MARIANA SANZ DE SANTAMARÍA
Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.
Soy bogotana, abogada, apasionada, exigente, intensa, amorosa, sensible, una deportista que recorre el país en bicicleta. Resulto un poco desordenada, porque hago muchas cosas al tiempo, a gran velocidad y con amor. Le tengo miedo a la comodidad y a la quietud.
Creo en el poder de la educación para transformar y en la responsabilidad de mi generación para lograrlo. Asumo este reto con mucha seriedad y compromiso. En cada acción, en cada frase que escribo y digo, estoy consciente de aportar para que seamos un país más igualitario, más libre y justo.
Vivo enamorada de mi papá, admiro profundamente a mi mamá, a los dos los amo profundamente, como a mi hermano.
ORÍGENES – RAMA MATERNA
La familia de mi mamá ha estado muy presente en mi vida y ejerciendo una gran influencia en mi personalidad. Su origen está en Cali, una ciudad que culturalmente nos ha marcado de manera importante, porque, por ejemplo, hablo fuerte y con desparpajo.
Mi tatarabuela Nina vivió casi cien años. Fue una perlita de señora, muy protagonista en la vida familiar. Papito Salvador, mi tatarabuelo, fue un militar que moría por sus nietas, aunque no lo conocí, si a través de las historias de mi mamá.
Mi abuela, Luz Marina, Tita, nació en una época de mucho castigo, en la que se sufrían amenazas para evitar caer en pecado, en la que la mujer padecía muchísimas limitaciones sociales. Pese a esto sacó adelante a sus cinco hijos como cabeza de hogar pues se separó de mi abuelo, Guido Franco, con quien no tuve relación emocional.
Guido, como siempre le dije, le hizo mucho daño a su familia, la abandonó para hacer su vida en otro lado con otra familia. Pero es que también fue maltratador, machista, clasista. Se tornó para todos nosotros en un ser oscuro, conflictivo, controversial, pese a su muerte para mi familia su legado no ha sido tan positivo.
Tita es pícara, una belleza, pero ha sufrido problemas de salud mental con los que ha irradiado a su descendencia, incluyéndome. Ha vivido depresiones difíciles, hemos aprendido a tener mucha empatía frente a este tipo de circunstancias.
De sus cinco hijos, las tres mujeres han sido las líderes en la casa. Todos están solteros a excepción de mi mamá. Mis tíos han estado muy presentes en mi qué hacer diario y del de mi hermano. Hemos llevado una relación estrecha por el compartir, como de primos.
SU MAMÁ – María Fernanda Franco
Mi mamá es la mujer más inteligente y completa que conozco. Con su ejemplo y con su forma de ser me ha dado unas lecciones que acompañan cada una de mis decisiones. Una de sus consignas es que no hay súper humanos, lo que me incluye. Todos cometemos errores y cada cosa que hacemos tiene un valor y un trabajo que hay que reconocer. Nada se hace sin pensar.
Ella no acepta un no como respuesta, algo que también me caracteriza pues nunca estoy conforme con un no. Es feminista a morir, sin saberlo, fue la primera feminista que reconocí y a través de su ejemplo entendí la reivindicación de la mujer.
Es financiera, economista, habla duro, fuerte, dice lo que piensa, no se guarda nada, no conviene con las mentiras, con el engaño. Es supremamente consciente social y con una sensibilidad humana excepcional. Es exigente y una trabajadora insaciable. Nada le queda grande, hace lo que haya qué hacer: pintar, dibujar, diseñar, calcular. Es la persona en la que más confío, es mi consejera. Quizás por lo que somos tan parecidas tenemos desencuentros fuertes, chocamos, pero nos amamos. A veces no sé si es mi mejor amiga o mi mamá, o ambas.
Como mujer caleña es muy desparpajada y así conoció a mi papá que es un rolo, rolísimo, cachaco, cachaquísimo, bogotanísimo.
RAMA PATERNA
Mi papá, Mauricio, es el hombre más perfecto y nadie puede cuestionar mi afirmación. Es perfecto en todo, porque sus imperfecciones son perfectas. Es algo que jamás pongo en duda, ningún error que cometa para mí será un error. Es un ser de luz, supremamente inteligente, sensible, amoroso, generoso, tierno.
