JUAN DANIEL GARCÍA – GARCABAS
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo
GARCABAS es una empresa comprometida con el uso adecuado de los recursos naturales para la transformación y creación de biocombustibles a partir de residuos, agrícolas y en especial de café, para reemplazar el uso de leña y carbón.
Juan Daniel García – propietario.
Nací en Pereira, en una familia de profundos valores y principios morales, construida por mis padres Daniel García y Luisa Fernanda Cabas, y mis hermanos José Alejandro, que vive en los Estados Unidos, y Matías, que tiene seis años.
Mi colegio aportó de manera importante a mi crecimiento personal con conciencia social y, en la medida en que fui creciendo, me encariñé mucho más con el medio ambiente, ayudado porque mi papá, en un principio, fue ganadero.
Desde muy pequeño fui una persona a la que no le gustó estudiar, pero, en contraste, me llamaron poderosamente la atención los astros y me dediqué a aprender de ellos. Fui el típico estudiante que pasaba raspando o pidiéndole a los profesores que me ayudaran a mejorar el 2.9 con que cerraba las materias.
Estudié en el Rafael Reyes desde primero hasta décimo grado, si duda, fue una de las mejores etapas de mi vida que disfruté plenamente. Validé para graduarme, para lo que conté con el apoyo de mi papá, quien siempre me ha apoyado en mis decisiones.
Cuando tenía catorce años le dije a mi papá que quería ser futbolista. Yo jugaba bien, estuve en la sede del Deportivo Pereira, entonces, una vez validé, pude dedicarme de lleno al fútbol. A los seis meses, cuando mi papá me pidió compromiso, le dije que ya no era lo que quería, pues no estaba dispuesto a madrugar ni a sacrificar mi desorden, tampoco las salidas, ni la rumba. Fue así como perdí esa oportunidad.
Tenía dieciséis años, y recuerdo cómo mi papá me insistía en que me capacitara. Decidí entonces que estudiaría algo fácil, en un área de la que me pudiera graduar sin mayor esfuerzo y que no requiriera tanta entrega. Revisé contenidos y me llamó la atención la biología, vi una opción en la UTP y otra en UNISARC. Pensaba que estudiar a los animales sería la mejor opción porque lo consideraba fácil y yo quería graduarme por lo más sencillo.
El primer semestre, de siete materias, perdí seis. Al siguiente estuve en período de prueba y tan sólo perdí cinco, hasta que me fui organizando. Sólo me ajuicié estando en sexto semestre cuando le cogí amor a la carrera, me consagré, aprendí y, si bien no fui el que sacó las notas más altas, sí el que entregó todos los proyectos, porque me convertí en el más juicioso y disciplinado.
En octavo semestre, cuando tuve que escoger entre hacer una práctica o una tesis de grado, y cuando todos mis compañeros se dedicaron a trabajar en grupos estudiando lo básico, yo quería hacer algo por el planeta desde otra perspectiva. Pensé que, si me volvía experto en un animal, que puede extinguirse, por ejemplo, mi carrera se iba a ver perjudicada. Fue así como me decidí por algo diferente y que considerara el medio ambiente. Quise ser emprendedor.
Cuando inicié mi proyecto, también comenzaron las críticas de profesores, compañeros y familiares. Me decían: “Pero cómo va a emprender, cómo se le ocurre que va a crear un negocio. No olvide que usted es biólogo”. Entonces decidí hacer el trabajo solo y me exigió concentrarme en química orgánica, inorgánica, analítica y fisicoquímica, la materia más dura de toda mi carrera, la que me hizo perder tres semestres. Pero mi trabajo de grado se basó en química industrial, química pura. Y mis compañeros insistían: “Si usted perdió todo eso, ¿cómo se va a meter en un área que no es suya, que no conoce?”
Aún así continué, me concentré, busqué un profesor de química que me ayudara, y me tomó un año sacarlo adelante.
Iba yo temprano en la mañana, casi dormido, subiendo por el helicoidal (que en la medida en que uno va girando, se van dejando ver los cultivos de café), y se me ocurrió: “Si Colombia es un país cafetero, entre mayor es la producción mayor también la generación de residuos. ¿Qué estarán haciendo con esos subproductos?”
