ANDREA LLINÁS
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo
Tengo un concepto de mí como el de una persona medio loca. He tenido una tendencia a saltarme mucho las reglas y para darte un ejemplo te cuento que primero tuve a mi hija y luego me casé. Por lo general hago lo que quiero, -como dicen mis papás- pero siempre cosas que realmente me gustan.
Mi historia común y corriente es que soy diseñadora Industrial de la Universidad de Los Andes, pero nunca ejercí mi carrera. La escena es: me gradúo, recibo el diploma y caminando por la séptima un ventarrón lo hace volar. Mi papá gritaba:
— “¡Vuelan tantos millones de pesos!”.
Literalmente nunca usé ese cartón. No voy a decir que no me sirvieran los años de universidad, sólo que al graduarme me obsesioné con el hecho de viajar a Asia. Quería ir a la China con locura. Era el llamado Tibetano.
A mis veinte años viví la crisis de la separación de mis papás. Si bien yo ya era grande esas situaciones no te son indiferentes. Este hecho me desestabilizó en todo lo que pensaba que era la vida. Comencé a buscar respuestas; busqué otras cosas que me dijeran de qué se trataba la vida. El hecho de que esa estructura interna se desmoronara me hizo formular muchísimas preguntas.
Comienza una búsqueda espiritual súper fuerte. Recuerdo que estaba saliendo con Carlos (hermano de Susana que hacía reiki) cuando a mi mamá la operaron y tuvieron que ponerle muchos más litros de sangre de lo que a un recién operado en promedio. Se vio muy mal, muy débil. Susana se ofreció a hacerle reiki y al día siguiente estaba de pie. Así decidí qué quería estudiar. Ese fue el comienzo de lo que soy y hago ahora.
Continué mi universidad; me dediqué a las fiestas; apliqué para un intercambio en México donde viví un año y como es la meca de la espiritualidad, terminé en los grupos de Gurdjief haciendo danzas sagradas, aparte de estos grupos conocí personas muy especiales que me invitaron a bailar con chamanes, y terminé haciéndole rituales al agua, trabajando con flores hasta el amanecer, y demás.
Al regreso de México me gradúo de la universidad y estaba en mí la espiritualidad que me impulsaba a conocerme a mí misma. Mi carrera no me inspiraba, ni siquiera el tema ambiental por el que me incliné en algún momento; la tesis que fue social tampoco me funcionó.
En mi último año de universidad tuve un novio y las salidas con él ya no me significaban lo mismo, pues yo prefería madrugar un sábado a meditar, que tomar y trasnochar un viernes. Estábamos en caminos diferentes y siendo él un hombre magnífico que se graduó al mismo tiempo que yo, ya no teníamos puntos en común. Él viajó a Australia para encontrarse con su hermana pero yo tenía claro que si viajaba cruzando el planeta mi destino sería otro. Quería algo exótico. No quería ir al “Estados Unidos” de Asia. Quería un idioma diferente. Quería todo nuevo para mí.
Viajamos con su familia a Tailandia en Agosto del 2007, estuve allí dos meses y ese viaje me ratificó que ya no funcionábamos como pareja; nuestras prioridades eran otras, así que él se devolvió y yo me quedé. En esa estadía, entre semana recibía clases de masaje tailandés y los fines de semana hacía retiros de meditación con los monjes budistas en Chiang Mai.
La sensación de estar sola, en búsqueda personal se me hacen inolvidables. Todo lo que me sugería mi novio, yo lo descartaba para obrar en contrario; él me prevenía con la comida, me recomendaba ponerme chanclas en las duchas, que no me montara en moto con gente desconocida, que comiera en establecimientos conocidos de cadena y no en la calle. Hice todo lo contrario. Fue una sensación liberadora. Hasta al baño tenía que entrar descalza pese a que fuera un hueco en el piso y quienes han ido saben de lo que hablo. Fue necesario montar en moto porque de qué otra manera hubiera podido llegar a mi destino. También tuve que comer lo que me ofrecían pues no siempre estaba cerca de un Mac Donald´s.
Conocí muchísima gente durante el viaje con quien practicaba mi Reiki. Todas las personas compartían unas experiencias increíbles, yo veía auras en todas ellas. Alguna vez cuando compartíamos con unos monjes, una inglesa me dijo que se sentía mal, así que me ofrecí a hacerle Reiki y en ese proceso vi una energía amarilla que la recorría y ella luego me confirmó que la sentía. Eso me animó más a pensar que al regreso debería montar un consultorio, pues mi vida iba cobrando un sentido más espiritual, mucho más interno y todo me fue llevando hacia allá.
