Valentina Ramírez

VALENTINA RAMÍREZ

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

ORÍGENES

Soy una soñadora invadida de esperanza y con sensibilidad por lo social; tiendo a la perfección, tengo un gusto absoluto por absolutamente todas las áreas del conocimiento; y soy alguien que desde siempre ha abrazado la felicidad como razón de la existencia.

Las raíces de mi papá, Juan Guillermo Ramírez, están en Santander, aunque él nació en Medellín. A sus tías abuelas “Las Ibañez”, hijas de un general. En su familia conservan la idea de que por generaciones han cargado con una maldición, la de que todos los hombres terminan pobres y las mujeres locas, pues se dice que el tatarabuelo envenenó a todos los de su pueblo.

Mi abuelo, Enrique Ramírez Echavarría, fue alcohólico y se separó muy temprano de mi abuela, Lizbeth Ibáñez, dejándole la responsabilidad de educar y criar sola a sus hijos. Fue así como a punta de duro trabajo los sacó adelante, entonces compartieron ropa, zapatos y juguetes.

Mi papá es de esos paisas súper trabajadores, un hombre fuerte, de propósito que comenzó a estudiar ingeniería. Como buen comerciante se fue para Belén de Umbría, Risaralda, donde conoció a la hija del dueño de la droguería del pueblo, Sara Valentina Zapata Valencia, mi mamá.

La familia de mi mamá era de grandes terratenientes. Mi tatarabuelo, Tulio Valencia le prestaba plata al Banco Agrario cuando el helicóptero no llegaba a tiempo con el efectivo. Mi abuelo, Danilo Zapata, estuvo casado con Edhel Valencia, mi abuela, fueron padres de ocho hijos, cinco mujeres y tres hombres. Cuando visitamos la zona, mi mamá señala con cierta nostalgia las tierras que alguna vez les pertenecieron a su abuelo.

Mis papás se fueron para Pereira donde nací dos años después de su matrimonio, y pasados dos años más, decidieron vivir en Medellín pues los negocios estaban allá, pero mi mamá no se adaptó a estar lejos de sus hermanas, por lo que regresamos y mi papá viajaba con frecuencia.

INFANCIA

Soy la mayor de cuatro hijos: mi hermana Zofía, arquitecta de 23 años, Federico de 18 y Felipe de 15. Vivimos una infancia muy familiar en una amalgama extraña, pues tomábamos café a diario con las tías, estudiábamos en el colegio con los primos, contamos con un papá que acompañaba las tareas lo que hizo que obtuviera muy buenos resultados en matemáticas y estuviera adelantada en los temas. Mi papá buscó que aprendiéramos idiomas como la llave del éxito en la vida, así fue como desde muy chiquita viajé sola a Canadá, Francia y Brasil, por lo tanto, domino el inglés, el francés y el portugués.

Viajaba en vacaciones perdiéndome las navidades en familia, pero estas experiencias me dieron visión de mundo, y el colegio también ayudó, pues estudié en La Salle, con gente de todos los estratos sociales, con hijos de empresarios, trabajadores y hasta negocios de dudosa procedencia, porque así es Pereira lo que nos da la facilidad de relacionarnos sin diferenciaciones sociales.

Cada vez que visitamos Belén, le digo a mi mamá que algún día seré su alcaldesa, porque siento que tengo mucho que aportarle a esa tierra, la de mis ancestros. Esto resulta curioso pues en mi familia se compraba paz evitando hablar de política, pero sí hay una herencia genética clara pues a mi abuela le decían “la mamá de los pobres de Belén”, a ella sí que le gustaron siempre estos temas y era muy liberal. Recuerdo que nos llevaba a visitar el ancianato y a misa los domingos.

ACADEMIA

En el colegio siempre hice servicio social, estuve en misiones, visité corregimientos, fui la representante social de los salones, pero también organicé fiestas, defendía a las minorías, y levanté la mano ante las injusticias.

