MARIO HERNÁNDEZ
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Papá era un líder político en García Rovira en Capitaneo Santander. Se casó a los 60 años y su único matrimonio fue con mamá que era la telegrafista del pueblo con 23 años. Fue el primer alcalde liberal de Capitaneo y llegaron los conservadores a votar con menores de edad a lo que él dijo que no podían hacerlo.
— “Entonces traemos la gente”
Al otro día le puso en un telegrama a Galvis el gobernador, setenta heridos, quince muertes todo en calma. Esa fue la lucha de liberales y conservadores, peor que la de la guerrilla.
Fuimos cuatro hijos. Mi mamá una mujer emprendedora, bachiller de la época, de una buena familia de Onzaga Santander. La casaron con don Solón. Lo sacó para Bogotá y llegamos antes del año 48.
Mi papá se enfermó, duró dos años en la clínica hasta que muere. Nos robaron y mi mamá no sabía hacer nada. Con más de veinte hermanos medios, no teníamos ni para el entierro. Yo tenía diez años en ese momento.
Mi mamá se inventa el sistema de vida que luego se conoce como el americano, los loft de hoy. Tomaba casas en inquilinato, arrendaba alcobas a familias y allí vivíamos en un cuarto. También hizo tamales; trabajó en el Ministerio de Comunicaciones vendiendo estampillas pero la hicieron liquidar porque era la esposa de Solón Hernández. Sufrió una persecución impresionante.
Hice primaria y en primero bachillerato me fui a trabajar de mensajero en una fábrica de vestidos cuando tenía catorce años. Seguí estudiando bachillerato nocturno pero siempre me fue muy mal pues me concentraba más en producir, también porque me conseguí una amante en un café con la que duré dos años. Por ella abandoné todo hasta que decidí retomar mi rumbo. Lloré pero no regresé jamás.
A los veintidós años era ya administrador de almacén pero me retiré al ver que ahí no tenía nada qué hacer. Comienzo a arreglar vitrinas. Luego tomamos un apartamento en la avenida 22 #18-62 y en esa oficina de Finca Raíz le dije al jefe, un señor Mayorga, que montáramos oficina, y lo hice sin conocer del negocio. Me dijo que no tenía plata pero a mí no me importaba por lo que le contesté:
— Yo tengo un poquito
Y comenzamos.
Era el año sesenta y cinco y ya tenía veinticuatro de edad. Comencé a trabajar y me casé en el sesenta y ocho. En el edificio donde yo vivía, en La Soledad, monté unas boutiques sobre la carrera 15 para mi señora. Vendíamos ropa y hacíamos sobre medidas. Me llevé un amigo sastre para allá y seguía con mi oficina de Finca Raíz.
En ese mismo lugar había un señor, esposo de una modista, que me dijo que sabía hacer chaquetas de cuero y le pedí me hiciera una cazadora y otros diseños. Le fue tan bien que compró el edificio y montó un almacén de solo cuero en la calle 19 #4-90. Me llamó en el año 72 y me dijo:
— “Mario, le vendo el almacén.”
— Carlitos, no tengo plata.
— “No, a Usted se lo fío.”
Lo que es ayudar a la gente. Llamé a mi hermano, le dije que fuera a recibirlo. Yo no sabía dónde era, me arriesgué y lo compré. A los seis meses se lo habíamos pagado y a los dos o tres años ya teníamos ocho tiendas de solo productos en cuero.
Yo tenía muchos negocios, había montado cafés concierto y muchas cosas más pero no me concentraba en nada, ninguno me gustó, solo el negocio del cuero pero no encontraba el producto que yo quería para mis clientes. Sin saber cuál era, si el problema estaba en las proporciones o en los materiales o en la calidad pero este es un chip que yo tengo, el de las cosas buenas, de calidad, de diferenciación, logré mi respuesta.
La fábrica que nos proveía estaba quebrada en Cali. Compré el 40% en el año 78 con la condición de que el que me la vendió viniera a Bogotá y la siguiera manejando. En el 82 estábamos quebrados otra vez, por lo que me vendió el resto. Me puse al frente y seguí con mis almacenes Cuerolandia, Marroquinera y vendí la parte de la oficina de finca raíz que nunca me gustó.
Yo había montado la tienda de la esquina en la carrera 15 con calle 98 de solo panadería y salsamentaría, fui el primero que abrió un viernes santo lo que era pecado.
Tenía pues varios negocios pero me concentré en este y me vine a la fábrica. Luego trajimos Bally de Suiza, una marca europea, aprendí mucho del producto y demostraba que marroquinera que era mi marca no era cara.
Abrí un almacén en el año 92 en el Crown Plaza de Nueva York y me tocó una época dificilísima en la Bolsa de N.Y. adicionalmente el nombre Marroquinera era genérico. Llevé matas de café colombiano, muebles nuestros pensando que era el mejor país del mundo y no era por ahí. Estuve tres o cuatro años, perdí una plata pero ha sido mi mejor MBA de la vida. Aprendí de la experiencia, perfeccioné más mis gustos.
