María del Pilar López Uribe

MARÍA DEL PILAR URIBE

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

Soy una mujer extremadamente apasionada por las causas en las que creo Soñadora. Perseverante. Enamorada de los atardeceres que quitan suspiros y convencida de que el amor lo logra todo. Soy una mujer consciente de lo afortunada y privilegiada que ha sido su vida, y por eso intento salir siempre de la burbuja en la que me muevo. Una viajera empedernida que quiere explorar el mundo de manera incansable: abro los ojos para observarlo y conocerlo, y para disfrutar de lo distinto:  personas, cultura,  costumbres.

ORÍGENES – RAMA MATERNA

Mi familia materna es muy longeva. Alcancé a conocer a mi bisabuela, Margot Ferreira de Vargas, pero mis mayores recuerdos son con mis abuelos.

La familia de mi abuelo, Hernando Uribe Prada, es de Bucaramanga, Santander. Fue el único de su familia que no asistió a la universidad. Su hermano Antonio Uribe se hizo abogado y denunció a Rojas Pinilla frente al Senado en los años 50, pero él decidió que el estudio no era lo suyo, aunque llevó una buena vida. Entre otras posiciones ocupó una gerencia de la Caja Agraria y trabajó en el Banco de Colombia. En algún momento salió de su ciudad y se instaló en Ibagué, luego en Girardot. Murió en 1989 después de padecer un cáncer de pulmón que lo consumió porque fue un fumador empedernido.

Mi abuela, Leonor Vargas Herrera, fue de las mayores de su casa, nació en Armero y en su familia se mezclan Tolima, Huila y Antioquia. Su vida la dedicó a sus diez hijos, comenzó su familia muy temprano, su último embarazo lo vivió a los cuarenta años y enviudó relativamente joven. Como tuvo tantos hijos no fue tan consentidora de sus nietos, que fueron muchos, pero tampoco fue indiferente, aunque no muy cercana. Tuvo un carácter fuerte que le sirvió para tomar sabias decisiones. Le divirtió jugar cartas, fumó muchísimo.

Mi mamá, Martha Leonor Uribe, es el ser humano que más adoro en esta vida, pensarla me lleva a las lágrimas. Fue una mujer muy juiciosa, ñoña, nerd, estudiosa, pero no pudo adelantar la carrera de sus sueños que era medicina. Comenzó a trabar muy joven y ayudó a cuidar a sus hermanos. Es extremadamente generosa, pero no muy cariñosa. Como mamá es la más presente y entregada a nosotras, sus dos hijas.

RAMA PATERNA

Mi abuelo, Luis López, y mi abuela, Carlina Granados, son de Neusa, Boyacá. Los dos nacieron en 1910 y fueron primos hermanos. Mis recuerdos con ellos son muy vagos porque mi papá fue el menor de los cinco hijos, entonces cuando nací mis abuelos ya estaban muy mayores.

Llevaron una vida muy tranquila, familiar, sin salir de su tierra. No así mi papá, Juan Manuel López Granados, que cuando estaba muy chiquito lo enviaron a estudiar a un internado del que se escapaba, porque fue muy travieso. Como fue criado por sus hermanas mayores, es el hombre más consentido.

Viajó a Bogotá para adelantar su universidad. Estudió nueve semestres de ingeniería eléctrica en la Nacional, pero no terminó.

MIS PADRES

Mis padres se conocieron en Bogotá de una manera muy curiosa. Ocurrió cuando mi papá comenzó a salir con mi tía abuela y su hermano con una hermana de mi mamá. Los dos son muy distintos. A mi papá siempre le gustó la fiesta y las mujeres, mientras que mi mamá era muy casera y estudiosa.

Fueron novios por dos años, luego se casaron. Mi hermana, Margarita María, nació en Bogotá y yo en Cúcuta cuando se trasladaron por cuestiones de trabajo de mi papá.

Mi mamá había comenzado a estudiar una carrera del área de la salud, no Medicina por cuestiones de presupuesto, y se retiró cuando nació mi hermana. Pero animó a mi papá para que estudiara Administración de Empresas en las noches. Así lo hizo y se graduó de la Francisco de Paula Santander.

Con el tiempo los dos decidieron montar empresa con las que fueron muy exitosos y que aún siguen funcionando.

PILARES DE FAMILIA

Siempre vi a mis padres trabajando, por supuesto, también cuidando de nosotras, lo que nos sirvió de ejemplo.

Como en Cúcuta no teníamos familia, estrechamos muchísimo nuestros lazos familiares. Conservo los videos que grabaron de mi infancia que muestran cómo siempre compartíamos juntos, muy unidos.

