PABLO POSADA PERNIKOFF
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
— Cuando uno tiene demasiadas raíces es como si no tuviera ninguna.
Pablo es mitad francés y mitad colombiano, con abuela alemana y abuelo ruso. Nació en Pamplona, Navarra, de ahí la familia migró a Nueva York, luego París, Colombia y otros destinos. Pasó la mitad de su vida en Asia.
Si le preguntan de dónde es, puede decir dónde nació porque el resto es una mezcla de muchas culturas y muchas vivencias.
— Siempre me ha gustado la idea de estar en la sopa sin mojarme.
En Colombia es Francés, en Francia puede ser Colombiano, en Japón depende de las circunstancias y, esto es así, porque piensa en el lenguaje de la persona con la que esté hablando. Esta es la forma como se entrega al otro.
— Nunca sentí la necesidad de madurar.
Tuvo una infancia muy feliz y decidió continuarla hasta hoy y como no tiene responsabilidades en particular, porque no tiene un jefe, ni casa, ni señora, tampoco tiene hijos, puede ser lo que quiera, niño o adolescente, el resto de su vida.
De España recuerda poco y de Nueva York un piano, un Picasso y un gato.
— Los dos primeros siguen ahí. El gato ya pasó a mejor vida…
Extrañamente es el mismo lugar en el que se queda cuando visita la capital del mundo y es el sitio físico que suma más años con el que ha contado en la vida.
Para Pablo el tener tantas raíces hace que acabe por estar completamente libre de ataduras , pero valora saberse con un espacio guardado en donde dejar su lápiz para luego encontrarlo.
La vida que lleva de errante es posible en gran parte por sus amigos. Hace siete años, cuando devolvió las llaves de su apartamento en Japón y empacó todo en cajas que ahora están guardadas en un sótano, decidió visitar uno a uno a sus amigos que viven alrededor del mundo. Ellos disfrutan de su compañía tanto como él, por lo mismo cuando está en algún continente le escriben o llaman para que los visite, incluso lo regañan por quedarse muy poco tiempo y al despedirlo le preguntan cuándo regresa.
— En siete años apenas he logrado visitar a la mitad de los amigos que están en mi lista. Una lista que va creciendo con el tiempo.
No hay en Pablo un común denominador que defina quién es su amigo, se trata de una empatía que se crea en el momento con la persona. Viviendo en sociedades tan diferentes, no podía limitarse.
— Japón es una sociedad que tiene unas normas muy estrictas y complejas. Con mis credenciales hechas allá soy bienvenido y afortunadamente no tengo que pasar por todas sus reglas de comunicación. Por ejemplo, un japonés puede tener que llegar a gastar más energía y tiempo pensando cómo va a decir lo que quiere decir que en lo que va a decir, porque es una sociedad muy jerárquica y confusionista en ese sentido donde la forma es muy importante.
Como extranjero uno está relativamente libre de eso, ellos probablemente consideran que no tenemos las herramientas culturales para entenderlo, por lo mismo las conversaciones que sostienen con un extranjero les pueden resultar muy interesantes por esa libertad que genera en ellos también. Aplica perfecto la frase: El tuerto es rey en el país de los ciegos.
Vivió muchos años en Italia y allí sintió una libertad como la que experimentó en el mundo asiático. Tiene mucha suerte de conectar con la gente de manera natural, sin reservas como las que obligan los negocios. Conoce gente humilde y también importante y con todos se relaciona con naturalidad, fuera de estigmas y rígidas reglas de las sociedades en las que vive.
Un amigo le decía:
— ¡Es que Usted no es ni rico ni pobre!
Pablo se concibe como alguien etéreo, fluido, goza tanto al tomarse el tinto con la señora que los prepara en la cafetería, una la cerveza con los que le ayudan con el trabajo de vidrio en el taller, así como cuando comparte en Palacio como ocurrió cuando recibió una distinción por el Presidente Santos.
— El placer de estar juntos es lo que crea las empatías.