Dice que me hubiera llevado muy bien con mi abuela, Ana Samper, de la que habla mi papá con un cariño infinito. Fue educadora y rectora del Angloamericano, pero también la cabeza de la familia en términos financieros, domésticos y prácticos. Tuvo un taller donde arreglaba desde lo electrónico hasta cosas de modistería, me cuenta mi papá. Fue vanguardista, alguien a quien nada le quedaba grande. Una mujer lindísima, honesta, sincera. Me da mucho sentimiento no haberla conocido.
Se casó con Nicolás Sanz de Santamaría, gran polista, campeón de campeones en una época, pero sufrió un accidente muy grave que lo afectó enormemente. Mi abuelo tuvo un sentido del humor muy fino y con los años le dio Alzheimer. Ellos tuvieron cinco hijos: Camilo, Anita, Alejandro, Juanita y Mauricio.
Mi papá, Mauricio Sanz de Santamaría, nació dos generaciones después de sus hermanos mayores: Camilo le lleva veinte años y Juanita once. Fue una sorpresa para sus papás, el mejor gol que se ha hecho en la historia y al que amaron profundamente.
Soy muy cercana a Juanita muy especialmente por su forma de ver el mundo y de alguna manera también está involucrada con el tema de género. Como enviudó muy joven, ha llevado una vida de viajera y caminante que nos hacen muy afines. Anita murió hace muy poco de Alzheimer. Fue pedagoga y me despertó el amor por la educación como una forma de transformar el mundo. Mis primos son todos mayores a mí, así que no disfruté lo que eso significa en la infancia.
Volviendo a mi papá, es muy deportista: fue campeón de squash, montaba bicicleta jugó tenis y aun lo hace con mi mamá, Estudió ingeniería mecánica en los Andes y trabajando en el Banco de la República conoció a mi mamá cuando coincidieron en un ascensor.
CASA MATERNA
Cuando el ascensor se abrió, mi papá la vio y quedó flechado y enamorado para siempre porque aún hoy se tratan como novios. Tienen una relación totalmente romántica, de cómplices, coequiperos, son confidentes. No he visto ni en películas ni en libros ni en mi entorno una relación de pareja tan armónica, generosa, respetuosa y amorosa como la de mis papás. Con esto me pusieron una vara demasiado alta en cuanto a mis expectativas frente a una vida en pareja, pero es algo que les voy a agradecer siempre.
Tomás, mi hermano mayor, es ingeniero mecánico: esquemático, racional, matemático, medidor, exacto en todo. Así nos complementamos pues yo, en cambio, soy emotiva, visceral, sensible, actúo por intuición, por amor, uso hipérboles, por superlativos. Se casó hace poco con Silvia, una mujer espectacular que me hace muy feliz haca parte de mi familia ahora, viven en Francia por cuestiones de trabajo.
PILARES DE FAMILIA
Crecí con bases muy sólidas. La columna vertebral de mi casa ha sido la conversación, porque en mi familia hablamos de todo con libertad, sin tapujos, sin secretos pues estos están prohibidos no de manera punitiva, solo que sabemos que no hay nada qué esconder y que no debemos sentir miedo por expresarnos.
Buscamos dar la mejor versión de nosotros tomando el buen ejemplo de nuestros padres. Tiendo a ser perfeccionista, soy muy dada a ser la mejor, pero no por exigencia de ellos, más por exigencia a mí misma. De ellos he visto que cómo hacen todo, todo, por simple que parezca, hacen de la mejor manera.
Nos enseñaron el amor a la lectura, al conocimiento, a entender lo que estudiábamos, a amar aprender. Recuerdo que tarde una noche le dije a mi papá que al día siguiente debía llevar al colegio un instrumento, entonces fuimos a su taller, sacamos una caja de galletas, le abrimos un hueco hasta hacer una guitarra que quedó lindísima. Pasamos felices haciéndola, con calma, con amor, con dedicación.
Nunca he visto a mi papá subirle la voz a nadie, jamás. Su trato es respetuoso y de afecto no importa quién ni su condición social. Porque vivimos con la conciencia del privilegio, reconocemos que somos afortunados en medio de las dificultades del entorno, por lo mismo somos agradecidos y responsables.
INFANCIA
Recuerdo una infancia muy feliz. Vivimos en un conjunto de doce casas en San José de Bavaria, un barrio de clase media alta. Mis amigos eran los vecinos con los que jugábamos hasta tarde, corríamos y me raspaba las rodillas, nos subíamos a los árboles, montábamos patineta, patines y en bicicleta por la ciclovía, caminábamos por los alrededores, le lanzábamos piedritas a los buchones, recogíamos moras.