Mi papá fue muy jovial, tomador de pelo, consentidor. Mi mamá seria, estricta. Los dos con una sensibilidad hacia los demás, muy empáticos, generosos en extremo.

MARGARITA MARÍA LÓPEZ URIBE

Margarita María, mi hermana mayor, es una mujer a quien admiro enormemente. En época de colegio interpretaba el piano, perteneció al coro y se graduó a sus dieciséis años. Estudió Biología en los Andes, una maestría en genética de la evolución en Brasil, un doctorado en Cornell en etimología, un posdoctorado en North Carolina y es profesora en Penn State. Actualmente trabaja con abejas.

En Cornell conoció al amor de su vida, Luis Duque, quien también terminaba su doctorado en agronomía. Se casaron y tuvieron al primer gran amor de mi vida, mi sobrino Tiago, Santiago. En el post doctorado buscaron el segundo hijo y llegaron mellizas, Simona y Leonor, mis otros dos grandes amores.

INFANCIA

Tuve una infancia feliz, muy rodeada y cuidada, con la ventaja de crecer en una ciudad intermedia.

Visitábamos a mi mamá en su oficina y mi hermana y yo jugábamos a ser “Doña Martha”, imitándola al teléfono, firmando cheques y ejecutando otras funciones de su labor.

Hasta cuando mi hermana se graduó del colegio, mis papás nos ponían juntas en cuanta actividad resultara, entonces crecí muy apegada a ella. Peleábamos todo el tiempo, pero éramos muy unidas.

Los planes de domingo eran buenísimos, escuchábamos música clásica -que me despertó un amor por Chopin- con mi mamá y dibujábamos mientras la acompañábamos a hacer el crucigrama de El Tiempo. Sin falta en semana almorzamos en familia.

ACADEMIA

Estudié primaria en el Santa Teresa, colegio de monjas, muy tradicional en Cúcuta. El bachillerato en el colegio Gimnasio Los Almendros que fundaron varios  amigos de mis papás cuando quisieron impulsar uno semi bilingüe y de muy alta calidad académica, con un solo curso por año y de máximo veinticinco alumnos. Estudiábamos en la mañana, almorzábamos en familia en la casa y regresábamos.

Mi hermana fue la primera promoción y yo la tercera graduándome, también a los dieciséis, con los amigos de toda la vida, con los hijos de los amigos de mis papás. Crecí con mucha libertad y confianza en un mundo donde todos nos conocíamos y rodeábamos, y nunca sentí la necesidad de decir mentiras. Mis papás, sin problema, me prestaban el carro y me permitían llegar a la hora que quisiera.

Crecí inundada de libros de todo tipo, desde ciencia hasta historia. Mi mamá siempre se encargaba de sorprendernos con enciclopedias que leíamos los fines de semana.

Para mi primera comunión pedí de regalo una caja registradora porque quería ser cajera de supermercado, era feliz recogiendo los billetes y poniendo las monedas en las cajillas y sumando en la calculadora, con la que siempre me gustó jugar. En bachillerato me incliné por el periodismo y pensé que quería estudiar Comunicación Social.

Claramente no podía estudiar Egiptología ni siquiera había Arqueología en el país, pero desde mis siete años desarrollé un interés muy particular por la cultura egipcia antigua y en la universidad aprendí a leer jeroglíficos como autodidacta. También quise ser guionista de novela y a los siete años escribí la primera telenovela, la más dramática, en cuatro capítulos y con pésima ortografía: Amor prohibido.

Finalizando mi bachillerato dos profesores, uno de matemáticas y otro de física, me impulsaron a estudiar carreras con números, porque se me daban muy bien. Al final decidí Economía que combina lo social y los números e hice doble programa al estudiar Historia sin que fuera mi materia favorita en el colegio, aunque siempre me ha interesado y ocupa un espacio importante de mi biblioteca. Una gran parte de mi trabajo de investigación lo he adelantado en Historia Económica.

LONDRES

En ciudades como Cúcuta, cuando no se estudia en colegios bilingües y económicamente es viable, los papás envían al exterior a sus hijos para perfeccionar el inglés. Entonces a los dieciséis años, período de muchos cambios en mi vida, viajé a Reino Unido, en principio por un año. Llegué a un pueblo muy en la mitad de la nada, Swanage, luego me mudé a Londres.

Siempre fui muy introvertida y callada, algo tímida, pero con el viaje cambié, recibí una lección de vida impresionante, se despertó mi espíritu de sobrevivencia porque no tenía a mi familia cerca. Con la independencia vino un quiebre, desarrollé habilidades de socialización que luego fueron muy importantes.

