ADRIANA MARMOREK
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
ESENCIA
Quién soy, es un planteamiento vinculado al asunto de totalidad, porque se trata de estar aquí, entera, completa. Es muy interesante haber constatado a través del tiempo cómo hay en mí diferentes facetas de una misma Adriana. Definirlas, es poner límites y no permitirme ser muchas cosas, pues el encanto está en simplemente ser. Prefiero hablar de intenciones, más que de características, y la mía es: ser el mejor yo posible en múltiples planos.
Son muchos los elementos que hacen una composición dinámica, entendida ésta no como una estructura concluida, sino como un devenir permanente. Me gusta sorprenderme, no sentir que navego dentro de una yo conocida, porque estoy siempre atenta a quién soy, a cómo me veo en diferentes escenarios, momentos y retos.
Para mí, crear es algo esencial. Materializar las ideas que me llegan a través de sueños y de imágenes que veo, que se concretan en la medida que produzco. Siento una fuerza que no puedo explicar, que es la que me ha impulsado a investigar y mi trabajo es el resultado de seguir ese hilo.
ANCESTROS – RAMA PATERNA
Mi bisabuelo Friedrich Marmorek murió entre la primera y la segunda guerra mundial, a los cuarenta y cuatro años. Mi abuelito a los veintiocho y mi papá a los cincuenta y seis.
Recuerdo a mi papá como un ser alucinante. Fue un guerrero que creció sin papás ni hermanos, cuidado por su abuela quien a su vez era viuda y perdió a dos hijos más durante su crianza. Estudió en internados hasta terminar su colegio, luego hizo la carrera de Economía y Derecho en la Javeriana. Con una beca se fue a adelantar su maestría en Boston, después de casarse con mi mamá.
Se instalaron con la ayuda mi tío abuelo, Eric, quien fue para mí, mi abuelo. Eric había logrado salir del campo de concentración y llegó a Nueva York. Unos años después se instaló en Boston.
A mi papá su realidad lo volvió una persona muy reservada con sus historias de infancia. Su carrera profesional fue admirable. Comenzó como vicepresidente de la Caja Agraria, luego lo fue de Colseguros en ventas, asumió la presidencia de la Caja Social de Ahorros, Seguros Colmena, Seguros del Comercio, fue parte de iniciativas y juntas directivas de muchas otras instituciones, por nombrar solo algunos cargos.
Fue un trabajador incansable que vivió la vida como desahuciado. Se despertaba muy temprano a leer sus cinco periódicos, que quedaban explayados en el piso, jugaba tenis varias veces en la semana, cuando encontraba un espacio en la agenda. Los extranjeros que lo visitaban no lograban seguir su ritmo porque podía atender cinco cocteles en una noche. Tuvo una vitalidad y una potencia con la que movía el mundo. Y lo hacia siendo muy caótico: a su escritorio lo llamaban el «Triángulo de las Bermudas» y sacaban fotocopia a todos los documentos que le entregaban, porque estos entraban, pero podían no salir.
Mi papá fue un personaje particular, muy querido por colegas, empleados, competencia del gremio y alumnos de las diferentes clases que durante muchos años dictó en universidades como la Javeriana y la Tadeo. Siempre encontró la forma de estar cerca a nosotros en medio de sus responsabilidades. Fuimos a muchas ciudades de Colombia por carretera cuando éramos muy chiquitos y recuerdo que esos carros eran rescates de las compañías de seguros.
Mi papá era un gocetas de la vida. Disfrutaba de cosas muy sencillas, dulcero total y su antojo favorito eran las galletas macarenas metidas en el congelador.
Creo que de alguna manera él sabía que moriría joven; no lo hablaba, pero vivía con una intensidad absoluta.
El 4 de enero del 2000 se murió de un infarto fulminante mientras jugaba un partido de tenis en Peñalisa, en la mitad de un torneo. Para ese momento yo ya me había casado y mi hija Sofía tenía dos años y ocho meses, la edad exacta que él tenía cuando se murieron sus papás.