Siempre busqué complacer a mi papá, quise realizar los sueños y proyectos que tenía para mí, por ejemplo, mi decisión de carrera se debió a que él me veía trabajando en la Bolsa de Valores, entonces pensé en economía, pero como no pasé en los Andes estudié finanzas en el Externado.

En segundo semestre tuve que reconocer que eso no era lo que me gustaba, le dije que esa no era la carrera con la que me identificaba, que lo que yo quería era impactar el mundo. Mi papá no estuvo de acuerdo con que yo estudiara Gobierno y Relaciones Internacionales, entonces, mi hermanito Federico, estando aún muy chiquito, me dijo:

— No te preocupes que yo te mantengo.

Escribí una carta a la Universidad pidiendo el cambio. Alguna vez fui a una reunión del Partido Liberal y salí muy decepcionada por el clientelismo, por la politiquería que me escuché en un par de minutos en la introducción del político de turno.

Mi mamá me advertía que no participara de marchas al considerar el peligro que podían significar para mi integridad física, además, no lo justificaban al considerar que yo era una afortunada que lo tenía todo. Pero he pensado en los demás, no solo en mi condición personal entonces comencé a plantearme temas y a considerar opciones que me permitieran ayudar a la gente sin perder la protección de mi papá.

CARRERA PROFESIONAL

Estuve en el Departamento Nacional de Planeación por ocho meses para hacer mi pasantía en el Sistema General de Regalías que acababan de aprobar. Mi deseo era trabajar en la Cancillería, sentía que con mi carrera y los idiomas tendría una opción clara, pero cuando conocí el área de gerencia pública, me incliné por ella.

Luego, gracias a uno de mis profesores del Externado, me vinculé a Acua, una Fundación que trabaja con recursos del FIDA – Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, que busca generar proyectos productivos en comunidades afrodescendientes, especialmente. Fue así como participamos del festival de San Pacho, trabajamos para que fuera auto sostenible, organizando las comunidades.

También trabajé con la gente en Quibdó, entendí su dolor, la verdadera magnitud de sus problemas, porque allí el abandono es total, no hay presencia del Estado y los recursos son casi nulos. Es necesario acercarse a las comunidades, la verdadera conciencia se obtiene estando en el sitio, hablando con la gente, identificando sus prioridades. En ACUA entendí que no me puedo basar en los mismos preceptos para evaluar comunidades, que por naturaleza son distintas, y que debo estudiar cada una de las situaciones de manera independiente.

Mi gran problema es que me tomé todo personal, sufrí muchísimo, generé fuertes lazos con la gente porque escuchaba desde el corazón y no tenía recursos que me permitieran brindar soluciones reales. Perdí objetividad y entré en crisis, decidí renunciar después de un año.

Comencé a trabajar en asesoría a campañas políticas con Luis David Duque. Fue una etapa de vida muy difícil, realmente fuerte, de experiencias que me marcaron muy profundamente. El trabajo fue muy intenso y complejo, pues para ayudarle a los candidatos a llegar al poder, era necesario diseñar estrategias. Vi a tantos políticos reconocidos haciendo lo que nunca hubiera imaginado y, como yo trabajo desde el corazón buscando impactar a millones de colombianos, no podía con ese individualismo, a lo que me decían:

— ¡Se trata solo de negocios!

Por otro lado, este es un sector muy machista que ve en la mujer un objeto, nos cosifican, nos faltan al respeto de muchas formas distintas, nos manipulan, nos usan. Esto se siente con mucha más fuerza en un país como México y yo estuve precisamente trabajando en Tijuana. México es un país en el que las campañas cobran vidas como lo vivimos en Colombia.

La problemática siempre es la misma, si se indaga, fácilmente se encuentra algo oscuro detrás de todas las campañas. Me vi abocada a renunciar con la decisión de no volver a estos temas pues el estrés me enfermó, me diagnosticaron una enfermedad autoinmune con la cual debo aprender a vivir.