Esta experiencia me abrió los ojos frente a un mundo amplio, inmenso, en contraste con lo que me brindaba mi ciudad en la que culturalmente no hay absolutamente nada. Para mis diecisiete años mis papás me regalaron el viaje soñado de mi vida que era ir a Egipto donde estuve sola por dos semanas y media, conocí mucha gente y dejó huella en mí. Es un país al que no he vuelto, pero que tengo reservado para una ocasión muy especial. Muchas de las cosas que estudié las pude apreciar vívidamente, fue un viaje increíble.

MÚLTIPLES DESTINOS

Los viajes me han permitido conocer, explorar, han sido reveladores, me sacaron de mi zona de confort, revelaron mi espíritu aventurero y de curiosidad que no sabía que tenía, también despertaron mi interés por la cultura, la historia, las tradiciones, la política, la economía de cada destino. Me han hecho valorar a mi familia muchísimo más, cada cosa, cada detalle, cada recuerdo, cada compartir, cada momento, porque desde que salí de mi casa, a los dieciséis años, no volví a vivir con mis papás.

RUSIA

Decidí explorar todo lo que más pude y lo hice sola. Recorrí toda Europa, pero un viaje me marcó ese año. Viajé en bus a uno de los destinos más emblemáticos  desde Londres a Moscú en un momento en que la Visa Schengen no existía por lo que debía tramitar una para cada país y como era menor de edad mis papás debían enviar carta a cada Embajada para que me fuera aprobada.

Por un tema hormonal durante ese año subí quince kilos que me generaron un incidente en la frontera entre Finlandia y Rusia porque el señor de inmigración no me reconocía en mi foto. Ya estaban todos en el bus esperando y yo temía que me dejaran botada en la mitad de la absoluta nada, donde nadie hablaba inglés. Logré pasar para hacer un recorrido de cuatro semanas donde disfruté toda la historia que contiene, su música, su misterio. Encontré un país muy gris, muy oscuro, cerrado, donde no era fácil movilizarse ni por el idioma pues nadie hablaba inglés.

SUIZA

Viajé un mes a Suiza, quedándome en sitios no muy deseables, completamente desagradables, hostales con cama franca: tres colchonetas para siete completos desconocidos en sótanos colmados de roedores.

FRANCIA

Tuve una mala experiencia en Francia. Cuando me despedía de una amiga la puerta del tren se cerró, ella quedó afuera con mi tiquete y cuando pasaron a revisarlo no tenía qué presentar ni tampoco cómo pagarlo. Un desconocido me prestó la plata y me dio su dirección para que luego se la hiciera llegar a Holanda.

IBIZA

Fui a Ibiza donde a mis diecisiete años vi las locuras más extremas en fiestas, todo lo que uno se pueda imaginar que ocurre en cuanto a sexo, drogas, alcohol.

Fue una experiencia muy guerrera. Descubrí completamente Europa viajando sola, pero también con amigos, en tren, en barco, en bus. En este momento cuento ochenta y siete países, porque viajar es una parte muy importante de mi vida.

ASIA

Luego descubrí Asia.

ÁFRICA

Tuve un gran amor en África, destino obligado para mí.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

La Universidad de los Andes me guardó el cupo por un año gracias a mi resultado en las pruebas del ICFES.

Desde el comienzo tuve claro que quería estudiar las dos carreras. Comencé con Economía y desde primer semestre matriculé materias de Historia, ya en tercero me inscribí formalmente.

En quinto semestre tomé Historia Económica de Colombia con Fabio Sánchez, precisamente el curso que en este momento estoy dictando. Esto ha sido así porque al final de la clase me invitó a trabajar como asistente de investigación en el CEDE.

MAESTRÍAS EN ECONOMÍA E HISTORIA

Una vez graduada comencé la maestría, tanto en Economía como en Historia. Mi formación como historiadora es el valor agregado que le doy a los economistas que tenemos una formación cuantitativa y en teoría económica, porque como historiadora sé manejar archivos, dónde buscar la información, cómo leer documentos del siglo XVI. De hecho, quienes hacen historia económica no tienen idea de esto.

JÓVENES TALENTOS

En la Facultad había un concurso que llamaron Jóvenes Talentos en el que le daban la posibilidad a un recién egresado de la maestría para que se volviera profesor de planta por dos o tres años con la idea de que se fuera a hacer después el doctorado. Como gané el concurso, recibí todos los beneficios que tiene un profesor de planta: fui profesor magistral y contaba con recursos para investigación.

Enseñé por tres años todos los cursos de Macroeconomía, área en la que no hacía investigación, pero que me ha gustado y que sigo enseñando porque siento que me da mucha intuición económica.

Me gradué Cum Laude en Economía, fui la primera de mi promoción. Un año después de trabajar como profesora me gradué en Historia, fui la segunda Cum Laude. Mi tesis en historia fue publicada como libro, por ser de las mejores tesis.