Los fines de semana compartíamos mucho con mi papá. En semana y durante las noches cuando llegaba, silbaba de manera característica, entonces corríamos a escondernos detrás de las cortinas, él simulaba no vernos.
Tuvimos un hámster, también loros, jugué con muñecas. Con frecuencia íbamos a comer helado a la esquina.
COLEGIO
Había comenzado en el colegio Andino en Bogotá, donde estudió mi papá.
Pero a mis ocho y por cuatro años nos fuimos a vivir a Nicaragua. Llegamos a una casa magnífica, estudiamos en un muy buen colegio, inicialmente en el Alemán, pero no nos gustó, entonces pasamos al Americano donde tomé clases de baile. Siempre fui muy aplicada, de las mejores de la clase, muy líder. Pero al llegar al Americano me encontré con que todas mis compañeras sabían perfecto inglés mientras que yo no, esto me dio durísimo pues bajé mi nivel académico, entonces con mi mamá nos propusimos a aprender y lo logré en tres meses. Nuevamente volví al primer puesto, a la excelencia, a ganarme todos los premios.
En mi adolescencia comencé a buscar la perfección, a exigirme al extremo.
SALUD
Comencé a obsesionarme por el tema de la alimentación, limitándome muchísimo con la comida, imitando las dietas que seguía mi mamá y empecé a restringirme cada vez más. Esto se convirtió en un desorden alimenticio muy fuerte siendo yo muy chiquita pues desde los diez empezó a manifestarse este cuadro con desnutrición, con exigencias desproporcionadas con respecto a todo.
Cuando a mis doce años, por razones del trabajo de mi papá, nos fuimos a vivir a Alemania seis meses después de que viajara, estar sin él nos afectó muchísimo. Finalmente llegamos, pero tenia, conductas extrañas y difíciles, no comía y me desmayaba dos y tres veces a la semana, no era fácil comunicarse conmigo, me volví obsesiva, ansiosa, deprimida. Fue una época muy oscura.
Mi mamá concluyó que no era un capricho ni una etapa que pudiera superar sola, entonces, basada en su conocimiento y experiencia en términos de salud mental por los cuadros presentados en su familia, decidió internarme en un centro, pues mi vida estaba en peligro. Fui diagnosticada con anorexia y viví por un año en un hospital de Alemania.
Este fue un período muy difícil, pero que nos fortaleció aún más como familia. Estábamos en un país desconocido y complejo, y yo con este cuadro de salud que no facilitó las cosas. Recibí todo el apoyo, el amor, la consideración y comprensión de mis papás y de mi hermano.
Pero mi mamá también se afectó con una depresión muy fuerte, tuvo que ser hospitalizada en los Estados Unidos donde habían estado algunos de mis tíos y mi abuela.
Entonces mi papá renunció a su trabajo y decidió que nos devolviéramos a Colombia, pidió ayuda a la familia, levantó la mano y dijo: “¡Esto se me está saliendo de las manos!”. Llegué a un centro especializado en desórdenes alimenticios donde estuve hospitalizada un año.
Hace dos años decidí escribir una crónica, que fue publicada, sobre este episodio largo, fuerte, oscuro, difícil de mi vida. Mi mente bloqueó muchas cosas que ahora no recuerdo muy bien, que están muy nubladas, quizás por la edad. Luché y batallé con mi mente durante todos estos años.
Cuando reviso el tema es como si hablara de otra Mariana a quien identifico y reconozco como la bruja que vive en mí. Es parte de lo que soy, pero no soy yo, yo soy otra persona. Se trata de una bruja supremamente exigente, saboteadora, destructora.
Algo me ha acompañado durante mi vida y es la insatisfacción conmigo en muchos aspectos, desde el físico, el personal, el profesional. Tengo una constante exigencia de ser la mejor, en no parar, en no ser suficiente y eso es agotador.
He alimentado la idea de no merecer placer, precisamente porque no soy suficiente, entonces no soy merecedora de comer, de concederme ese placer tampoco otros.
FEMINISMO
Siento que el feminismo me ha ayudado, me ha permitido ver y entender esa enfermedad desde una mirada mucho más crítica que va más allá de un simple tema de salud mental, sino como resultado de una exigencia desproporcional a la mujer.
Por muchos años sentí miedo, angustia, ansiedad, odio hacia mí, sentimientos auto destructores y saboteadores que en ocasiones se asoman, pero he aprendido a identificarlos y a mitigarlos. Estoy en terapia desde hace muchos años y a medicinas que me han llevado a ser mucho más empática con mi tema.
