Patricia Ércole

PATRICIA ÉRCOLE

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Nací en un hogar de artistas. Papá, Lizardo Díaz, fue músico formado en conservatorio. El compadre Felipe de Los Tolimenses, junto a Jorge Ezequiel Ramírez, Emeterio, lograron reconocimiento mundial muy rápidamente. Fue presidente fundador de la Asociación de cantantes de Colombia – ADECOL, conformada por cuarenta voces y cuarenta guitarras. Un dato curioso que no todos conocen, es que mi papá estudió ingeniería de minas y petróleos y también arquitectura, carreras que no completó. Le encantó diseñar cosas como la casa en la que vivió con mamá.

Raquel Ércole Ramírez, mi mamá, fue actriz y bailarina clásica y de folclore. Hizo parte de la compañía de danzas de Kyril Pikieris y tuvo su propia compañía de ballet. Los dos son oriundos del Huila, curiosamente se conocieron en un Feria de Manizales. Papá, quince años mayor, se enamoró de mamá cuando la vio bailando y un año más tarde ya estaban casados. Tuvieron tres hijos: Guido, Patricia y César. También fueron padres de la Productora Díaz Ércole que por espacio de veinte años hizo películas y documentales. Inicialmente estas fueron en blanco y negro y que en gran número protagonizó mi mamá. En muchos casos hubo coproducciones con Italia, Alemania y México.

Experimenté desde antes de nacer lo que es vibrar con el arte, con la música, con la danza. Pues, entre otras cosas, mi mamá bailó hasta sus siete meses de embarazo (cuando me estaba esperando). Desde siempre viví ese entorno cultural tan fuerte, impregnado de talentos, tanto nacionales como internacionales. En la casa se hacían tertulias musicales; me llevaban a Inravisión, cuando la televisión era en blanco y negro. Estando allí, en alguna ocasión, vi por primera vez a Miguel Bosé con quien me encontraría nuevamente muchos años después.

Todo esto me dio mucho carácter y siempre supe lo que quería. Una anécdota de mi infancia, alrededor de los tres o cuatro años, está relacionada con el momento en que llegaba a la escuela de ballet de mamá. Lo hacía para observar a sus estudiantes, de pie, cruzada de brazos, muy erguida, con un aire de altivez. Me quedaba mirando fijamente a las bailarinas durante su clase y apuntando con mi dedo índice ‘diminuto’ de la mano derecha. Le decía a alguna de ellas:

— ¡Usted no sabe!

Mi mamá me tenía que atajar, porque ¡qué cosa tan antipática!

Siempre me llevé mejor con los hombres que con las mujeres. Resultaba algo distinta a las demás. Recuerdo que en el colegio me decían que yo era un ‘perro a cuadros’, por rara y por mis causas y por estar en otra conexión.

Mucho tuvo que ver la disciplina que nos impuso mi mamá. Era equivalente a la que ella traía de su ballet clásico, muy rígida en el tema de estudio. Por fortuna, todos sus hijos fuimos muy pilos. Muy niña comencé a estudiar ballet clásico, teatro y a interpretar algunos instrumentos musicales como piano, guitarra, acordeón y tiple. No hice audiciones porque no vi la música como algo a lo que pensara dedicarme en la vida. Hoy en día estoy retomándola y de vez en cuando me siento a tocar mis guitarras. Una de ella es española que fue la que me regaló mi papá y que para mí tiene un valor muy especial.

La primaria la hice en el colegio Rosario Santo Domingo, luego me pasaron al Anglo Americano donde me gradué. Siempre participé, como te imaginarás, de todas las actividades artísticas: me encantaba ser la protagonista.

Mi hermano Guido se hizo biólogo marino y yo seguí sus pasos. Estudié biología en la Javeriana y quise especializarme en etología porque siempre me ha interesado el comportamiento animal. Esto fue algo que no se me dio porque, en esa época, hubiera tenido que irme del país, pues aquí no la había y yo no estaba dispuesta a alejarme de mi casa. Siempre fui muy apegada a mis papás.