SUDESTE ASIÁTICO

Viajé muchísimo en esta época, por primera vez fui al Sudeste Asiático donde me pasó absolutamente de todo. Volví a viajar por toda Europa porque aprovecho cualquier motivo para viajar.

INDIA

A los veintiún años me fui por mes y medio a la India. Fui a vivir a Dharamsala, el pueblo del Dalai Lama con los monjes budistas y me bendijo el segundo de su estructura. Entre otros destinos estuve en Katmandú en un viaje de nueve horas subiendo una montaña, donde estuve muy aislada viviendo con beduinos, completamente desconectada.

Esta fue una experiencia supremamente enriquecedora. Estando allá viví el Tsunami del 2004 que cambió mis planes, aunque en el centro donde me encontraba no pasó nada.

También me robaron. Resulta que mi mamá toda la vida quiso un anillo con zafiros y en la India se consiguen muy baratos. Entonces, lo primero que hice cuando llegué, fue comprarle un anillo que, pese a los precios, fue muy costoso. Durante el mes y medio de viaje el anillo me acompañó por absolutamente toda la India y Nepal, pero en el vuelo de regreso Nueva Delhi – París, París – Bogotá, se me reventó la carterita que llevaba colgada al cuello, entonces la puse en la silla del avión mientras disponía la maleta. Estaba muy estresada pues casi pierdo el vuelo, tuve que pagar exceso de equipaje que me iban a cobrar por el doble de su valor y ahora esto.

Le reporté el robo a la azafata que horas después me informó que habían encontrado la carterita en el baño. Revisé y estaban mis tarjetas de crédito, unos anillos de plata, pero no el que le había comprado a mi mamá. Era imposible hacer algo pues se trataba de un avión de más de trescientas personas.

En alguno de los vuelos una de las turbinas del avión se apagó obligando aterrizaje de emergencia en un momento de la vida muy distinto en cuanto a comunicaciones.

Para ese tiempo mi novio se había ido a vivir a Australia y habíamos programado este viaje para encontrarnos en Tailandia. Pero dos meses antes me había terminado, casi me muero, pero me dijo: “Igual viajemos”. Y fue mucho lo que mi mamá me advirtió que no lo hiciera.

Cuando llegué al counter destino Bogotá – París / París – Bangkok, me dijeron: “Parece que hay un levantamiento en Tailandia, un golpe de Estado. No nos han dado indicaciones, entonces puedes abordar, pero es para que lo tengas en cuenta”. Al llegar a París se había confirmado el golpe y se supo que se habían tomado el aeropuerto. Básicamente no podía ir a Bangkok, tampoco salir del aeropuerto porque no tenía visa.

Busqué comunicarme con quien era mi novio, finalmente logramos hablar y revisó opciones de destinos. Consiguió un vuelo a Singapur y por fortuna en el counter me dijeron que había una silla disponible.

De inmediato reservé un cuarto en una casa que hospedaba turistas. Después de tres días de viaje, completamente agotada porque no había podido descansar, llegué a un edificio gris, un bloque de apartamentos y la señora me dijo: “Su reserva empieza mañana y no tengo espacio. La única opción es si quiere dormir junto a mi cama”. Pues claro, me había quedado mal hecha.

Al día siguiente me acomodé en mi cuarto y tres días más tarde llegó mi exnovio. Íbamos a Malasia, tomamos un bus sin saber que no podríamos ingresar y fuimos deportados una vez llegamos a la frontera. La gente de inmigración en su vida había visto un pasaporte colombiano y les llamó mucho la atención, entonces dijeron: “Los colombianos solo pueden ingresar al país en avión”. Esto es así porque solo los aeropuertos disponen de los mecanismos para hacer los chequeos de salud requeridos.

El hecho es que llegamos a Malasia, luego fuimos a Camboya, pero perdimos el vuelo que era una vez cada tres o cuatro días, así que tuvimos que comprar otro más caro. La primera semana de viaje ya me había gastado el presupuesto de un mes.

Mi exnovio quiso alquilar una moto, cuando nunca había manejado una. Apenas arrancó se fue contra un carro, le bajó el espejo y quedó desmayado en el piso. El dueño del carro me dijo que se lo tenía que comprar porque en aquel lugar está la tradición de que si se estrellan el carro queda maldito. Me estaba cobrando dos mil dólares y logré darle una plata sin quedarme con el vehículo, por supuesto. Esto con traductor pues el señor no hablaba inglés. Finalmente viajamos a Vietnam, volvimos a Tailandia donde pasamos Navidad y Año Nuevo.

