Fernando Montes Negret

FERNANDO MONTES NEGRET

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy un economista “to the core”, hasta la médula.

Después de salir de bachiller del Colegio Helvetia, estudié Economía en la Universidad de los Andes.

En el exterior hice el Máster en la Universidad de Wisconsin-Madison y el doctorado en Rice University en Houston. Al regreso a Colombia, después de la maestría, mi primer trabajo fue como director de Investigaciones Económicas en la Asociación Bancaria.

Después de Rice trabajé doce años en el Banco de la República, veintidós en el Banco Mundial y tres en el Fondo Monetario Internacional.

En esta época de júbilo, por aquello de estar jubilado, me he dedicado a escribir. Ahora cuento con alrededor de treinta artículos en Portafolio. Esta actividad me gusta porque me obliga a mantener la disciplina de estudiar y a hacer síntesis. A mí edad esto es lo importante, sintetizar los temas de lo que he hecho en la vida y de mis opiniones.

ORÍGENES – RAMA PATERNA

Mi abuelo, José Fernando Montes Esteves, fue el jefe médico del ejército liberal en la Guerra de los Mil Días. Se casó con Soledad Duque Duque, nacida en Marinilla – Antioquia, una heredera adinerada, pues su familia fue una de las mayores exportadoras de Quina. Se trata de paisas que hicieron fortunas inmensas.

Así, mi abuela heredó fincas enormes que mi abuelo tuvo que administrar, a regañadientes pues su profesión era otra. Socotá, con dos municipios dentro de la hacienda en la Provincia del Tequendama, era un latifundio inmenso, con la mala suerte por los vecinos de Viotá donde se estableció el primer Soviet que hubo en Colombia en 1926.

Mi abuelo vivió muy amenazado por ser terrateniente y oligarca, cuando él era tan solo el administrador de los bienes de su esposa y médico que atendía gratuitamente a todos los campesinos. Lo secuestraron y nunca regresó. Pensamos que fue asesinado.

Montes es un apellido bogotano, de origen judío-español. Estamos en la lista de quienes podemos pedir la ciudadanía española, pero nunca lo hicimos.

Esteves es un apellido Santandereano, los migrantes a América tomaban los nombres de los pueblos de donde salían de España. De allí también deriva el nombre del Departamento, pues sus habitantes eran colonos de Santander.

Mi papá, Ignacio Montes Duque, fue un ingeniero de minas, graduado en la Escuela de Minas de Medellín. Siempre se dedicó a sus negocios, a la ganadería, a sus fincas por lo que también vivió muy amenazado por la guerrilla.

La violencia interminable de Colombia condujo a que todas esas propiedades se perdieran o se les entregaran a los bancos para responder por los créditos del ganado que le robaron.

Siendo mi abuelo liberal, matriculó a mi papá en el colegio jesuita San Bartolomé. Y mi papá le decía: “A mí por qué será que me castigan tanto”. Los curas lo ponían a cargar ladrillos en la terraza del Colegio en el Parque Nacional en Bogotá.

Mi abuelo investigó y se enteró de que el castigo obedecía a ser el hijo de un liberal anticlerical, ya que la Iglesia se alió con el Partido Conservador en las guerras civiles. De inmediato mi abuelo lo retiró y desde ese momento les tuvo una gran antipatía a los jesuitas.

Pero su hermano, mi tío abuelo Rafael, fue ultraconservador, ministro de justicia de Laureano Gómez. Esto dividió definitivamente a la familia, porque entre ellos no se hablaron siendo dos hermanos Montes casados con dos hermanas Duque.

Los primos eran primos hermanos dobles y no tuvieron ninguna comunicación. Los Montes Duque, que fueron varios, no se volvieron a tratar. Solo tardíamente, ya adultos, conocí a mis primos Montes Swanson. Estas son las historias trágicas del país de uno en el que la política fragmenta a las familias.

RAMA MATERNA

Alcancé a conocer a mi bisabuela, doña Rafaela Mosquera Cordobés. Sobrina del general Mosquera, casada con un sobrino de José Hilario López. Entonces por ambos lados mi abuela Josefina tuvo ancestros presidenciales payaneses.

Negret es un apellido del Piamonte italiano, aunque suene francés, en su versión italiana es Negri d’Alba. El primer Negret que llegó a Popayán en mil setecientos y pico, cuando no existía el reino de Italia, lo hizo con un laisser passer que decía: Don José Negret o Negri D’alba. En Colombia resultaba muy complicado escribir y pronunciar el apellido italiano, por el apóstrofe. Fue así como decidieron mantener el Negret. Mi bisabuela siempre me dijo:

            — No se te olvide que nosotros tenemos, en este país, quizás las raíces más profundas que puedan existir. Los Mosquera estamos en Popayán desde 1538, entonces vamos a cumplir quinientos años de haber pisado América, Colombia, el Cauca”.

Cuando traje a mis hijos para los Estados Unidos, al salir de la Junta Monetaria por el impedimento que me acompañaba para trabajar en el sector financiero, el maestro Edgar Negret, primo hermano de mi mamá, me dijo: “Usted no puede expatriar a sus hijos. Si se va, tiene que volver”.

Mi abuelo materno fue el rico del pueblo en Popayán. Su casa es la grande de la Plaza Caldas. Era cafetero y presidente del Comité de Cafeteros del Cauca, pero se quebró en la Gran Depresión en la que perdió todo: las fincas, la casa, su patrimonio. Tenía nueve hijos, entonces decidió irse de Popayán para nunca más volver. Y así ocurrió, porque se murió de 92 años sin haber vuelto a pisar su tierra natal.

Comenzó de nuevo de cero en Bogotá. Al pertenecer a una familia de origen italiano, sabía preparar vinos. Su primer negocio en la capital fue ese. Mi abuelo importaba de España el mosto, que es el jugo de la uva semi procesado, para producir luego los vinos. Montó una gran fábrica que también, años después, quebró cuando se dio la apertura y no podían competir con los vinos chilenos y californianos.

Mi mamá, Eugenia Negret López, muy payanesa, magnífica persona, la más caritativa que uno pueda encontrar. Básicamente repartió todo lo que tuvo ayudando a los pobres y yo después tuve que ayudarle a ella pues se quedó sin nada (risas). Eso sí, siempre conté con la gran fortuna de tener magníficos papás.