Mi amor por la naturaleza me llevó a decidirme por la biología. Mi amor por los animales, a declararme vegetariana a la edad de ocho años, esto por influencia de mi nonna Tila (Teófila Ramírez), la mamá de mi mamá. Ella hacía parte de todo el movimiento de vegetarianismo, así que desde pequeña tomé conciencia de lo que era la protección a la naturaleza y a los animales. Para mí eso fue fundamental. Siendo tan niña protestaba al no entender porqué tenían que matar a un animal para que yo me lo comiera y sin que quisiera hacerlo. Nunca me gustó comer carne y a los ocho años decidí que no lo haría más. Entonces adopté el discurso de mi abuela.

Recuerdo que una de las fincas de la familia quedaba en los Llanos. Como era ganadera, la pelea estaba casada pues no soportaba el gusto que tenían por la fritanga, los asados y demás. María y Rosa, las empleadas, decían que en la casa se comía a la carta. Mi papá, cuando llegaba visita, advertía:

— No le pongan el tema que aquí nos deja horas escuchando sus argumentos.

Esto todo ocurría en una época en que el vegetarianismo no era moda. Por el contrario, el tema resultaba complejo. Se consideraba que el vegetariano estaba mal alimentado. Por lo mismo, le hacían recomendaciones a mi mamá sobre mi nutrición y ella decidió estudiar el tema y me reemplazó la proteína de la carne. Crecí normal, pues nunca tuve una enfermedad. Con los años sufrí una anemia, pero sin relación a la alimentación.

Así como estuve en ballet desde muy pequeña, también hice mucho ejercicio y practiqué deportes extremos. Fui muy deportista. Me gustaba el golf, el tenis, la equitación, voleibol, basketbol, snowboard, squash. También montaba con mis hermanos patineta y moto. Aún con mi alimentación vegetariana tenía toda la energía para atender tantos frentes y de tan alta exigencia.

Volviendo a la biología, ejercí, pero no por mucho tiempo. Tuve la fortuna de asistir al laboratorio del científico Manuel Elkin Patarroyo, amigo y coterráneo de mis papás. Cuando me gradué, viví la indecisión de si dedicarme a las artes o a la biología. Comencé a replantear mi vocación porque, a pesar de haber obtenido el promedio más alto en ciencias básicas durante mi carrera, (lo que me permitió escribir y leer las palabras de grado) no me sentía plena. Entonces esta resultaba una oportunidad magnífica para despejar mis dudas. Estando ahí me di cuenta de que la biología no era lo mío, pues me hacía falta mi mundo artístico.

Comencé a hacer talleres de teatro y me invitan a hacer parte de proyectos de televisión. El primero fue para protagonizar ‘El Ángel de Piedra’, del que hacía parte mi mamá. Yo no acepté, pues nunca había hecho televisión ni teatro profesional. Más adelante hice reportajes para el noticiero de Jorge Barón, pero rápidamente supe que tampoco era por ahí.

Me hicieron otra oferta en ‘Los Hijos de los Ausentes’, pero pedí presentar antes una prueba y dependiendo de lo que vieran, asumía el rol o no. Al director, Saín Castro, le pareció que yo tenía mucha fuerza y que era perfecta para el papel, entonces acepté. Me presenté como Patricia Díaz Ércole. En éste, mi primer protagónico, sentí muchísimos nervios, porque cuando vienes de una familia de artistas que ha sido muy exitosa, el estándar para ti es muy alto. La gente me ha dicho: es que tu fuiste muy de buenas en la vida. Yo digo que no se trata de eso, porque una cosa es entrar al medio y otra muy distinta es mantenerse en él.

Cambié mi apellido porque llegamos a los medios al mismo tiempo una periodista, otra actriz y yo, con el nombre Patricia Díaz. Mi papá fue quien me propuso ponerme el apellido de mi mamá, que es muy sonoro y único en Colombia. Jamás me imaginé que con esto iba a atraer toda la exigencia que siempre tuvo, porque mi mamá se caracterizó por ser una actriz de mucho carácter. Considerada la Sofía Loren colombiana. Pero también porque cuando se está joven, uno se le mide a todo y yo he sido muy de tomar riesgos.

