JULIANA ROMERO
Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo
Soy la mayor de tres hijas, quien siempre se levanta alegre, sonriente, positiva. Me encanta leer, soy una historiadora frustrada. Pero también me gustan los deportes que han sido mi polo a tierra. Me gusta el servicio social, el mismo que me llevó a estudiar Derecho. Con los años me volví chef, porque estudié cocina como lo hizo mi madre. Resulta que en la vida se baila rico, se come rico. Alguna vez, hace casi veinte años, preparé una torta, se la regalé a una amiga que se puso tan feliz, que me entusiasmé a seguir ese camino.
ORÍGENES
RAMA PATERNA
Leopoldo Romero, mi abuelo, fue un hombre muy familiar, comerciante. Amó profundamente a mi abuela, por sobre todas las cosas. A ella la tuvo siempre como una reina. Cuentan que la conoció en el Carnaval de Blancos y Negros, en Pasto.
Margarita Góngora, mi abuela, una mujer muy dulce, fue la típica ama de casa. Se dedicó al hogar manteniendo todo en orden para su esposo y para sus diez hijos: cada uno se sintió favorito. El abuelo los alcahueteó construyendo una casita satélite en el patio de atrás para que hicieran sus fiestas sin molestar a la mamá.
Al abuelo le afectó mucho la enfermedad de mi abuela, a quien le dio esclerosis múltiple. Entonces él invirtió todo su patrimonio y acabó con su liquidez para brindarle la atención que requería. Y murió muy joven, invadido por la tristeza.
CARLOS ROMERO
Carlos Romero, mi papá, es un hombre muy alegre, galante. Cuando murieron sus papás, siendo él muy joven, veló por sus hermanos. Pagó sus gastos mientras estudiaba en la Universidad Nacional dándoles serenatas a las novias de los amigos. Es ingeniero industrial, especialista en temas de calidad para multinacionales. A razón de su trabajo viajó con nosotros constantemente por diversos países. Ahora es consultor.
RAMA MATERNA
José Luis Zapata, mi abuelo, fue hacendado, un hombre muy cívico, íntegro, ético, estricto. Vivió en Anapoima, donde amó a sus caballos. Ayudó a su comunidad brindando empleo y aportando en cuanto tema le fue posible.
Ofelia Cardona, mi abuela, fue profesora en una época en que muy pocas mujeres lograban estudiar. Les enseñó a leer incluso a los vendedores de la calle. Fue la mujer más maravillosa, inigualable. Tuvo siete hijos a quienes se consagró.
LUCERO ZAPATA
Lucero Zapata, mi mamá, fue una bogotana quien siempre dijo que era de Armenia, sin serlo. Fue muy desprendida de las cosas materiales, así como lo fue mi abuela: se quitaban lo que tenían para regalarlo. Hacía brigadas para llevar ropa y comida a los necesitados, era ella quien preparaba las ollas de sancocho. Siempre quiso tener su propio restaurante, pero por los continuos viajes nunca lo pudo abrir. Fue embajadora de nuestra gastronomía, al país que llegaba la reconocían como tal y la visitaban para degustar sus platos. La casa de Lucero fue famosa y muy concurrida. El presidente Juan Manuel Santos la incluyó en la lista de los cien líderes más influyentes en el exterior, situación que no la influyó, pues jamás dejó su estilo tranquilo y relajado.
CASA MATERNA
Fuimos una familia muy unida, siempre nos acompañamos a la mesa. Mi mamá nos enseñó a recibir a mi papá de beso y abrazo. Mi papá se encargó siempre de los desayunos de los domingos y preparaba calentado muy a su estilo. Nos acompañábamos en todo: los novios se tenían que integrar.
Las navidades fueron sagradas, como de película americana. Realmente todo el mes de diciembre resultaba muy significativo. Celebrábamos el día de las velitas el 8, mi mamá cumplía años el 10, hacíamos las novenas que empiezan el 16, fecha que coincidía con el aniversario de casados de mis padres. Luego Navidad, Año Nuevo y Reyes. Viviendo en Perú, mis papás recibían con tequila a los sacerdotes que pasaban a saludar, a hacer la novena y a escuchar mariachis.
Nos educaron en valores, entonces nunca importó lo que teníamos, sino quiénes éramos.
Recuerdo que no nos compraban ropa de marca, a diferencia de lo que pasaba con mis amigas. Esto en algún momento me molestó. Pero era una forma de demostrarnos que lo material no es importante.
HERMANAS
Soy la mayor de tres hermanas: María Juliana, María Angélica y María Carolina. María Angélica es doctora, trabaja en la Shaio, estudió en Cuba, tiene un hijo de trece años, Juan Sebastián, mi único sobrino. María Carolina, seis años menor, es comunicadora social, vive en Santa Marta.