Insisto, Isa, nunca entendí cómo trabajan solo por plata cuando se supone que su fin último es ayudar a la gente; la política no puede servir de instrumento para manipular, definitivamente no lo concibo.

Conocí a Germán Medina, otro consultor político colombiano. Era un momento muy complejo para mi vida pues necesitaba demostrarle a mi papá que yo podía salir adelante, entonces decidí trabajar en un nuevo proyecto. Estuve en Paraguay apoyando con estrategia política una campaña presidencial.

Con mucha frecuencia me dejaban sola, sufrí acoso y abuso sexual al que dolorosamente cedí; no fue una sola persona, sino varias las que me acorralaron.

Esta se constituyó en la más fuerte lección de vida. Le temía al fracaso, tenía que demostrar que era fuerte y capaz, así nos educaron a los de mi generación, entonces, antes que rendirme preferí someterme a lo que este abuso significó dejando marcas en mi emocionalidad, en mi vida. Pero es que yo en ese momento sentía que no podía volver a Colombia, porque con qué cara iba a presentarme ante mi familia, ante mi papá.

Una proporción muy importante de mujeres, a las que conozco, han sufrido de abuso sexual. Además, no contentos con eso, nos ponen a cargar culpas, cuando no es nuestra. Para mí no fue fácil hablar de esto con mi mamá, no sabía cómo abordar el tema, no le di nombres, pero sí le expuse el entorno de tanta presión que se vive, una gente que está tan encima que manipula, que te ofrece oportunidades y dinero.

Me equivoqué al no aceptar que debía hacerme a un lado, aunque eso significara perder, aunque erróneamente lo interpretara como un fracaso, y equivocadamente no pedí ayuda y no lo hablé con nadie porque me sentía en la obligación de ser una heroína, la que todo lo puede, la que no agacha la cabeza, la que asimila el éxito con la terminación de un proyecto pese a la amenaza, en el que no se conocen límites, en el que se pierden los valores, el que normaliza el acostarse con alguien para alcanzar un propósito, en el que te utilizan.

Pero es que no te das cuenta de que lo están haciendo. En últimas, si obtenía con eso un logro profesional, no lo estaba teniendo en lo personal, en cambio sí me estaba haciendo mucho daño.

TRANSHUELLA

Regresé a casa de mis papás después de haber vivido sola diez años; una ausencia en la que dejé de acompañar a mi mamá en el cáncer que la sometió por un tiempo, y yo realmente necesitaba estar a su lado. Me reencontré con gente querida, me acerqué nuevamente a mi amiga Manuela Echeverri, artista plástica, conocí su nueva producción, me mostró unas palenqueras preciosas y le dije:

— Manu, tú deberías hacer algo con esto. Por favor, no utilices a estas mujeres para lucrarte como lo hacen tantos que les toman una foto, sacan una pintura y luego les dan la espalda. Deberías devolverles no con plata sino con beneficios a su comunidad, cambiándoles la perspectiva, dándoles norte.

Así fue como nació Transhuella, empresa con una responsabilidad social muy clara y bien definida, pero no en la búsqueda de obtener una exención de impuestos, no, sino la de reconocer el verdadero valor compartido, la que le devuelve a la gente un beneficio. Todos los seres humanos nos movemos por intereses distintos, pero lo que realmente la sociedad necesita es que esos intereses sean genuinos y que vayan en función del amor al prójimo.

Viajamos a La Boquilla en Cartagena. Al salir de nuestra zona de confort, entendimos la problemática real y en su verdadera dimensión. Conocí a Rosy, sus dolores, sus pesares, sus traumas. Ella vive con siete personas más en una habitación, a la edad de dos años violaron a su nieta y la justicia no ha hecho absolutamente nada pese a que el violador vive en el rancho del frente.