En otra ocasión, en una de las meditaciones con los monjes, escuché esa voz interior que me invitaba repetidamente a irme a la China. Estaba en Tailandia, este era mi viaje de grado, pero me preguntaba y se me ocurrían miles de ideas de ¿cómo haría para regresar e ir a la China?
A los 3 días de ese retiro, mi papá me escribe un mail contándome que quería irse a la India a finales de ese año. Nos invitó a sus hijos. Era un viaje de tres semanas pero yo quería ir a perderme literalmente, irme a un Ashram, hacer yoga, meditar y ojalá no volver jamás.
Regreso entonces de Tailandia a Colombia, para mi grado universitario, sigo muy apegada a mi novio, pues era una muy buena persona y le cuento del viaje que estaba planeado por mi papá. La idea era quedarme seis meses y luego volver. Esta nueva aventura de la India iba a ser mi viaje espiritual. Todo el periodo entre Tailandia y la India, trabajé en una fundación apoyando cursos de inglés. No podía sacar de mi cabeza ir al Tíbet.
Finalmente en Diciembre del 2007 viajamos con mi papá y mis hermanos a la India, el viaje dió un giro, pues estuvimos tres semanas en la India, mi hermano mayor y mi papá se devuelven a Usa y Colombia, solo queda mi hermano menor que se va a visitar a su novia en la China y mi papá entonces me empaca en ese viaje con ellos.
Hay un libro que se llama “El monje y el filósofo” de Matthieu Ricard que leí en México y me impactó muchísimo pues él viajó a la India en los años 70, conoció un monje budista y se dio cuenta que no quería la vida que le esperaba de regreso en Francia, así que se devolvió a su país, recibió su título universitario que le entregó al papá para luego regresar a la India convertirse en monje. Con esa historia en mi cabeza, esperaba que se me sucediera lo mismo, conocer a mi maestro y me dijera: “Eres mi gran discípula y te he estado esperando durante toda mi vida, ¡por favor quédate!”. Obviamente nada de eso pasó en mi viaje.
Estaba toda emocionada planeando mi viaje a la China. El nuevo plan era entonces; quedarme en la China 2 meses, ir al Tíbet, después cruzar los Himalayas, al llegar a la India quedarme en algún Arshram. Pero cuando llegué a la China, no me dieron la visa sino por un mes y olvidé que en Enero era invierno, así que no había forma de ir al Tíbet. Entonces al llegar a la China, estuvimos al sur del país viajando, con mi hermano y la novia por 2 semanas. Las siguientes 2 semanas yo seguí viajando sola.
Todas las semanas reportaba a mi familia de mi viaje y les escribía un mail largo, pues e esa época los recursos tecnológicos no son como los que tenemos hoy, era un Internet muy lento, con un Facebook incipiente. Tomaba fotos con la cámara digital y se demoraba horas en subir las fotos, así que nunca puse una foto en Facebook. Recuerdo que mis primos contestaban mi e-mail, diciéndome que era una dura por lo que estaba haciendo, que ellos no serían capaces y luego entendí que no todos tienen ese espíritu, a muchos les produce miedo, dejar atrás lo viejo y experimentar lo nuevo.
Durante todo mi viaje me di cuenta que yo atraía compañeros de viaje del sexo opuesto. Y comprendí, que tenía un miedo social con respecto a mi género, pues era una mujer viajando sola; cualquier hombre occidental se convertía en mi compañía durante el recorrido que nos fuera común. Era como un instinto de protección. Conocí muchas personas muy interesantes, uno de los compañeros que más me impactó fue un chico de las Bermudas pues me insistía en que debía ir a Nepal.
Estando en la china, pensé que debía hacer Taichí, busqué muchísimo desde Colombia cómo hacer un retiro y no encontré nada, pero buscando allá apareció un Templo en la cuidad de Dalí, cerca de la frontera de Myanmar y el Tíbet, una población rebelde que ha seguido sus tradiciones culturales. Tenía que atravesar el país para lograrlo. Estuve ahí una semana haciendo Chi kung. Era época de invierno, al ser un templo, las instalaciones tenían servicios precarios, el tema de la asepsia fue complejo, pero recuerdo un día en que nevó, fue un momento muy hermoso pese a todas estas limitaciones.
Cuando se me acababa la visa decidí irme a Laos. De las muchas recomendaciones que me hicieron fue no tomar un tren de tercera clase sino de primera para que me resultara un viaje más agradable y menos agresivo. Viajaba el primero de febrero que es el año nuevo Chino, no había cupo en ninguna parte.