CÓMO SE CONOCIERON SUS PADRES

Mi papá vio una foto de mi mamá en un estudio de fotografía en Bogotá. En esa época los fotógrafos ponían en la vitrina de sus estudios algunas de las fotos que tomaban, y mi papá vio la de una niña muy linda. En ese instante dijo: “Tengo que conocer a esa niña y casarme con ella”. La buscó hasta encontrarla. ¡Muy romántico!

Somos cuatro hermanos: Graciela, Fernando, Ligia y Diego. Siempre fuimos muy bogotanos, pero yo pasaba vacaciones en Popayán porque mi mamá no quiso que nos desconectáramos por completo de su ciudad natal.

COLEGIO HELVETIA

Dada su experiencia con los curas, mi papá decidió ponernos a mis hermanos y a mí en un colegio donde no hubiera rastro de curas, ni de religiones. Mi mamá lloraba porque ella era de María Auxiliadora. Fue así como llegamos al Colegio Helvetia a estudiar con los suizos.

Allí tuve un amigo payanés, Gonzalo Muñoz Arboleda, con el que viajaba al Cauca para las vacaciones y pasábamos felices en esas fincas antiguas maravillosas. Nuestras mamás eran amigas y de alguna forma nosotros éramos parientes lejanos, porque en Popayán todos lo son.

Siempre fui muy competitivo, algo que llegué a entender en edad adulta, cuando mi esposa me lo hizo ver y sin que antes me hubiera dado cuenta. Fui un buen estudiante que se peleaba por el primer puesto del salón.

Iba a ser ingeniero hasta un mes antes de entrar a la universidad. Esto fue así porque los que éramos buenos estudiantes, sobretodo en matemáticas y ciencias, y estábamos destinados a cursar esa carrera.

Pero mi papá me dijo que lo pensara y que, aunque le parecía fantástico, tomara antes un curso de orientación profesional (con Luis Jorge Garay) que brindaba el Opus Day. Sin que me gustaran, decían que el curso era muy bueno.

Fue ahí cuando me empecé a interesar en la economía, que tiene matemáticas. Lo pensé muy bien hasta tomar la decisión. Acerté, pues me hubiera aburrido mucho siendo ingeniero.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Tuve compañeros y profesores de lujo en la Universidad de los Andes. Un curso adelante estaban Cecilia López de Rodríguez, César Gaviria, y Fernando Lleras, gente muy buena, personal e intelectualmente. Fui muy amigo de César Gaviria quien tomó conmigo algunas materias. Mi mamá lo adoptó, pues era una pereirano que vivía en un apartamento con otros coterráneos, al que le encantaba estudiar en mi casa porque mi mamá, como excelente cocinera, lo consentía.

También tuve magníficos profesores: Eduardo Wiesner, ministro de Hacienda. Miguel Urrutia, ministro y gerente del Banco de la República. Roberto Junguito, ministro de Agricultura y de Hacienda. Junguito nos enseñó microeconomía recién llegado de Princeton. Francisco “Pacho” Ortega, gerente del Banco y mi mentor con quien me entendí muy bien desde que yo era estudiante. Recuerdo también al profesor López Toro, que nos enseñó demografía, una eminencia.

Era una nómina extraordinaria que motivaba muchísimo intelectualmente, porque los Andes, en esa época, brindaba una formación excelente, de altísima calidad. Las matemáticas y el inglés eran muy buenos. Llegué a los Estados Unidos, a hacer el máster y el doctorado, mejor preparado que los compañeros americanos.

MAESTRÍA

Viajé con una beca a estudiar a la University of Wisconsin – Madison. Decidí que haría el máster tomando los cursos de doctorado (incluyendo al profesor jamaiquino Harris, padre de Kamala – actual candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos).

La beca era de dos años y me obligaba a regresar a los Andes a enseñar. Así lo hice, pero la Universidad estaba en huelga, la única que ha habido, creo, en su historia. Además, la había montado un amigo mío, “Pocho” Matayana, personaje muy divertido, junto con Guillermo Perry, eran militantes del MOIR. Guillermo era muy de izquierda al grado de que yo lo consideraba casi comunista.

Al presentarme a cumplir mi compromiso le dije a la Facultad de Economía de la Universidad: “Tengo el compromiso de enseñar, pero si no me reciben, por favor denme una carta en la que digan que yo cumplí, me presenté y que ustedes no me pueden ofrecer un trabajo”.

El decano Cano la escribió, la firmó y me la entregó para que la presentara a quienes me habían otorgado la beca. Hablé pidiéndole consejo a “Pacho” Ortega, en ese momento subgerente Técnico del Banco de la República, para contarle lo que me pasaba y para preguntarle dónde podía buscar trabajo. Me dijo:

            — Me gustaría que viniera al Banco, pero me interesa más que trabaje con los bancos comerciales privados para que haga escuela, para que aprenda de banca. Hable con el presidente de la Asociación Bancaria que está buscando jefe para el Departamento Económico. Así lo hice, hablé con el doctor Mejía Salazar, manizalita exministro muy querido.

Curiosamente fue mi único trabajo en el sector privado y también muy buena escuela. Ahí conocí el negocio bancario, a muchos banqueros, y aprendí de política económica desde lo privado.

RICE UNIVERSITY

Estando en Asobancaria me llamó un profesor de la Universidad a decirme que me ofrecía una beca en Rice University. Esta es una universidad en Texas. El doctorado me tomó tres años y medio pues ya había tomado varios cursos, como lo mencioné.

BANCO DE LA REPÚBLICA

A mi regreso al país, “Pacho” Ortega me dijo: “Ahora sí quiero que trabaje conmigo”. Pero también me advirtió: “Lo voy a contratar, pero una de sus funciones es llevarme la contraria. Entonces, manifieste todo aquello con lo que usted no esté de acuerdo”.

Así me convertí en “abogado del diablo”, al generar discusiones en las que tenía una posición diferente.

MINISTERIO DE HACIENDA

El ministro de Hacienda de Alfonso López Michelsen, Abdón Espinosa Valderrama, llamó a “Pacho” a decirle que estaba buscando a un secretario General para el Ministerio de Hacienda, cuando el viceministro sería uno de los abogados del Banco de la Republica, el doctor Roberto Salazar.

En esa época no existía el cargo de viceministro Técnico, sino que sus veces las hacía el secretario General, y Abdón quería asesorarse de un economista junior. Entonces me llamó Pacho a decirme:

— Lo va a buscar el doctor Abdón Espinosa. Él ya hizo investigación sobre usted. Eduardo Wiesner le habló muy bien, entonces quiere conocerlo para ofrecerle un puesto.

