Daniel Buriticá

DANIEL BURITICÁ

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

Soy un soñador, optimista empedernido, creyente de que las cosas pueden mejorar, deseoso de innovar y de cambiar lo que es a como debe ser; un hombre de familia enamorado de sus hijos, de su señora, de los momentos lindos familiares, y con las preocupaciones, dolores y angustias que todos tenemos.

ORÍGENES

Hace poco hice el árbol genealógico que me mostró una ascendencia que desconocía. Lo que me impactó fueron los abuelos y sus historias. Mis apellidos Buriticá Córdoba, corresponden, el primero a un cacique de la familia de los Buriticaes y el Córdoba a un español que posiblemente vino a matarlos.

RAMA PATERNA

Pedro Buriticá, mi abuelo, con apellido de raíz indígena (el cacique para evitar que lo capturaran se internó en una montaña), y pueblo. Nació en el Tolima, a sus catorce años emprendió su propio camino que lo llevó al Cauca donde trabajó en minas de oro.

En algún momento se le ocurrió que en vez de extraer oro debía instalar una miscelánea frente a la mina para venderle a sus amigos que le empezaron a pagar con el precioso metal a falta de dinero. Con los recursos que obtuvo fue construyendo su capital y conformó su familia.

Elena, mi abuela, era una mujer de campo, sencilla, hermosa, de valores sólidos que apoyó en sus negocios al abuelo hasta llegar a Bolívar, Cauca, donde siguieron comercializando con oro.

Tuvieron una casa espaciosa en la que nacieron sus nueve hijos a quienes les inculcaron la importancia de la unión familiar arraigada en los tuétanos, de quererse y cuidarse, y por lo tanto la han transcendido a toda su descendencia. La segunda fue personificada en mayor medida por el abuelo y tiene que ver con los valores de estar cerca a D-s.

Mi tío Pedro fue sacerdote y es un capítulo muy importante por sus consejos, sabiduría y espiritualidad con que marcó la vida de mi padre y de todos sus hermanos. Fue muy influyente en sus feligreses del Cauca y en los diferentes lugares donde estuvo. Marcó a todos el hecho de su muerte temprana, cuando se acercaba a sus cuarenta años, hecho del que nunca se recuperó mi abuela, pero también a quienes no lo conocimos sino por referencias y enseñanzas que han sido transmitidas con la pasión que él generaba.

La ausencia que imprime la pandemia ha ratificado los valores de familia en la que nos hemos demostrado que podemos estar lejos, pero no lejanos, porque nos hemos acompañado en la distancia.

Fue el tío Pedro quien les dijo a sus papás que a sus hermanos había que enviarlos a estudiar a la capital. Así llegaron a Popayán y más adelante a Bogotá para adelantar sus carreras profesionales.

FRANCISCO BURITICÁ

Francisco Buriticá, mi papá, creció en las fincas del abuelo rodeado por la historia de su familia en el Cauca, cerca a los caballos y a otros animales. Desarrolló el intelecto que tanta importancia tiene para él y fue siempre un buen estudiante. Alguna vez monseñor dijo de mi papá que es alguien que puede andar con la cabeza en alto, un muy buen hombre, de principios.

Mi papá es quien más ha influido en mi vida con su serenidad, fortaleza, espiritualidad, con su deseo incansable de servir, enfocado siempre en lo importante. Es un hombre trabajador. Ha sido mi soporte, la presencia viva del amor incondicional junto con mi madre.

RAMA MATERNA

Entre Barbosa y Vélez, Santander, está la tierra de la familia Escamilla. Mi abuela Cecilia es una mujer fuerte, resiliente, absolutamente amorosa, capaz de enfrentar las dificultades. La abuela es una mujer absolutamente sabia.

Se casó con Gustavo Córdoba, mi abuelo, abogado capitalino, y es en Bogotá donde inician su familia de seis hijos. Mi mamá, Luz Helena, santandereana, nació en Bucaramanga, llegó muy niña a Bogotá donde prácticamente se crio.

Crecieron con las dificultades que significa la capital del país. Mi abuela sacó adelante a sus hijos con una máquina de coser y con un corazón enorme para guiarlos por el buen camino. Tengo recuerdos hermosos de ella con su máquina, pero también conservo la ropa que me ha hecho, a mi esposa y a mis hijos.

La visión de mi abuela la llevó a motivar a sus hijas a prepararse, a estudiar, a realizarse.  Liliana estudió derecho en la Javeriana donde conoció a quien hoy es su esposo, Carlos Hernán Godoy, laboralista. Por circunstancias de la vida, serendípity, encuentros fortuitos en lugares inesperados, mi mamá, economista, conoció a otro estudiante de derecho, Francisco Buriticá, mi padre. Así terminaron dos hermanas casadas con dos abogados especialistas en derecho laboral y colegas .

Esta es una familia marcada por el derecho. Mi abuelo fue penalista, mi tía Liliana abogada, mi padre y mi tío laboralistas, mi tío Juan Camilo penalista como el abuelo. Fue una familia que creció entre códigos y letras que marcan la forma de actuar, de pensar y de influir con bienestar en las otras personas.

Le tomó un tiempo importante a mi padre conquistar a mi mamá porque al principio los ojos no ven al corazón. Mi padre cuenta cómo surtió este proceso, cómo le presentó a la familia, cómo finalmente se enamoró de él, de sus valores y principios.

LUZ HELENA CÓRDOBA ESCAMILLA

Mi mamá le imprimió esa sazón de quien ve la vida desde los ojos del amor, amor que brinda de manera incondicional. Todo lo que hace es impecable, la forma como mantiene su casa. Parece una caja de secretos pues está llena de valiosos consejos, los mejores del mundo, así mis primas tocaban a su puerta para consultarle, pues, además, sabe escuchar. Pese a sus dolencias, evita mortificar a otros con ellas, le sonríe al dolor. Pero también vive sus angustias de madre que expresa de maneras diferentes. Tiene una capacidad inigualable de contar historias, quizás por ella a su hijo y a su nieto les encanta contar historias.

