Belisario Betancur por Víctor Hugo Malagón

BELISARIO BETANCUR POR VÍCTOR HUGO MALAGÓN

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Tengo recuerdos muy vivos de mi infancia alrededor de Belisario Betancur como Presidente de la República, hechos históricos complejos de la vida política y social de nuestro país entre 1982 y 1986, pero de forma particular recuerdo a ese Presidente de la República que invitó al Santo Padre a Colombia, una semana blanca, una semana de esperanza para nuestro país con, el hoy Santo, Juan Pablo II con quien además el Presidente Betancur forjó una relación muy especial de amistad y cercanía, y que se profundizó en el tiempo llevándolo incluso a ser miembro destacadísimo de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales en el Vaticano. Esta visita transformó al país devolviéndole la esperanza y la alegría en momentos tan difíciles.

En el 2001, tuve el privilegio de conversar con el Presidente Betancur, en el marco de una cena muy especial en el Casino de Madrid, convocada por miembros del patronato y directivos de la Fundación Carolina en España. Son inolvidables para mí sus anécdotas, relatos e historias. Aproveché para referirme a mis primeros recuerdos de su mandato y muy especialmente a la creación del instituto de estudios sociales presidido por él mismo en memoria del Papa que se dedica a estudiar la doctrina social de la iglesia. Hacer esta referencia lo animó a contar la historia de por qué se creó este instituto conocido como Instituto Fiel, mencionó entonces que él acompañó al Papa en su recorrido por el país y en el último escenario, Barranquilla, se acercó a su Santidad para agradecerle su visita a Colombia y le dijo que como Presidente de la República quería darle un regalo. El Papa Juan Pablo II, en medio de su humildad, le dijo que no aceptaría ningún regalo pero el Presidente Betancur insistió, a lo que el Papa le contestó:

— Bueno, entonces cree un instituto de pensamiento social de la iglesia y promueva la aplicación de la doctrina para el bien de la sociedad.

— Vamos a hacerlo y llevará su nombre.

— No puede ser, no lo autorizo – respondió Su Santidad –

— Como esto que usted me está diciendo Su Santidad no es ex cáthedra, yo no me veo obligado a acatarlo, por lo tanto crearemos el centro con su nombre.

Ese fue entonces el regalo en honor a Su Santidad. Actualmente el Instituto Juan Pablo II – Fiel, continúa activamente desarrollando su función, bajo la dirección del Dr. Jorge Cárdenas Gutierrez. Dieciséis años después de aquella entrañable conversación en Madrid, el Presidente Betancur, el Consejo Directivo y el Director Ejecutivo del Instituto me hicieron el enorme honor de elegirme como miembro del Consejo Directivo.

Luego vienen una serie de hechos que convierten a Belisario Betancur, digo yo abusivamente, en mi mentor, en mi referente, en mi profesor y en mi amigo.

Años más tarde y después de haber sido becario y asesor de la Fundación Carolina en España, me llamó para que regresara al país y asumiera la secretaría general de la Fundación Carolina en Colombia. Esta nueva aventura, bajo su tutela, ha determinado mi vida para siempre. En compañía de S.M. el Rey de España, el Presidente del Gobierno Español, varios de sus ministros, los presidentes de las empresas españolas más representativas, otros expresidentes y exprimeros ministros destacados de Iberoamérica, el Presidente Bentancur era miembro fundador del Patronato de la Fundación Carolina en España y era también Presidente de la misma en Colombia acompañado del embajador de España en nuestro país, el expresidente Andrés Pastrana y los más ilustres y destacados empresarios comprometidos con la educación y el desarrollo del país. Su liderazgo y su compromiso cierto e ineludible con la tarea de la Fundación Carolina, ha permitido impactar la vida de miles de ciudadanos colombianos y latinoamericanos que hemos tenido la oportunidad de cursar maestrías y doctorados del más alto nivel a través de becas iberoamericanas que resultan ser la mejor, más visionaria y mayormente remuneradora de las inversiones: la inversión en educación para nuestro talento humano, o lo que los economistas preferimos llamar Capital Humano.

Él era un profesor permanentemente, en cada conversación daba una lección de vida sin que se lo propusiera. Más allá de las oportunidades de crecimiento personal que brindaba, se convirtió en un mentor y como tal, son muchos los momentos de intimidad y de conversación en los que siempre hubo una palabra de aliento, una enseñanza, una anécdota todas llenas de sabiduría.