Contraté dos agencias en Bogotá y una en España donde me dieron una clase de mercadeo. Cuando mencionaron que lo que yo fabricaba eran artículos de cuero me dijeron:
— “Es lujo asequible, entonces tiene que cambiarle el nombre”
Yo nunca había querido hacerlo porque no quería figurar, aunque ya me lo habían sugerido. Regresé y cambié el nombre. Antes nadie me compraba el producto porque no se llamaba Mario Hernández y de eso han pasado veinte años y en el 2018 serán cuarenta de haber empezado la fábrica.
Estamos construyendo la mejor marca de América. Nadie está haciendo lo que nosotros porque este tipo de productos de accesorios es de las grandes marcas europeas. Todas las mujeres usaron mucho oro, ahora accesorios con blue jean. Estoy compitiendo con ellos con una calidad muchas veces mejor y a un precio mucho menor. No es fácil porque no se consigue ni materiales, ni mano de obra. Todo hay que hacerlo.
— Esto es lo que me gusta.
La mariposa me gusta, no por García Márquez porque no lo tuve en cuenta. Me gusta su historia, su transformación. Me gusta todo. Dicen que:
— Si tienes un deseo, susúrraselo a una mariposa.
Lancé las mariposas hace quince años. Mandé a hacer el cuero en Italia y aquí que no les gustaba terminaron fabricándolo. Se ha vuelto nuestro emblema porque se habla de mariposas y se dice que son Mario Hernández.
El logotipo nuestro es el Unicornio con la MH y lo escogí porque es un animal mitológico, un buen amigo y porque me inspira todo esto.
Hace cinco años cuando estaba yo con el ___ con mi señora, me gustó ese artista y le dije:
— Yo quiero poner su arte en mi arte.
— “¿Usted qué hace?”
— Hago bolsos de cuero.
— “Está loco”
No vendía en sus galerías, hoy vende muy bien y yo fui el primero que lanzó esa idea. En la actualidad las grandes marcas lo están haciendo, imprimir arte en sus productos.
Nosotros nos arriesgamos y ofrecemos cosas diferentes. Tenemos que reinventarnos todo el tiempo y es lo que ocurre desde Adán y Eva. Con la globalización entró la moda a Colombia y ya todo llega muy rápido.
Yo nunca he tenido miedos, porque siempre he ido mejorando. Es que cuando uno tiene hambre y empieza de la nada, valora lo que tiene. Cuando uno ha tenido todo no se arriesga a nada y tiene miedos a emprender las cosas.
En mi caso doy gracias de lo que tengo y me arriesgo porque uno nace sin ropa y sin ella se va. Todo lo que tengo en la vida es utilidad, algo tiene uno que perder. Mamá decía que quien no arriesga un huevo no saca un pollo. Todo el mundo anda con muchos miedos y te dicen que no hagas y a mí eso nunca me ha importado. Hago lo que me gusta y lo que quiero, trabajando bien, ayudando a construir un mejor país.
Yo no hablo de frustración sino de experiencias. Si algo no funcionó reviso las causas, analizo qué hice mal. Si las cosas no te salen es porque, o no conoces el negocio, o no te dedicas. Lo que la gente busca es plata y figurar, para mostrarle al que no tiene y esa no es la vida. Uno tiene que hacer lo que le guste y le tiene que poner amor.
Si no le pones amor a las cosas nada te resulta. Recuerda que recoges lo que siembras, si no siembras bien pues no recoges. Uno no debe caer en la trampa de acumular cosas para cuidar.
Soy crítico con todo, con el país, con los políticos, y lo expreso en Portafolio. Me gusta criticar constructivamente porque creo que podemos mejorar. En el mundo somos siete mil quinientos millones de personas y hay quinientos millones que vivimos más o menos de manera decente, el resto es preocupante.
El problema es la gente. Estamos fallando nosotros como personas pues la vida debe ser otra cosa, es compartir, enseñar, pagar bien, educar, proveer de lo mínimo que se necesita. Un país es una empresa que hay que manejar bien para sus socios.
Yo soy agradecido, no tengo de qué quejarme. Me ha ido bien, he construido una empresa, tengo un nombre, estoy en un país maravilloso, mi gente anda feliz. Hay que seguir trabajando, seguirnos reinventando porque el mundo va a velocidades muy grandes. La gente quiere otras cosas, ser más feliz, disfrutar más, aportar más pero tenemos que trabajar. Todo tiene un recorrido.
No soy apegado a las cosas porque estas vienen y van. Me gustan pero no vivo esclavo de ellas. Más que apegarse hay que evolucionar, mirar qué viene, tener mente amplia. Mantener las tradiciones es diferente a los apegos. Tener no es la vida. La vida es ser sensible, es enriquecerse como persona.
Yo parezco asiático, me encanta ir a China y lo que más admiro es la humildad de la gente, pero no olvido que todos somos los mismos en el mundo y por lo mismo prefiero estar en casa que viajar, y cuando lo hago es porque debo salir para aprender de lo que otros están haciendo, pero un río es lo mismo en un sitio que en otro, igual un plato de comida.