Al devolverme a Colombia mi exnovio se dio cuenta de que me quería y me dijo: “Apenas llegue a Australia me devuelvo para Colombia pues yo quiero estar contigo”. Y yo lo perdoné, como le perdoné un sinnúmero de infidelidades.

DOCTORADO

El doctorado fue muy estresante. Apliqué con mi novio al mismo doctorado en Economía, pero lo pospuse un año pues se trata de un proceso muy largo que implica presentar exámenes, cartas de recomendación y cualquier cantidad de requisitos adicionales.

Ingresé a una de mis universidades favoritas como es London School of Economics – LSE después de aplicar a catorce y pasar en cinco. Recibí la mejor beca que tenía la Universidad en ese momento. Tres días después mi novio fue aceptado en el mismo programa, también becado.

La idea de volver a vivir en Europa me encantaba, vivimos y viajamos juntos por dos años, nos comprometimos en matrimonio y luego terminamos.

El primer año de doctorado fue extremadamente difícil, muy competido pues tan solo logran pasar doce personas de ochocientas o más que aplican. Mis cartas de recomendación fueron de profesores de los Andes que allá no conocían, pero así me aceptaron. Luego me enteré de que les gustó el que ya era experta en investigación, pues me tomé tres años trabajando en esa área y publicando, entonces mi propuesta quedó muy bien estructurada, no echaba ideas al aire, sino que sabía que quería responder a una pregunta específica, que contaba con información para hacerlo y tenía clara la metodología que usaría.

Sufrí el síndrome del impostor que consiste en que uno no entiende qué está haciendo en la universidad, uno siente que es el menos competente de todos sus compañeros y a ellos los ve buenísimos, uno no entiende cómo fue aceptado. La competencia es terrible, la presión es inmensa, ese año se suicidó uno de mis compañeros, el mejor de la clase, un día antes del seminario y lanzándose de un edificio.

Todo el tiempo te comparan con los otros alumnos, te ranquean, uno se siente el más incompetente, bruto. La mayoría de los estudiantes se acababan de graduar de la maestría y tenían los conceptos muy frescos y un ritmo de estudio que yo ya había perdido.

Adicional a esto, los contenidos eran muy densos y había que asimilarlos muy rápido. Cuando se combinan todos estos factores el ritmo de aprendizaje es mucho más lento y obliga a concentrarse con dedicación exclusiva. Ese primer año no se ve la luz del sol, se vive en la biblioteca porque en ella uno duerme y se ducha.

Para aprobar el primer año se debe presentar un examen con todos los contenidos lo que concentra la presión porque si el resultado no es favorable se debe repetir partiendo de cero. De hecho, mi coco fue la Microeconomía, perdí el examen, lo que fue muy duro para mí pues nunca me había pasado nada ni medianamente parecido.

Al siguiente año tomé las electivas y repetí micro con la presión sobre el examen porque si volvía a perderlo me echaban de la Universidad. Al final logré pasar raspando, me gradué de la maestría y recibí el claro mensaje de que tenía que cambiarme de doctorado. Pero no solo eso porque también terminé con mi novio.

Finalmente saqué mi maestría en Investigación Económica y terminé mis cursos del doctorado. Pero luego venían cuatro años de investigación sin materias. No estaba dispuesta a continuar en la misma área, pero tampoco a renunciar al doctorado. Se me apareció un ángel de la guarda, nombre, profesor que se convirtió en uno de mis supervisores de Desarrollo Económico.

El problema de cambiarme era perder mi beca, que era demasiado especial y específica, pero decidí hablar con nombre. Me dijo que ese podría ser un muy buen doctorado para mí pues ya contaba con todas las herramientas conceptuales que me darían mucha fuerza. La parte investigativa que iniciaría no me significaba ningún problema pues tenía experiencia, en efecto la hice sola.

El profesor me abrió las puertas de su Departamento pese a que la gente consideraba que no era la mejor decisión, pero para mí fue un flotador importante. Mis papás me pidieron que me devolviera, claramente no lo iba a hacer pues desde quinto semestre tuve claro que quería ser académica y para lograrlo necesitaría un doctorado. Con esa meta al frente empecé a desarrollarme para hacer investigación y comenzar por ese camino.

Un doctorado implica sufrimiento, frustraciones, mucho esfuerzo, algo que tuve siempre muy claro y no me iba a dar por vencida tan fácil entonces hice todo el papeleo y fui aceptada en último minuto cuando ya se habían cerrado aplicaciones gracias a la ayuda del profesor. Perder mi beca implicó muchísimas cosas, pero mis papás me ayudaron con la matrícula y luego conseguí trabajo.

