nada como no sirve la inversión que hice en equipos, estos quedaron para museo.

Mi mundo ahora está en lo digital dirigido a microempresarios que no manejan el tema y que lo requieren con urgencia. Me apoyo en la inteligencia artificial, la manejo con experticia. También vendo obras de arte por encargo.

FAMILIA

Mía, mi hija mayor, tiene siete años y vive en México. Lanay, la menor, de dos años, es producto de una pan-de-miel.

En pandemia conocí a una mujer maravillosa, quien es mi pareja, y quedamos embarazados. Vero es paisa, excelente mamá, una mujer de valores, amiguera. Es directora de marca de varias firmas, ente ellas Kenneth Cole con quien se sienta en Nueva York a programar las colecciones que se presentan en México y que se producen en lugares específicos del mundo.

CIERRE

La historia de mi vida es de adaptación. Considero que uno tiene que estar listo para recibir el cambio, el que se da en cualquier momento, de otra forma uno está destinado a morir.

Aprenderlo me ha costado mucho. He aprendido todo, también lo he perdido todo y solamente voy en la mitad del camino.

No le he tenido miedo a vivir. Aunque haya llorado no pierdo la sonrisa aún en medio de la tristeza. Soy un convencido de que todo va a estar bien.

Pienso que para sobrevivir a todo esto es necesario cultivar la fe. La fe da las herramientas para limpiarse la sangre de las rodillas, el polvo de la cara, levantarse y seguir adelante.