Mi abuelito paterno, Otto, viajó a sus veintiún años y completamente solo a Colombia, en 1938. Fue de los pocos migrantes austriacos que llegaron al país, y ejerció como arquitecto. A los pocos meses de llegar a Colombia ya estaba diseñando para una firma.
Otto Marmorek fue uno de los arquitectos que dejó obra del estilo Bauhaus en Bogotá. De los cuales quedan en pie un par de edificios, entre esos el de la Cr. 17 con 33 y la casa del después presidente Carlos Lleras Restrepo.
Mis abuelitos se mataron en un accidente de tránsito en la carretera que de Anolaima conduce a Bogotá, regresando del matrimonio de Lina Rodríguez y el Príncipe Schoenburg, del que mi abuelo era padrino de matrimonio.
RAMA MATERNA
Mi abuelita, Alicia Barrientos, se casó con Carlos Arango en Fredonia, Antioquia. Mis abuelitos llegaron a Bogotá y la familia de dos hijos crece a cuatro, mientras mi abuelito montaba almacenes de ropa para hombre que sufrieron gravemente durante el 9 de abril. El negocio de los almacenes de ropa para hombre sostuvo a la familia hasta que incendios, malos socios y demás obstáculos lo llevaron a cambiar de actividad.
Recuerdo a mi abuelita siempre haciendo algo manual, era increíble. Si no estaba tejiendo, estaba bordando, pintando en porcelana o haciendo pirograbado, manualidades que hacía con mucha maestría. Ella tenía problemas de salud muy graves que la hicieron sufrir muchísimo dolor, del cual nunca se quejó. Me parece verla sentada, muy tranquila y de pronto decir con toda serenidad: «es que tengo los pies puestos sobre brasas», y seguía tejiendo como si acabara de admirar una flor.
Murió cuando yo tenía catorce años, yo era su nieta mayor y vivíamos en el mismo edificio; mis papás viajaban todo el tiempo y nosotros quedábamos bajo su cuidado, así que la disfruté mucho. Pintaba hermoso; aún me pregunto el porqué esto me pasó desapercibido. Tal vez ella nunca le dio importancia. Quedaron en la familia tres cuadros, no sabemos si hay más… El que tengo lo mandé a restaurar; está firmado con su nombre de soltera y se nota su talento empírico en un sencillo bodegón donde la luz hace un efecto hermoso en las frutas y la jarra de cobre.
Mi mamá, Ángela María Arango, se me parece a Audrey Hepburn, absolutamente hermosa. Estudió preparación para el hogar en el instituto de Nina Reyes y dibujo publicitario en el Centro de Las Mercedes. Recién casada en Boston estudio inglés y en la escuela del Museo de Bellas Artes tomó clases de dibujo.
Mi mamá, de espíritu inquieto, hizo muchísimos cursos: locución, fotografía, pintura en porcelana, historia del arte, historia de la música.
La locución la llevó a hacer programas de radio, y estando allí le llegó una propuesta para hacer televisión. Mi mamá y mi tía, su gran amiga, también locutora, se le midieron al reto. Ellas escribían los guiones, segundo a segundo, conseguían publicidad y dibujaban los carteles del inicio del programa Tú lo Conoces Tú lo Construyes que presentaban después del Llanero Solitario con el que iniciaba la programación a las cuatro de la tarde. La televisión era en blanco y negro y no era programación continua.
Yo la acompañé muchas veces a INRAVISIÓN y detrás de la escenografía veía toda la grabación del programa. Me quedaba detrás los módulos de madera, observando y cuidando mis movimientos para que no se cayeran sobre el escenario, y ante el pánico de que me regañara Vladimir Mesa, por hacer ruido. Me encantaba estar detrás de bambalinas. Los programas se grababan en lo que hoy se llama «falso directo». Una vez mi colegio fue invitado y yo bailé como parte de una coreografía que se presentaba.