Se graduó del Liceo Francés de Bogotá. Obtuvo un bachillerato científico/matemático que hizo que en la Universidad de los Andes lo aceptaran en segundo semestre de la facultad de ingeniería de sistemas sin presentar exámenes.
Siempre le gustó la matemática, la física. De pequeño tallaba madera, pegaba y pintaba siendo un enamorado de la matemática y la física. Nunca vio en eso antagonismo alguno por lo mismo le resultaba lógico estudiar ciencia al considerar que era más necesario que estudiar arte, aunque reconoce que es importante hacerlo en arte.
— Pienso que si lo llevo en la sangre me es suficiente.
Cuando cursaba sexto semestre decidió moverse.
— Papá me voy a París a hacer ingeniero.
Es una escuela militar de ingenieros en Paris. Se trata del sumun de la ingeniería. A pesar de eso, el papá no quiso que fuera, al considerar que al cabo de seis meses estaría de pelo largo, barba, chancletas y en bellas artes de Paris.
— Un visionario mi papá. (risas)
Solo que Pablo genuinamente quería irse a estudiar a ese lugar. Su papá le propuso que mejor se fuera a Montreal-Canadá, lugar que le presentó como igualito a París, donde también hablan francés y con escuela de ingeniería.
Entró pues al Polytechnique de Montreal a continuar su ingeniería. Vio que al lado, en la universidad de Montreal, había un programa de matemáticas en el que también se inscribió y estudió hasta noveno semestre cuando el papá lo visitó para decirle:
—Pablo, ¿y ahora qué vas a hacer de tu vida?
Su papá, José Tomás Posada (neurocirujano), tenía un condiscípulo cuando estudió en España, el director de neurología del hospital de Montreal. Hacía éste una investigación interesante que consistía en colocar pepitas de oro radioactivo en unas zonas afectadas del cerebro, justo en el centro de los tumores, para eliminarlos, lo cual obligaba a calcular su radioactividad y la trayectoria precisa para inserirla.
La idea de esos modelos matemáticos en medicina le fascinó pues en ese momento quería hacer investigación de conexiones nerviosas, por lo que le contestó que al terminar (le faltaban seis meses) haría una especialización en biomédica y otra en cibernética y que luego se iría a París a estudiar Bellas Artes.
— No señor. Se decide de una vez y en serio, y sólo así, la Beca Posada seguirá funcionando.
Así pues que decidió estudiar diseño industrial, lo que a él le sonaba muy serio. Al papá le pareció todo muy bien: su ingeniería, sus matemáticas, sus inclinaciones artísticas, por lo que le preguntó dónde quería estudiar. A Pablo nunca se le ocurrió Nueva York de lo que hoy se arrepiente. Descartó Suiza y Alemania, también Inglaterra porque no le tenía mucha afinidad, España no era muy desarrollada y ya había estado en Francia, por lo que dijo:
— ¡Papá, me voy a Italia!
Llegó a Milán, la cuna del diseño industrial, pero antes pasó por Bogotá en donde estudió italiano durante cinco meses, construyó su portafolio de arte, repasó historia del arte en un maravilloso y gordo libro de Gombrich, pues iba a competir con expertos. A todas estas no se graduó ni como ingeniero ni como matemático pues se devolvió un semestre antes. Ya había trabajado muy brevemente como ingeniero en Francia, en un proyecto aeroespacial de pilotos automáticos y de sistemas de guías en el sector civil y militar.
Se trataba de un programa para analizar y corregir los problemas que éstos presentaban en tiempo real. Estuvo un par de meses en los que alcanzó a llegar en dos ocasiones a tiempo, pues en la mañana tenía que tomar un bus de la compañía a una hora que califica de ‘espantosa’, pues era verano y tenía fiesta diaria. Destaca que el primer día sí llegó a tiempo pues fue cuando le entregaron el pase de seguridad, el que siempre olvidaba, por lo que los guardias se alertaban y se le complicaba el ingreso hasta que ya se acostumbraron.
— Un día llegué a tiempo, logré subirme en el bus por lo que me hicieron fiesta.
