Juan Baena

JUAN BAENA

Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy servidor público por llamado del corazón, abogado rosarista, dos veces concejal de Bogotá. Nunca soñé con ser político, aunque concibo la política como una herramienta para servirle a la sociedad. También me defino como un interesado en los temas de genealogía y convencido de que uno viene al mundo a honrar a sus antepasados.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Uno de mis ancestros paternos fue un arriero que llegó al Departamento del Quindío para establecerse en Montenegro huyendo de una calamidad familiar ocurrida en Aguadas, Caldas.

Jesús Arango, mi bisabuelo, fue terrateniente, muy hábil con el dinero y con la administración de sus fincas, lo que lo condujo a la muerte cuando un pariente lo asesinó para no pagarle una deuda que había adquirido con él después de secuestrarlo y cobrar la recompensa. La familia emprendió su búsqueda por aire y por tierra, pero su cadáver fue hallado en alguna montaña del Quindío por un perro de un campesino.

Mi bisabuelo tuvo una relación muy cercana con su yerno Fabio Baena quien tenía fama de ser muy serio, de una sola pieza, agresivo con quien lo contradijera o con quien no estuviera de acuerdo. En sus tertulias de pueblo decía que cuando dieran con el asesino de Jesús Arango tomaría justicia por sus propias manos, señalaba a alguien de la chusma,  razón por la cual fue también asesinado muy corto tiempo después, quizás un año. Para ese momento mi papá estaba ad portas de comenzar su universidad.   

Jesús Arango estaba casado con Amalia Mora, Malita, como la llamábamos, alguien muy comprometida con los temas sociales participando en un buen número de obras de beneficencia. Producto de sus causas y gracias a sus vínculos con la Iglesia, Montenegro tuvo bachillerato antes que Armenia.

Su hija mayor, Graciela Arango, mi abuela, heredó su amor por lo cívico, se casó muy joven con Fabio Baena y fueron padres muy rápidamente. Viuda le dio estudio a todos sus hijos, mi papá egresado de la Javeriana, sus hermanos estudiaron en Manizales, gracias a que se dedicó a administrar las fincas de su padre y de su esposo asesinados. Fue una mujer muy generosa, siempre tocaban a su puerta para pedirle ayuda y ella entregaba lo que tuviera a su alcance sin importar su dueño al considerar que fácilmente podría reemplazar lo que ella regalaba.

A mi abuela la recuerdo de bota pantanera de caucho y machete en la mano, desyerbando. Amó la jardinería con la que participó en concursos internacionales y ganó repetidas veces nacionales. Fundó el Club de Jardinería de Montenegro. También diseñó y administró los jardines del Parque del Café, el mismo que había fundado su hermano Diego Arango Mora quien hacía parte de la Junta Directiva de la Federación Nacional de Cafeteros. Diego visitó Villa de Leyva donde conoció una gente que quería hacer el Parque de los olivos y de inmediato pensó que él podría hacer lo mismo con el café en Montenegro. De esta manera dinamizó el turismo en el Quindío, Departamento que ha tenido tradición agropecuaria.

Me enseñó el valor del trabajo cuando no aceptaba verme haciendo lo que yo llamaba “pereza” en una hamaca reposando el almuerzo y ella desyerbando sus jardines en alguna de las fincas. Me dijo: “Yo con setenta y dos años, mijo, no tengo pereza, cómo es posible que usted a los trece sí”. De inmediato busqué oficio.

Murió en su casa de toda la vida, la que se conserva aún hoy, frente a la Plaza de Montenegro.

Mis tíos abuelos, Jaime, Diego, Darío Arango, son contemporáneos a mis tíos y a mi padre, han tenido una relación de hermanos. Con ilusión espero cada año a que llegue diciembre, época llena de magia, pues nos reunimos más de cincuenta personas, nos disfrazamos, hacemos comparsas, obras de teatro.

RAMA MATERNA

La familia de mi mamá es de la Costa donde se casaban entre primos. Mi abuelo es Eduardo Merlano Merlano y mi abuela Ofelia Fernández Fernández. En consecuencia, mi mamá es Luz Estela Merlano Fernández Merlano Fernández.

Mi abuelo fue ganadero de Sincelejo, mi abuela de San Andrés de Sotavento, muy sucres y cordobeses. Mi abuelo murió cuando mi mamá tenía doce años, él muy trabajador, profundamente inteligente, y dejó una herencia importante en sus hijos. Mi abuela transmitía el amor desde la mesa con toda la tradición gastronómica de su región, así la recuerdo: era todo un festín, preparaba mote de queso, chicharrón… Sus hijos se volvieron políticos de la región.

SUS PADRES

Una curiosidad es que mis padres fueron criados por sus abuelos, quizás por ser tantos los hijos ellos ayudaban. Además, eran vecinos. Mi papá trabajó en las fincas haciendo las veces de jornalero, con esto forjó carácter, aunque recibió todas las consideraciones.

Mis padres vinieron a estudiar a Bogotá, donde se conocieron. Mi papá estudió ingeniería en la Javeriana, se vinculó a la Federación de Cafeteros en Bogotá donde inició como gerente supernumerario. Mi mamá es arquitecta de la Piloto donde estudió después de hacer intercambio a Inglaterra.