Resulta que las advertencias para que no me cambiara tenían que ver con el hecho de que los economistas son supremamente herméticos y sin doctorado en Economía no se consigue trabajo en el área porque la reputación no es la misma. Entonces el cambio haría que no fuera respetada por mis colegas.

Era claro que los de Economía no me querían con ellos pues me desestimaron al haber perdido una materia. Conseguir supervisor me sería muy difícil porque dejarían de creer en mí. Esto me hizo dudar, pero tenía que tomar alguna decisión lo que hizo de este momento algo muy difícil.

En Desarrollo Económico el estudiante hace solo su investigación, toma cursos libres, todo es muy abierto pues no hay una disciplina específica. Fue una muy excelente decisión de vida que me abrió al mundo interdisciplinario al estudiar con antropólogos, biógrafos, sociólogos, que me sacaron de la caja de economistas que me estaba agobiando. Tomé materias de gobierno, es decir, ciencia política y varias otras.

Como en Economía me fue bien en la mayoría de las materias, desde que inicié mi investigación manifesté que quería trabajar con un profesor en específico que me aceptó pues le gustó mi trabajo y continuó siendo uno de mis supervisores incluso cuando cambié de área. Nombre, mi profesor, ha sido candidato a Premio Nobel.

El cambio también me llevó a descubrir África, pues la gran mayoría de mis compañeros trabajaban allá. Pude interactuar con la mayoría de los profesores y con ellos conservo el contacto. Superé muchos obstáculos y me mantuve firme en mi decisión de terminar. Al tiempo que estudié también disfruté, logré balancear mi vida después del primer año.

Mi tesis doctoral fue sobre África y participé del Job Market que ejerce una presión brutal. Si bien no hay tesis laureada, mi defensa pasó sin correcciones que es la mejor calificación. Mis tres supervisores, uno en ciencia política, otro en desarrollo y —, creyeron en mí, me apoyaron y les gustó mi trabajo.

Este fue un gran logro en medio de las circunstancias tan adversas pues como alcancé a mencionar, además de estudiar dicté siete materias distintas, fui asistente de investigación de dos profesores y me gané una beca. Todo un multitasking, el ritmo de vida fue extremo.

Me habían dicho que era básicamente imposible conseguir trabajo en una facultad de Economía, pero lo logré al combinar mis estudios con la Historia Económica. Hice trabajo de archivo con método cuantitativo, jugué con los datos, convertí palabras en números. Sin preparación, sin ensayos y sola, en el mercado de trabajo recibí seis ofertas en facultades de Economía, precisamente, en los Estados Unidos, en México, en Brasil y en Colombia cuatro más. Terminé en los Andes, donde mi corazón me llevó.

No quise irme a otra latitud por la edad, por mi estado civil, por mis amigos, porque volver a empezar mi vida en ese momento no era opción.

SUDÁFRICA

Una de las ventajas de ser extrovertido es la cantidad de contactos que se hacen y los vínculos que con el tiempo se fortalecen. Eso me ha permitido viajar un sin número de veces pues recibo invitaciones para participar de conferencias, pero yo también las organizo.

Fui con una amiga a Sudáfrica, Mozambique y Zimbabue en carro, viaje lleno de aventuras. Conocí al que sería mi novio caminando en una playa en Tanzania cuando se ofreció a tomarnos una foto pues intentábamos tomar una selfie.

Como era la última noche en el lugar quisimos irnos de rumba. Nos dieron mal las indicaciones de a dónde ir, entonces terminamos en un restaurante donde nos lo encontramos leyendo un libro del Che. Lo invitamos a nuestra mesa pues se encontraba solo, se disculpó porque estaba leyendo, pero al rato se acercó.

Al día siguiente, día de mi cumpleaños hace cinco años, sin su número, sin el nombre de su hostal y sin recordar su nombre, fuimos al sitio de encuentro que habíamos acordado y a partir de ese momento comenzó una relación de amor intenso que en sí mismo se convirtió en todo un episodio de vida que duró dos años y medio.

Estaba pendiente de la confirmación de un trabajo para radicarse en Malasia, yo regresaba a Londres para terminar mi doctorado, entonces cruzamos teléfonos para mantener la comunicación.

En alguna conversación me dijo: “Hubo algo que no te mencioné. Tengo una novia con quien quería terminar, pero amenaza con suicidio. Ella se dio cuenta de que estamos hablando, pero no hizo nada, por fortuna. Quisiera que dejáramos de hablar por un tiempo para evitar”.

Tres meses más tarde, en otro de mis viajes mientras disfrutaba un bellísimo atardecer, mi obsesión, decidí escribirle un mensaje que contestó, se disculpó por la forma como se había retirado. Nuevamente retomamos una comunicación constante y me dijo: “Tengo que ir a verte”. Vendió su carro para viajar a Londres donde se instaló conmigo por dos meses cuando hasta ese momento no había pasado nada físico entre los dos y no habíamos compartido más de cuarenta horas y unas cuantas llamadas y mensajes.