Recuerdo mucho las cenas en la casa que, cuando llegaba de trabajar, nos contaba cómo había sido su día en la oficina del banco. Escucharla era una mejor experiencia que leer Cien años de soledad pues era el realismo mágico contado desde sus vivencias con una capacidad envolvente. Hoy veo con gratitud la forma como le transmite estas historias a sus nietos a través de los cuentos.

Mi mamá es una mujer que se hace extrañar pues, cuando no está, deja un vacío muy grande.

FAMILIA BURITICÁ CÓRDOBA

Era 1983, cuando mis padres tomaron la decisión de casarse en febrero, falleció el tío Pedro, por lo tanto, pospusieron la boda para abril. Se instalaron en un pequeño apartamento en Bogotá.

Construyeron el hogar sobre principios muy sólidos como la honestidad y la espiritualidad que nos permiten andar por el pueblo con la cabeza muy en alto.

INFANCIA

Nací un 7 de mayo a las 7:07 de la mañana de 1985, evento que no recuerdo por obvias razones, pero llevo en mi corazón que fueron días muy alegres. Tres años después llegó mi hermana, Laura.

Como dato curioso me bautizaron Daniel Francisco y a mi hermana Laura Helena, aunque ninguno de los dos usamos nuestros segundos nombres, pero ahí están y se llevan con honor porque representan a nuestros padres.

Me cuentan mis papás y lo sé porque lo sigo sintiendo, me derretí por mi hermana cuando nació, fue el mejor regalo que me pudieron haber dado y el triciclo rojo que me trajo cuando nació. De inmediato salí a darle vueltas al conjunto y luego entré para conocerla, ahí ya quise ver quién era mi hermanita.

Tuve una infancia feliz viviendo en un conjunto precioso de casas, de esos de antes, de los que había en Bogotá, que tenía un parque muy lindo y grande al lado. Además, vivíamos a dos casas de mi abuela materna, pasar a tocarle la puerta, desayunar con ella o quedarse cuando nos enfermábamos era un deleite.

Mi abuela vive con una de sus hijas, mi tía María Esperanza, quien ha sido muy importante en mi vida. María se enamoró, pero su prometido falleció, entonces decidió permanecer junto a mi abuela. A raíz de que no tuvo hijos, sus sobrinos hemos sido sus hijos. Como fue enfermera, trabajó en el Banco de la República, tiene una habilidad espectacular para curar cuerpos y almas. Así la llamábamos siempre que nos pasaba algo y de inmediato llegaba a ponernos un pañito o a inyectarnos dependiendo de la gravedad.

Disfruté con mis dieciocho primos Buriticá de la tradición de los domingos cuando en la tarde nos íbamos a la casa de la abuela Elena y el abuelo Pedro que, al ver que toda su familia estaba en Bogotá, vendieron todo y se trasladaron a la capital.

La abuela preparaba rosquillas deliciosas con café para recibir al que llegara y, a las cinco y treinta de la tarde, rezaba el rosario con el que estuviera.

Entonces crecí entre los encuentros dominicales jugando a las escondidas, partidos de futbol en el jardín de la casa de la abuela, pero también en medio de las costuras de mi otra abuela vecina de nuestra casa donde. en ocasiones cuando entraba, ella estaba con alguna clienta midiéndole un hermoso vestido para sus quince años o para su boda. Pero también con ese calor de hogar que estaba muy presente. Mi hermana y yo somos unos afortunados de crecer en un ambiente tan lindo.

En esa época mis papás, buscando que no viviéramos solo en medio de concreto, nos matricularon en el jardín Platero y yo, que todavía existe y que quiero mucho. En esa época solo tenía sede en San José de Bavaria donde le dábamos zanahorias a Platero, un burro pequeño y a los conejos. Cuentan que fui un santo mientras que mi hermana fue terrible, inundó el jardín e hizo cualquier cantidad de males, según cuentan las historias.

ACADEMIA

Cuando me gradué del jardín pasé a colegio de grandes, así fue como ingresé al Gimnasio Campestre. Aquí viví etapas muy distintas. De los trece años que estudié aquí, once me gané el primer puesto.

Durante los primeros años fue un lugar maravilloso donde conocí a mi primer mejor amigo. Mi mamá cuenta que yo lloraba inconsolable durante los primeros días hasta que un día dejé de hacerlo y fue precisamente porque conocí a Michael quien, aún hoy, es uno de mis grandes amigos. Comencé la primaria con mucha ilusión, descubriendo cosas nuevas y sin mayores dificultades.

En cambio, sí tengo recuerdos no tan gratos de mi pre adolescencia, entre otras cosas porque allí empieza a nacer un Daniel al que le encantaba leer, muy inquieto intelectualmente, malo para los deportes pese a que me han gustado, quizás tenga que ver con el hecho de haber nacido hipotónico lo que pudo afectar mi habilidad para ellos. Al estudiar en un colegio de hombres, ser el mejor académicamente y no ser bueno especialmente en futbol marcaba, me hizo objeto de acoso. Terminando mi primaria viví una época muy dura que hoy agradezco.

Mis papás se vincularon mucho en la vida estudiantil mía y de mi hermana buscando aportar desde el Consejo de Padres, mi papá empezó a asesorar en derecho laboral al colegio y a acompañarlo en sus procesos. Recuerdo verlos llegar con una bolsa de dulces para todos mis compañeros que les hacían fiestas al recibirlos y que hacía que me sintiera muy orgulloso al ver cómo mis amigos los amaban así a mí no me quisieran tanto.

Fue una etapa tan difícil que mis papás decidieron que era suficiente, que debíamos buscar otra institución educativa. Cuando así lo manifestaron en el Campestre, el colegio entró en revolución y fueron los papás de mis compañeros quienes se manifestaron, decidieron hablar con sus hijos y buscar soluciones.