Mis papás se conocieron en algún evento social donde iban con parejas distintas. Se gustaron, se enamoraron, se casaron. Mi mamá nunca dejó su profesión, trabajó diseñando oficinas de bancos, ha sido emprendedora y educó a tres hijos de los cuales soy el mayor.

PILARES DE FAMILIA

Un valor familiar está en que mis padres se han amado siempre, conviven amorosamente, lo que es un ejemplo para todos.

Nos inculcaron que el trabajo no es deshonra. Tuvimos una tienda de café en Panaca que mi mamá administraba. Durante las vacaciones mi papá me ponía a vender tintos cargándolos en mi espalda y cantándolos a viva voz: “¡Tinto a tres mil quinientos!”. También despachaba desde el mostrador. Por supuesto, yo siempre quise evitar encontrarme con mis compañeros de colegio, luego entendí que no tenía por qué sentirme avergonzado. En la casa empacábamos galleticas de café para la venta y nos ayudábamos con una máquina que derretía el plástico para sellar las bolsas, terminábamos empegotados (sic) de mantequilla.

Viviendo en República Dominicana mi papá me ponía a vender tomates y pepinos en el condominio donde vivíamos, así me iba de puerta en puerta ofreciéndolos. También fui mesero estando en Bogotá donde me encontré con amigos mientras trabajaba.

PRIMEROS AÑOS  

Nací en Bogotá al igual que mi segundo hermano. El menor nació en República Dominicana donde trasladaron a mi papá cuando yo tenía seis años y hasta mis diez. Cuando regresamos al país llegamos a Armenia donde viví hasta mis dieciocho.

Tuve una infancia muy libre, segura, tranquila. En los condominios en que vivimos pude hacer deporte, nadar, jugar tenis… Fui personero del salón del Gimnasio Inglés de Armenia, y como estudiante me interesó la política local, la de Sucre y la nacional.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

Decidí estudiar Derecho en la Universidad del Rosario. Mi búsqueda era la justicia, perseguir el valor de esta. Para ese momento no consideraba que me fuera a dedicar a la política, pero la descubrí cursando mi carrera.

El Rosario es una universidad con una tradición enorme en la política, no son pocos los presidentes de la República que han salido de su Facultad de Derecho, otros abogados muy reputados dedicados a hacer política como Vargas Lleras, David Luna, Oviedo…

Mis mejores amigos comenzaron a hacer política universitaria, participaron del Consejo Estudiantil. Yo no quise, pues le he tenido temor al fracaso. Me dediqué a trabajar tras bambalinas, sin dar mi cara ni prestar mi nombre. Más adelante, a mis veintidós años, un amigo decidió lanzarse como edil de Teusaquillo y me pidió que lo ayudara, sin que yo supiera eso de qué se trataba. Desplegué una estrategia buscando que estudiantes del Rosario le dieran su voto. Cuatro años más tarde se volvió a lanzar y me volvió a pedir apoyo y de nuevo ganó. Esta vez estuve más involucrado en el qué hacer político.

En último semestre otro amigo se lanzó al Consejo como presidente y me pidió que me lanzara como representante. En un ejercicio de autosaboteo me comprometí, pero no hice campaña para tener la excusa de perder por omisión: perdí esa elección por tres o cuatro votos. Fue una lección muy grande, pero la dejé pasar.

Una vez graduado trabajé en la firma Jorge Carreño Abogados atendiendo temas civiles, penales, administrativos y comerciales. Luego me vinculé a Cormagdalena con Humberto Izquierdo, jefe de la oficina jurídica y a quien había apoyado cuando se lanzó a la presidencia del Consejo del Rosario.

Estando en Cormagdalena, mi amigo José Castellanos, dos veces edil, se lanzó al Concejo de Bogotá. Ahí era otro nivel en el que consolidamos el equipo, aunque para mí era un trabajo en el que ocupaba mi tiempo libre. Resultó elegido, y me desentendí.

Cuando Humberto Izquierdo pasó a trabajar al MinTIC como jefe de la oficina de contratación por invitación de David Luna, me llevó con él, aunque solo estuve siete meses. Estando ahí se me presentó la oportunidad de pasar a ser gerente de Responsabilidad Fiscal en la Contraloría de Bogotá, cuando el contralor era Juan Carlos Granados, para constituirse este en mi primer cargo directivo siendo el más joven de esa institución en ocupar esa posición, tenía veintisiete años.

En la Contraloría trabajé año y medio o quizás dos. Me retiré cuando sufrí una especie de existencialismo al no sentir que estuviera aportando nada. Comencé a leer el libro El hombre en búsqueda de sentido, de Víctor Frankl, que me llevó a reflexionar sobre mi verdadero propósito en la vida. Me cuestioné la razón por la cual vine al mundo. Quise saber cuál era el camino que me permitiría encontrar la felicidad o sentirme pleno a partir de cosas que yo quisiera hacer. El miedo al fracaso lo grafico como un demonio al que tuve que enfrentar.