Acabó el programa y se fue a Costa Azul. Lo llamaron a que se reintegrara pero no quiso por tratarse de sus vacaciones que considera sagradas. Después regresó a Canadá donde permaneció hasta la visita de su papá ya relatada.
Antes de viajar a Milán, estuvo dibujando, haciendo grabados con Alfredo Lleras y dibujando desnudos con Jorge Cavelier y Pilar Copete quienes tenían un taller magnífico. Al llegar a Milán, se presentó a la universidad para diseño industrial en una escuela privada:
— El examen resultó ser: entregar el cheque de la matrícula. Eso no es bueno, pues así entra cualquiera y yo quería presentarlo porque esperaba un alto nivel de competencias.
Se fue a caminar por la cuidad y encontró que en Milano estaba la Academia de Bellas Artes de Brera que es la equivalente en su fama y en su larga historia a la de París. Era el último día para inscribirse a los exámenes, los que pasó. Cursó en las dos facultades y en Bellas Artes nunca tuvo que pagar gracias a sus notas por lo que no le tuvo que contar al papá de esa otra universidad antes de unos años. Luego hizo un master en diseño industrial y siguió en Bellas Artes.
Con un amigo de las épocas del colegio , hizo la universidad y el master, y resultó que el diploma de la escuela privada en esa época no era reconocido por el Estado italiano como diploma universitario y él quería hacer un doctorado pero así no podía, con tan buena suerte que el de Bellas Artes sí se le abrió las puertas para lograrlo.
— Todas las carreras que estudié fueron mi decisión y no una obligación, y afortunadamente con la generosidad de mis padres, la ‘Beca Posada’, pude estudiar todo cuanto quise. Luego vinieron otras becas estatales.
Trabajó en Italia, en un estudio de diseño industrial japonés. Su tesis de Bellas Artes fue un paralelo entre la aceptación de la estética abstracta como Arte en las culturas Asiáticas y Occidentales
— Lo que sucede en Asia hace mas o menos ocho siglos y en Occidente hace menos de cien años. Lo abstracto existe desde siempre pero para una sociedad tiene que estar madura para que lo acepte como arte. Lo interesante es que esa madurez cultural en Europa sucede ochocientos años después. Para que sea arte dependerá de cada uno, para que sea aceptada dependerá de muchas variables, como ideología, cultura y demás.
De pequeño en París, cuando vivía allá con su abuela y con su mamá, visitaban con frecuencia el museo Guimet de civilizaciones asiáticas. Desde pequeño veía toda esa abstracción que era muy antigua y aunque iban a todos los museos, este en particular lo marcó. Después en Canadá estudió, en la noche, Culturas Asiáticas y en Milán también hizo igual.
— Y me quedaba tiempo para rumbear. Dormir era lo de menos, recochar era lo más importante. ¡Lo más importante en la vida!
Cuando llegó a Italia, pasó sus exámenes y al finalizar el primer semestre se fue para Asia. Escribió una postal a sus amigos:
— Esto está muy bueno. Yo no sé si vuelva.
Efectivamente se demoró seis meses en volver. Mientras tanto, sus amigos y la asistente del director de la escuela firmaban por él. Sus padres no tenían idea de lo que ocurría, pues no se contaba con las comunicaciones que hoy en día. Estuvo en Tailandia de mochilero, se metió a Birmania por la selva y a Camboya sin pedir los permisos de rigor pues estos significaban un viaje de turista con guía por la dictadura militar.
Llegó a un pueblo Chiang Mai y una noche, tomando cerveza con una pareja de ingleses, un personaje que parecía local les pregunta si harían el paseo en elefante. Esto le resultó bastante irónico pues los que hacían el paseo por el triángulo de oro eran los turistas y no era el tipo de paseo que quería tener Pablo. Lo que quería conocer era la realidad de la zona, de la región y eso incluye las tribus que se dedican a la producción de opio.
El señor se ofreció a llevarlos, los recogió muy a primera hora. Pasaban por un río, había un solo puente y luego el monte. Se perdieron tres semanas en el verdadero triángulo de oro, entraron por Birmania y regresaron a Tailandia por el río Mekong desde Laos.