— “Pacho”, ¿tú me quieres echar?

Con mucha risa me dijo:

            — Yo no tengo nada qué ver.

Recibí la llamada con la invitación para trabajar con él en el Ministerio. Hablé con Pacho:

            — Mire, “Pacho”. Usted me armó este enredo y quiero saber qué opina.

Él, que tenía un humor increíble, se murió de risa y me contestó:

            — Esa pregunta no me la haga a mí, sino a su esposa. Acepte dependiendo de si ella aprueba o no. Lo que yo puedo hacer es darle una licencia del Banco para que se vaya, si es que quiere irse.

            — No es que lo quiera hacer, pero me parece una buena oportunidad de conocer el sector público en un ministerio importante, con un prestigioso ministro y un magnífico viceministro.

            — Tenga en cuenta que usted deberá administrar diez mil empleados cuando aquí ni siquiera le tengo secretaria. Pero me parece muy bueno porque va a aprender de manejo de personal, de presupuestos del Ministerio y de la Nación, y porque Abdón Espinosa tiene una trayectoria increíble.

Acepté. Fue un año muy interesante, pero me tocó una huelga que Guillermo Perry, director de Impuestos Nacionales, con Jaime Vásquez su subdirector, nos habían montado antes de irse con el saliente ministro Rodrigo Botero. Le dije:

            — Gracias, Guillermo. Nos diste una muy buena bienvenida para empezar a trabajar.

Tuve que lidiar con el sindicato de Hacienda, pues dentro de mis funciones tenía responsabilidades administrativas. Este fue mi bautizo de fuego.

Abdón fue una persona muy importante para mí y para el país desde la administración del presidente Lleras Restrepo. Observé cómo manejaba su Ministerio y las relaciones con el resto del Gobierno. Me invitaba a todo por el nivel de confianza que había depositado en mí. Me dijo:

            — Lo invito a una reunión de la Comisión de Presupuesto del Senado. El presidente es Víctor Renán Barco.

Para mí todo era aprendizaje, en especial en los temas de manejo fiscal en Colombia. El ministro me había advertido, antes de comenzar la reunión, con estas palabras:

            — No se afane porque me voy a exaltar un poco. Realmente no se preocupe por eso.

            — Magnífico, ministro. Tomaré nota de lo que se decida.

En medio de la reunión el ministro montó en cólera. Yo nunca había visto a una persona más energúmena. Él tenía fama de ser alguien de muy mal genio, además cargaba revolver, pues le tocó vivir una época de violencia y el 9 de abril.

El ministro estuvo aparentemente fuera de control, iracundo, morado de la ira palmoteaba en la mesa. Se levantó, abrió y tiró la puerta, y dijo:

            — Señores, esta reunión se acabó. Les agradezco que se vayan.

Echó del despacho del ministro a la Comisión del Senado. Yo estaba lívido pues nunca había presenciado nada igual, todo porque venían a pedirle plata.

Cerrada la puerta y en total y absoluta calma me dijo:

            — Doctor Montes, ¿vio? Yo le advertí. Esto es simplemente una actuación. Nosotros en el sector público tenemos que ser también actores para intimidar a estos señores que son unos sinvergüenzas, que vienen a pedir plata, cuando no hay presupuesto.

Además, tenía una gran visión. En otra ocasión me dijo:

            — Mire, doctor Montes. Usted está encargado de la Dirección de Presupuesto hasta que nombre en propiedad a un nuevo director y desde allí puede ayudar a un joven que promete mucho y que actualmente es viceministro de Trabajo de William Jaramillo, paisa liberal y amigo del doctor Abdón. Él lo va a llamar a usted.

            — Con mucho gusto, ministro. ¿De quién me habla?

            — Del doctor Álvaro Uribe Vélez. Va a venir a visitarlo para pedirle ayuda en la solución de un problema de presupuesto que tiene en el Ministerio.

Ahí conocí al futuro presidente Uribe. Me pareció, una persona correcta, inteligente y perspicaz. Ambos éramos muy jóvenes, teníamos treinta y tres años. Nos entendimos muy bien y le pude ayudar. Lo curioso es que eso nunca se le olvidó porque, más de una década después, vino a Washington a un conversatorio que había organizado la Embajada y al que asistí. Se acercó y me dijo:

            — Me disculpa que no recuerde su nombre, pero usted me ayudó cuando yo era viceministro de Trabajo y eso no lo olvido.

Quedé perplejo con su memoria y gratitud.

Afortunadamente después el ministro Abdón se peleó con el presidente López y salimos del gobierno, porque yo me ganaba la mitad de lo que en el Banco de la República. En entrante ministro, doctor Alfonso Palacio Rudas, me propuso que me quedara, pero no acepté. Mi esposa me decía:

            — Estas loco. Ya tenemos un niño y con el salario del Ministerio no podemos vivir.

Este es un problema serio que Colombia no ha resuelto. Los salarios del sector público son muy malos.

BANCO DE LA REPÚBLICA

Le dije a Pacho Ortega:

            — Como usted me ofreció que me devolviera, ahora ya lo quiero hacer.

            — Sí, pero recuerde que usted renunció.

Lo hice porque había una incompatibilidad. Presidí juntas donde el Banco de la República era miembro. A los treinta y tres años presidí la Junta del Banco Central Hipotecario y el doctor Botero de los Ríos, mi súper jefe en el Banco de la República, era miembro de esta Junta.

Me dijo:

            — Sé que le tocó renunciar, pero magnífico que regrese.

Así lo hice y estuve muy contento unos años. “Pacho” siempre nos decía:

            — Ustedes son Economistas, no necesitan ni cargos, ni secretarias, ni choferes ni nada. Tan solo necesitan papel y lápiz.

Entonces a Juan Carlos Jaramillo y a mí, que teníamos doctorado en economía y trabajábamos como investigadores del Banco, nos sentaban en unos pupitres con papel y lápiz, literalmente hablando. Pero sin duda “Pacho” sabía que contaba con dos buenos economistas.

JUNTA MONETARIA

Édgar Gutiérrez Castro, ministro de Hacienda del Gobierno del presidente Belisario Betancur, un paisa muy querido, gran personaje, nos entrevistó a mí y a Jaramillo, sin que yo previamente supiera que también hablaba con Jaramillo. Y me dijo:

            — Vamos a nombrarlos a los dos. El doctor Jaramillo es conservador, espero que usted sea liberal.