Y como era de esperarse, todo lo que me dijeron que evitara yo terminé haciéndolo. Entré a un vagón lleno de nativos, muchos parados, no había donde sentarse, todos me miraban, fui avanzando lentamente en lo que más parecía una chiva. Curiosamente me abren un espacio para sentarme luego de cuchichear. Respiro profundo, y dentro del cuchicheo entre los del vagón traen una adolecente china que sabe inglés y la sientan al frente mío.
Ella comienza a hacerme toda clase de preguntas que los demás pasajeros del vagón ansiaban porque yo las contestara. Con dibujos les explicaba donde quedaba Colombia y cómo era mi vida. Todos en el vagón estaban felices escuchando. La mayoría del viaje de 9 horas, fue un interrogatorio constante, y en alguno momentos tomé siesta agarrando todas mis pertenencias. Al final del viaje la joven china con la conversé, me invitó al matrimonio de su hermano que era en 2 días. Mis miedos y mi instinto de protección no me permitieron decir que sí, pero me habría encantado asistir a un matrimonio chino.
En mi cabeza tenía la idea de esperar la primavera, sacar de nuevo la visa China y devolverme para poder ir al Tibet. Pero, tan pronto pisé Laos me enamoré de ese lugar. Decidí quedarme un tiempo importante de un mes. Es un país con poblaciones aún muy primitivas, y por eso lo disfruté muchísimo, pues me conecté bastante con la naturaleza. Justamente de visita en una cascada, había un Tigre en cautiverio que había sido rescatado de unos traficantes. Me quedé un buen rato contemplando el tigre, cuando se me acerca un francés para hablarme. Conversamos un rato, luego él se fué con sus compañeros de viaje, pero mi mente quedó conectada a él. Esa noche lo busqué por todos los cafés internet del pueblo, pero nunca lo volví a ver.
Seguí mi viaje hacia el sur del país por dos semanas hasta llegar a Paske, quería hacer un trekking en la selva. Luego de hacer el pago del paseo, caminado por la calle me encontré de frente con el francés. Hablamos, nos tomamos un café, el me comentó que se iba unos días a “One thousand islands” en el Rio Mekong. Así que, sin pensarlo, le pregunté si podía acompañarlo en su viaje y me dijo que sí. Perdí la reserva del trekking y arranqué de viaje con él por 3 días.
Conversamos muchísimo eso días, él era todo un personaje. Había trabajado en Banca de Inversión en Londres durante mucho tiempo, constituyó su propia empresa dedicada a lo mismo y cuando la crisis del 2008 vendió todo y se dedicó a viajar. Es un hombre muy inteligente y brillante. Nos llevábamos muy bien, pero definitivamente la espiritualidad no era un punto común, él es muy católico y yo más bien liberal en ese tema.
Yo le había comentado sobre mi novio, así que nunca sucedió nada entre nosotros dos. La atracción era obvia, pero nos respetamos. Hablamos de nuestros planes, yo quería hacer un voluntariado en Nepal, y él continuaría por Vietnam y luego Australia. El día de la despedida inexplicablemente comencé a llorar sin poder parar. El me abrazó, me calmé y lo vi irse en la canoa por el rio Mekong.
A mis 24 años, sentí la necesidad de contarle a mi novio, aunque no hubiera sucedido nada. Así que me fui al único café internet del lugar, y cuando abro mi correo encuentro un e-mail suyo terminando la relación. Así que nunca tuve la necesidad de contarle, todo esto me resultaba muy confuso.
De regreso a mi hotel con lágrimas en los ojos, me encuentro a otro amigo de viaje, el rumano, quién se convirtió en mi paño de lágrimas. Cenamos juntos y al día siguiente amanecí enferma con vómito y diarrea. Regresamos a Paske y así permanecí por espacio de cinco días, Ioan, me cuidó y acompañó unos días.
Yo tenía que llegar a Tailandia, no pude cruzar la frontera que estaba a 15 km de Paske, pues al ser Colombiana y requería de visa. Tenía 2 días para devolverme a Vientián, la capital de Laos, tramitar mi visa, agarrar un bus y llegar a Bangkok para agarrar el vuelo que me llevaría a Nepal. Estaba física y emocionalmente mal y aparte de eso estresada por lograr toda esta odisea visaria y no perder el vuelo.
Mi nueva aventura era en Nepal, tenía planes de hacer un voluntariado en un orfanato, hacer el retiro de 10 días de Vipassana y hacer un trekking y seguir en la búsqueda de mi maestro. Pero mi parte emocional tenía otros planes para mí. No podía sacar el francés de mi mente, así que le escribí, le dije que había terminado con mi novio y el decidió entonces en 3 semanas llegar a Nepal.