Encontró tribus muy interesantes, originarias de Tíbet y Nepal, las cuales varios siglos atrás con la llegada de las tribus Han en China, huyeron trayendo consigo rasgos, vestidos y joyas.
El guía resultó ser de Birmania a los que el gobierno Tailandés en esa época les ofrecía la nacionalidad si querían refugiarse, con la condición de que sirvieran tres años en fuerzas contra guerrilla del Triángulo de oro. Por lo que se conocía el territorio en detalle. Caminaban por la selva y se quedaban con las tribus.
— En medio de la aventura escuchamos un disparo y pensamos que era un indígena con plumas y tapa rabos del siglo pasado, que debía estar casando micos.
Salió un indígena, vestido de militar, con una M-16 en las manos y botas de caucho. Era un guerrillero. El guía le habló y regresó a advertirles que si se quedaban con la tribu a pocos kilómetros de allí, no salieran antes de las nueve de la mañana porque la tribu tenía un cerco de minas de cable alrededor.
— Es como la luz on-off que a partir de cierta hora la prenden y por la mañana la desconectan. Por lo tanto dormimos muy rico hasta el medio día.
Pasó por Singapur a saludar a una pareja amiga de sus padres, que eran los directores de una grande compañía Holandesa. Ya los había llamado desde Malasia. Le mandaron chofer, así pues que se bajó de la flota con su ropa arrugada y lo recibe éste señor de guante blanco que habla en riguroso francés. Llega a la casa, mansión colonial, sale el ama de llaves en impecable negro y blanco, y dice:
— El señor y la señora están en una cena, por lo mismo llegarán tarde. En una hora estará servida la cena. Si tiene algo para lavar por favor déjelo saber.
Dejó una montaña de ropa y al salir de la ducha, ya no estaba. Muy bien peinado, vestido en bata, encuentra el mensaje de: “La cena está servida”. Cuando vuelve a su cuarto está toda su ropa lavada, perfectamente planchada y doblada.
— ¡Le tomé foto a eso!
Pasaron tres días y se decidió llamar a sus papás. Se acuerda haciendo cola en la oficina de correos para enviar un telegrama a sus padres y los llamó desde la casa a decir que estaba vivo. La oficina de correos de esa época es hoy el Fullerton Hotel.
— Cuando voy a Singapur, en la recepción del hotel siempre recuerdo ese hecho y de manera obligada me preguntan: ¿Usted cuándo nació?
Luego tomó un avión y viajó a la jungla de Borneo al pueblo de Kuching. Se quedó en un pequeño hostal de Hindús y cuando fue a bailar al Holiday Inn, el único hotel real del lugar en ese entonces , se levantó a la niña más linda que había.
— ¡Aún hoy no logro saber cómo pasó esto!
Era mitad Dayak (antiguos cazadores de cabezas) y mitad China. Resultó ser una de las finalistas de Miss Malasia 83, de una belleza increíble y, el papá era el jefe de la policía contra guerrilla de la selva en Borneo.
— Después de unos días me tocó perderme en la selva.
Quiso pasar por la selva de la parte Malaya -Sarawak a la parte Indonesiana de Borneo –Kalimantan. Buscó el mapa en una agencia de turismo donde le ofrecieron el tour en bus con air acondicionado a las casas de las tribus, los Long House, pero él insistió en su mapa que le vendieron de mala gana. En intercambio de buses se bajó a tomar algo en un pueblito y en la mesa había alguien de su edad a quien le compartió su recorrido.
La familia era del lugar al que se dirigía, le recomendó darle saludos al papá del interlocutor si Pablo lo veía. Para que lo reconociera le describió el tatuaje azul en forma de mariposa que portaba en sobre la laringe (garganta). Le dio de beber una mezcla, lo más parecido a aguardiente con guarapo que lo dejó lelo, así que viajó dichoso.
Cuando iba en el bus, el recorrido de solo selva lo motivó a preguntarle al chofer:
— ¿Skrang river?
