Santiago Rojas Posada

SANTIAGO ROJAS POSADA

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Me siento siempre en construcción por lo que no puedo decir que tenga un pasado tan estructurado ni un futuro tan bien organizado, sino un presente en continuo cambio.  A mí no me preocupa el futuro pues lo estoy construyendo permanentemente. Soy capaz de adaptarme y transformarme a lo que me indiquen las condiciones de vida, sin embargo, tengo ancestros muy valiosos.

Conocí solo a una abuela pues mis dos abuelos paternos habían muerto cuando yo nací, mi abuelo materno también. Mi abuela María Teresa murió pronto, era muy mayor cuando mis papás se casaron. Mi papá era un campesino culto; su padre había muerto muy joven y había asumido la responsabilidad del cuidado de su hermana, su mamá y la propia, por lo que se dedicó a trabajar el campo. Mientras trabajaba leía National Geographic, escuchaba la BBC de Londres a través de una antena gigantesca de la época, le gustaba estar muy enterado y tener un conocimiento profundo de la vida, leía filosofía Zen y nos instruyó en ese camino de conciencia.

Sin ser una persona religiosa sí era profundamente espiritual, de venerar la tierra y reconocer lo esencial de la vida. Mi mamá era una “tegua” empírica porque su padre no la dejó estudiar medicina como sí pudieron hacerlo sus dos hermanos. Mi mamá solo se pudo casar después de la muerte de mi abuelo. Mis padres se conocieron durante mucho tiempo y vivieron un noviazgo largo y se casaron ya mayores así que yo nací cuando mi mamá tenía treinta y nueve años y mi papá más de cincuenta.

Nací en Armero y la situación de Mocoa me revivió un dolor que es eterno. La vida me renovó ese sentimiento, por esto sostengo que uno está en construcción permanente. La vida es una espiral que está siempre en renovación. Recuerdo una infancia muy rodeada de la naturaleza, de animales, viviendo una experiencia espiritual en un colegio muy religioso que no me terminaba de satisfacer; nos orientaban a estudiar unos preceptos que inclusive cuestionaba y me ganaba reglazos.

Para mí Dios no podía existir, no de esa forma. Siempre me calificaron como indisciplinado aunque yo me considero muy inquieto intelectual y físicamente. Me cuesta trabajo quedarme quieto, es una hiperactividad que he podido volver trabajo porque hago radio, escribo, ejerzo mi profesión de médico, formo parte de grupos de estudio de diferentes temas y algunas otras cosas.

Siempre quise ser médico, no recuerdo haberme desviado de ese camino aunque en ocasiones soñaba como todo niño con ser futbolista. Quise ser mago porque me parecía que era un poder especial. Con el tiempo descubrí que sí lo era. Luego estudié ilusionismo que es la magia de la que uno se enamora pero que es de mentira pues la real es la de las fuerzas de la naturaleza en la que también trabajo.

Estudié medicina con la certeza de hacer lo que quería. Me enfermé durante la carrera y ya antes me había enfermado varias veces y eso me llevó a entender mejor la medicina desde el dolor y la dificultad y no desde la posibilidad del poder. Como fui paciente mucho tiempo y sigo teniendo muchas afectaciones producto de lo que pasó pienso que la enfermedad es una maestra que marca la vida. Me gusta mucho lo que hago, me encanta estar con el dolor, a mí no me asusta el sufrimiento porque sé que si le puedo quitar un poquito de él a las personas, estoy bien.

Amo a los gatos y también a los perros, desde niño los he tenido y en este momento tengo más de los primeros. Nunca me ha gustado tener sólo uno de ellos porque la tendencia es a volverse obsesivo pero cuando son varios, en mi caso tres, entre todos nos lidiamos los momentos de desesperación y soledad que tenemos pero que también ellos experimentan. Tendría más pero negociarlo en la casa no es tan fácil, aunque son el centro de nuestra vida, de mi esposa y de mis dos hijos: Juan Diego de diecinueve años, estudia Administración de Empresas y Gabriel de dieciocho está terminando el colegio.

Dentro de mis planes de vida no estaba casarme, no quería hacerlo. De pequeño quería ser sacerdote porque me gustaba todo ese mundo espiritual y el sacerdocio era la única vía que conocía en ese momento. Cuando renegué de la religión fue claro que ese no era el camino, pero el matrimonio tampoco. Tuve algunas novias con la claridad de no quererme casar con ninguna de ellas y cuando quise hacerlo, sólo en ese momento, escogí la novia para hacerla mi esposa. Sentí que ya había estructurado muchas cosas en mi vida y quise dejar de pensar en lo que un noviazgo implicaba. Mi ilusión es crear, siempre lo ha sido, por lo que en el matrimonio podría hacerlo sin tanta distracción como la que implica la soltería. Intento ser práctico, también en este sentido.

Como alumno siempre fui muy controversial, inquieto, cuestionador, con un grado de agresividad que fue disminuyendo. Siempre cuestioné a las matemáticas así como a la religión. Encontraba soluciones que no correspondían con los procedimientos, los resolvía por otra lógica, hacía mis ecuaciones de una manera distinta y no me lo permitían. Por fortuna en medicina la asignatura de matemáticas sólo se cursa en el primer año.

Construyo a partir del resultado, como en el matrimonio, primero quiero casarme y luego decido con quién. Siempre veo la meta y de ahí me devuelvo. Paradójicamente no así en los libros y en las conferencias, en las que construyo en el presente, percibo a las personas para generar las situaciones en ese momento. Así manejo la docencia pero no la consulta, en la que tengo claro hacia dónde quiero llegar como punto de partida. En el amor también visualizo el futuro primero y de ahí me devuelvo.