Recuerdo muy especialmente aquella contada por él, en sus primeros años como estudiante muy aventajado del seminario de Yarumal. Hijo de campesinos humildes y habiendo aprendido a leer a los tres años en las montañas de Antioquia, ingresó al Seminario donde el rector era Don Aníbal Muñoz Duque y Don Belisario, muy precoz, muy crítico y retador, sabía más griego y latín que sus maestros y los puso varias veces en aprietos hasta ser expulsado. Muchos años después se encontraron en casa del Nuncio Apostólico siendo él Presidente de la República y Don Aníbal Muñoz Duque el Cardenal y Arzobispo Mayor de Bogotá: entre risas y amistad se quejaba el Presidente Betancur de aquel Rector que lo había expulsado del Seminario y se quejaba el Cardenal de aquel estudiante del seminario que lo puso en tantos aprietos.

También recuerdo que nos contaba, con mucho entusiasmo, aquella historia sobre cómo conoció al gran botánico, conservacionista y científico Richard Evans Schultes, “el gringo” – como lo llamaban las comunidades, habitantes y colonos- que dedicó su vida al estudio y conocimiento de la enorme riqueza amazónica. Fue en 1953 en una Maloca después de una larga travesía por el Río Apaporis en compañía de Enrique Gómez Hurtado y en medio de una investigación periodística para el periódico El Siglo, encargada por el presidente Laureano Gómez a los dos jóvenes periodistas (Betancur y Gómez) sobre biodiversidad y cuidado del medio ambiente. Desde ese encuentro en 1953, magistralmente registrado en el libro “El Río” del profesor Wade Davis, el Presidente Betancur iniciaría una maravillosa amistad con Schultes, que aún seguía recordando en el marco de importantes iniciativas como la Comisión Mutis, en la que nos contaba, por ejemplo, que gracias a Schultes existe en la Universidad de Harvard un Museo de Orquídeas del Amazonas diseñado y fabricado en cristal de Bohemia patrocinado por empresarios europeos seguidores de la obra del conservacionista. Todo esto suma a las evidencias que señalan que Belisario Betancur no sólo fue un político, pensador, escritor, poeta y librero, sino un profundo enamorado de lo ambiental y muy comprometido con su cuidado. Mencioné a la Comisión Mutis, un grupo conformado por ilustres rectores, académicos, científicos y personas de Universidad liderados por él, que nos reunimos en una comisión que promueve la vida y obra del muy admirado gaditano José Celestino Mutis. En su vida pública, Bentancur defendió y promovió siempre la idea de una segunda expedición Botánica, fue un defensor acérrimo del patrimonio que suponen las láminas de esa expedición, fue un ferviente estudioso de su legado y gran artífice como presidente, político, periodista, ambientalista y hasta librero, de una compleja negociación internacional entre los gobiernos de España y de Colombia, mediada por el entonces Director General de la UNESCO, el senegalés Amadou-Mahtar M’Bow, para la impresión conjunta en editoriales colombianas y españolas de las láminas de la Real Expedición Botánica de José Celestino Mutis, un proyecto editorial aún no terminado.

Muchas son las historias, las anécdotas, las vivencias y aprendizajes alrededor de una figura superior de la historia reciente de Colombia: sus múltiples campañas presidenciales, su liderazgo en el valiente y famoso “Escuadrón Suicida” de jóvenes políticos demócratas que lucharon contra la dictadura militar, sus historias como Embajador de Colombia en España, período en el que obtuvo una curiosa fama entre el cuerpo diplomático por haber sido el último que presentó credenciales ante el general Francisco Franco y haber vivido de primera mano, e incluso como protagonista, la transición de España hacia la democracia, fue amigo del Rey Juan Carlos I e incluso profesor del Rey Felipe IV de España. La historia no reconoce suficientemente, a mi modo de ver, su papel protagónico y decisivo en los procesos de paz de Centroamérica.