Pensé entonces en aprovecharlos, busqué a mi profesor y le transmití mi inquietud. Ahí comenzó todo un proceso de investigación que me llevó a concluir que con esos residuos podía crear biocombustibles, es decir, fuentes energéticas alternativas a la madera, al carbón, al gas, a materias no renovable.
Logré graduarme, a palo, a piedra, pero lo hice, como lo hicieron mis compañeros, los que en todo sacaban cinco, los que no perdieron ningún semestre, pero que, por lo menos algunos de ellos, no han basado su vida profesional en lo que estudiaron.
Yo no he entregado una sola hoja de vida, nunca le he trabajado a un tercero. Comencé mi empresa a mis veintitrés, hace cinco años, con la resistencia de muchos y pese a las opiniones de mis familiares quienes no estaban de acuerdo con mi emprendimiento. Me había salido una pasantía en San Andrés como resultado de un estudio que adelanté en el SENA como técnico en recursos naturales, entonces todos querían que yo viajara y pospusiera mi proyecto. Pero seguí adelante.
Asistí a una primera feria en el Hotel Movich, invitado por el SENA y por otras instituciones que me abrió puertas. Le pedí a mi papá quince mil pesos para un pendón, pero para ese momento no estábamos bien económicamente, entonces me dijo: “No se los puedo dar porque hay otras necesidades”.
Entendí perfectamente, entonces escaneé e imprimí unas fotos tomadas de mi celular y las pegué en la pared de mi stand. Invité a mi familia a que me visitara. Cuando mi papá fue, vio el stand lleno y escuchó a políticos diciéndome que querían invertir en mi negocio. Entonces él vio una oportunidad ahí y me dijo: “Siéntese y cuénteme qué es lo que tiene”. Le expliqué en detalle y se alió conmigo, ahora ama la empresa, somos un equipo, él lucha por el proyecto y madruga a trabajar en él.
Lo que ves en mis manos en este momento es una briqueta de leña hecha de cisco y que reemplaza la madera. El paquete de kilo trae doce unidades y, dos ruedas de estas duran una hora generando llama, tiene menos azufre, menos ceniza, menos C02 y minimiza la deforestación. Resulta que, cuando los campesinos necesitan leña, talan árboles, producen más C02 y aumenta el cambio climático y los gases de efecto invernadero y se incrementa la deforestación. La briqueta reemplaza ese proceso y evita el impacto negativo, sirve para hacer fogatas, para cocinar alimentos, porque es un combustible ecológico.
Seis meses más tarde, trabajando en mi casa, saqué la briqueta de asado que reemplaza el carbón vegetal, genera llama y evita la deforestación. Para hacer el carbón, entierran la madera para quemarla, lo que genera erosión y muchos problemas al ambiente y a la salud, mientras que con mi producto se evita todo ese daño.
El beneficio se extiende, porque los campesinos arrojan los residuos a los ríos, a las quebradas y al suelo, generando plagas y afectando, nuevamente, el ambiente. Mientras que nosotros en Garcabas los transformamos ecológicamente y le damos un incentivo al campesino.
El pellet es un tercer producto que reemplaza al carbón mineral, al carbón coque y al gas, es de uso industrial, para calderas, siderúrgicas, cementeras, ingenios azucareros.
Recuerdo con simpatía, cuando la gente se acercó a mi stand, preguntándose qué tipo de productos eran los que yo exhibía, si eran una dona, si se usaban para pescar. Es un producto nuevo en el país y en el mundo, porque quienes los fabrican lo hacen con madera.
Mi papá me asesoró para que no recibiera plata de inversionistas, por lo menos no en ese momento. Prefirió revisar el tema con calma y con lupa, pues él tiene todo el manejo administrativo y financiero. Se arriesgó y decidió vender su finca y mientras se hacía el negocio, mi papá y yo nos íbamos en bus a sitios en los que, después de mucho caminar, pudiéramos encontrar, por ejemplo, la licuadora que yo tanto necesitaba, la compramos de segunda, igual que un horno artesanal. Fabricamos en el patio de la casa lo que no podíamos comprar y lo hacíamos de manera artesanal.