Mis salvadores son mis papás, mi hermano, mi familia, y yo misma, pero gracias a ellos. Porque esto es algo que viven muchas mujeres, jóvenes, adolescentes y niñas, entonces soy consciente que mi testimonio puede ayudar, pero la tengo como mi batalla interna, aunque mucha gente la conoce porque no la escondo pues hace parte de mi historia.
COLEGIO NUEVA GRANADA
Cuando regresamos a Bogotá estudié en el Nueva Granada porque es un colegio que tiene mucha más conciencia de inclusión y apoya casos de salud como el mío. Durante un año asistí media jornada porque el resto del tiempo iba al hospital y todo el cuerpo docente me acompañó en mi proceso, nunca me ofrecieron un trato diferente ni me señalaron como la niña rara, simplemente alguien que manejaba otros horarios.
Pese a que falté académicamente dos años, tan solo me atrasé uno gracias al manejo que le brindó el colegio a mi tema, pues por el cambio de currículo y de país, me hubiera tomado tres años más graduarme. Por fortuna lo hice con un promedio excelente y me gané premios.
VOCACIÓN
Desde bachillerato me reconocí con una sensibilidad social muy fuerte, me acompañaron un afán y un compromiso muy grandes de construir país y de ser parte de un cambio. La educación siempre me llamó la atención, supe que quería trabajar por la justicia social, por Colombia, fue algo que tuve muy claro.
Si bien también pensé en estudiar arte, he sido crítica, política, lo que me llevó a estudiar ciencias humanas. Fue así como busqué estudiar algo que me acercara a la gente y a la justicia social. Encontré en el Derecho la respuesta.
En ningún momento se me ocurrió estudiar en lugar distinto, pues me he proyectado como colombiana viviendo y trabajando en mi país. Nunca he querido vivir por fuera ni estudiar en el exterior para mi posgrado y sé que trabajaré toda mi vida por Colombia.
EXPERIENCIA DOCENTE
Como no quise ir a la excursión del grado doce, me parecía aburridísimo viajar a tomar trago, algo que nada tiene que ver conmigo, entonces le pedí a mis papás que me reservaran ese dinero para ser profesora durante tres meses en Kenia, África. Al día siguiente de graduarme viajé a vivir esta experiencia.
Hice un voluntariado, fui profesora en una vereda que padece por unas condiciones muy complejas. Me tocó muy fuerte las fibras de la emoción por las injusticias, las condiciones en las que se vive allí, pero recordando que no está muy lejos de lo que muchas comunidades viven en Colombia.
Para mí fue muy claro que no sería un simple voluntariado, sino un llamado a trabajar por la educación y por la justicia social por el resto de mi vida.
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
Regresé a estudiar Derecho en la Universidad de los Andes. Amé, adoré y disfruté mi carrera, pero muy consciente de que no sería abogada, solo que adquiriría una estructura mental y un entendimiento político, económico y jurídico del país que me permitirían trabajar por la justicia, la libertad y la equidad, y para eso tendría que enseñar porque no hay otra manera de lograrlo.
Participé en tantos voluntariados que perdí la cuenta: entre clases, en vacaciones, en campos de verano, en excursiones. Hice parte y dirigí del comité de responsabilidad social del Consejo Estudiantil de la universidad Trabajé en cualquier número de proyectos sin descanso. Viajé por todo el territorio nacional. Fui activista, marché por la paz blerummn innumerables veces. Ayudé a armar colectivos de jóvenes. Escribí, publiqué, conversé. Participé en la búsqueda y logro de la suspensión de clases en los Andes por un día para armar la jornada de construcción de paz desde la academia. Fui a las zonas veredales de las FARC.
ENSEÑA POR COLOMBIA
Desplegando toda esta actividad conocí Enseña por Colombia cuando cursaba tercer semestre. Se trata de una organización sin ánimo de lucro que hace parte de una red más grande que se llama Teach for All que convoca y selecciona jóvenes profesionales de cualquier carrera alrededor del mundo, que tengan una sensibilidad y compromiso por la educación y que estén dispuestos a dedicar dos años a la enseñanza en comunidades de mayor necesidad de su país.
El proceso de selección es muy exigente, logran pasar el 6% de quienes aplican, viene luego la etapa de formación que es intensiva en liderazgo y pedagogía, para trabajar vinculados a una institución educativa pública, bien sea en concesión o en administración.