Hay que estar en paz con uno mismo, vivir de tal forma en que seas bien recibido.
Pregúntate qué construyes, qué quieres lograr, cómo quieres ser feliz y es posible a través de lo que te gusta y haciendo el bien. El resto no interesa.
— ¿Qué logra un mafioso, o sus herederos, con la plata? Absolutamente nada.
Mi meta es que toda mi gente tenga casa propia y trabajo. Pago impuestos, ayudo a construir un mejor país y no me interesan cargos, solo brindo asesorías.
Me dieron el grado Honoris Causa de Administrador de Empresas en Bucaramanga, y le dije a mis amigos:
— ¿Se dan cuenta que no había que estudiar?
Me celebraron con fiesta.
Cuando me preguntas por referentes he de decirte que hay muchos y podría nombrarte desde Cristóbal Colón. Lo importante es mirar el sacrificio que han hecho para alcanzar sus objetivos. Hay gente que logra altos niveles de profesionalismo, y transmite buenos mensajes, y a ella hay que reconocerle su sacrificio, constancia, humildad y amor por lo que hacen.
Yo soy muy chiquito, soy un colombiano más. Vivo decentemente, trabajo mucho, no me importa dedicar los fines de semana a mi labor porque me gusta y eso tiene un resultado: desayunas, almuerzas y comes. Lo que tengo es una gran responsabilidad porque sostener una empresa, un nombre y a toda la gente que depende de nosotros es exigente. Las cosas deben perdurar y para ello tienes que estar al frente de tu responsabilidad.
Estamos construyendo y estamos dejando mensajes: en mi columna en Portafolio, en los libros que se han publicado, en las conferencias en el país porque siento la obligación de hacerlo. Ahora cogí la bandera de ayudar al hospital de la Universidad Nacional que en 150 años no lo tiene, lo que considero un absurdo. Tengo un plan de becas de premio Mario Hernández al diseño para comunicarle a la gente que el diseño es importante, que podemos competir con diferenciación. Ayudamos incluso a un pianista en Rusia.
No pido absolutamente nada a cambio, no me interesa. Ayudo a los políticos honestos pero no acepto cargos ni negocios. Mi responsabilidad es cumplirle a mi gente, dejarlos ganar también.
Recuerda que un cerillo se hace de los árboles y en su tamaño, puede acabar con el bosque.
No tengo ninguna expectativa en los que me sucedan. Ese es problema de ellos, no mío. Yo trato de dejar lo más organizado que se pueda porque mas allá imposible. Es que no me puedo amargar.
Mis nietos son un problema de mis hijos.
— Como abuelo soy malo.
Dicen que uno anda como un burro trabajando, como un perro cuidando lo que hace y como un mico saltando con los nietos. Yo los quiero mucho pero no ando encima, no los cuido. Así era mamá y creo que esto fue lo que ella me transmitió.
Uno lo que tiene que dar es ejemplo. Ser feliz uno mismo, interiormente, estar en paz con uno, de otra forma ¿qué es la vida?
Lo que queda al final son los amigos, porque la familia debe volar. A los hijos, si los crías bien debes dejarlos emprender su camino, no los puedes castrar teniéndolos al lado tuyo, deben realizarse como personas, en su país, en su familia. Lo que quedan son los amigos, con los que vas envejeciendo y todos vamos para el mismo lado. Es la realidad de la vida.
Yo no me puedo acostar con nada pendiente. Fui muy mal estudiante pero si pudiera hablar de éxito, se lo debo a que no dejo nada por hacer, no engaño a nadie y digo lo que pienso, bien o mal pero lo digo, entonces no me dan ni úlceras siquiera.
Yo creo que uno viene al mundo a cumplir una misión y tu escoges la tuya. Puedes ser bueno o malo, tú escoges. Si eres bueno debes tener un chip que te haga el mejor. Mi misión es hacer el bien, compartir con la gente y aportar algo, dejar algo.
Una buena canción me arranca una lágrima. También soy melancólico, romántico, me emociono.
Hablo con papá, con mamá, con la gente que se ha ido; pienso en ellos y creo que me han protegido y cuando le susurro a la mariposa, pues también me habla.
No me desgasto pensando en teorías pero creo que hay algo después de la muerte. Antes decía que qué lástima que papá hubiera muerto cuando yo tenía diez años y hoy en día doy las gracias porque me hizo responsable porque me tocó salir adelante solo.
Si volviera a nacer además de estudiar inglés haría exactamente lo mismo porque he disfrutado todas las épocas y si he logrado tener algo mejor, lo valoro.
Si procedes bien, recibes cosas buenas. Si compartes con la gente, si no le quitas al otro ni eres ventajoso no te tiene porqué ir mal. Al final de la vida lo que te queda es lo que has construido. Observo y saco conclusiones.
Uno sube la montaña pero tiene que volver a bajarla otra vez.