            — Mi abuelo lo era, pero yo no tengo filiación política y quisiera entrar al Gobierno de esa manera. Nominalmente figure como Conservador en el Ministerio de Hacienda, ya que el ministro y viceministro eran Liberales y se mantenía la paridad del Frente Nacional en la burocracia del Estado.

            — Eso nos crea un problema, porque todavía hay paridad. La única solución es que usted se declare liberal o que el doctor Jaramillo diga que no tiene objeción y que ambos entren sin filiación política.

Jaramillo dijo que tampoco era un político, sino un técnico. Entramos ambos, por primera vez en la historia de la Junta, sin filiación política.         

Fui asesor de la Junta Monetaria por dos años y medio.

Después de Edgar Gutiérrez fue nombrado por Roberto Junguito ministro, Hugo Palacios era gerente y Pacho, subgerente Técnico del Banco de la República.

A los dos años de trabajo intenso y muy estresante como asesores de la Junta, Hugo Palacios le dijo al doctor Jaramillo que se regresara al Banco y yo quedé solo por seis meses. El cargo de asesor es impresionantemente pesado, entonces le dije a Roberto:

            — Roberto, yo no puedo seguir solo.

            — No, quédese que vamos a nombrar a Carlos Caballero como el otro asesor de la Junta Monetaria.

            — Magnífica persona Carlos, pero en este ínterin vi que la tensión con el presidente es enorme.

El presidente estaba muy descontento con nosotros como asesores de la Junta Monetaria. Nuestra responsabilidad era el programa monetario del país y evitar una crisis cambiaria.

Él enviaba a la Nena Rojas, hija del General Rojas Pinilla, a la Junta. Entonces ella llegaba, se sentaba en la sala de espera de la Junta y decía:

            — De aquí no me voy hasta que me den plata, porque el presidente Betancur me dijo que aquí es donde está y la estoy necesitando para los programas de vivienda popular sin cuota inicial. Necesito una línea de crédito.

Creía que nosotros le giraríamos el cheque para que construyera casas. Y permaneció un día entero allí. Yo le decía:

            — Mira, María Eugenia, esto no funciona así. Nosotros no giramos cheques. El ministro de Hacienda tiene el Presupuesto de la Nación y la Junta Monetaria no le va a crear una línea de crédito para la vivienda.

Fue a quejarse con el presidente, pero no solo ella, sino que todos lo hacían al considerar que no queríamos ayudarles. No entendían por qué no había recursos y por qué no emitíamos billetes y expandíamos la oferta monetaria para que el presidente sacara adelante sus programas sociales.

Fueron tiempos difíciles y de bastante conflicto entre los Asesores y directamente el presidente Betancur. Buena parte de la tensión surgía de nuestro desacuerdo en crear líneas de crédito, con emisión, para apoyar programas especiales del Gobierno, en particular el programa de vivienda popular sin cuota inicial que dirigía la Nena Rojas.

 En un Consejo Nacional de Política Económica y Social – CONPES, realizado en el Palacio Presidencial, a las siete de la mañana y con un delicioso desayuno con arepas, el presidente Betancur nos miró, rojo de la ira. Golpeaba la mesa y nos decía energúmeno textualmente: “Doctores, quiero que les quede claro que a mi no me eligieron para sacar cinco en política monetaria, sino para cumplir las promesas de mi campana”. Y sí, nos quedaba claro que nosotros éramos un impedimento para lograr sus objetivos.

Después de esa reunión sacó un decreto que excluía a los asesores de la Junta Monetaria del CONPES.

Colombia tiene unos mecanismos únicos de equilibrios de poder dentro del ejecutivo. La Junta Monetaria, por ejemplo, tiene relativa autonomía, aunque la preside el ministro de Hacienda y los miembros son ministros y otros altos funcionarios del gobierno. Entonces hay un contrapeso técnico.

Quizás esto mucha gente no lo sabe y lo consigné en uno de mis artículos de Portafolio. Los ministros no podían decidir nada en la Junta Monetaria sin oír la opinión de los dos asesores. Este fue un invento del doctor Carlos Lleras Restrepo, porque quiso que hubiera una opinión técnica en las decisiones de la Junta.

Colombia era el único país en el mundo en el que dos técnicos independientes, con tan solo treinta y tres o treinta y cuatro años, les decían a los ministros del área económica que eran Hacienda, Agricultura y Desarrollo, antes de tomar una decisión: “No pueden o no deben hacerlo. No estamos de acuerdo”.

Nosotros no teníamos voto, pero la Junta no podía decidir sin oír nuestra opinión. Obviamente eran libres de tomar decisiones, pero escuchándonos previamente. Así, todas las decisiones de la Junta estaban documentadas en lo que se llamaban Documentos de Asesores.

Cualquier petición o decisión de la Junta llegaba a los asesores que la examinábamos, la estudiábamos y dábamos una opinión argumentada y sustentada con datos. Después de oír la opinión y leer el documento en la Junta, se tomaban las decisiones que teníamos que implementar, así estuviéramos en contra.

Gracias a este modelo de check and balances consignado en el Reglamento de la Junta, Colombia no tuvo los exabruptos del Cono Sur donde habitualmente hubo hiperinflaciones y crisis cambiarias.

La Junta Monetaria era una traba en el mecanismo de emisión y los Asesores éramos responsables porque nuestro mandato era el presupuesto monetario del país, mirar las cifras del sector externo, las cifras fiscales y demás.

Esta fue una genialidad del doctor Lleras, la de poner un contrapeso técnico dentro del ejecutivo. Fue nuestro modelo que funcionó bien durante treinta años pero que se eliminó con la Constitución del 91, que abolió la Junta Monetaria y le dio autonomía al Banco de la Republica.

En los Estados Unidos, entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, la FED inclusive también tiene un estatus independiente y particular, pero en Colombia, en este caso, el contrapeso estaba involucrado dentro del ejecutivo.

La gente no tenía idea, incluso hoy, de que Colombia tuviera ese check and balance dentro del ejecutivo y que los asesores de la Junta Monetaria tuvieran el poder de la palabra, con opinión fundamentada y escrita, que hacía muy difícil a un ministro irse totalmente en contra. Mostrábamos las cifras y recomendábamos no proceder con algún exabrupto, en forma razonada y documentada.