El conductor frena en seco, abre la puerta y le dice:
— Ahí
Toma su morral, se baja. El señor cierra la puerta y se va. Pablo solo ve árboles, 360 grados de selva. Recordó el libro manual de los sobrinos del Pato Donald, que eran Scouts y en una página decía que si Usted está perdido en la selva, busque agua y siga la corriente que tarde que temprano llegará a un río grande y finalmente al mar. Así lo hizo hasta encontrar un riachuelo, siguió caminando hasta un río más grande; siguió la corriente y llegó a un lugar donde encontró par de tipos indígenas, uno que hablaba un poco de inglés por lo que pudo indicarle su destino.
— Haga de cuenta que se llega a Leticia y se quiere ir por el río hasta Manaos y algo más lejos, quizás mucho más lejos…
Por lo mismo lo invitaron a quedarse esa noche y luego revisar el tema de su recorrido. Aceptó el ofrecimiento y después de un tramo muy largo por el río, parquearon la canoa, volvió el señor con una especie de conejo para la cena. Continuaron el camino en medio de la selva, parquearon en un puentecito de madera donde se detuvieron. Encontraron el Long House igual al que conoció en sus visitas al Museo Antropológico de Singapur.
Luego vio una casa un poco más europea, de madera, con una baranda en la que se sentó y, de pronto, cual alucinación, vio pasar por el puente una fila de hombres blancos, con shorts, de gafa negra, de tenis blancos impecables, cámaras y se preguntó qué podía ser:
— Era el bus de turistas en el que había iniciado el viaje y que había llegado a su destino.
En ese momento llegó el lanchero que lo sacó de esa casa y lo invitó a quedarse con su familia en la Long House con el resto de la tribu y allí le abrieron la puerta del cuarto, que era de tres metros por cinco, en el que se encontró con un cuadro idéntico al que se puede observar en el Museo Antropológico de Singapur. Son tres jarrones chinos del siglo XVII donde guardaban el arroz, la cocina al fondo, en el piso unos carbones donde cocinan, instrumentos de caza y demás mobiliario como los del museo. En la mitad del espacio tienen un televisor como decoración. Sí, un televisor.
De un rincón oscuro alumbrado por velas, sale un ruido y puede ver una mano huesuda, arrugada, con tatuajes de puntos a lo largo de cada dedo.
— El abuelo de la amiga que había conocido hacía poco, jefe Dayak, que tenía esos mismos puntos en sus manos, por lo que ella me explicó que cada uno representaba una cabeza que había cortado.
Al bajar se encontró un grupo de personas reunidas y todos con tatuajes en su mayoría de color azul. Se reunían en torno a una pelea de gallos que a pesar de ser prohibidas, en su oscuro mundo las hacían. Uno de ellos tenía un tatuaje como el descrito por el sujeto que se encontró en el camino y que le mandó saludos a su papá. Efectivamente se trataba de la misma persona, parte de la tribu en la que se encontraba.
—Le digo: le mandaron saludos. Y hubo chicha pa todos.
Tarde, regresa al cuarto y lo invitan a ver un espectáculo que consistía en que todos los turistas se sentaban en un espacio reducido para ver a los indígenas bailar. Le insistieron para que se uniera, pues a él no le llama mucho la atención, pero al fin acepta y va a sentarse con los turistas. A eso llegan unos de la tribu y se lo llevan de ahí a en un sitio especial, al lado de cinco ancianos en tapa rabos. Para esa época Pablo se hacía dibujos en la piel con una pluma y tenía uno en su tobillo precisamente en tinta azul, cuando se sentó se le descubrió ‘muy sensualmente’ por lo que todos se identificaron de inmediato con él.
Como se lo borró con saliva frente a la mirada incrédula de los ancianos, causó su risa imparable. Acto seguido le traen un chuzo de bambú y una vasija de tinta invitándolo a que se deje hacer un tatuaje permanente. Pero él se rehusó, muy a su pesar hoy en día.