El resultado fue muy diferente a lo que me imaginé. Despertó en mí una nueva conciencia, la de que era yo quien debía hacer algo por solucionar mi problema, que debía poner de mi parte. En ese momento les pedí acompañamiento psicológico a mis padres quienes me llevaron donde Vilma, a quien debo gratitud porque me ayudó a reforzar mi autoestima, mi autoimagen, a sortear las dificultades y hacerlo sin violencia, de la forma adecuada. Aprendí que a los problemas se les enfrenta, no se les huye.

Al comienzo de mi bachillerato conseguí un grupo de amigos, mis hermanos del alma, con quienes he vivido todas las aventuras de la vida estudiantil: los primeros amores, las primeras fiestas, las escapadas del colegio, las risas en las clases. De los cinco, dos no éramos muy buenos en futbol entonces tuve con quién quejarme. En mi casa hubo siempre comida para todos, cuando alguno tuvo dificultades la lonchera alcanzaba para compartir.

Me quedé y me gradué del Campestre. El día del grado otorgaban dos medallas: condecoraban por mérito académico que, después de haberme ganado once veces el primer puesto se esperaba que este fuera para mí, pero no me la gané, y mis amigos se indignaron. Esa noche durante la ceremonia de graduación me dieron la medalla a la lealtad, una que designan los estudiantes y que para mí fue un reconocimiento mucho más importante al demostrar y confirmar que había logrado tener la mejor relación con mis compañeros, aún hoy la tengo.

El Campestre me dejó muchas enseñanzas, pero el mejor regalo, sin duda, fueron mis amigos. La etapa de octavo a once fue muy hermosa, lideraba la obra del servicio social que me encantaba, me iba bien académicamente, hice amigos del alma, conseguí mi primera novia, me sentí más seguro de mí y me di cuenta de que era churro.

VOLUNTARIADO

Uno de mis tíos políticos por la familia Buriticá, César Augusto Cabezas, me invitó junto con mis primos a comprar unos pollos para repartirlos a los habitantes de la calle la noche anterior a la Navidad. Esa experiencia me encantó, ir a mitad de la noche, repartir comida y cantar villancicos.

César fundó un grupo de oración al que asistimos cada jueves y en él nacieron muchas iniciativas. Esto marcó mi perspectiva de lo que era lo social, algo que se tenía que hacer: aprender a devolver.

Cuando estaba en octavo decidí que quería ayudar en la parte social del colegio y, cómo no, con todo el bagaje del tío Pedro y con una familia enfocada en la espiritualidad y el servicio, yo lo llevaba en el tuétano. Para mí, a los catorce años se aprende voluntariado y a bailar salsa, luego me di cuenta de que no era algo normal para todo el mundo, pero que yo disfruté mucho.

Entré a la VACS – Vanguardia de Acción Católica Social, que es la obra social del colegio y fue la primera vez que tuve la opción de liderar, de transformar porque cambiamos desde la oficina, hasta la política y sus programas, hicimos catequesis para niños, les enseñamos alfabetización de la mano de las estudiantes del colegio Clara Casas que nos visitaban los viernes. Esto me llevó también a tender fuertes lazos de amistad con ellas.

Algún día se nos ocurrió que para conseguir fondos íbamos a hacer un concurso de periódico, lo llevábamos, lo vendíamos y así recaudábamos recursos. Recaudamos cinco toneladas, llenamos con él un cuarto enorme que debíamos cargar para gestionar.

DECISIÓN DE CARRERA

Cuando llega el momento de tomar decisiones sobre mi carrera profesional, tuve clarísimo que lo que quería era impactar la vida de otras personas y qué difícil cuando la sociedad te marca como si la forma de hacerlo fuera escoger una carrera profesional porque pareciera, entonces, que el camino es estudiar algo relacionado con las ciencias humanas y más en mi caso que tenía facilidad para las palabras, hijo de abogado. Se esperaba que fuera un abogado más de la familia Córdoba. Pero es que a mí se me dan muy bien los números y me encantan, mi pensamiento lógico abstracto me llevó a un club de matemáticas.

Decidí estudiar ingeniería industrial y me inventé una historia para explicarles a mis papás por qué estudiaría esto y no derecho pese a que ellos nunca quisieron influir en mi decisión, pero sentí el deber moral.

En un pueblo había un hombre, gran malabarista, que presentó su audición cuando llegó el circo a reclutar gente. Cuando le preguntaron qué sabía hacer dijo: “Nada, pero tengo buena actitud, quiero aprender a caminar por la cuerda floja”. “No tenemos nadie que haga eso, entonces bienvenido”.

Empezó a ensayar, se cayó muchas veces golpeándose durísimo, pero al final aprendió a hacerlo. Algún día, cuando presentaba su show en la gran ciudad, lo presentaron, los reflectores lo alumbraban y, en mitad de su camino, sacó unas bolas de sus bolsillos y empezó a hacer malabares con ellas. Fue el mejor show que la gente hubiera podido ver.

Les dije a mis papás: “Ya sé hacer malabares, entonces voy a estudiar ingeniería para aprender a caminar por la cuerda floja”. Decisión que después en la vida cobra mucho sentido.

VIAJE A FRANCIA

Tuve un privilegio enorme que me dieron la vida y mis papás, pude ir seis meses a estudiar francés a un pueblito costero, La Rochelle, que cuenta con un puerto viejo, hermoso.

Llegué a la casa de unos señores mayores, Ginnette y André, transportándome en bicicleta, aprendiendo a disfrutar de la gastronomía francesa. Pero un mes después de mi llegada André falleció en un accidente de tránsito. Mi viejita Ginnette quedó con el corazón partido y me dijo: “Si quieres irte, porque esto es una tragedia, lo entenderé perfectamente”. A lo que me negué, le dije que me quedaría con ella. Construimos una relación muy linda.

Finalmente aprendí francés, viví experiencias maravillosas, hice amigos que todavía conservo, el viaje me dio una perspectiva diferente del mundo. En Colombia estamos orgullosos de tener una jornada laboral de cuarenta y ocho horas a la semana, pronto serán cuarenta y los franceses de treinta y seis al reconocer la importancia de otras cosas en la vida que no son trabajo.