En febrero del 2016 nos visitó mi prima que vive en los Estados Unidos, la recogimos en Armenia y, en el trayecto hasta Pereira, le hablamos del proyecto. Se interesó y nos dijo: “Yo les tengo el inversionista”. En febrero decidieron invertir, entraron como socios, y son quienes suplen nuestras necesidades financieras.
Recuerdo cuando le pedía a mi mamá que me buscara cáscaras de huevo, pasto y materias primas para investigación. Mi abuelo, que vive con nosotros, me ayudó a fabricar máquinas artesanales para mi producción. Hice pruebas, todo fue por ensayo y error, y para darle la forma que tu ves aquí, usé la cucharita de helado que mi hermano usaba para jugar cuando tenía cuatro años.
Pasamos del patio de mi casa a una bodega de tres pisos de 60 m2 cada uno, y los especializamos. Estando ahí, nos disparamos en ventas, nos conocieron en el Ministerio, en la CARDER, en la Alcaldía, en la Gobernación y en las empresas más grandes de Colombia. Resulta que a mi mamá le gusta conversar y hacer amigos, y les contaba a todos de nuestro proyecto. Gracias a ella nos invitaron a “Gente que le pone el alma” programa de Caracol, también a Telecafé, al Jeepao, nos entrevistaron varios periódicos. En últimas, nos dimos a conocer. Así pues, en la familia cada uno cumplió una función específica que ayudó al éxito de la empresa.
En septiembre de 2016, ya constituidos formalmente, asistimos ocho personas, integrantes de Garcabas (porque ya teníamos tres empleados), a Expocamello. Nos destacamos por lograr el mayor volumen de ventas, fuimos la empresa que generó más impacto y la que más atrajo público. Como anécdota recuerdo que, mientras nosotros vendíamos en el stand el kilo de producto a $3.000, los revendedores lo hacían a la salida a $8.000.
Comenzamos a recibir llamadas de potenciales clientes como el Ingenio Risaralda que quería hacer pruebas y exportar, esto cuando apenas llevábamos seis meses de operación. Pero también nos visitaron unos inversionistas chinos con una comitiva muy grande, acompañados por Procolombia, por la Cámara de Comercio, la Alcaldía, pues querían comprar la empresa. Lo curioso es que preguntaban por la fórmula, intentaron copiarla, pero no lo lograron.
En marzo del 2017 nos trasladamos a una bodega de cuatrocientos metros en la Badea e importamos una máquina de los Estados Unidos.
Recibimos la visita de una empresa de Bogotá que nos vio por redes sociales y quería exportar nuestro producto a una cementera en Holanda. Nos visitaron, comenzamos las negociaciones y compraron nuestro producto. Este negocio se convirtió en nuestra primera exportación que ocurrió en el 2018.
También recibimos la visita de unos exportadores de la ciudad, querían llevar nuestro producto a Canadá, a Estados Unidos, a España y a Bélgica. Negociamos durante cinco meses hasta lograr un acuerdo. Pero no teníamos la capacidad para atender la demanda, entonces nuevamente los inversionistas nos apoyaron para crecer.
En agosto de 2019 nos pasamos a una bodega de 4.500 metros, lo que nos permitió producir lo suficiente para atender la demanda. Los exportadores nos compraron doscientas toneladas que se exportaron y, un solo cliente, el ingenio más grande, nos pide diez mil toneladas diarias de las tres que estamos en capacidad de producir. Llegamos a Wallmart, HomeDepot y Carrefour, porque, en los países con estaciones, nuestro producto resulta muy útil como calefacción, también es usado para ahumar alimentos.
Siento una satisfacción muy grande al explicar los procesos cuando nos visitan de colegios y universidades. Esta experiencia me ha permitido entender que encuentro una fascinación especial en transmitir, por lo mismo, dentro de unos años, quisiera dedicarme a dar charlas sobre innovación y emprendimiento, y ayudar a otros a emprender.
Dado el confinamiento actual, comencé otro emprendimiento con un canal en YouTube, Emprendes conmigo, presento el Modelo Canvas, cómo crear ideas innovadoras, cómo emprender y crear negocios, y cómo generar ingresos; también hablo de los posibles errores que debe evitar una persona que quiera emprender, lo que está alineado con mi misión.