Pero 3 semanas son suficientes para que mi parte emocional, complicara aún más el viaje. En el voluntariado conocí un gringo que viajó a Nepal por el budismo. Todos esos temas nos conectaban y teníamos demasiados temas para hablar, cuando estaba con él yo veía auras y las vidas pasadas en las que habíamos estado juntos. Me enamoré de él y nos escapamos unos días juntos.
En este punto sabía que ya había complicado demasiado las cosas. Tenía que tomar muchas decisiones, pues en 10 días llegaría el Francés. El Gringo me rogó para no fuera al retiro Vipasana, pero yo quería hacerlo. Y entonces con todo ese revuelto me fui al retiro de Vipasana.
Cuando te sientas a meditar tienes una confrontación pura con el ego. Aquí pude evidenciar todos los miedos que me acompañaban, como el miedo a no ser capaz de decir la verdad. Herí a dos personas solo por no tener claro qué quería ni para dónde iba, tenía problemas de autoestima, no tenía la fuerza ni el valor para afrontar mi realidad. Me odiaba, me amaba, quería huir. En mi mente sólo pasaban imágenes al frente mío de tres personas que me fueron muy importantes y que lograron confundirme. Pensé en volverme monja, un deseo que ha pasado por mi cabeza cualquier número de veces a lo largo de mi vida.
Salí del retiro, y me encontré con el Francés. Al verme él me dijo que yo había cambiado. Nunca fui capaz de contarle lo que sucedió y tampoco nunca fui capaz de besarlo. Sin embargo nos fuimos juntos a hacer trekking por los Himalayas 20 días. Casi nos matamos juntos. El me odiaba, pues se devolvió por mí y no entendía qué era lo que me pasaba.
Se dice que en la punta de cada montaña hay un ser guardián que cuida del lugar, son seres de gran conexión. Y puedo ser testigo que es verdad, cuando caminaba por Annapurna, en los Himalayas recuerdo hacer preguntas al aire y tiempo después durante la caminata obtenía unaas respuestas claras que me traían mucha paz. Siento que, caminado pude ver mejor mis miedos y confusiones, que en el retiro Vipassana. pero mis creencias aún no me dejaban tomar decisiones.
Es entonces ahí donde comienzo a cuestionar mi feminidad, me pregunto qué es ser mujer, y porqué particularmente yo tenía tantos problemas en establecer relaciones. En el peregrinaje, recuerdo que pedía constantemente al universo en cada templo o lugar sagrado que me pusiera en el lugar desde el que pudiera servir, serle útil a las personas, pero también necesitaba que me mostrara cómo comprender qué es ser mujer, trabajar mi autoestima y llenarme de valor para vencer mis miedos.
Durante todo el viaje desde la India, Tailandia, Laos, China y Nepal pude ver como los roles de la mujer cambian de acuerdo a la cultura en la que se nace. Como la cultura natal define el destino de cada mujer. Yo en particular tuve una educación francesa, creciendo en una sociedad latinoamericana. Cada mujer hereda comportamientos, actitudes, filosofías de vida y expectativas de acuerdo del lugar en el que nace. Entonces me preguntaba mucho, ¿cómo podía yo o cualquier mujer superar esas ataduras para encontrarse a si misma?
En la mitad del trekking, el Francés decidió irse caminando solo porque yo era muy “lenta”. Así que los últimos días estuve sola. Recuerdo que al finalizar el trekking me senté frente al lago de Pokara a escribir en mi diario y escribí lo siguiente; “Ya entendí lo que es ser un maestro iluminado, es una persona que eliminó uno a uno sus miedos y se siente libre” Así que a partir de ese día decidí eliminar uno a uno los míos.
Las últimas semanas de mi viaje, me quedé en Kathmandú tomando el curso de Cuencos Tibetanos, sintiéndome deprimida y sola, pues estaba digiriendo todas estas experiencias.
Al regresar a Colombia, tenía la idea de montar un “Spa del Alma” o algo así con el Reiki y los Cuencos Tibetanos, mi papá me contacta con una mujer que hace parte de un grupo de mujeres y que estaba en la misma onda que yo. Al conocernos hicimos click de inmediato y me inscribo en sus clases de danza y los seminarios de Kai Woman Cóndor Blanco. Hice en menos de 3 meses los primero 3 seminarios y me inscribo para el cuarto Seminario en Enero 2009 en Chile.
En Chile finalizo mi formación de Kai Woman, pero ahí me enamoro del lugar, de la metodología, su gente y todo el concepto así que tomo la decisión de hacer mi carrera dentro de la organización y me convierto el líder, instructora, coach y oradora en tema de la energía femenina. El 2008 fue un año muy importante, de muchos logros; fue un año que cambió mi vida. El mundo estaba en crisis y yo también ( risas ).