Regresé al país con un sentimiento un poco amargo, me sentía demasiado privilegiado, reconocía que mucha gente nunca podría tener eso. Que esto todo significa una responsabilidad, la amargura estaba en no saber cómo asumirla, pero seguía el deseo incansable de buscar la forma de hacerlo.

UNIVERSIDAD JAVERIANA

Fui al alma mater de mi padre, la Universidad Javeriana, para estudiar ingeniería industrial. Tuve unos semestres donde me di muchos golpes, como en la historia, con las físicas y los cálculos, y todo lo demás, pero adoré mi vida universitaria, hice nuevos amigos, disfruté la fiesta, aunque con esa inquietud por hacer algo más.

RED COLOMBIANA DE JÓVENES – RECOJO

Estando en cuarto semestre monté un grupo estudiantil de ingenieros que querían hacer obras sociales. Muy poco tiempo después fundé desde la Javeriana, un 5 de abril de 2005, la Red Colombiana de Jóvenes, la primera de jóvenes emprendedores sociales de su estilo en la región pues en Colombia no había ninguna y que yo sepa en América Latina tampoco, fue la primera con ese foco.

La Red viene marcada por una historia que solo sale a la luz y lo hace mucho tiempo después. Se trata de la experiencia de vida de mi tía María, la enfermera, la maravilla, el ángel de la familia, la que vive a dos cuadras de mi casa.

Cuando me gradué del colegio y encontrándome en Francia mi tía María es secuestrada por las FARC. Fue una experiencia absolutamente dolorosa para toda la familia. Mi tía, con lo que logró en pensión se compró una pequeña casa de campo en la tierra de mi abuela, porque era donde ella soñaba estar. Mal informados creen que se trata de una terrateniente cuando recibe visitas en camionetas.

Hoy podemos contar una historia como pocas, pues mi tía está viva después de ser rescatada por el ejército a sangre y fuego. Se dio una situación muy difícil cuando, después de monitorear toda la situación y en medio de las negociaciones, el ejército llamó a mi abuela para decirle: “Señora Cecilia, sabemos exactamente dónde está su hija, estamos detrás de los secuestradores, podemos entrar a rescatarla, pero la probabilidad de que ella fallezca en combate es del 95%. Solamente es decisión de la familia si quiere que entremos o no”.

Mi abuela, con su sabiduría, les dijo a sus hijos: “Vamos a hacer una votación. Los únicos que vamos a estar en este proceso seré yo y ustedes sus hermanos. La votación será secreta porque, si su hermana fallece, no quiero que nadie se eche la culpa. La única que puede decir el voto en voz alta, soy yo, al ser su mamá: Si he de darle una hija a la patria, que así sea”.

La votación quedó cuatro a dos en favor de ser rescatada. Mi tía conserva los recuerdos más impresionantes de lo que fue ese rescate, de oír las balas zumbándole por la cabeza, las granadas, los morteros que son como truenos, de la incertidumbre de si la guerrilla la iba a matar o no, pues es la orden ante situaciones como estas. Mi tía se soltó la cadena y salió corriendo, no la mataron, pero estuvo, sin duda, muy cerca a la muerte, seguramente nunca tanto como en ese momento del rescate.

Salió con todos los traumas que implica una experiencia como esta, pero con el amor intacto y el corazón de oro a decirme: “Mijito, no guarde rencor por lo que nos pasó. Haz que las cosas cambien porque la vida tiene que seguir y no podemos hacerlo con odio”.

Ese mensaje, como el estar en medio de los habitantes de la calle cantando villancicos, el alfabetizar niños de El Codito, fue lo que me llevó a tomar la decisión de actuar, de buscar caminos y lanzar ese 5 de abril la Red Colombiana de Jóvenes acompañado de su historia y la mía.

ACCIDENTE EN LOS ANDES

En Uruguay, hace muchos años, un equipo de Rugby se montó en una avioneta para salir a un partido que tiene en Chile, pero se estrella en la mitad del viaje, en las nieves perpetuas de la Cordillera de los Andes como quedó registrado en la película. Es evidente todo lo que tienen que hacer para sobrevivir, que es espantoso, una avalancha mata a la mitad, así de los cuarenta y cinco quedan veintisiete. A través del radio de pilas se enteran de que la búsqueda quedó cancelada y que los dan por muertos.

Los sobrevivientes cuentan que tenían tres opciones, tomarse todos de las manos y lanzarse al vacío a modo de suicidio colectivo, quedarse arriba y seguramente morir de frío y de hambre o ir a buscar ayuda.

Deciden lo último y para esto escogen a dos, a Nando y a Roberto. En una bolsa de cuero meten las provisiones para el viaje. Antes de salir, Nando toma un par de zapaticos de bebé y le entrega uno a Carlitos que es su mejor amigo. Le dice: “Carlitos, ese zapatico es para que no te olvides que voy a volver por ti. Aguanta”. Y emprenden el viaje.

Empiezan a caminar, se demoran once días, avanzan cien mil kilómetros atravesando montañas, casi mueren, estuvieron a punto de caer por un barranco, pero once días después junto a un río ven dos campesinos chilenos. Se sintieron salvados, que sobrevivirían.

De inmediato Nando mete la mano en su maletín, saca el zapatico de bebé y recuerda a todos los que quedaron atrás. La película muestra cómo llega en el helicóptero mientras lleva el zapatico en la mano y ahí está Carlitos esperándolo.

Crucé la calle, me compré un par de zapatos de bebé y pensé: Esto es lo que nos pasa a nosotros, exactamente lo mismo. La sociedad nos ha dado todo, ha puesto en esa bolsita de cuero las oportunidades, esperando que uno vaya a rescatarla, pero muchos llegan al final, dicen gracias y se van a hacer plata olvidándose de todos quienes quedaron atrás, de los que no tienen tres comidas al día, que no pudieron estudiar ni hablar otro idioma ni trabajar.

Decidí dedicarme a enseñarle a la gente que en la maleta de la vida todos debemos tener un zapato de bebé que hay que asumir porque hay que hacer algo al respecto.