Vimos unas niñas preciosas bailando champeta en la calle y a los hombres de miradas perversas, que solo denotan deseo, rondándolas. Pensamos que la única forma de evitar que algo malo les pase, es haciéndolas conscientes de su cuerpo y de lo que transmiten con él, para que no permitan que nadie las irrespete. Jaime Duarte me conectó con Teófilo Mercado que hace danza afro-consciente. Hoy, gracias a Teófilo, las niñas ya no quieren bailar champeta sino recuperar su cultura y a través de la danza rechazar todas las expresiones que degeneran y dañan, y han aprendido a valorar su cuerpo.

Nacimos con el concepto de mostrar la cultura colombiana a través del arte. La utilidad, producto de las obras de Manuela son reinvertidas en programas para esa comunidad, apoyamos la danza consciente para cambiar la vida de tantas niñas. En la medida que vayamos creciendo, queremos apoyar su educación e integrar a sus mamás, a sus familias.

Casa Luker cuenta con un programa de valor compartido en Necoclí, su área de influencia en cultivos de cacao. Invitaron a Transhuella para visibilizar de una forma alternativa lo que hacen, con el arte mostrar a realidad local que han transformado y continuar dándole un valor agregado a su producto.

Escribí un libro que ya se editó, y lo hice a través de conversaciones que sostuve con la gente, me encontré muchos rostros y miradas tristes, gente cerrada a la que le costaba transmitir su historia, por dolorosa, con tragedias de todo tipo vividas en soledad.

El caso de Rosalba es que pasó de no pronunciar palabra a transmitirme su sueño de ser droguista. Con su felicidad, Rosalba va a impactar a toda una comunidad. Es así como se construye país porque la felicidad evita tragedias, violencia intrafamiliar, golpes y violaciones. Aquí se requiere un trabajo muy integral, de equipos interdisciplinarios, constante, en una larga línea de tiempo.

Con nuestro arte financiamos los programas, además contamos con los productos que se generan alrededor de él como reproducciones de originales, carcasas de celulares, y otros tantos. Soy una convencida que se deben brindar oportunidades y dejar el asistencialismo, no es dándole plata a la gente sino trabajo, herramientas, capacitación.

Escribo a diario sobre análisis político porque, a pesar de todo lo que he vivido, tengo la política en la sangre, realmente creo que con la política se pueden cambiar vidas, cuando se hace bien hecha.

Lo que más me conmovió del libro Decidí Contarlo fue encontrarme precisamente con esta idea, me revivió la esperanza y me reafirmó en que sí se puede hacer buena política. Y Transhuella es una forma de hacer política todos los días, porque política es trabajar con la gente.

Si bien me había prometido no volver a trabajar en campañas políticas, sector lleno de mercaderes, llegué a la de Adriana López a la Alcaldía de Pereira, apoyándola desde la consultoría política en estrategia. El trabajar con una mujer me cambió esa dinámica perversa que conocía, aquí se rescató para mí nuestro verdadero valor de género.

Recorrí cada rincón de una ciudad que me era ajena, porque desde Pinares no se puede pretender conocer nuestra realidad, esa que se vive en Caimalito, en Puerto Caldas, o en la Avenida del Río. Pero me frustró mucho el que perdiéramos, me fatigué y viajé a Madrid, donde me encuentro en este momento.

Mi sueño es escribir historias de la gente, y con este oficio, cumplirle ahora el sueño que alguna vez tuvo mi mamá antes de dedicarse a nosotros sus hijos.

  • ¿Cuál es tu mayor talento?

Sacar lo mejor de los demás. Y, como me dijo alguien, llevar luz a los lugares más oscuros, hacer sentir cómoda a la gente, generar confianza y descubrir talentos.

Me siento llena de confianza porque cada cosa que hago, la hago con el corazón. Ahora me siento feliz, porque, incluso la adversidad es una lección para crecer.

A mí me mueve el amor por Colombia, el poder servirle a la sociedad.