Después tuvo un programa de entrevistas culturales, El mundo en su hogar, cuando ya la televisión era a color y, como debía editar los programas a la madrugada porque era un programa de bajo presupuesto, a mi papá ya no le pareció tan divertido, le preocupaba mucho la inseguridad. Ante los obstáculos de presupuesto y manejos de la programadora, aquí terminó la etapa de TV.
Mi mamá siempre se interesó mucho por la comida sana y era vegetariana, y para aprender más, pensó que la mejor manera era estudiando Nutrición. Así pues, se preparó, presentó el ICFES, se inscribió y comenzó sus clases en la Javeriana. Entramos a la universidad al tiempo y recuerdo que cuando la veía, en los patios o en los corredores, le gritaba: ¡Maaa! Para las dos era muy divertido encontrarnos entre clases y éramos una rareza en la universidad.
Más tarde tuvo consultorio, pero le aburrió pelear con la voluntad de la gente para ayudarla a adelgazar. Se dedicó a la parte preventiva. Hizo asesorías para empresas creando platos para necesidades específicas, y dictó clases de cocina y manejo de alimentos. Todas las fiestas especiales del año se celebraban en nuestra casa; mi mamá fue el centro de su familia, y se lucía con los menús.
INFANCIA
Mi papá cuidó mucho de nuestro entorno para que fuera tranquilo y para que creciéramos con paz. Nunca hubo sobresaltos económicos, tampoco problemas de salud importantes.
Estudié en el Santa Francisca Romana, un colegio femenino. Y tenía muchos amigos del San Carlos. No fui ratoncito de biblioteca, eso vino con el tiempo. Siempre habilité Matemáticas, y era terrible para Química y Física, por lo que me pusieron profesores a los que distraía de las tareas del colegio con preguntas conceptuales que ellos me contestaban encantados.
La época del colegio fue muy retadora porque no encajaba en «el deber ser». El acoso escolar no se reconocía, no tenía nombre, ni se enseñaba la tolerancia y el respeto. Viví experiencias muy agresivas por parte de mis compañeras que en algunos casos eran avaladas por los profesores. Esas vivencias me ayudaron a construir mi carácter, me hicieron reflexionar mucho ante preguntas como ¿quién soy?, ¿por qué no me quieren?, ¿qué pasa conmigo?, ¿cómo soy?, ¿por qué no encajo? No era popular, no era aceptada y el formato del colegio no ayudaba porque cada año mezclaban los cursos, así que cuando construía una amistad, al año siguiente, ya no estaba en el salón.
En la introspección que pude hacer con el paso de los años, concluí que veo el mundo de manera diferente, y yo resultaba incómoda porque hacía cosas un poco exóticas. Por ejemplo, mi mamá practicaba yoga y yo la acompañaba a sus clases; a mis nueve años quise ser vegetariana y estas cosas resultaban disruptivas para la época. Recuerdo que estaba mejor sola. Me iba mejor con las mayores y me volví muy amiga del profesor de Música.
Estando en tercero de bachillerato (octavo grado) recibí una carta en donde me suspendían la matrícula, por considerarme una líder negativa. Ya con mis papás habíamos organizado mi cambio de colegio al Marymount. A pesar de los problemas, ellos no querían cambiarme de colegio, querían darme estabilidad y la mejor educación. Por fortuna, el Marymount me cambió la vida.
Terminado bachillerato hice terapia con una psicóloga para que me ayudara a superar las heridas del maltrato escolar, a entender por qué yo era un punto rojo en medio de un montón de puntos blancos y negros. Era diferente y lo sabía. Una vez graduada viajé a Inglaterra, pese a que la psicóloga no me sentía emocionalmente sólida. El apoyo de mis papás para que viviera la experiencia fue lo mejor que me pudo pasar porque me encontré con europeos que ven el mundo muy diferente a los latinos; no hay tanto prejuicio y sí que respetan lo que eres.
Fue mi renacer, mi reencuentro personal. Recuerdo el lugar de la escuela de inglés… un sitio histórico importante, en Cambridge, y fui muy feliz. Estudié en una especie de castillo donde había vivido María Tudor, un lugar con mucha historia. Compartí con gente espectacular, me expandí, me reconocí, encontré que yo podía ser yo, que podía ser completamente auténtica.