INFANCIA
Tuve una infancia muy pura e inocente, viví muy protegida. Desde chiquita pedía que me llevaran a la finca para estar con mis abuelos. Recuerdo que mi abuelo me levantaba a las cuatro de la mañana a recoger limones y naranjas. Era muy estricto con los horarios, imponía disciplinas, pero yo disfrutaba eso.
Vivimos en el campamento de Uniban, en el Urabá antioqueño, durante la época más violenta de Colombia generada por el narcotráfico. Pero yo no me enteraba, pues era una niña muy cuidada que permanecía jugando. Mi diversión era saltar, correr, alcanzar frutas de las casas vecinas, nadar en la piscina del club, jugar billar, romper la malla verde que rodeaba la zona y pedirle a Walter que me fiara en la tienda.
Me hice todas las cicatrices posibles, pues vivíamos en medio de la naturaleza. Así subí a los árboles, comí a mordiscos caña de azúcar acabada de cortar, gocé de las pomarrosas y las guayabas con gusanos.
ACADEMIA
Estudié en la escuela de Uniban con niños del campamento, pero también de la zona. Para mí fue muy fácil relacionarme con los demás.
Hice teatro, en el que siempre me daban el rol principal. Recibí clases de piano. Me gustaron las matemáticas, pero quise ser abogada. Participé en el consejo de estudiantes, fui muy líder, activa, inquieta.
Yo vendía Quipitos: los compraba, los sacaba del empaque, los servía en un sobre de papel y los vendía en el recreo. Así les ganaba más plata. Después les mezclé sal de frutas para darles ese sabor ácido parecido al minisicuí. Cuando mi papá se dio cuenta, me pidió la plata con la que tuve que volver a comprar las cajas de Quipitos y entregarles las bolsitas a quienes me habían comprado: sin engañarlos, sin intervenirlos.
La rutina del colegio fue siempre muy importante. A la hora que mi papá llegara, estando nosotras en pijama, nos formaba en línea. En ese momento ya teníamos los dientes lavados, pues ya habíamos cenado. Nos acercábamos con la mochila en la mano, cuadernos y agenda, para él pasar revista a las tareas y señalar si debíamos corregir o complementar algo. Arrancaba la hoja, nos hacía repetir, no aceptaba tachones ni arrugas en el papel. Si la letra no era bonita o se salía de la línea, nos ponía a hacer cien planas. También con mi papá nos intercambiábamos libros, luego nos íbamos a un café para compartir impresiones.
Gracias a esa entrega consagrada de mis padres me gradué con honores, ocupé los primeros puestos y me gané becas para estudiar en varias universidades.
VOCACIÓN
Quise estudiar Historia, pero mi papá no me permitió hacerlo. También me gustó el Derecho. me ha ido bien argumentando y tengo buena memoria.
UNIVERSIDAD DE LIMA
ARQUITECTURA
Una vez graduada nos mudamos de Guayaquil, Ecuador, para Lima, Perú. Realmente me dio muy duro el cambio, reaccioné mal al haber tenido que dejar a mis amigas, mis planes con ellas y la proyección académica.
Entonces decidí estudiar arquitectura en el sitio más alejado de la casa. Aunque me gustó mucho la carrera pronto me di cuenta de que no era para mí. Recuerdo que, en vez de dedicar el tiempo a estudiar física, me sentaba a leer libros.
DERECHO
Antes de seguir perdiendo tiempo, al año siguiente me cambié a Derecho, con el respaldo de mi padre quien siempre me animó a hacer lo que me hiciera feliz.
Me encantó el Derecho Genético, optativa en la que asistí al profesor de Derecho Civil en sus clases de maestría cuando yo apenas cursaba tercer semestre.
OFICINA DE ABOGADOS
Por mis notas trabajé en una oficina de abogados de gran prestigio, en Perú. Aquí vi una cantidad de manejos ilegales. También me pidieron que escondiera en la cocineta documentos para que no los encontraran en una inspección que esperaban les hicieran. En los juzgados pude ver el tráfico de influencias, la manera como manejaban los asuntos dependiendo de quien se tratara. Entonces, llegué llorando a la casa a hablar con mi papá. Me retiré del trabajo, terminé mi carrera, me gradué, pero no ejercí.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
ESTUDIOS DE COCINA
PARIS – FRANCIA
Para ese momento de mi vida me casé y con mi esposo me fui a vivir a París dado que fue trasladado por su empresa. Recuerdo que, cuando llegamos a Perú con mi papá, le había dicho que yo no lo seguiría más y que me quedaría a vivir en Lima. Realmente no sabía lo que me esperaba.