Tener dos hermanos varones y estar en medio de ellos en cuanto a edad, me ayudó muchísimo. Fui muy competitiva y, lo que ellos hicieran, yo buscaba superarlo. Como a mis hermanos, me gustaron las motos, pero también tuve muñecas y una planchita: recuerdo que por jugar, me ponían a planchar con ella unos pañuelitos y yo muerta de la ira. Soy malísima para eso. El carácter uno lo tiene muy definido especialmente cuando creces en un entorno familiar muy sólido y muy estructurado.

Estuve casada con Miguel Varoni y mi terapia luego del divorcio, fue concentrarme en la compañía de ballet, Priscilla Welton y también protagonicé la ‘Fuerza del Poder’ con Carlitos Muñoz. Como he sido siempre muy creyente, me dediqué a la oración. Mi construcción a nivel espiritual ha sido muy fuerte desde muy pequeña, también con gran influencia de mi nonna y, por supuesto, de mis padres; también hago meditación y yoga (siendo niña, practicaba yoga a las 4:30 de la mañana con mis papás).

Déjame decirte que yo tengo una Mafalda y una Susanita en mí al tiempo, es una mezcla, porque soy sagitario, ascendente sagitario y tuve once planetas de fuego presentes al momento de mi nacimiento. A mí me fascinan los cambios, me encantan los retos, me gusta ir a otros países y vivir culturas diferentes, así que tuve mil experiencias. Eso también es aprendizaje.

Hice muchas novelas y series, también tuve una muy agitada actividad artística. Había bailado ya en la compañía de Ballet y decidí en 1997 irme a Europa. Quise tomarme dos años sabáticos en Madrid y comencé a estudiar teatro con Juan Carlos Corazza y danza con Víctor Ullate, que tiene una compañía también muy fuerte.

Yo quería vivir en Europa con la ventaja de la doble nacionalidad, la italiana, que tengo por mi abuelo, Guido Ércole. Ahí se me abrió un panorama maravilloso, estudié en escuelas fabulosas. El mundo cultural de Europa me empieza a cautivar poderosamente, tanto, que fui por dos años y me quedé casi dos décadas.

Un manager me propone proyectos con Fit and Join y empiezo a hacer el programa ‘Patricia en Europa’. Luego me buscan para una obra de teatro trabajando con un actor de mucho reconocimiento y prestigio como lo es Juan Luis Galiardo; me presenté a audición y quedé de inmediato. Con ellos me fui de gira por todo Europa y tuve ocasión de conocer la España profunda. Fue entrar a un mundo diferente, comenzando por los castings pues en Colombia nunca hice uno. Ahí comencé a desarrollar mi vida profesional en España y luego en Francia. Llegan diferentes propuestas de cine y series y ahí se va prolongando mi estadía. Me enamoro en París.

Estudio francés en París, para participar en una película ‘La gente honrada vive en Francia’; la danza contemporánea se hace mucho más presente y comienzo proyectos en torno a ella. Supe que me tenía que instalar en París apoyada en las palabras de mis papás que siempre me dijeron:

— ‘Abre alas y vuela’.

Me recibe un grupo de amigos franceses muy grande que se portaron de lujo conmigo porque cuando les conté que llegaba para quedarme, me dijeron:

— ¡Somos tu familia!

Yo iba abierta al mundo y llega gente muy linda a mi vida, así se fue desarrollando mi nuevo mundo, con amigos de todas las religiones y culturas, lo que enseña tolerancia, respeto por el otro; algo muy importante de lo que yo hablo muchísimo, de diversidad, de inclusión, de que nadie es dueño de la verdad.

Nunca me desconecté de Colombia, permanentemente estoy viajando y la película Francesa se desarrolló en locaciones nacionales también, sin embargo, hubo seis años en los que estuve completamente entregada a mi trabajo en Europa.