Por lo general se llegaba a acuerdos, quizás no a una decisión óptima, pero tampoco a una muy mala. Ese es el “nadadito de perro” del modelo de desarrollo colombiano, que impidió que cayéramos en crisis mas profundas, si bien convivimos con inflaciones anuales relativamente altas del 20% o 25%.

Lo que hizo el doctor Lleras fue darle al asesor un poder de disuasión, creando un espacio de discusión documentada, de mover el dialogo a un plano de debate técnico, que fue fantástico.

Pero después de la reunión del CONPES, yo ya veía la guerra absolutamente perdida con Belisario, si bien podíamos ganar algunas batallas.

Estas tensiones culminaron un lunes temprano cuando el gerente del Banco de la Republica, Palacios, nos llamó a los dos asesores para que fuéramos a hablar en su despacho. Lo notamos bastante nervioso e incomodo y nos dijo que había estado con el presidente Betancur durante el fin de semana quien quería crear una “crisis” en la Junta Monetaria.

Ingenuamente le dijimos que no entendíamos ya que no se trataba de una “crisis de gabinete” que resulta en un cambio de ministros. Le pregunte si nos estaba pidiendo la renuncia. Muy incomodo se sonrojó y sonrió, sin darnos una respuesta afirmativa directa, nos quedó claro que ese era el mensaje del presidente.

Jaramillo y yo salimos de esa reunión desconcertados, y acordamos redactar independientemente nuestras cartas de renuncia, para luego intercambiarlas y comentarlas. A Jaramillo le gustó más mi carta que la suya, y propuso que enviáramos una carta única firmada por ambos. Ello nos daría mas fuerza al mostrar unidad.

Así lo hicimos. Finalizó la carta y se la enviamos con carácter de urgente al presidente de la Junta Monetaria, Edgar Gutiérrez Castro, quien estaba en Medellín.

A renglón seguido nos fuimos a almorzar a mi casa en el Norte de Bogotá. Decidí desconectar el teléfono y, a Dios gracias, ¡no existían los teléfonos celulares!

A las pocas horas llegó un conductor del Ministerio de Hacienda diciéndonos que se había cansado de llamarnos la secretaria del ministro y que era urgente que nos comunicáramos con el ministro Gutiérrez. Así lo hicimos y el ministro no entendía que estaba pasando y porque renunciábamos a la Junta. Le explicamos los antecedentes y quedó muy sorprendido y molesto.

El ministro convocó una Junta Monetaria extraordinaria, sin nuestra presencia, para estudiar la renuncia motivada de los dos asesores. La Junta decidió no aceptar nuestra renuncia y nos confirmó en el cargo.

El presidente pidió copia de nuestra carta de renuncia y le dijo al gerente Hugo Palacios que: “Con esa carta no se puede aceptar la renuncia”. Yo la había escrito de tal manera que quedara claro el procedimiento irregular y la ilegalidad de lo que estaba pidiendo el presidente Betancur.

En todo esto Juan Manuel Santos, editor de El Tiempo, llamó a Jaramillo y le preguntó sobre los rumores de una crisis en la Junta Monetaria. Jaramillo le dijo que no le podía decir nada. Santos contestó que eso era suficiente, se despidió y colgó.

Al día siguiente El Tiempo y el presidente del Senado, Cesar Gaviria, se lanzaron lanza en ristre contra el Gobierno en duros Editoriales y artículos. Por ahora allí terminaría esta historia: el presidente no nos pudo sacar a sombrerazos. De nuevo se demostró la fortaleza de la institucionalidad y para mí me quedó más que claro que la guerra estaba perdida.

Al poco tiempo Palacios invitó a mi colega Jaramillo a regresar al Banco de la Republica, quedando yo solo como asesor de la Junta. Quizá se trataba en parte de dividir a ese ‘dúo de asesores problemáticos’.

Me propuse quedarme un tiempo más como asesor para que quedara claro que no era que me habían echado, sino que yo renunciaría mas adelante por mi propia voluntad.

Luego de que se retiró el ministro Gutiérrez Castro y nombraron al ministro de Agricultura Junguito como ministro de Hacienda, se presentaba una buena coyuntura para retirarme de la Junta Monetaria.

Hablé con Roberto Junguito, y le dije:

            — Roberto, me voy. A mí me entrevistó el Banco Mundial, me hicieron una invitación a que me fuera a trabajar con ellos a Washington. Estoy muy cansado después de dos años de trabajo más seis meses de haber estado solo como asesor y haber cargado una carga de trabajo impresionante e insostenible.

Roberto no quería que yo me fuera y me dijo:

— Mire, si es porque nombramos a Carlos Caballero como asesor para remplazar a Jaramillo y no le gusta, yo a él lo “desnombro”.

            — Roberto, ¿cómo se le ocurre? Él es uno de sus mejores amigos, también es amigo mío, una persona muy respetable. Me voy, no porque lo hubieran nombrado a él, sino porque estoy agotado y porque perdí la guerra con el presidente Belisario. Usted va a tener que enfrentar una crisis de balanza de pagos muy seria, una crisis monetaria grave. Siento no acompañarlo, pero ya hice lo que podía.

Nuestras proyecciones eran bastante preocupantes en todos los frentes, monetario y cambiario y, desafortunadamente, fueron las correctas. Junguito tuvo que ir al Fondo Monetario a pedir un staff monitored program para que Colombia pudiera dar confianza y volver al mercado financiero internacional. 

Renuncié pese a que Roberto insistía en que me quedara. Tuve una muy buena relación con él, además él tenía bastante respeto por Jaramillo y por mí, habíamos sido sus estudiantes. Éramos gente seria y muy profesional, totalmente apolíticos y comprometidos con buscar buenas decisiones de política económica.

BANCO MUNDIAL

Llegué pensando en que, acabado el Gobierno de Belisario, podría eventualmente regresar porque estaba muy interesado en los temas colombianos.

En el Banco estuve muy contento. Atendí países fascinantes, Chile, Argentina y Costa Rica. Fue una nueva experiencia de aprendizaje y conocimiento de la región. Quizás lo más desagradable fue la crisis financiera de Chile con Pinochet.

La situación en Chile fue muy compleja, porque el Jefe de Misión del Banco Mundial era una persona prácticamente fascista, estaba a la derecha de Pinochet y le parecía maravilloso el modelo chileno.