En este recorrido, he ido separando las creencias culturales y mi deseo interno de lo que debo ser, de lo que realmente quiero. La feminidad tiene un poder impresionante, las mujeres somos mágicas y lo que yo más he utilizado a mi favor es eso, la belleza, la contención, la ternura y la suavidad. Todas estas cualidades femeninas las he invitado a mi vida pues tengo un aspecto de personalidad que es muy guerrero, rebelde, irreverente y todo el trabajo sobre lo femenino me ha ayudado a integrarlos.
Extraño muchísimo Asia, pero regresé 5 años después a la India, de la mano de la organización Cóndor Blanco, sentí en este una gran realización, y me aportó una mayor comprensión del budismo, con mucha más madurez que antes. Fue un viaje que hice en grupo, con un propósito muy claro, recibir enseñanzas directas del Dalai Lama. Visitamos todos los lugares que me hicieron falta en el primer viaje, sentía que el primer viaje era tan solo una preparación y que este último fue un viaje planeado vidas atrás. Me sentí en el lugar, en el momento y con la energía, correctos.
Ahora que llegó la maternidad a mi vida creo que ésta me ha dado algunas respuestas. Pues, en mi vida hay dos etapas, una antes de la maternidad y otra después de ella. Antes de hacerme mamá me empoderé muchísimo, viajé, dicté seminarios, toda mi energía estaba volcada hacia mis sueños y los de otras mujeres de todo el país. Ahora la perspectiva es otra, pues la maternidad es compleja, pero es algo que voy descubriendo paso a paso. Mi esposo me he acercado al equilibrio entre lo espiritual y lo mundano, y en mi familia he encontrado un polo tierra y el deseo de dedicarme plenamente a ella.
Las últimas semanas de mi viaje, me quedé en Kathmandú tomando el curso de Cuencos Tibetanos, sintiéndome deprimida y sola, pues estaba digiriendo todas estas experiencias.
Al regresar a Colombia, tenía la idea de montar un “Spa del Alma” o algo así con el Reiki y los Cuencos Tibetanos, mi papá me contacta con una mujer que hace parte de un grupo de mujeres y que estaba en la misma onda que yo. Al conocernos hicimos click de inmediato y me inscribo en sus clases de danza y los seminarios de Kai Woman Cóndor Blanco. Hice en menos de 3 meses los primero 3 seminarios y me inscribo para el cuarto Seminario en Enero 2009 en Chile.
En Chile finalizo mi formación de Kai Woman, pero ahí me enamoro del lugar, de la metodología, su gente y todo el concepto así que tomo la decisión de hacer mi carrera dentro de la organización y me convierto el líder, instructora, coach y oradora en tema de la energía femenina. El 2008 fue un año muy importante, de muchos logros; fue un año que cambió mi vida. El mundo estaba en crisis y yo también ( risas ).
En este recorrido, he ido separando las creencias culturales y mi deseo interno de lo que debo ser, de lo que realmente quiero. La feminidad tiene un poder impresionante, las mujeres somos mágicas y lo que yo más he utilizado a mi favor es eso, la belleza, la contención, la ternura y la suavidad. Todas estas cualidades femeninas las he invitado a mi vida pues tengo un aspecto de personalidad que es muy guerrero, rebelde, irreverente y todo el trabajo sobre lo femenino me ha ayudado a integrarlos.
Extraño muchísimo Asia, pero regresé 5 años después a la India, de la mano de la organización Cóndor Blanco, sentí en este una gran realización, y me aportó una mayor comprensión del budismo, con mucha más madurez que antes. Fue un viaje que hice en grupo, con un propósito muy claro, recibir enseñanzas directas del Dalai Lama. Visitamos todos los lugares que me hicieron falta en el primer viaje, sentía que el primer viaje era tan solo una preparación y que este último fue un viaje planeado vidas atrás. Me sentí en el lugar, en el momento y con la energía, correctos.
Ahora que llegó la maternidad a mi vida creo que ésta me ha dado algunas respuestas. Pues, en mi vida hay dos etapas, una antes de la maternidad y otra después de ella. Antes de hacerme mamá me empoderé muchísimo, viajé, dicté seminarios, toda mi energía estaba volcada hacia mis sueños y los de otras mujeres de todo el país. Ahora la perspectiva es otra, pues la maternidad es compleja, pero es algo que voy descubriendo paso a paso. Mi esposo me he acercado al equilibrio entre lo espiritual y lo mundano, y en mi familia he encontrado un polo tierra y el deseo de dedicarme plenamente a ella.
Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.