Estando en París empecé a estudiar cocina, odiándola, porque no me gustaba. Nunca quise aprender a hervir agua, no sabía hacer nada. Pero me inscribí en la escuela Mi secreto culinario y tomé cursos en Le Cordon Bleu.
CARACAS – VENEZUELA
Después de tres años en Francia nos fuimos a vivir a Caracas, Venezuela. Llegamos en un momento muy difícil políticamente. Acababa de fallecer Chávez, así que no podíamos salir de la casa desde la que escuchábamos disparos y veíamos marchas. También nos sentíamos perseguidos. Pasado año y medio decidimos viajar a Bogotá.
QUITO – ECUADOR
Estando en Bogotá trasladaron a mi esposo a Ecuador. Viviendo en Quito validé mi título en Culinary Art School de la que me gradué con honores. Trabajé asesorando cocinas, restaurantes, hoteles y a cocineros.
Para esa época nos volvimos veganos, tanto mi esposo, como mis hijas y yo. Por este motivo decidí estudiar pastelería y comida vegana. Me especialicé en decoración de tortas con todas las certificaciones internacionales y participé en competencias. Esta fue la semilla de mi carrera enfocada en sostenibilidad y en cuidar el planeta.
HOUSTON – TEXAS
Realmente, el círculo de los chef es muy complicado. Son un gueto. Chef no ayuda chef. Es un medio muy competido. Lo hablé con mi papá quien me dijo: “July, hay espacio para todos. Encuentra algo que sea muy tuyo. Encamínate en aquello que solo tú puedas hacer”.
ARGENTINA
Cuando llegué a la Argentita fui mutando porque se me presentó el mismo problema. Estando aquí estudié sostenibilidad. Para ese momento en la familia ya preparábamos nuestro propio desodorante y shampoo, mi hija recogía los plásticos que veía tirados en la calle.
Con el tiempo consolidé relaciones con otros chefs que me abrieron las puertas de sus escuelas y me permitieron dictar mis charlas. Me certifiqué como entrenadora de gastronomía sostenible con la Asociación Mundial de Chefs en su programa Feed de Planet. Este abarca todo el proceso circular, desde la agricultura hasta la mesa.
Me dolió irme, he llorado por la partida, pero fue necesaria.
GASTRONOMÍA SOSTENIBLE
Adelanté una maestría con el Instituto Europeo de Innovación en Sostenibilidad de Roma. Este hace parte de un ente de las Naciones Unidas que está en función del desarrollo de proyectos de innovación sostenible a nivel mundial. El Instituto escogió a cincuenta estudiantes de los tres mil que aplicaron en el mundo: solo dos éramos cocineros.
Fue cuando me concentré en la gastronomía sostenible y comencé a dictar charlas a chefs que no tenían claro el concepto. Ahora ya he recogido un material muy amplio que me ha permitido exponer internacionalmente. He participado en debates tan controversiales sobre la carne de laboratorio, por ejemplo, con la que no estoy de acuerdo. Tampoco estoy de acuerdo con encerrar las vacas para producir leche, como me tocó ver en Italia.
BOGOTÁ
Mi trayectoria por diferentes países buscando un espacio propio me enseñó a adaptarme y a construir desde lo nuevo con un tema disruptivo.
Actualmente colaboro con la Asociación Mundial de Chefs enviando mis artículos, también como jurado de muchos eventos de gastronomía mundial. Comparto mis recetas y participo en congresos referidos a estos temas.
FAMILIA
José Carlos, mi esposo, peruano, es ingeniero industrial vinculado al sector energético. Es muy inteligente, buen lector, puntual, cuadriculado, estricto, comprometido. Me ha respaldado en todo lo que hago, se frustra con mis bemoles, pero también celebra mis progresos.
Megan, mi hija mayor, nació en Dallas, Texas. Es muy parecida a su papá en muchos aspectos: decidida, perfeccionista, matemática y con un corazón de dioses, porque es muy sensible. Le encanta solucionar situaciones, es ejecutiva.
Arian, la chiquita, nació en Perú. Se desvive por el otro, por el mundo, piensa en función de la equidad, no soporta las injusticias, es amiga de las causas nobles. Es alegre, se acompaña de música todo el tiempo. Es mi mariposa, mi subchef: no hay ser humano distinto a quien yo le confíe mis recetas. Participó en un Facebook Life con emoción y fue descubierta por un productor colombiano invitándola a participar en un programa infantil.
PROYECCIÓN
Tengo el plan de abrir mi restaurante al que llamaré “Mi Lucerito”. Quiero seguir enseñando y generando sensibilidad por los temas de sostenibilidad.
REFLEXIONES
Me siento muy orgullosa del camino recorrido, de mi familia. Vivo muy agradecida con la vida. Me considero una mujer feliz.