Cada vez nos encontrábamos en lugares más espectaculares, Etiopía, Zimbabue, Malasia. Viajamos y disfrutamos muchísimo.

Cuando me resultó trabajo en Colombia, nuestra despedida iba a ser en Bali. Pero fue una tragedia porque él ya estaba con otra y no me había dicho, tan solo me enteré al llegar. Igual me manifestó que quería irse conmigo a Bogotá a vivir conmigo, pese a que no conocía y no hablaba el idioma.

Seguimos adelante con el proyecto, conseguimos apartamento juntos, donde vivo actualmente, compré ropa para él de clima frío. Una semana después me dijo que no vendría y no pude juzgarlo. Y una semana más tarde me dijo que no quería estar conmigo y que su amiga ya era su pareja. Ahí se colgó la llamada de Skype, que usó con crédito y sin video.

Decidí ir hasta Mozambique para hablar con él. Lo cité un viernes para que habláramos a una hora definida en mi hostal al considerar que teníamos mucho que decirnos como despedida pues jamás nos volveríamos a cruzar en la vida. Viajé cruzando medio mundo y con el corazón hecho pedazos porque uno de mis mejores amigos se había suicidado, a mi novio lo esperé en el sitio, pero nunca llegó.

Me facilitaron todo para que cruzara hasta la isla donde él vivía, nos separaban quince minutos, pero por fortuna no lo hice pues él estaba allí con su pareja.

Se trata de un sudafricano dedicado a la gerencia de hoteles cinco estrellas en islas paradisíacas. Vivió tres años en medio de la selva, nunca ha vivido en una ciudad, no fue a la universidad, perdió un dedo porque lo picó una cobra y se ha enfrentado a elefantes, leones. Yo, una latina, la más citadina, académica, ñoña. Nuestros destinos no se hubieran cruzado jamás si no hubiera sido de la manera.

Apenas pisé el hostal conocí a un hombre, el más lindo con el que he estado en mi vida, un mochilero que viajaba por África, por lo tanto, no fue nada serio, pero viví una luna de miel de una semana que hizo que regresara con una sonrisa marcada en el rostro.

Jamás supe nuevamente de él, pero sí de otros amigos que hice en el lugar y con los que conservo el contacto y viajo. Así que mi cierre fue muy distinto a lo planeado, pero fascinante.

Es aquí donde he pasado mis cuatro cumpleaños anteriores al 2020, aislada, inmersa en el bosque y en medio de un safari.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Al regreso a la Universidad de los Andes mi vínculo con LSE se fortaleció aún más cuando me nombraron investigadora afiliada de su Centro de Estudios Latinoamericanos, Africanos y de mi departamento. Pero también estoy afiliada a través del Centro de Estudios de Género. Cuento cinco coautores en la Universidad.

Iba a Londres tres o cuatro veces al año, pero la pandemia ha obligado una pausa.

PANDEMIA

Padecí de Covid que me encerró el día de mi cumpleaños. Fui una de las primeras en sufrirlo en el país, fui la paciente 741.

Viajé el 10 de marzo del 2020 a Londres y cuando el presidente Duque empezó a cerrar fronteras me vi obligada a cambiar el tiquete del 20 para el 18, lo que costó cinco millones de pesos. Llegué a aislarme y a la semana empezaron a manifestarse los síntomas, me hicieron la prueba y salió positiva.

Fui asintomática, aunque sentí mucho cansancio, cuando hablaba me quedaba sin aire, sentí dolor de piernas, nada grave, pero me duró dos meses. Desde ese momento se me inflama un párpado y el dermatólogo no ha podido dar con el remedio. Esta es una secuela como la falta de concentración, pues leía y no le encontraba sentido, lo que duró un tiempo importante. Pese a esto continué dictando mis clases.

He padecido el encierro sola, aunque he disfrutado siempre de mi soledad, pero esta que es impuesta no es igual.

He tenido que aplazar mis viajes, uno a Sierra Leona, otro a Liberia, Bali, Guatemala, también un fellow en Chicago, Israel para una conferencia en verano, India para dar mentorías a estudiantes de doctorado.

Por fortuna la televisión, el cine y la música clásica me han acompañado en este período, los libros un poco menos pues mis lecturas están muy concentradas en los temas académicos.

SUS CAUSAS

Todo se pospuso entonces decidí concentrar mi energía en causas en las que creo y a las que antes no dedicaba tiempo.