Llamé y les manifesté mi interés de vincularme de inmediato, pero tenía que graduarme. Meses antes de terminar, apliqué y entré, una oportunidad que, como mencioné, se les da a muy pocos entre miles de inscritos. Una vez seleccionada me asignaron ser profesora en el Pueblo de Barú donde enseñé por dos años.
Barú me cambió, partió mi vida en un antes y un después. Pensé que iba de profe, pero yo fui la estudiante. Estos dos años que se dedican son el equivalente a una maestría muy intensa en realidad colombiana en términos de educación rural, en desigualdad, en fenómenos sociales, en muchos ámbitos.
Es vivir con una comunidad de grandes necesidades porque no tiene acueducto ni alcantarillado ni puesto de salud, pues está abandonada por el Estado. Experimenté lo que es no contar con el servicio de agua y no tener luz durante tres días seguidos, lo que es enseñar en un colegio de muy bajos recursos. Es tener sesenta y ocho estudiantes muy difíciles, es vivir la violencia de género. Es sentir hambre y no tener qué comer, es enfermarse y no tener a dónde ir, es ver a los estudiantes en medio de conflictos muy profundos. Va más allá de una noticia o una cifra, es vivirlo de primera mano y no hay universidad ni curso ni libro que lo enseñe.
Entendí el verdadero significado de ser profesora en medio de una realidad de la que había sido completamente ajena desde mi lugar de privilegio. A partir de allí no se ve el mundo igual, nunca.
Pese a todo supe que era allí donde tenía que estar en ese momento y me siento profundamente agradecida de tener un llamado tan claro en la vida porque me voy a dedicar a la educación todos los días del resto de mi vida a ella. Barú me permitió reforzar esa convicción con la responsabilidad de actuar, es mi compromiso.
Me fue evidente que uno va armando su carrera y la va proyectando desde antes de graduarse, durante los fines de semana, en los huecos entre clases, en las conversaciones, en lo que uno invierte su tiempo.
Nuevamente surge el tema de género, nunca pensé que se convertiría en mi bandera, mi causa, pero estando en Barú me di cuenta de las brechas tan fuertes que existen en este sentido, las desigualdades que hay en términos de mujeres y hombres, de la violencia que vivimos las mujeres por ser mujeres, de la necesidad de una educación en términos de derechos, de igualdad y libertad. Entendí que no habrá, jamás, justicia, ni paz, si no hay igualdad.
Mis estudiantes faltaban al colegio cuando tenían la menstruación, el embarazo adolescente es común, las niñas son violentadas y los casos se presentan de manera permanente. Viví la violencia de género caminando por la calle, me di cuenta de que ser mujer es una limitante. Esta es una condición de la que yo no era consciente, no en la realidad de la calle. En el salón de clase me gritaban: “No te voy a hacé caso poque uté ej mujé”. me sentí muy vulnerable en muchas ocasiones.
Me obsesioné por los derechos sexuales y reproductivos, con el feminismo, con la educación integarla prala sexualidad. Y es a lo que me dedico.
PODEROSAS
Inicié un proyecto que llegó a mí, más que yo a él. Educación Integral para la Sexualidad – Poderosas, que, como leí en un libro que ha guiado mi trayectoria en educación por los derechos, la educación para la sexualidad es una educación para el amor y la libertad.
UNIVERSIDAD DE HARVARD
Ahora voy a hacer una maestría en educación, liderazgo y emprendimiento educativo en la Escuela de Educación de Harvard, que por pandemia se aplazó.
REFLEXIONES
- ¿Cuál es tu mayor talento?
Ser intensa y perfeccionista.
Me tomó tiempo darme cuenta de que se trataba de una cualidad porque por mucho tiempo pensé que era algo que debía restringir y reprimir.
Siento todo muy profundamente, tengo sensaciones muy fuertes tanto negativas como positivas. Las cosas me atraviesan el cuerpo, y nada lo tomo a la ligera.
- ¿Cómo combates la frustración y cómo se manifiesta?
Me frustro mucho. Vivo con mucha ansiedad. Mi terapia diaria es el deporte que me fortalece física y emocionalmente. Mi apoyo es mi familia.
- ¿Qué es el tiempo en tu vida?
Muy escaso, siempre me hace falta tiempo.
- ¿Dónde está tu felicidad?
En dar.
- ¿Dónde está tu paz?
Corriendo o en bicicleta.
- ¿Cuál es tu código de ética?
La empatía.