Una anécdota, por ejemplo: yo nunca me he emborrachado y estando allá, en una fiesta, terminé bailando encima de las mesas. Todos dijeron después que la más borracha de toda la fiesta había sido yo, cuando pasé toda la noche con Coca Cola y para completar dietética. ¡Descubrí que no necesitaba el trago! Muchos años después supe que de haber tomado como se toma en la adolescencia hubiera sido fatal. Tengo una condición cardiaca a la que las borracheras no le caen bien. Lo vine a saber años después de hacer paro cardiaco estando embarazada.
ARTISTA
A los dieciocho años empecé a trabajar con la greda que encontramos en la finca. Inicialmente intenté darle forma a una vasija, y como no lo logré, terminé haciendo un torso. Cuando mi mamá lo vio quedó completamente sorprendida. Ella, perfeccionista, una dibujante de formación, se preguntaba cómo lo había logrado sin haber dibujado. Cuando vi su emoción, me motivó a hacer otras. Pero claro, se rompían. Empecé a buscar clases y las primeras que tomé fue con el que había sido director de la Facultad de Artes de la Universidad de Los Andes.
Este profesor no entendía que yo quisiera llegar a la escultura sin tener el dibujo. Incluso me retó a hacer una mano de hombre. Pieza que aún conservo. Fue muy interesante sorprenderlo. Y hoy me divierte la terquedad con la que me aproximé a mi búsqueda plástica. Hice unas esculturas que conservo con cariño; recuerdo que puse a una amiga a posar en trusa; era mi forma de aproximarme al cuerpo.
Desde los quince años comencé a negociar con mi papá la carrera que iba a estudiar. La negociación termina en Comunicación Social. Consideré Diseño Industrial o Diseño Gráfico; quería crear y no sabía por dónde. No consideré estudiar arte… si plantear Diseño Industrial generaba crisis y yo no tenía un dibujo o pintura como para que sintieran la responsabilidad de estar matando a Picasso, pues… Comunicación Social era un buen camino.
Tengo recuerdos de toda mi infancia alrededor del hacer manual. Me gustaba la tercera dimensión, me sentía retada por el dibujo de mi mamá y la tercera dimensión era un poco mi territorio. Exploré varios materiales, pero sin pretensiones de arte, porque me comparaba con el talento y genialidad que sí tenían mi mamá y mi abuelita; por lo mismo lo mío no lo veía a ese nivel. Para mi papá eso era costura, y en cambio sí era importante que estudiara algo que me garantizara autonomía económica.
UNIVERSIDAD
Por fortuna amé mi carrera y, con la herencia de trabajador compulsivo de mi papá, el primer semestre conseguí un puesto. Aunque la carrera no estaba diseñada para eso. Aprovechaba los huecos que tenía para ayudar a hacer castings, buscaba a quienes actúan en los comerciales y los grababa. Siempre estuve detrás de cámaras. Hice mis primeros pinitos como «asistente de la caneca» en Masulo y Toledo, una agencia de publicidad muy importante de esa época.
VIDA PROFESIONAL
Al final de Comunicación Social, llegué a Procesos Creativos, donde trabajé cuatro años. Recuerdo que Claudio Arango me pedía que le ordenara la biblioteca por títulos, al otro día por orden alfabético, y luego por colores, mi primera labor. Aquí empecé como asistente de copy writer hasta que terminé como directora creativa de grupo. Tuve cuentas como Galletas Festival, Servientrega, Ministerio de Educación y la que marcó mi camino profesional: Procter & Gamble. Esta fue la escuela militar de la creatividad. Aprendí estrategia, a producir con estándares internacionales, a trabajar con la estructura de una multinacional y con el rigor que ellos imprimen en absolutamente todo lo que hacen.