Llegábamos en una misión y con lo que se acordaba con el ministro de Hacienda Bije, al otro día estaba el Decreto Ley de Pinochet firmado. Decían:

— Listo, lo que ustedes pidieron ya quedó aprobado.

Esto era, en mi opinión, inconstitucional, antidemocrático y el Banco Mundial no debería prestarse a esto.

El jefe de emisión nos prohibió hablar con economistas de la Democracia Cristiana y nos limitaba a hablar con el Gobierno, lo que resultaba totalmente absurdo. Por qué no podríamos hablar con economistas como Eduardo Aninat, que Guillermo Perry menciona en su libro como buen amigo, o con Andrés Bianchi, gerente de la CEPAL en Santiago.

Resultó que Bianchi estaba casado con Lily Urdinola, caleña, hermana de Antonio Urdinola. De ellos nos hicimos muy amigos.

Cuando viajaba a Santiago le decía al jefe de la Misión del Banco Mundial:

            — Es obvio que no me voy a reunir de manera oficial con nadie del Gobierno. Voy a una cena en la casa de Andrés Bianchi de la CEPAL. Eso es todo.

Pero nos tocaba pedir permiso para poder salir del hotel en la noche por el toque de queda en Santiago, pues el ejército estaba con sus cascos alemanes y perros pastores alemanes en todas partes. Se requería un “laissez-passer” para salir del hotel.

Andrés organizaba unas cenas fantásticas. Invitaba a distinguidos economistas de la Democracia Cristiana y fue ahí donde conocí a todos los que después formarían el gobierno siguiente en Chile, Eduardo Aninat entre ellos.

EL ARTE EN SU VIDA

Lily Urdinola me dijo:

            — Imagino que a ti como primo de Negret te gusta el arte.

            — Sí, yo soy modesto coleccionista.

            — Si quieres te llevo a la galería que estoy administrando. Te podría gustar Carmen Aldunate que hace unos cuadros muy bonitos.

            — Nunca he oído de ella, pero me encanta esculcar en las galerías. ¡Vamos!

Compré un cuadro maravilloso, un dibujo en lápiz y pastel estupendo, con una figura de un perfil femenino bellísimo denominado “No, esa no soy yo”. Es una mujer con tres personalidades. En ese momento era un cuadro muy costoso para mí, pues lo que hacía era pagar arriendo y colegios. Le dije a Lily:

            — Lo compro porque me encanta. Mi esposa me va a matar, pero nada qué hacer.

Llegué a Washington y me llamó Lily:

            — Me llamó la pintora a decirme que le gustaría recuperar el cuadro que compraste. Te ofrece el doble por él. Para ti es un rendimiento del 100% en 24 horas.

Ya tenía mi certificado y no lo quise vender.

Pero siempre he sido coleccionista desde cuando estaba en el Banco de la República, muy pobre, pero aún así iba a menudo a la librería del señor Karl Buchholtz, en la Avenida Jiménez con octava, y compraba algunos cuadros y grabados de un amigo suyo, otro refugiado alemán (Richter).

Luego me invitaron a un curso del EXIMBank del Japón y adquirí en un bellísimo almacén, Mitsukoshi, Department Store, en Tokio, un cuadro espectacular. En el último piso tenían una galería fantástica donde me encontré con un paisaje maravilloso de un bosque de Tsuguharu Foujita, sin conocer al autor quedé enamorado del cuadro. Es una serigrafía del año 82 que me encantó. Resultó también carísimo para mi presupuesto de esa época, pero decidí comprarlo, para desmayo de mi esposa.

Años más tarde invité a cenar a mi casa al vicepresidente del Banco Mundial para Europa y Asia Central, un japonés, que fue mi jefe y muy amigo, quien, apenas vio el cuadro, dijo:

            — No puedo creer que usted tenga en su casa un Foujita. Este señor en Japón hoy no se puede comprar porque es un maestro cuyas obras están en los museos.

Tengo muy buen ojo para el arte, heredado de mi mamá. En casi todos los países donde he trabajado para el Banco Mundial he comprado algo.

REGRESO A COLOMBIA

El Banco Mundial en Chile fue muy de derecha, muy pro-Pinochet. Una experiencia que me molestó, pero esa era la línea de trabajo. En ese momento cambió el gobierno en Colombia, ganó la presidencia el doctor Virgilio Barco y César Gaviria fue nombrado su primer ministro de Hacienda.

César me llamó a invitarme a ser viceministro. Le dije:

            — Con un salario de viceministro no puedo vivir. Tengo ya dos hijos y dependo de mi trabajo. Le agradezco mucho, pero en lo que pueda ayudarle lo haré, solo que no me puedo comprometer con ese cargo. Eso es para gente rica o sin mayores responsabilidades familiares o personales, y yo ya pasé por ahí.

            — Aquí estoy con Pacho Ortega que le quiere hablar.

Pacho me dijo:

            — ¿Por qué no regresa al Banco de la Republica? Los salarios de los subgerentes generales son buenos. Usted puede ser subgerente de Investigaciones Económicas y de golpe desde aquí también le puede ayudar al doctor Gaviria.

Eso me pareció viable, en especial por la estabilidad. Como viceministro se depende de la continuidad del ministro, si sale a los seis meses uno queda en el aire. Pacho me animó porque sabía que ahí estaría muy a gusto. Puse la condición de que me ayudaran a matricular y que aceptaran a Nicolás, mi hijo mayor, en el Colegio Nueva Granada. Ya no era viable el Helvetia porque no hablaba francés. Muy amablemente la Primera Dama, quien tenia muy buenos vínculos con el Colegio, nos ayudó. 

DE VUELTA AL BANCO DE LA REPÚBLICA

Regresé como subgerente de investigaciones. Trabajé casi cinco años con Pacho, tuvimos cualquier número de crisis, aventuras y desacuerdos profesionales, algunos con Hacienda.

Ahí perdí a uno de mis mejores amigos por diferencias de opinión como economistas porque hay quienes las toman como cosas muy personales.

Era la época de la crisis de la deuda Latinoamericana en 1988 y hacían parte del Ministerio de Hacienda los famosos tres luises: Luis Fernando Alarcón, viceministro, Luis Álvaro Sánchez, director de Crédito Público, Luis Jorge Garay, asesor del ministro.

Garay era el experto en temas de comercio y deuda externa por sus conocimientos y constantes viajes a Latinoamérica, donde varios países habían entrado en default y habían forzado una renegociación de su deuda.  