María del Rosario Sánchez, me propone ser mi manager para un proyecto de Caracol, antes nunca tuve uno pues todo lo hacía yo sola y era mi mamá la que me enseñaba a negociar. Vuelvo a desarrollar proyectos aquí, comienzo a ir a diferentes Festivales de Cine, como Cannes, Berlinale, San Sebastián y otros. Me encanta el cine y por lo mismo no me perdía festival, sabían pues, los productores, dónde encontrarme. Me moví en el tema de producción, hice conexiones, me gustó pero ese es otro mundo y bastante complejo.

Esta experiencia m permitió aprender mucho, participar como jurado de documental en festivales muy importantes en Cartagena, en el de cine de Bogotá. Ahí se revela nuevamente la herencia genética de papá y mamá con Producciones Díaz Ercole.

Hablando un poco del nacimiento de ‘Diosas de Colombia ART’, la inspiración la tomé de todo el proceso de migración fuerte en el 2000 de colombianos a España. Yo les preguntaba porqué migraron y las historias eran muy duras, lo que me conmovió profundamente. Gracias a Dios tuve la condición de salir del país a estudiar porque así lo quise, por gusto, no porque las circunstancias me obligaran y, fue ahí cuando me empecé a cuestionar:

— ¿Qué puedo hacer yo por la gente?

Así fue como empecé los talleres de danza y teatro como elemento de transformación personal y social que luego me inspiraron para el proyecto de Diosas.

En París, junto a Juan Carlos Echeverry, cantante de ópera, creamos proyectos con ‘Art 3’ lo que me permitió seguir nutriéndome de arte, tertulias literarias, exposiciones, charlas, performance, conocer mucha gente muy diversa y compartir. Felicidad total.

Continúo desarrollando proyectos entre Colombia y Europa y mi forma de hacerlo es escribiendo inspirada por la música que acompaña estos momentos. Este ejercicio me hace regresar a la niñez cuando mi papá, melómano, mamá, amante de la ópera (herencia también de mi nonno, a quien no conocí pero que tuvo siempre un inmenso gusto por lo clásico), sin falta en las mañanas me ponían música que yo escuchaba desde mi cuarto y escribía. Con los años me di cuenta, que muchas de las cosas que me gusta escribir, las logro con la música: con ella conecto.

Con relación a mi proyecto, la pregunta que me formulé era la de cómo vinculo a las mujeres con las Diosas de mi danza-teatro. Quise hablar con diferentes grupos de mujeres y surgió ‘Diosa de la Tierra’ –Gaia– que desarrollé con Lisa Palomino, fotógrafa que me compró la idea y se unió a mi aventura; viajamos a Ráquira y logramos un resultado precioso de una fusión muy interesante. Yo encarno a la Diosa que visualizo en la mujer real.

Ya cuento siete Diosas logradas con diferentes fotógrafos como Emanuel Rojas que hizo la Diosa Afrodita inspirada en las recolectoras de flores; Oscar Álvarez con Diosa de la Luz y Recolectoras de Algodón, también con él hice la Diosa Tejedora y las Artesanas e Hilanderas; con Félix Antequera, la Diosa Migrante y la próxima será una sorpresa para el próximo año. En el 2012 comencé a llevar Diosas de Colombia ART en dupla con otro artista a exponer esta serie en el Grand Palais en París.

Papá falleció el 8 de noviembre del 2012. Ese año estuve la mayor parte del tiempo en Colombia, viajé muy esporádicamente, pero mi exposición estaba programada para los diez días siguientes a su muerte. Esto fue para mí durísimo. Le digo a mi mamá que soy incapaz de irme pero ella con su amorosa sabiduría me aconseja:

— A él le hubiera encantado que tú estuvieras en tu exposición. Así que viaja.

Fue un duelo muy duro, pero mis hermanos, mi mamá y yo nos acompañamos y mis amigos me rodearon. En el vuelo lloré todo lo que tenía reprimido, estaba contenida y decanté.