Con esta historia recibí a las personas que nos acompañaron el día de la inauguración de Recojo. Por muchos años ofreciendo esta conferencia, la gente sacaba de sus maletines universitarios zapaticos de bebé al ser lo que representa la misión de devolver.

CONFERENCISTA

En esa época empecé a dar conferencias. La más complicada que he dado fue en el salón comunal de mi casa con mis tíos. Me empezaron a invitar a contar esta historia a otros jóvenes, así lo hice en salones universitarios, en otras ciudades.

Recuerdo que a mis diecinueve años llegué a Pasto y le dije a mi mamá: “Mamá, estoy triunfando”. Hoy cuento con el privilegio de haber dado charlas en treinta y seis ciudades, en veinticinco países, en todos los continentes a excepción de África, pero desde el Sudeste Asiático, pasando por Europa, Estados Unidos.

A esa edad di una charla en inglés a Bavaria con Ricardo Obregón en la presidencia cuando se encontraba en un proceso de mostrar la empresa a inversionistas internacionales, en ese momento no sabíamos que se trataba de Sab Miller, y querían a alguien que les hablara bien de Colombia. Al llegar me preguntaron: “¿Usted es el señor Buriticá?”

Hablé maravillas del país durante treinta minutos y al final dije: “Si quieren no me crean todo lo que les acabo de decir, pero sí el que la mayor fuente de esperanza de nuestro país es ver a la juventud comprometida, y se los digo yo que estoy liderando una red de jóvenes que trabajan por Colombia”.

Al terminar la charla uno de los inversionistas me dijo: “Daniel, me gustó mucho lo que acabé de oír. ¿Será que me lo puedo llevar a mi país?”. Al día siguiente les hice llegar cinco CD´s con la conferencia para que pudieran replicar la información.

Comenzó una aventura en la que nunca imaginé podría estar y que quince años después continuaría tan apasionado. El día que me casé le dije a mi novia: “Yo me pongo el frac, un anillo, pero no me quito mi pulsera de Recojo que significa lo que hemos construido y que ha marcado mi vida y la de muchos”.

SEMANA DEL JOVEN LLANERO

Antes de terminar mi carrera algo me marcó muchísimo cuando, seis meses después de haber lanzado Recojo, los amigos con quienes se surtió este proceso me dijeron que habían armado un proyecto llamado La semana del joven llanero, que ni siquiera era con jóvenes.

Fuimos al Llano a apoyar a mi amigo Miguel que adelantaba un proyecto de impacto social con niños de la región. Más adelante me invitó a que nuevamente trabajáramos en esto, así llevamos diez niños de Bogotá que nunca habían salido de sus barrios, muy marginados, para que lo vivieran como vacaciones. Nos acompañaron quince voluntarios.

Lo que pasó esa semana me marcó tanto y hay historias tan bonitas detrás de esto que de allí surgió Bakongo, campamento de verano para niños de bajos recursos. Terminé viviendo el resto de mis años universitarios con una mezcla entre el marketing, la logística, las finanzas, lo propio de una carrera de ingeniería industrial, pero también las conferencias en el país, algunas pocas internacionales y haciendo campamentos y motivar a otros jóvenes para que también los hicieran pues mi objetivo no era hacerlos yo, sino empoderar a otros.

Daniel Trujillo, quien ahora es mi socio, fue el director de Bakongo, y cuenta con una experiencia en esto, más de mil quinientos niños han participado en más de cuarenta campamentos en el territorio nacional pues montamos un esquema de campamento nómada apoyados en la industria que nos dio una mano para que lo lográramos. Han participado voluntarios de seis países y hemos sido visibilizados en diferentes lugares del mundo y eventos internacionales.

GRADO

Me gradué de ingeniero industrial con el lindo honor que me otorgaron mis compañeros para dar el discurso de graduación y con una tesis laureada que se llamó Creación de la Red Colombiana de Jóvenes – Recojo.

Cuando me preguntan si he ejercido mi profesión digo que todos los días. Como ingeniero aprendí a caminar por la cuerda floja, me cuadriculó la cabeza, me permitió pensar en procesos, procedimientos, indicadores. Me permitió ser un profesional para montar las empresas que vinieron después y que han sido prósperas.

Si bien no sabía a qué me quería dedicar como ingeniero, sí sabía que la ingeniería me daba herramientas para impactar la vida de las personas. Para mí el título realmente era un problema pues me obligaba a salir de la zona de confort en donde estaba. Si bien quería trabajar, no quería dejar de hacer lo que estaba haciendo.

Cuando me gradué llamé a mi papá a decirle que quería almorzar con él para hacerle una propuesta. No quería seguir siendo una carga para mis papás, quería por el contrario aportar, pero la Red no producía ingresos. Así fue como le propuse que armáramos una empresa: “Armemos tu firma de abogados”.

En ese momento mi papá era el director del Consultorio Jurídico de la Universidad Javeriana donde estuvo veinticinco años después de haber estado en el Departamento de Recursos Humanos. Tenía una carrera construida allí y la visión de sus papás en que uno entra a una empresa donde se jubila.

Entonces me preguntó: “¿Sabes hacer eso?” Le dije: “Debe ser como hacer una fundación, pero con plata”. Le propuse que me siguiera dando la mesada, con ella montaría el proyecto de la firma haciendo estudio de factibilidad con el compromiso de dedicar la mitad de mi tiempo a Recojo y a Bakongo.

Me tomó dos años armarlo, debíamos hacer inversiones y el único ahorro que tenían era para mi maestría que usé para comenzar. Iniciamos en una pequeña oficina, contraté a uno de mis amigos de la carrera, entonces fuimos dos ingenieros industriales armando una firma de abogados.

Nueve meses más tarde mi papá llegó a su oficina pues no iba a correr el riesgo de retirarse hasta tanto no se demostrara que la iniciativa funcionaría. Lo hizo cuando vio que todo estaba listo y fue cuando tomó la decisión de renunciar a la Universidad. Lo admiro muchísimo por el hecho de no haber seguido el camino que estaba trazando para él, por su acto de fe que fue enorme.