Los tres Luises querían convencer al ministro Gaviria de las bondades de que Colombia parara de servir la deuda externa y forzara una reestructuración mas ventajosa. Garay quería hacer lo mismo en Colombia que buena parte del resto de la región y su argumento era:

            — Los únicos tontos que pagan somos los colombianos. Nadie más en la región lo está haciendo. ¿Por qué seguimos pagando nosotros?

Le dije:

            — Porque este es un juego a largo plazo. Porque aquí la reputación es lo que cuenta. Si usted hace default hoy, después nadie le vuelve a prestar o lo harán a unas tasas de interés absurdas. ¡La virginidad se pierde solo una vez!

Los asesores prepararon un Memorando explosivo para el ministro de Hacienda, esbozando la suspensión de pagos y la restructuración de la deuda externa del país.

Me pidió Pacho que revisara el memorando que habían escrito mis tres amigos. Cuando me lo entregó me dijo: Aquí va el Exocet, un cohete de los aviones Mirage franceses de mucha puntería y mortal. Lo leí y le dije:

            — Estoy en total desacuerdo. Colombia no puede entrar en suspensión de pagos o default. No hay necesidad. Hay otras opciones. Hay que pelear eso.

            — Tiene que convencer a su amigo Cesar Gaviria. A él lo tienen encerrado en la idea de que sí hay que reestructurar la deuda. El Banco de la República puede dar una opinión, aunque este tema le corresponde a Hacienda.

            — Sí, pero creo que esto tiene un costo para el país tan grande a largo plazo que debemos oponernos.

            — Estoy de acuerdo con usted. No estoy a favor de lo que dice Garay. Eso se puede manejar de otra manera. Por qué no escribe un documento y se lo presenta al ministro Gaviria.

Marchas forzadas, trabajando día y noche, escribimos el documento con algunas personas del Departamento de Investigaciones del Banco. Decíamos por qué no se debía aceptar la propuesta de los tres Luises y cuáles eran las alternativas que se deberían considerar y explorar con la banca internacional.

Pacho Ortega lo revisó, lo comentamos, lo discutimos, lo mejoramos y me dijo:

            — Se lo voy a enviar al ministro de Hacienda, pero esto le va a crear muchos problemas a usted, porque sus amigos se van a enfurecer al considerar que nos estamos entrometiendo en un área que realmente no nos corresponde y es de la competencia de Hacienda.

            — Si quiere le hablo a César que es amigo y compañero de Universidad. Le presento la opinión nuestra teniendo claro que son ellos quienes deciden qué quieren hacer.

            — Vamos a hacer una reunión, un desayuno un sábado, invito a todos y usted hace la presentación.

Así ocurrió, presenté mis argumentos mientras los Luises estaban lívidos de la ira. No concebían cómo el Banco de la República se atrevía a meterse en territorio de ellos, cuando ya tenían convencido a Gaviria de la manera de proceder.

Esto no fue fácil, furiosos recibieron mi documento. Ahí perdí la amistad de Luis Jorge Garay, uno de mis mejores amigos desde el colegio. Él estudiaba en el Cervantes y yo en el Helvetia, pero fuimos muy amigos, también en la Universidad de los Andes. Esta amistad se acabó ese día. Garay nunca me perdonó el que no hubiera podido renegociar la deuda externa colombiana.

BANCO MUNDIAL

En 1989, el Banco Mundial nuevamente me llamó a decirme:

— Necesitamos una persona que sepa de banca central y de finanzas para ayudarnos a montar el Banco Central de China – Peoples’ Bank of China. Lo llamamos a usted porque tiene esa experiencia. Queremos saber si le interesa devolverse al Banco Mundial.

Trabajar en China en el momento de la transición de una economía centralmente planificada a una de mercado, me parecía un desafío y una oportunidad única y fantástica. Le conté a Pacho:

            — Pacho, mira. Me llamó el Banco Mundial para ofrecerme esto.

            — Qué mala suerte para mí, porque no quiero que se vaya. Pero si yo fuera usted aceptaba, porque cuándo va a tener semejante oportunidad de influenciar y de ayudar a montar el Banco Central de China.

Y tenía razón, era una oferta muy atractiva. Acepté y Pacho me apoyó pese a que sentía que me fuera. Dediqué tres años de tiempo completo a China.

Trabajé muy contento, fue un reto extraordinario en el sentido de tener que reformular muchas cosas y empezar de cero.

Mao abolió el Banco Central al considerar que no lo necesitaba, tan solo era una oficina que dependía del Ministerio de Hacienda. Tuvieron que reinventarlo, resucitarlo. Entonces montamos todo, desde la contabilidad hasta el sistema de pagos, la agenda de investigaciones, la estructura, la Ley del Banco Central, y yo tuve la suerte de orquestar esto, con otros colegas, a través del mayor crédito de Asistencia Técnica en la historia del Banco Mundial.

Algún día mi esposa me dijo:

            — Si usted quiere irse a vivir a China, bien pueda, pero yo de madre soltera no sigo. Si usted se va para China, yo me voy para Colombia.

Porque se me iban meses en cada viaje, que se repetían cuatro o cinco veces al año. Me tocó cambiar de trabajo pues no quería cambiar de esposa. Después fuimos de turismo. Si bien seguí en el Banco, me empecé a mover en diferentes regiones.

Para el Banco resultó muy atractivo el que yo tuviera experiencia en economía socialista cuando se dio la transición de Europa Oriental, y me llevaron a trabajar a Polonia, República Checa, Hungría. Me dediqué a las economías en transición del socialismo al capitalismo, en especial Polonia. Fue fantástico, muy interesante.

En esa época evité trabajar con Latinoamérica. Mi experiencia con Chile fue muy mala y no quería saber de la región y fue por esto por lo que con Guillermo Perry no nos vimos tanto. Con los años volví a la región de Latinoamérica y ahí lo encontré de nuevo.

Conformé una unidad para temas del sector financiero con Danny Leipziger, director del Departamento de Infraestructura y Finanzas para Latinoamérica, y yo manejé las crisis financieras y los prestamos al sector en la región como las de Argentina, la del Tequila en México , Brasil y otras.

La interacción con Guillermo era indirecta, porque el Chief Economist no se involucra tanto en temas sectoriales, pero él tenía que hacer control de calidad sobre las operaciones del Banco. Teníamos préstamos para México, Brasil y en general para toda la región.