La exposición fue un homenaje a mi papá.

La muerte de mi papá es un antes y un después en mi vida. Yo era la niña de sus ojos, en su lecho de muerte lo rodeamos, le cantamos, estuvimos ahí. Hubo en mí mucha idealización de la imagen masculina, un amor profundo por él, yo no lo quería dejar ir, me costó mucho desprenderme, me sentí muy débil y muy triste. Para mi mamá no fue nada fácil pues duraron cincuenta y cuatro años casados y lo conoció a sus dieciséis años.

La muerte de mi papá es la razón para que yo regrese al país. Me aterriza en el tiempo, empiezan a cambiar cosas dentro de mí, es como poner los pies en la tierra. Decido acompañar a mamá, estar cerca de ella sin desarraigarla y a mí me sirve para volver a echar raíces.

Tomo la decisión de vivir en Colombia pero sigo viajando y comienzo un nuevo proyecto de vida con el Gyrotonic (que es un sistema integral de movimiento en espiral, mueve los chacras a nivel energético; es tu trabajo interior el que te ayuda a alcanzar una buena condición física). Es mi emprendimiento en lo que lo más importante es el trabajo que hago con la gente. Una amiga me dijo alguna vez:

— En tu independencia está tu fuerza y tú lo sabes.

Sigo viajando por mis exposiciones y visitando a mi familia y a mis amigos, hago danza y talleres de teatro afuera y me sigo formando en Gyrotonic. El aporte social será siempre importante y por lo mismo estoy muy comprometida como embajadora de buena voluntad con Ayuda en Acción y seguiré desarrollando talleres de empoderamiento con las mujeres vulnerables.

Quiero día a día, seguir desarrollando cosas en la misma línea.

  • ¿Qué emociones se mueven en ti cuando haces este recorrido de memoria?

Que he vivido plenamente, que he sido muy bendecida por el hogar en el que nací y que me ha dado felicidad. Ahora disfrutando mi rol de tía aunque mis sobrinos estén lejos, pero el amor siempre está presente y los veo con mucha frecuencia.

Pienso que la vida es hoy y trato de vivir en el aquí y el ahora.

  • ¿Cómo te levantas de los golpes de realidad que te ha dado la vida?

Mi fórmula es la fe. Yo creo en Dios, en una fuerza universal, no importa qué nombre le pongan y, me ayuda a conservar mi armonía, a irradiar y a aprender a dar creando eslabones de ayuda.

Mis causas me nutren, como la que tengo con los animales en abandono pues les busco refugio, eso lo asumo como una responsabilidad.

Me ayuda también el tema del no maltrato, ni a los animales, ni a las personas.

  • ¿Hay vacíos en ti?

El no haber tenido hijos. Fue una ilusión muy fuerte especialmente en dos momentos de mi vida, pero he vivido mi maternidad en mi rol de tía, en los niños con los que trabajo, en los perritos que rescato y en las creaciones artísticas. El otro es que me hubiera gustado estar más presente en el crecimiento de mis sobrinos.

  • Cuando enciendes luz en tus propias sombras, ¿alcanzas a asustarte?

Hay temas como los miedos, el mío es el miedo a la soledad, a la pérdida, pero los estoy trabajando.

  • ¿Dónde está tu plenitud?

Está en la contemplación de las cosas bellas: la sonrisa de un niño, las manos de un anciano cuando te coge del brazo, la familia unida, el amanecer, la lluvia, la señora de los jugos de la esquina, poder acercarme a la gente y mirarla a los ojos. Mi plenitud está en conmoverme.

  • ¿Qué te falta por hacer?

Voluntariado en África en un refugio de animales. También irme a un centro de meditación en la India con los votos de silencio.

Me encantaría volver a estudiar música. La vida no me va a alcanzar para todo lo que quiero hacer.

  • ¿Cómo quieres trascender?

Como un ser de luz que ha dejado algo de la suya.