- ¿Quiénes han sido tus mayores referentes?
En primera instancia mi papá. Él ha sido el mayor referente y me ha enseñado aspectos fundamentales. También he aprendido a partir de la historia de grandes personajes que han logrado levantar imperios y empresas de la nada.
- ¿Cuáles han sido tus mayores retos?
Cuando, estando en la bodega pequeña, no sabíamos de transformadores de energía y nuestra máquina superó la energía de consumo, se apagaban si que entendiéramos qué pasaba. Esto frenó la producción por un buen tiempo.
Superado ese impase, le mandamos a fabricar unas máquinas a un ingeniero aficionado que no supo hacerlas, entonces perdimos una plata importante. Tenemos sus máquinas arrumadas, esperando el día en que podamos mejorarlas y darles uso.
Luego, cuando importamos la máquina de los Estados Unidos no sabíamos de posicionamiento arancelario, había que traer las partes separadas y no como unidad, como lo hicimos, entonces la retuvieron siete meses en aduanas. Esta situación nos obligó a pagar una renta de cinco millones mensuales.
Pero una vez adecuada la máquina presentó problemas, no era industrial, entonces se agotaba fácilmente, lo que alteró nuestra programación. Superamos esta situación gracias al apoyo de los inversionistas y a que mi papá supo administrar los recursos. No nos quebramos, pero sí fue muy difícil.
Otro fue cuando comenzamos a exportar, la DIAN nos frenó al tratarse de un producto nuevo, no estaba catalogado y no tenía posicionamiento arancelario. Debíamos hacerlo nosotros o pagarles para que lo hicieran ellos.
En enero nos íbamos a expandir, a hacer más turnos, a contratar más personal, pero llegó el Covid-19.
Hemos tenido que lidiar con personas que han querido copiarnos, robarnos, quitarnos la fórmula, otros quieren aliarse con nosotros, pero para su beneficio.
Quizás el más grande de todos, el personal, ha sido desvirtuar esa idea que tantos tenían cuando me decían que no daban un peso por mí.
- Basado en tu temprana experiencia, ¿qué recomendación le harías a quien quiera iniciar su camino hacia el emprendimiento?
Que no es necesario ser el mejor, ni el más inteligente, ni sacar las notas más altas, sino ser el más disciplinado e imprimirle amor y entusiasmo a lo que se hace.
Que se rodee de personas idóneas, porque nadie se las sabe todas, es imposible y no sólo ambicioso, pretender saber de producción, de finanzas, de contabilidad, de exportaciones. Formar un buen equipo de trabajo es clave.
Que no piense que las empresas crecen de la noche a la mañana y sin ningún esfuerzo. Se requiere mucha dedicación y sacrificar horas de sueño, pero luego se ve el fruto.
Si alguien tiene una idea de producto o servicio, que lo ensaye primero, que asista a ferias, que observe qué tanta acogida puede tener. Debe tomar nota de todo y mejorarlo hasta el nivel óptimo antes de lanzarse a emprender.
Que no piense en la plata como norte, sino en la satisfacción que genera vivir el proceso de crecimiento.
- ¿Cómo quieres impactar al mundo?
Desde mi pasión por ayudar al medio ambiente (Garcabas está certificado como producto ecológico), pero también ayudando a los animales. Mi conciencia social me ha llevado a desarrollar programas de impacto.
A través de la innovación, porque también he creado abonos orgánicos, paneles solares a través del pelo que es conductor de electricidad, bebidas antioxidantes a partir de los residuos del café. Han sido varias las empresas que me contactan buscando darle uso a los residuos que generan, entonces se los transformamos para su consumo o venta.
- ¿Cuáles son tus mayores talentos?
Me gusta hacer las cosas bien hechas, con disciplina y entrega. Mi sentido social y mi sensibilidad por el planeta. Pero también la imaginación que me permite innovar; la perseverancia, por la dedicación y el empeño que imprimo a todo cuanto me propongo lograr.
- ¿Cuál es tu código de ética?
No hacerle daño a los demás y apoyar a los otros a que salgan adelante.
Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”