De alguna manera mi papá sintió que se estaba pensionando, que tendría más tiempo, pero los clientes cuando se enteraron de que el doctor Buriticá había montado su despacho comenzaron a enviarle más trabajo. A los pocos meses ya estaba reventado por lo que tuvo que contratar un abogado.

Trabajé siete años en el mundo legal. La firma se volvió un proyecto exitoso, pasamos de ser tres personas a treinta, tamaño mediano para el país, y se convierte en la sombrilla de mis otras iniciativas. Todos eran bienvenidos a la oficina, los abogados iban a los campamentos de verano, porque armé un pequeño ecosistema alrededor.

En principio se llamó Francisco Buriticá Abogados, luego Buriticá y Buriticá Abogados.  Fue construido con los valores que tenían mis papás y nuestra familia. Mi mamá iba y llenaba la nevera de golosinas para todos, mantuvo la oficina como una tasita de te porque era pequeñita, pero preciosa.

VARIOS FRENTES

Para este momento mi carrera como conferencista empieza a despegar, me invitan de varios países a dar charlas. Representé a los jóvenes voluntarios del mundo en la Junta Directiva de una organización internacional de nombre IAVE, con sede en Washington y con presencia en setenta países y que junto con Naciones Unidas mueve el tema de voluntariado a nivel político donde serví durante cuatro años en su junta.

Pasé a armar estrategias de cómo aumentar voluntariado en la Javeriana, a como hacerlo en el Medio Oriente, en el Sudeste Asiático. Fui desde la Universidad de Singapur hasta Irlanda del Norte contando la historia del zapatico.

Terminé siendo el primer colombiano que fue al One Young World, en el 2010, cumbre de jóvenes líderes, la más importante que hace poco nos visitó en el país. Fue aquí donde conocí a Kate Robertson y a David Jones que son sus fundadores. Colaboré en diferentes frentes, unos años más tarde a que llegara a Colombia.

Conocí gente relacionada con el Foro Económico Mundial. Terminé junto con el senador Laserna ayudando a montar los Global Shapers, red de jóvenes sobresalientes entre veinte y treinta años. Fue el primero en el país que inició en Bogotá y que luego se extendió a otras ciudades.

Seguí con mis campamentos a los que no solo asistían jóvenes universitarios, sino profesionales y abogados.

Observé que la firma requería de algo más, que no podría seguir las dinámicas del mercado y que debía crecer. Comenzó un proceso de fusión con la oficina de Carlos Hernán Godoy, mi tío político, Godoy Córdoba, y que termina siendo exitoso unos años después. En ella mi primo cumplía mi rol,  de managing partner y entre los dos gestionamos la fusión empresarial.

PAZ Y RECONCILIACIÓN

Estando en Londres hablé con Kate Robertson, fundadora de One Young World, quien me preguntó qué estaba haciendo y la razón de ello. Le respondí: “Creo que esta tiene que ser mi forma de aportarle a mi país e invitar a mi generación a soñar con que algún día viviremos en paz”.

En ese momento los diálogos de La Habana eran apenas un rumor. Entonces me dijo: “Maravilloso, porque precisamente este año el evento será en Dublín, Irlanda del Norte, que también sufrió temas de conflicto con guerrillas. Hemos logrado, junto con Bob Geldof, unir a quienes fueron enemigos en alguna época. Van a hacer un panel de juventud y reconciliación al que llevarán gente de todas partes del mundo y me gustaría que representaras a Colombia, cuentes tu experiencia y lo que estás haciendo”.

Me pareció maravillosa invitación, la acepté, y de inmediato me dijo:

  • ¿Por qué no vienes con alguien de las FARC?
  • No, porque las FARC secuestró a mi tía.
  • Sí, lo sé.
  • No sé si a mi tía le guste la idea.
  • ¿Por qué no le preguntas?

Regresé a Bogotá, fui a hablar con mi tía y le conté:

  • Tía, tengo la oportunidad de ir a este evento maravilloso, el que después de los Olímpicos es el que más países reúne, mil trescientas personas de literalmente todo el mundo. Puedo ir a contar la historia de lo que hago y a darle visibilidad, pero necesitaría ir con alguien de las FARC o que haya estado.

Mi tía se puso a llorar y me contó una historia:

  • Cuando estuve secuestrada un guerrillero, en lo difícil que fue mi secuestro, intentó ayudarme. En las noches me ayudaba a hacer la litera. En las mañanas me pasaba el pocillo primero para que tomara el café antes de que lo usaran los otros y para que no me tocara el tinto reciclado. Muchas veces me cargó por mi discapacidad de cadera que hacía que no pudiera caminar tanto ni a la velocidad que ellos lograban, menos en medio del monte.

En medio de una de tantas caminatas le dije al oído: Mijo, yo sé que usted no quiere estar acá, está tan secuestrado como yo. ¡Váyase de este lugar! Al día siguiente me dijo: Abuela, si un día yo me voy de acá, ¿usted se tomaría un café conmigo estando afuera? Le contesté que no, ahorita no, porque usted le está haciendo mucho daño a mi familia, pero de pronto un día.

Poco tiempo después de esa conversación fue rescatada y nunca lo volvió a ver. Después supo que al parecer lo capturaron. Entonces me dijo:

  • Ve, viaja a Dublín, llévate a alguien como él y tómate ese café en mi nombre.

Confirmé mi asistencia, le dije a Kate que buscaría a alguien de las FARC que me acompañara. Ahora sería más fácil hacerlo, pero en esa época encontrar un desmovilizado no era tan sencillo. Finalmente me acerqué al Gobierno que me ayudó.

Conocí a Regis Ortiz, un joven con el que me sentí muy identificado. Cuando me contó su historia supe que fue líder estudiantil en la Universidad de Cartagena, como lo fui de la Javeriana de Bogotá. Hizo actividad y denuncia social, por lo que termina amenazado por los paramilitares, entonces se refugió en la guerrilla y luego no pudo salir. Nos ubicamos los dos en los lados opuestos de la historia y ahora los dos nos encontramos desde la sociedad civil.