Dirijo un grupo de estudiantes de economía que lucha contra brechas de género: le dimos visibilidad, fortalecimos la iniciativa de ¿Abajo los máneles? Nos han entrevistado para televisión, radio, prensa. Nos empezaron a conocer, a mí en particular como mujer economista cuando en mi facultad somos tan solo cinco mujeres de cuarenta.

El impacto en Twitter ha sido contundente cuando soy completamente nueva en esa red, tengo la cuenta hace apenas año y medio. Me invitan a opinar con frecuencia para abordar temas de brechas de género y de historia económica. Varios de mis trinos han sido citados en la Revista Semana y retuiteados por Petro.

Mis investigaciones van desde violencia de género, esclavos libres en Sierra Leona y tantos temas más. Trabajo con estudiantes que me retroalimentan.

En la Universidad de los Andes creamos una base de datos de mujeres economistas para acabar con el argumento de que no hay a quien invitar a los páneles, luego nos siguieron otras como la Nacional, Javeriana y el Rosario en marzo.

PROYECCIÓN

Es muy difícil proyectarme en el tiempo. Pienso que continuaré muy comprometida con mi rol de formadora. Me emociona ver a mis exalumnos tan exitosos en entidades internacionales y saber que me recuerdan.

Una de las razones por las que mi hermana y yo somos académicas y por la que mantengo mi segundo apellido, es para rendir homenaje a mi mamá quien dejó absolutamente todos sus sueños para dedicarse a nosotras, sus hijas. Por eso tenía que insistir hasta lograrlo y por fortuna terminó bien.

Quiero seguir marcando vidas, trabajar el tema de la autoconfianza que permita cerrar brechas de género. Las mujeres que se están graduando hoy son muy seguras, tienen claridad sobre su vida y esto es muy gratificante para mí.

Sé que debo seguir luchando por las causas en las que creo, así que se trata de continuar mi vida porque siento que tengo el trabajo que me hace completamente feliz.

Me gusta irme a vivir un mes a países diferentes.

Durante mi doctorado estuve en Columbia trabajando con José Antonio Ocampo por dos meses y medio, pero también he vivido en Nueva York, Sao Paulo, México. Apliqué a un fellow para ir a Japón por un mes.

Me falta muchísimo por conocer y por vivir. Debo seguir formando y teniendo mucho impacto, no solo en Colombia.

Sé lo difícil que resulta tener oportunidades cuando uno está por fuera de la burbuja, sabiendo que hay gente tan talentosa en otras universidades de provincia.

Para citar un caso particular, me contrataron para hacer una consultoría en el Banco Interamericano de Desarrollo – BID y quise un asistente que no fuera Uniandino. El director del proyecto había sido uno de mis asistentes hacía ocho años y me refirió a un alumno de la Universidad de los Llanos donde él enseña. Este joven, muy talentoso, pasó las pruebas y fue tan bueno que cambió el servir platos en un restaurante a vincularse al BID.

Hace siete años fui profesora de economía en la Tadeo donde tuve un excelente estudiante. Antes de viajar al doctorado él me manifestó que quería ser académico y hacer investigación. Lo presenté en los Andes, pasó, y hace poco me escribió para decirme que se iría a hacer el doctorado en educación de Harvard.

REFLEXIONES
  • ¿Qué es el tiempo en tu vida?

Tengo la conciencia de la brevedad del tiempo que me hace decirle a mis papás y a mis amigos, cuando me despido, que los quiero mucho. Entonces para mí el tiempo es el recordatorio constante de que debo vivir la vida intensamente, en mi caso a través de los viajes y aprovechando todas las oportunidades.

  • ¿Cuál es tu mejor destino?

Mi familia, sin duda. Es mi activo más preciado.

  • ¿Qué es imprescindible en el viaje de la vida?

Nuevamente mi familia y amigos más cercanos, pero también causas y motivaciones que le dan mucho sentido a la vida. Las sonrisas y los abrazos que nos llenan de energía.

  • ¿Dónde está tu calma?

En la música: la clásica, el jazz, y la de mis cantantes favoritos, pues me brindan calma, paz.

  • ¿Qué manejo le das a la frustración?

Pensar que las cosas pasan por algo, que son situaciones que simplemente no entiendo, pero que luego lo haré. Saco las lecciones de los malos momentos y continúo mi camino.

  • ¿Cuál es tu mayor talento?

Los viajes me han hecho muy recursiva. Algo excéntrico es que soy extremadamente buena para armar rompecabezas de seis mil fichas en cuatro días.

  • ¿Cuál es tu código de ética?

Valoro muchísimo la honestidad, pero también la nobleza que ayuda a reconocer posibles errores y la empatía que impide juzgar a los otros.