CONCEJO DE BOGOTÁ

Fue así como tomé la decisión de hablar con mi amigo Castellanos para decirle que quería lanzarme al Concejo de Bogotá. Renuncié un año antes a la Contraloría, lo hice porque soy juicioso financieramente, y se comenzaron a alinear todos los astros.

Carlos Fernando Galán renunció a Cambio Radical y se lanzó por firmas a la Alcaldía de Bogotá. A Castellanos le quedaba muy raro continuar siendo de su cuerda política, entonces ahí se abrió un espacio para mí.

Busqué que se lanzaran otros con quienes había hecho ya política, pero nadie quiso. Entonces tuve que enfrentarme solo reconociendo que hasta miedo le tenía a hablar en público, pues he sufrido problemas de ansiedad. Con las manos sudorosas y atemorizado, me desplacé por toda la ciudad entregando volantes. Lo logré aferrado al libro y a charlas TED, una muy especial Fake it until you Make it. Y me lo creí.

Recuerdo que sacrifiqué mis vacas para financiarme seis meses. También conté con el apoyo de cinco de mis amigos abogados, que son toda una hermandad y quienes me aportaron mensualmente un millón de pesos, pero también tiempo. Para ese momento tenía yo treinta años.

La campaña la hice en bicicleta lo que me llevó a bajar a sesenta y siete kilos, cuando pesaba setenta y cuatro. Me levantaba a las cinco de la mañana para entregar volantes en los paraderos de buses. Regresaba a mi casa pasada la medianoche para al día siguiente repetir la faena.

Diseñé diferentes volantes, cada uno referido a un tema distinto para poderlos entregarlos según los intereses de la gente: seguridad, aire limpio y otros. Recuerdo que en mis pancartas mostraba dibujos animados en los que peleaban Peñalosa con Petro por el metro con el mensaje de: “Superemos las peleas de los egos políticos, mejor trabajemos por Bogotá”.

Mi compromiso con mis amigos era enorme y no podía quedarles mal. Luego se sumaron mis amigos del equipo político para sacar trece mil ochocientos votos ganándole a la cabeza de lista. Galán eligió dos concejales siendo yo el más votado.

Una vez como concejal me llevé la sorpresa de mi vida al pensar que todos íbamos a trabajar en equipo por la ciudad. Nada más alejado de la realidad que eso, pues la gente se abre paso a codazos y tirando piedras. Por ejemplo, a un concejal a quien admiraba le propuse hacer la bancada de la juventud, su respuesta fue: “¡Usted ya no es joven!”. Fue realmente chocante.

Trabajé en el Plan de Desarrollo de Claudia López por muchísimos temas que surgieron de conversaciones con amigos. El de mayor impacto fue quitarle el pico y placa a los híbridos eléctricos, medida que se acerca a los ocho años. El 30% de las matrículas de la ciudad corresponde a estos carros, así le hemos ahorrado al aire material particulado y contaminación, aunque solo pesa menos del 2% del parque automotor, pero renovándolo. Antes la mayoría de los ciudadanos tenía dos carros, ahora uno solo de estos, nuevo y de mejor tecnología.

De igual forma trabajé por las maestras y educación de primera infancia, bandera que no se usa mucho, pero que tiene un alcance gigantesco. Mi compromiso sigue siendo por ellas. Por denuncias logramos que echaran al subdirector de infancia por malos manejos. Otra de mis banderas fue la de seguridad alimentaria, tema crítico durante la Pandemia cuando se perdió tanta comida caliente. Estuve muy comprometido con la discapacidad, tema con el que me identifico y por el que trabajé. Hice mucho control político.

Repetir no fue para nada fácil, pues en mi primer período fui profundamente independiente a Claudia López, en muchos casos le voté negativo y le hice oposición a ciertas cosas. Galán no quería lanzarse a la Alcaldía aunque marcando de primero. El mío era un escenario difícil, como lo fue convencerlo a él.

Después de muchas consideraciones que hice con mis amigos, me lancé como cabeza de lista, esta vez haciendo parte del Nuevo Liberalismo. Pero es que nadie confiaba en nosotros, la apuesta era enorme, el riesgo de no quedar muy alto. Diría que fui rescatado por mi equipo de trabajo del Concejo de Bogotá que se quiso volver a lanzar. Llegamos con cuarenta y nueve mil votos, la tercera más alta votación de la historia del Concejo de Bogotá, lo logramos cuando nadie se lo esperaba. Cuarenta y cuatro compañeros me eligieron en la Presidencia, solo no recibí un voto, el de alguien que quería ocupar ese cargo.

PROYECCIÓN

Cuando llegue el momento lo evaluaremos, pero quisiera llegar al Senado o a la Cámara, ojalá a un Ministerio. He querido representar al Quindío, al Eje Cafetero. Mi departamento tiene una historia muy corta de senadores, pues gente de afuera, vecinos, se llevan los votos.

Mi propósito en la vida es servirle a los demás, lo que quiero es ser es alguien útil a la gente. Aquí rescato el libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, deDale Carniege, el mismo que menciona que las personas buscan tres cosas: riqueza, reconocimiento o influencia en la sociedad. Yo me encuentro recogido ahí.