La condición del Gobierno es que viajara y permaneciera con él. Permanecimos en tierra cuatro horas pues Lufthansa tuvo un retraso en su itinerario tiempo que usamos para conversar. Ver cómo Regis vive la guerra es impresionante, lo que le toca experimentar es durísimo, desde cómo buscar comida hasta cómo tener relaciones, habló de los combates, del riesgo, del miedo. Pero también le conté toda mi vida y sin filtros.

Tuve seis días privilegiados en Dublín con él. En nuestra charla dijimos que la paz no solo se firma, sino que se construye (VER VIDEO). Una vez en Colombia lo invité a mi casa a comer sancocho, asistí a su matrimonio con Ginnet, alguien que tiene su historia de vida llevada al cine, La mujer de los siete nombres. Los invité a dar una charla en nuestra firma de abogados.

Mi papá y mi hermana los conocieron, al final de la charla mi papá lo abraza, agradece el compartir. Unas semanas después, en lun evento de RECOJO, mi mamá lo conoció y lo abrazó. Esta fue la manera de sanar una herida de tanto tiempo, comenzó a cambiar la narrativa y la perspectiva.

Hablé con Regis para decirle que quería ayudar a sanar a otras familias. Lo invité a buscar diez amigos que hubieran pasado por lo que él y yo diez que hubieran sido víctimas para reunirlos en mis campamentos de verano para intentar reconciliarlos, luego llegarán veinte niños en función de pensar en las nuevas generaciones, pues si nosotros logramos reconciliarnos, los niños podrán vivir en un país en paz.

Este proyecto fue galardonado en el Foro Económico Mundial – Coca Cola Company, con jurados de la Universidad de Harvard y de la Junta del Foro que me llevó nuevamente a la cumbre anual de Davos para recibirlo.

Bakongo paz fue transformador, me marcó, a mi familia, a muchos. Luego con Regis dimos charlas por todo el país, estuvieron en medios contando su experiencia de reconciliación.

PANELISTA EN DAVOS

Apliqué para representar a los jóvenes en Davos y, junto a seis más, gané ese privilegio. Una experiencia en la que compartí cenas con Koffi Annan, Premios Nobel, Stiglitz, me fui de rumba con los príncipes de Noruega, en el corredor crucé diálogos con ex presidentes, pero también compartí cafés con empresarios colombianos, uno de ellos tiene en su escritorio un zapatico de bebé. Algo absolutamente surreal.

Lo más raro de todo fue que, dos meses después recibí un correo en el que me invitan de panelista. Llamé a Ginebra a agradecer un correo que pensé había recibido por error pues el tema, los nuevos valores del siglo XXI, tema del que no sé, además compartiría  panel con el presidente global de Nestlé, Paul Buckle, el presidente de la Universidad de George Town, , un multimillonario árabe, Arif algo, la experta en sociología y religión de la Universidad de  Lancaster, Linda, el director de Global Compact de Naciones Unidas, y Daniel Buriticá que nadie conoce. Claramente este es un error.

Quien me contesta dijo: “Daniel, quienes organizan la agenda del foro son solamente tres personas. Es poco probable que hayan cometido un error, por lo mismo te aconsejo que aceptes”.

Así procedí, envié un correo aceptando y agradeciendo la invitación, y de inmediato entré en pánico absoluto. ¡Mamá, qué voy a hacer, de qué les voy a hablar! Y mi mamá me contesta: “Mijito, léete este libro”. Pero, mamá, quien lo escribió va a estar ahí sentado. Pero es que el problema no solamente son los panelistas, es el público.

En mis charlas siempre le pregunto a la gente: “Si ustedes tuvieran cinco minutos para hablarle a los líderes del mundo, ¿qué les dirían?” Y yo tuve esos cinco minutos en los que les conté la historia del zapatico.

Cuando en el 2017 recibo la invitación para recoger el premio del que ya hablé, fui donde mis amigos para que alguno de ellos fuera, pero no aceptaron considerando que debía asistir yo.

Bakongo y Bakongo Paz me ha dado muchas cosas en la vida, y muy especiales, tanto que el día en que me comprometí, lo hice ahí. Pero también lo fue cuando mi tía me llamó a decirme: “Danny, yo lo quiero conocer, quiero conocer a Regis”. Primero me había dicho que quería enviarle una carta. La reunión no fue en mi apartamento como le sugerí, sino en su casa, estuvieron mi abuela, Regis, su esposa, y compartimos el café que llevaba tantos años pendiente.

MATRIMONIO

Mi mayor aventura de todas ha sido mi matrimonio. Un amigo me escribió a decirme que tenía una amiga que era Global Shaper en Costa Rica que iría a Colombia a trabajar y que si podía atenderla. La recibí cuando se bajó del avión y la atendí tan bien que hoy es mi esposa.

Nos conocimos, nos enamoramos, muy poco tiempo después nos comprometimos en un Bakongo, y algunos meses depsués nos casamos.

Gaby es una mujer absolutamente maravillosa, con corazón de oro, alguien que vio en mí no lo que yo había hecho, sino lo que yo era, es más. Pero conoció también mis defectos, a un tipo terco y con muchas cosas por mejorar.

Con la intención de hacer una familia y apostarle al futuro nos casamos hace seis años, primero en Bogotá por lo civil, luego en Costa Rica en ceremonia católica. Vivimos en Bogotá, ocho meses después ya estábamos embarazados de Luciano quien hace apenas pocos días cumplió cinco años. Ellos son la luz de mis ojos, son mi corazón, mi vida entera. Luciano es mi gran maestro, él ha iluminado mi vida, Atravesamos una etapa muy difícil en nuestra relación debido a una crisis muy profunda generada por la depresión posparto, pero que solo lo supimos años más tarde. Lo cuento con tranquilidad porque Gaby ahora es activista en ese tema, fue invitada a dar una charla en Tedx para hablar de su experiencia. Hoy contamos con dos depresiones posparto, la segunda a raíz del nacimiento de Mía, una muñeca espectacular que está gritando por ahí y que tiene año y medio.