En Milán había mandado a hacer un libro de páginas blancas muy grueso en el que hacía líneas durante sus viajes. Comenzó a dibujarlos a ellos lo que les emocionó. Le acercan un poster, le dan vuelta y en el espacio en blanco el jefe le pide que lo pinte y lo clavan en la pared de la Long House.
— Esa es la primera exposición que tengo en lugar público.
Compartió con ellos unos días más; luego viajó a las cuevas de Miri en el norte; se devolvió a Singapur cuando desde su símbolo, la estatua de Merlion que es medio león y medio pez, todavía se dejaba ver y al fondo el ancho mar, pues no estaban las construcciones de hoy con bares y restaurantes. Ese era el embarcadero rumbo a Indonesia donde visitó Java hasta Bali .
Cuando llegó a esa tribu, Los Red Lahu, se quitó botas, pantalones, se puso su Sarong y se fue a tocar su flauta. Cuando quiso aprender a tocarla, compró el libro ‘Aprenda a tocar flauta en noventa lecciones’ que se le perdió cuando iba en la sexta, por lo que sólo se sabía Jingle Bells, lo demás era improvisación. Salió del pueblo, se sentó en una roca, se acercaron niños por grupos aunque igual se iban y volvían con más amigos.
— Al final ofrecí un concierto a toda la tribu que se reunió a mi alrededor. Me obsequiaban frutas para que continuara tocando.
Al regreso se sentó con su libro a dibujar y todos lo siguieron. Pablo enfocó a una mujer que se encontraba a prudente distancia para pintarla y quien se atravesara se ganaba un coscorrón de los mismo tribales. La mujer actuó como si nada ocurriera pero cuando recibió su dibujo terminado, le mostró a todas las amigas. El libro dio la vuelta por lo mismo llegó con todas las huellas dactilares, pues la gente trabaja con la tierra que quedó impregnada en él. Le comenzaron a llevar animales que habían cazado para que los dibujara.
Como se habían quedado en la casa del Jefe de la tribu, tarde en la noche los encontró reunidos en tertulia en su propio lenguaje. Pablo siempre viaja con tabaco, no porque lo fume sino porque en el Amazonas aprendió que debería llevarlos con él pues éstos le tenderían puentes con la gente del lugar a donde llegara.
Así pues que decidió seguir el consejo y portó, a partir de entonces, pequeños tabacos holandeses , los Café creme y los Davidoff. Ellos fumaban hoja de maíz, por lo que sacó su pipa con un tabaco muy aromatizado, pidió fuego, se lo compartieron y en la medida que el humo los alcanzaba, les ofreció y lo invitaron a integrarse. De algún rincón sale una voz muy gutural, todos se callan y le comentan que el Jefe lo estaba invitando a fumar opio.
— Esa noche dormí como un lirón.
En otra tribu intentaron casarlo. Tenía unas botas de cuero color marrón que eran de su papá, mandadas a hacer a Ecuador. Una de las mujeres estaba doblada de la risa, no podía mirarlo porque reía sin parar. Continuó como ya era costumbre con su ritual de quitarse botas, pantalones y ponerse su Sarong. La mujer seguía riéndose por lo que le preguntó al guía qué estaba ocurriendo:
— Es que Usted se parece a un mico. Son peludos y las manos y los pies son de cuero.
Ellos estaban acostumbrados a ver botas de caucho de la guerrilla, parece que nunca habían visto botas de cuero, menos de color marrón. También le dijeron:
— En esta tribu, usted puede raptar a la mujer y se la gana como esposa, pero debe internarse en la selva con ella tres días y no ser descubierto porque de otra forma lo matan.
No llegó hasta el punto de saber si el matrimonio se daba bajo algún rito. Esa era la tribu que estaba minada hasta las nueve de la mañana, por lo tanto no había qué hacer sino esperar hasta el otro día para irse.
— Había muchas solteras en esa tribu porque no se las podían robar.