Después me ofrecieron volverme director de un Departamento Financiero y del Sector Privado en la región de Europa y Asia Central del Banco Mundial. Me encantó porque era volver a los países en los que había trabajado, solo que ya habían hecho la transición. Ahí estuve casi siete años como director.

Fue mucho más fácil para mi esposa acompañarme de vez en cuando, pues eran viajes más cortos, a sitios muy interesantes como Rusia, Turquía y Asia Central.

Luego me jubilé (de júbilo) del Banco, a finales del 2009, pues había alcanzado el límite de edad al cumplir 62 años, aunque el Banco no quería que me fuera.

FONDO MONETARIO INTERNACIONAL

De allí pase como staff al Fondo Monetario Internacional – FMI, pues necesitaba un economista senior que hablara español para manejar los FSAP’s – Financial Sector Assessment Programs, en Latinoamérica.

Allí estuve hasta el 2012 cuando llegué a la edad de retiro obligatorio a los 65 anos, dedicado a trabajar en la evaluación de los sistemas financieros en el mundo: Polonia, México, Uruguay, Perú, Georgia, etc. Y de países en crisis: Irlanda y Hungría. Además de la larga lista de países que había cubierto en el Banco Mundial.

Fue una experiencia muy interesante y satisfactoria.

GUILLERMO PERRY
MINISTERIO DE MINAS Y ENERGIA

Fui muy amigo de Guillermo desde la Universidad de los Andes, aunque él era de ingeniería y yo de economía, además mayor a mí. Pero nos cruzamos muchas veces en la vida. Lo conocí cuando él coqueteaba con mi hermana Graciela, algo pasajero.

Yo era asesor de la Junta Monetaria y Guillermo ministro de Minas y Energía y quería que el Ministro de Hacienda y la Junta le dieran algunos recursos. Tuvimos una confrontación muy fuerte.

El ministro Edgar Gutiérrez Castro nos dijo:

— Ustedes tienen que ir a la casa de Guillermo, con Oscar Marulanda (asesor de Hacienda), durante el fin de semana. Lo calman y le explican por qué no podemos hacer lo que él quiere.

Visité su casa y conocí a su familia. Pero insistía en que nosotros éramos monetaristas, friedmanianos (por Milton Friedman), que no queríamos dejar crecer al país ni otorgar créditos.

Me acompañaron Juan Carlos Jaramillo, también asesor de la Junta, y Oscar Marulanda más como observador. Teníamos la responsabilidad de la política monetaria. Le explicamos la situación a Guillermo que a regañadientes aceptó.

Desafortunadamente ni siquiera en Washington trabajamos juntos, sino indirectamente como ya mencioné.

La última vez que vi a Guillermo fue en la Universidad de los Andes, porque quería que yo enseñara allá. Me invitó y me llevó a hablar con Miguel Urrutia, me presentó al decano. Pero yo no podía volver a Bogotá para dictar un curso de pregrado por cuatro meses, con cien estudiantes. Ya lo había hecho y lo tenía superado.

Insistió en que se buscara un mecanismo para lograrlo. Pero nunca se concretó. Y le dije:

— Para no hacerle perder la visita, le voy a contar algo que usted no sabe. Su mamá Emita Rubio, fue compañera de pupitre en el colegio de las monjas de María Auxiliadora con mi mamá, Eugenia Negret.

— ¡No puede ser, no puede ser! ¡Cómo es posible! Pero ustedes son payaneses.

— Sí. Mi mamá es payanesa, pero estudiaron juntas de niñas y fueron amigas toda la vida.

Con Guillermo tuve muy buenas relaciones. Fue una persona muy cordial, positiva, increíble conversador, porque podía uno sentarse a hablar con él por horas. ¡Qué pérdida tan grande!

ESPOSA

Conocí a mi esposa en un blind date. Cuando regresé de Rice a Bogotá en un verano, un amigo me dijo:

            — Por qué no salimos esta noche a la discoteca Abraxas en la 93 con 15.

            — Pues, yo no tengo niña para llevar.

            — No se preocupe que mi novia lleva una amiga. Además, va a invitar a otra amiga porque también le dijimos a Ricardo Villaveces (quien mucho más tarde fue presidente de Asocaña).

Salimos los tres con las tres niñas. Los novios no se casaron, pero las dos parejas de la cita a ciegas sí lo hicimos. Nosotros nos casamos al año de esa salida. Mi esposa, María Rosario Betancur Cortázar, es bogotanísima. Hemos sido felices, con los altibajos y dificultades normales de un matrimonio. Llevamos cuarenta y cinco años de casados.

Mi esposa es graduada de la Universidad Javeriana en Diseño y Publicidad. Trabajó por quince años como profesora en el Condado de Montgomery, en Maryland, enseñando a niños con discapacidades. Luego enseñó Español en el Banco y en el Fondo Monetario a varios directores de país y al Staff de las diferentes regiones que lo quería aprender para trabajar en Latinoamérica. Hizo una carrera muy interesante.

Es alguien muy dulce, empática, bien relacionada, porque está mejor conectada que yo en el Banco y el IMF.

Tenemos dos hijos muy lindos e inteligentes, Nicolás y Juan Esteban. Ahora estamos muy contentos con un nieto, Julian Fernando, y esperando un segundo para febrero del 2021.

Nicolás estudió Economía y Filosofía, luego hizo el doctorado en Derecho. Juan Esteban es experto en diseño en computadores, su especialidad es diseño gráfico. Ha editado libros con Annie Leibovitz, fotógrafa famosísima en Nueva York que ha trabajado en las revistas Rolling Stones y Vanity Fair con campañas publicitarias de muy alto nivel. Mi hijo montaba las fotografías, aportando su ojo de artista. Su página es Mucho Design Studio. Está un poco mexicanizado porque vivimos en México en la crisis del Tequila.

Julián Fernando Montes, nuestro nieto, lleva el Fernando en honor del abuelo. Es una preciosidad. Salió Celta y afrancesado, por los Mosquera y los Betancourt. Tiene ojos azules, pelo claro, la abuela tiene ojos verdes muy lindos. Él es un mono precioso que acaba de cumplir dos años.

Nuestra nuera, Carolina Cabal, se conoció con Esteban en la Universidad cuando estudiaban ambos en Nueva York. Fueron novios bastante tiempo y viajaron a Barcelona a hacer un máster. Viven felices en Miami con su bebé.