Ahora transmito desde Costa Rica pues vinimos a pasar un tiempo, pero llegó la pandemia y nos fuimos quedando para sentirnos ya muy instalados, tranquilos y felices.

Mi vida familiar es lo más importante.

MOMENTO ACTUAL

En lo profesional fusionamos las firmas de abogados, nació Godoy Cordoba, la firma más importante en derecho laboral del país, la única boutique que está en el top 10, con presencia en cinco ciudades, tres países pues estamos también en Perú y con una operación pequeña en Venezuela.

También he montado algunas empresas adicionales con mi socio de Bakongo Kadoma, una de Team Building, trajimos la franquicia a Colombia que se llama Catalyst. Otra de tecnología en la que fracasé por unas aplicaciones que no funcionaron, pero aprendí mucho, solo queda una en la que hacemos campañas de gratitud en las empresas a través de la tecnología. Recientemente monté una Fintech  en los Estados Unidos con otro amigo, pero  la pandemia nos quebró, pero eso es parte de emprender

Llamé a una firma boutique de innovación en California, Solve Next , que se basa en la metodología Think Wrong, que usan las grandes empresas del mundo como Google y otras. Me capacité hace cinco años con ellos a través de un software que reúne todas las herramientas que han desarrollado. Yo había perdido acceso a mi licencia porque no la volví a pagar, pero quise volver a usarla para apoyar a las Pymes que se están quebrando.

En la llamada se conectó el fundador Greg Gale, le pregunté qué estaban haciendo en América Latina, me dijo que nada porque no habla español. Lo convencí de que me diera la licencia para operarla. En septiembre empezamos en Colombia y Costa Rica, buscamos llevar innovación de punta a lugares insospechados como Riohacha.

Cuando funciona el modelo de expansión, empiezan a manifestar de diferentes partes del mundo como Arabia Saudita, Sudáfrica, Francia, Turquía, que quieren implementarlo y el presidente me los remite. Presenté un plan de acción global, que diseñé ese fin de semana, basado en emprendedores locales, gustó y hoy soy socio de la empresa.

Ahora vamos a llevar esta solución a desmovilizados, a cárceles, a expediciones y campamentos para enseñarle a los jóvenes herramientas y metodologías de innovación de punta. Queremos enseñarles que para ser emprendedor no se necesita llevar un saco cuello tortuga ni llamarse Steve ni vivir en California, sino que requiere disciplina.

Quiero desafiar el statu quo, reunir a personas que piensan diferente para restarle espacios a la inequidad y a la injusticia.

RECONOCIMIENTOS

Soy fellow de Ashoka y he recibido un par de reconocimientos.

SOCIAL SKIN

Al ser emprendedor social puedo ver los proyectos con este enfoque, pero también con enfoque empresarial entendiendo las dinámicas de mercado, hago parte de varias juntas directivas, lo que me da visión de los dos mundos, además soy joven, menos de lo que aparento pues soy come años.

Este perfil se ajusta al que el Grupo Bolívar – Davivienda busca para evaluar los proyectos de sus jóvenes emprendedores que participan del programa a través de Social Skin.

Nuestro país y la región está llena de esperanza, se ve mucho talento, pero también ganas en los jóvenes. Lo que hay que hacer es una alianza en las e’s: en la esperanza, con la experiencia que tienen las otras generaciones. Social Skin logra unirlas con mentores, con jurados y con visión que abarca a América Latina.

Soy muy malo dando consejos pues yo no estoy en el lugar del otro para decirle qué hacer, cada quien tiene sus propios zapatos. Lo que puedo compartir es mi historia.

Siempre les digo a los emprendedores: Cuando uno tiene un gran por qué, puede con todos los cómo. Hay un estudio muy importante que muestra que lo que hace que una persona sea exitosa a través del tiempo, de todas las variables no tiene que ver con las oportunidades ni la plata, el mayor diferencial es la perseverancia. Cuando uno tiene un sueño, no importa qué, hay que perseverar, tener paciencia, esta entendida como postergar la recompensa. Cuando tienes un propósito de vida, la vida es corta para cumplirlo, entonces, simplemente hay que seguir adelante sin desfallecer. Algún día van a lograr su sueño.

PROYECCIÓN

Ya me importa menos llegar lejos, busco que otros lo logren. Mi proyecto es empoderar a muchos jóvenes en la región y el mundo para que encuentren soluciones a sus problemas, darles herramientas para que tengan mejores resultados, para que generen más impacto, construir una comunidad que les sea significativa.

Sueño con tener un lugar físico que sea la tierra de Bakongo para sentarme en una banquita al lado del lago con Luciano y Mía en mi regazo y mostrarles que ese reino mágico sí existe.

Recién llegados a Costa Rica con Gaby embarazada, mientras dormía me sentaba con Luciano en la sala del apartamento, sin muebles, con las ventanas completamente abiertas, con las luces apagadas y con una linterna que me alumbraba la cara para contarle las historias del reino mágico de Bakongo. Al día siguiente cuando vio la montaña me dijo: “Papá, allá, allá”. ¿Allá qué, hijo? “Allá detrás de esa montaña yo creo que está Bakongo”.

Sigo buscando esa tierra prometida, detrás de la montaña, en donde algún día tendremos un espacio físico.

REFLEXIONES

  • ¿Cómo quieres ser recordado el día de mañana?

Soy un convencido de que a mi funeral van a ir las personas que hice sentir bien. Espero que al mío vayan muchas, aquellas a las que les haya tocado la vida, de una u otra forma, y que hayan encontrado en mí una persona que les dejó algo en su corazón.

  • ¿Cuál es tu razón de la existencia?

Ojalá que nunca se olviden de que la felicidad está escondida detrás del servicio, que la vida se trata de ayudar a otros, de vivir para otros.

  • ¿Cuál debería ser tu epitafio?

Es difícil a preguntas complejas dar respuestas sencillas en tan poco tiempo. No sé cómo debería ser, pero sin duda debe llevar las palabras servicio, alegría y D´s.