Finalmente volvió a la civilización después de seis meses, primero a París al apartamento de su abuelita donde le abre la mamá. Él de pelo largo, bronceado, flaco, cargando morral de 30 kilos y comiendo poco, las clavículas se notaban bastante. Se saludan y regresa a Milán. El papá comienza a llamarlo cuando no era algo que soliera hacer con tanta frecuencia. Le pregunta por el viaje a Asia, si hubo peligros, si pasó algo inusual y así en cada llamada sin concretar tema. La mamá lo llamó todo el tiempo preocupadísima por él.
Pasaron seis años y llama a la mamá para decirle que se va a de Italia para vivir en Asia. Al mes llama su mamá:
— Pablo hay un concurso para una beca de investigación del Gobierno Japonés. ¿Te interesa?
A pablo le pareció magnífico.
— Ya estás inscrito.
Debía venir a Colombia, así que empacó, presentó exámenes, llevó propuesta y viajó a Japón. Le gustaba mucho ese país, incluso había hecho artes marciales en su niñez llegando a ser campeón distrital de judo en su época y siempre tuvo mucha conexión con esa cultura.
¿Porqué Japón? Recordemos que seis años atrás la mamá abrió la puerta, ve a su hijo cuando éste regresaba del Triángulo del Oro en unas condiciones que jamás olvidará y pensó que había agarrado una tuberculosis o algo así por la heroína en las tribus del triangulo de oro. Esto nunca sucedió, Pablo sólo fumó con el jefe la pipa de la paz. Pero para la mamá la historia debió ser distinta, y seguramente pensó que tenía que evitar que regresara al sudeste Asiático y lo dirigió al Japón: país civilizado.
Llega a Japón donde gana becas del gobierno para estudiar. En Osaka estudia levemente el japonés, en Kioto hace un master en diseño industrial, en Tokio adelanta su doctorado en Bellas Artes. Le sacó casi ocho años de becas al gobierno Japonés. También trabajó para una compañía como consultor en diseño industrial para un productor muy particular de empaques plásticos donde rediseñó totalmente el producto; se asoció y pese a mil situaciones adversas por decisiones del socio, esto le brindó una experiencia importante y unos ingresos adicionales. Trabajó un par de horas por semana, tenía oficina, periódico,
Internet, hacía tres dibujos y revisaba proyectos. Su secretaria le cuadraba las citas en la mañana cuando él insistía en que fueran por la tarde porque no estaba dispuesto a madrugar. Así fue siempre. Esto mientras hacía la tesis del Doctorado.
Pablo sigue en Japón sin estar allá. Hace seis años cuando su papá enferma, se dedicó durante seis meses a él y cuando regresaba de uno de los viajes que hacía a Tokio, durante el vuelo a Colombia su papá fallece. Decide que no quiere pertenecer a ninguna parte y se vuelve completamente nómada.
En Italia nunca expuso, pues es de la idea que la exposición debe hacerse cuando siente que la obra ya está lista para eso. En Japón expuso en el 91, en Tokio y podría decir que fue la primera exposición individual grande en el Museo de la Universidad aunque ya lo había hecho para galerías.
Cuando estaba Samper de Presidente se programó una visita de Estado, así pues que la agregada cultural de la Embajada lo llama para pedirle que la acompañara a la Tokio Gas que brindaba un espacio para una exposición para esta visita presidencial y le pide también que los ayudara a montar la exposición para la visita. Cuando revienta el proceso 8.000, Japón le niega el derecho a pisar tierra al Presidente, así que Samper se dirige a China pero Jacqueline Strauss sí hace presencia.
Ayudó a montar la exposición y durante el proceso se encontró en repetidas ocasiones con el Presidente de la compañía, que es una de las más grandes del mundo en su sector. Siempre lo saludaba y lo invitó a que cuando terminara su doctorado hiciera su exposición en ese mismo espacio.
— A 700 dólares diarios no me es posible.