Mi forma de escribir podría resultar compleja porque es creación artística con conocimiento. Jamás diría que es un estilo mejor o peor, no busco que la gente cambie porque soy un convencido de que no es necesario cambiar para avanzar sino ser más uno mismo. En mi caso siempre estoy aprendiendo de otros, en todos mis libros tengo un epígrafe de alguien importante como Séneca, Platón, Gabo, Jesús, Simón Bolívar, y es mi forma de reconocer que siempre hay alguien que sabe más, pero después yo no quiero parecerme a ninguno de ellos; solo ser una mejor versión de mí mismo, aprendiendo sin duda.

Escribo sobre la experiencia del día a día, sobre cuáles son las necesidades del ser humano, para citar un ejemplo, la situación de Mocoa como la de Armero son una herida en la piel que necesita tratamiento, desbridamiento (quitar el tejido muerto destruido, limpiar y recuperar la zona), reparación (sanar las heridas) y remodelación (integrar todo).  La humanidad es mi consultorio, la gente que conozco, mi entorno. Sobre ellos escribo.

Me gusta la ciencia pero con conciencia y con amor, de otra forma resulta inhumana. El ejemplo perfecto son los cirujanos que se entrenan con perros, esto me parece una falta de conciencia. No hay por qué destruir a otro para mejorar. Todas las personas tenemos habilidad para algo, no para todo, por lo que me preparé desde la medicina para manejar el dolor, y me gusta sin querer decir que no me importe. Me importa tanto que lo puedo manejar.

Si yo no pudiera sentir ese dolor y darme cuenta de que está ahí, no podría ser útil. Eso se llama compasión, que es el arte consciente de ayudar a aliviar el sufrimiento. No es pesar, el pesar pesa, es otra cosa. A mí las situaciones me conmueven y me comprometen a hacer las cosas. La lástima es sensiblería, la compasión es acción.

Trabajo con esencias de flores, son un regalo de la naturaleza. Están dispuestas como antenas de recepción de energía del cosmos y lo que hacemos es utilizarlas de tal manera que desarrollamos cualidades: la flor del mímulo para enfrentar el temor, la de la impaciencia para la prisa, la de la geneciana para la tristeza. Cada una ayuda a mejorar el estado de ánimo, para lograr un equilibrio. Las flores están en mi vida siempre.

Cuando era muy pequeñito quería hacer cosas con sentido en la vida, siempre me gustó pensar que la vida tenía un más allá. Siempre he tenido una relación con Dios muy particular, todos la tenemos, pero nunca la he podido explicar ni desde la religión, ni desde la filosofía, ni desde la experiencia, simplemente es mi certeza de que está ahí. Es una sensación muy extraña porque no le doy ningún matiz y valoro su presencia.

La frustración es frecuente cuando uno intenta hacer cosas y soy de la idea que uno debe adaptarse si le fue mal. Mi esquema es estar confiado sin ser optimista, tampoco pesimista, solo realista, yo ajusto las velas. El “hubiera” es muy poco probable que haga parte de mi vida.

Uno se envenena de lo que piensa y siente la gente más de lo que uno cree; para no intoxicarse, la mente debe limpiarse. En mis libros abordo los grandes problemas de la humanidad: el estrés, el estado de ánimo, la toxicidad, la pérdida y la baja energía. Sobre éste último problema aún no he escrito pero es el próximo tema a tratar. En el paso de estas cosas se me ocurren algunos, como el de “Una maestra llamada enfermedad” que es el título de mi más reciente libro, próximo a publicarse.

Soy un sanador, hago imposición de manos y leo energías. Para mí es clave hacer cosas distintas para no contaminarme.

Cuando doy clases me gusta romper esquemas en los alumnos, dejar a las personas pensando. Les hablo de la luz y la oscuridad, por ejemplo, saliéndome del esquema de tratamiento-enfermedad, abordo el de la vida que enferma y el de la que recupera. Las creencias crecen como la langosta que debe estar cambiando de caparazón, así cuando se deja una creencia es porque se encontró otra. Me gusta que los pacientes se vayan con la idea de un proyecto. Para que alguien se cure necesita tres cosas: un proyecto personal, tratamiento y apoyo. A nivel afectivo busco que las personas sientan que son importantes para mí.

– ¿Qué son la vida y la muerte para Usted?

La vida  es la conciencia de existir. La muerte es dejar atrás. Todo el tiempo estamos muriendo a algo.

– ¿Qué es la esperanza y qué es la ilusión?

La esperanza es un sentimiento irracional, sin embrago éste es necesario para proyectarnos al futuro. No hay que dar falsas esperanzas en salud, dado que no es ético, sin embargo destruir las que tiene un paciente es inhumano. Lo que busco es encausarlas de manera práctica y realista. La ilusión es creer que algo es posible, la meta es hacer que sea realidad. No se puede vivir sin esperanza ni ilusiones.

– ¿Qué es la salud y qué es la enfermedad?

Salud es la capacidad de alcanzar el objetivo del bienestar, y enfermedad, la maestra que nos enseña a recuperar la salud, si sabemos comprenderla.

– ¿A qué le teme?

Tengo muchos temores mundanos, sobre todo sobre los hijos. En el trabajo tengo pocos. No espero a que pasen las cosas.

– ¿A qué se aferra?

Me aferro al sentido de mi existencia.

Publicado por Blogger en El Blog de Isa López Giraldo el 5/09/2017 08:15:00 a.m.