En el gran acto de conmemoración de los diez años de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado, el Presidente Betancur era un invitado de honor, pero no pudo asistir al evento en el que participaban todos los ex Presidentes de la República, pues se encontraba en una reunión del Club de Madrid en Portugal. Entonces le envió una carta al Dr. Enrique Gómez Hurtado, excusando su presencia y diciéndole que su representación estaría en cabeza de Víctor Hugo Malagón, entonces columnista del Nuevo Siglo y profesor de la Universidad Sergio Arboleda. Fue un honor intimidante y desafiante para mí. Llegué al evento pero los equipos de protocolo, decidieron que, a pesar de la delegación, yo no tendría el uso de la palabra. Durante todo el evento no hice otra cosa que pensar en cómo contarle al Presidente Betancur, a su regreso, que no pude cumplir con la delegación encomendada. El evento transcurrió según la decisión de protocolo, sin embargo al cierre del mismo y después del discurso del entonces Presidente de la República Dr. Alvaro Uribe Vélez, él regresa a la mesa principal y se le acercan rápidamente los doctores Enrique Gómez Hurtado y Carlos Holguín Sardi y le dicen algo al oído. Inmediatamente el Presidente Uribe interrumpe el acto – que estaba ya finalizando- hace llamar al presentador y de la unas indicaciones. El presentador vuelve a tomar la palabra y anuncia que el delegado del Expresidente Betancur tendrá el uso de la palabra y, antes de llamarme al atril, da lectura a la carta del Presidente Betancur. Con algo de sorpresa y algo de insubordinación, hice uso de la palabra con absoluta calma, sin prisa alguna y dando lectura adecuada y merecida a las palabras del Presidente Betancur, asumiendo con toda dignidad el encargo honroso y atrevido.

Mi última conversación con él se dio de manera reciente, fue especial y diferente a todas las demás, de varias horas. Quizás fue la más clara que puede tener un maestro con su discípulo, de consejos ciertos y profundos, y de agradecimiento.

De los consejos recibidos mencionaría como los más relevantes aquellos referidos a la condición humana frente a muchas situaciones sociales, especialmente frente a las tentaciones y espejismos del poder. En sus últimos días me hizo unas reflexiones sobre los riesgos del ejercicio del poder (con minúscula): el que obnubila, el que quita claridad mental, el que envilece, el que genera una serie de deidades que en el largo plazo y en el fondo no necesariamente construyen a la persona y a su dignidad.

Siempre hizo reflexiones sobre su vida en positivo y bajo una extrema prudencia de la que aprendí tanto. Vivió la humildad real y cierta hasta el final de sus días, basta con apreciar sus últimas disposiciones sobre su propio funeral.

Su hija Beatriz, a quien aprecio profundamente, en la academia colombiana de la lengua española, lugar de su velación me dijo:

— Fuiste su consentido, siempre hablaba de ti y pensaba en ti. Te quiso muchísimo.

Así me sentí siempre, sin embargo, la relación que tuvimos fue muy formal y profesional (pensó siempre que yo era abogado pues me hablaba de temas jurídicos siendo yo economista).

Fue un hombre protocolario que aplicó siempre la decencia y fue muy riguroso en el buen trato hacia los demás. Nunca lo oí hablando mal de nadie, nunca buscó destruir ni hacerle daño. Valoré siempre el interés legítimo que sintió por el bien de todos. Sus mensajes eran manuscritos con una letra perfecta e inspirados desde el fondo de su corazón. Hizo uso de la palabra adecuada, precisa, dio un manejo maravilloso del discurso, tuvo mucho sentido de elegancia, de dignidad, de la altura que merecen todas las instituciones y las personas.

Recuerdo con enorme gratitud que por, su propia iniciativa, y con absoluta generosidad, convocó y fue el anfitrión en el lanzamiento de mi libro “Ética y Responsabilidad, el Nuevo Reto de Generación de Valor en las Organizaciones” y que se realizó en la querida casa de la Fundación Santillana como último acto público antes de que cambiara de sede. Allí me enseñó también a valorar el esfuerzo propio, que no hace falta tener grandes apellidos ni abolengos para entregarle a la sociedad un trabajo bien hecho.

Fue activo hasta su último aliento. Quince días antes de ingresar a la Fundación Santa Fe (un martes 27 de noviembre antes de su muerte), envió un manuscrito excusándose de participar en el Consejo Directivo de la Fundación Carolina lo que nos sorprendió a todos que pensamos que sus razones tenían que ser muy fuertes porque no era usual este tipo de situaciones.

Rendirle homenajes en vida fue para mí muy importante, por eso rescato el trabajo que hicimos para que se le otorgara uno de los grandes honores de la Universidad del Rosario como el de ser Colegial Honorario, tal como lo fue el gran José Celestino Mutis. Él como Presidente fue Patrono del Colegio Mayor y uno muy activo por cierto pues valoró mucho al Rosario con generosidad y entrega.

Seguirá vivo en mí en el permanente ejercicio de procurar decidir correctamente, con prudencia, con humildad y, sobre todo, sin negociar principios. Estas son las grandes lecciones que me dejó y que son aliciente en la toma cada vez más compleja de decisiones profesionales e institucionales, porque fue intacto en sus principios, en sus convicciones y en su inspiración. Como su alumno intentaré hacer lo mismo que él hizo como joven “paisa” cuando vino a Bogotá: “a buscar destino”.