Lo invitó por ser el primero en graduarse de doctorado de esa facultad, que era lo equivalente a graduarse con honores de Harvard, por lo mismo no tuvo que asumir los costos que implicaba. Se la dio por el tiempo que quisiera, así que estuvo exponiendo dos meses y medio en ese magnífico lugar. Hombro a hombro, trabajó el Presidente de la compañía con él, mientras montaba su exposición. El embajador Pedro Felipe Valencia también lo apadrinó de alguna manera y en el coctel de inauguración, en medio de un ambiente absolutamente social, llega un “drag queen” que llama muchísimo la atención por lo que le preguntan:
— Pablo, ¿es una amiga suya?
Yo no la conocía pero unos amigos la habían invitado pues se trataba de un arquitecto famoso. Al rato todos los embajadores presentes se tomaban fotos con ella.
En Kioto lo mandaron a la facultad de Arquitectura e Ingeniería aunque iba a investigar estética de abstracta del budismo Zen. El profesor al ver su currículum le dice que no le podía enseñar nada más, así que le dio las llaves de su taller con la autorización de usarlo tanto como quisiera. Lo aprovechó, especialmente de ocho de la noche hasta las seis de la mañana, haciendo experimentos con cerámica y allí desarrolló una técnica nueva gracias a los estudios de ingeniería, por este conocimiento es que trabaja el vidrio, la plata y el oro con intervenciones, unas más calculadas que otras, aunque él siempre quiere volverse naturaleza. El producir y representar no le ha llamado la atención, porque a la naturaleza le queda mejor. Pablo disfruta más lo abstracto.
— Estaba dibujando a una amiga desnuda de espaldas. En su cabello tenía un moño en el que me concentré de tal manera que trazando sus líneas surgieron flujos y ese fue el detonador del camino a la abstracción.
Piensa que es más meritorio pasar raspando; dice que eso es todo un arte.
No puede responder si ésta es una etapa de su vida pues no sabe si vaya algún día a establecerse. Le gusta tener un lugar donde dejar cosas. Tiene ‘caletas’ por todo el mundo. A veces olvida sus obras pero como las deja donde amigos, no hay ningún problema. Más que un apartamento tendrá que invertir en una bodega, eso sí, bien ubicada.
No le tiene aversión al matrimonio sino que es muy malo para escoger en la vida:
— Matemáticas o arte. Torta de chocolate, flan de arequipe o torta de caramelo. Asia Europa o Suramérica. ¡En la vida es difícil decidirse!
Sus novias se le han ido casando inclusive ya tienen hijos. Ha pasado lunas de miel con algunas de ellas. Siempre han estado en contacto y guarda excelentes relaciones con todas y esto es posible porque nunca hace nada que pueda hacerles daño, o por lo menos eso espera. Parece que lo quieren real y profundamente, incluso las nuevas parejas de sus ex se acercan amigablemente a él.
— Una novia Indonesiana que tuvo en Tokio, lo invitó a su matrimonio. Los novios se hospedaron en el Aman Resort, uno de esos hoteles emblemáticos, estratosféricos, y yo al lado en el Hyatt. En la fiesta del matrimonio era yo el encargado de hacer relajo, al final de la fiesta me invitaron a dormir en habitación continua, además porque al otro día madrugaban a las cinco a jugar golf. No me dejaron volver al Hyatt, el desayuno, mientras la pareja jugaba golf fue espléndido. Disfruté de una piscina deliciosa y cuando llegaron, al final de la tarde, me preguntaron: ¿Cómo la pasaste?
Otra novia japonesa que estudiaba piano en la Facultad de Bellas Artes, también me invitó a su boda. Estaba ella con todas sus amigas y… conmigo. Una de las mayores coleccionistas de mis obras es su mamá. Durante el noviazgo, antes y después de éste, la suegra siempre me incluyó en sus reuniones familiares y sociales. Alguna vez llegó mi ex con un novio griego que se llamaba Pablos y su mamá me invitó a la cena pero le estresaba un poco que cuando me llamara, nos volteáramos los dos al mismo tiempo.
No tengo casa, no tengo señora, no tengo jefe, en cambio sí tengo amigos con quienes nos apreciamos mutuamente y nos gusta vernos, por lo mismo me dedico a viajar, con obras ya hechas y produciendo en el lugar. No hay lugar malo, no hay materia mala.