Terminado mi ciclo en Procesos y aprovechando la coyuntura del paso de las cuentas internacionales a Toro Publicidad, me contratan en la agencia. Aquí era la única mujer del área creativa. Viví mi embarazo y los primeros meses de Sofía. Un productor de P&G me propone para montar el departamento de publicidad del Canal Caracol y entré a conformar el equipo «élite» que montó el canal. Toda una experiencia.
Como la cara visible de publicidad, tenía una vida social muy activa con los lanzamientos; producíamos un comercial a la semana y editábamos cientos; tenía entrevistas permanentes para los medios de los dos canales y para el canal. Afortunadamente no quedaban en internet. Y todos esos recuerdos están en un baúl el depósito. Estuve tres años a doble horario y sin interrumpir las clases de Escultura e Historia del Arte.
Estando en Caracol mi papá se murió. Su muerte me movió. Me sentí flotando en la nada, como si se hubieran desincronizado unos relojes a nivel cósmico, salida del circuito. Era algo ininteligible.
Hacer parte del mundo empresarial fue una reconciliación con mi papá en términos laborales; tuve momentos muy felices en el Canal Caracol, tenía carta blanca creativa. Tenía la maquinaria en modo estratégico corporativo a tope, con presupuestos maravillosos y me lo gocé. Recuerdo cuando mi papá me ponía citas en bancos para que me contrataran en el área de Publicidad. Yo iba y les explicaba porqué un creativo no les servía para lo que buscaban, y entre más les argumentaba ‘des vendiéndome’, más querían contratarme.
ROL DE MADRE
Terminé la universidad y a los dos meses me casé. Cuatro años después tuve a Sofía. Y aquí comienza la aventura.
Sofía es un milagro. En los primeros años íbamos tanto a urgencias que la saludaban por el nombre y, un día surrealista, fue cuando yo trabajaba en el Canal Caracol, y hacía la producción del cabezote de un programa médico. Lo filmábamos en un hospital abandonado, Sofía se enfermó y salimos al medio día a la clínica. Fue muy extraño ver el mismo entorno médico, hospital real y de ficción, en un mismo día. Entre sueño y pesadilla.
Mi mamá, ante las angustias de salud me proponía ofrecer misas. Yo no quería poner a Dios en mitad de la situación; consideraba que debía darse una mirada distinta. Comencé un proceso de cuestionamientos, ya no preguntarme el porqué de la situación, sino el para qué de la misma. Ya no a pedir un milagro, sino a reflexionar sobre mi relación con la situación. Entendí que yo decidía cómo quería ver esta historia. Como víctima o como aprendiz. Y soy una aprendiz de la vida. Sofía cambió mi vida en todas las perspectivas que se puedan considerar. Hemos vivido milagros, como que ya no tiene un problema cardiaco. Los médicos no se explican cómo, ya no tiene algo que no se quita.
Sofía es una hermosa mujer de una dulzura de corazón y una guerrera impresionante que ha entendido sus retos para crecer.
Estudia Psicología en la Universidad El Bosque y será una profesional que ha tenido retos de salud desde que tiene memoria y antes.
ARTISTA
Comencé a preguntarme qué podía pasar si me dedicaba al arte, también el cómo podía sacarme el arte del curubito donde estaba. Era reina y señora del universo creativo en el que me movía… ¿cómo me sacaría el arte de esa posición que veía privilegiada? Todo se movió. La vida conspiró para que mi propósito se materializara, y sentí que, de alguna manera, la muerte de mi papá me abría el camino para lograrlo.
Me ofrecieron trabajar en Y&R Colombia y acepté. Sonaba perfecto: más sueldo y tendría más tiempo para la escultura (con seguridad menos trabajo que en el canal); a los quince días hubo relevo de presidente. Ese aparente daño que me hacía resulto ser el empujón que necesitaba. Ya no había excusas, tenía todo el tiempo para la escultura. En cine pasaban Billy Elliot, me identifiqué con la historia.
La salida fue un reto. Hacía dos meses estaba en un nivel de trabajo y adrenalina tremendo. Lo primero que había que hacer era buscar un estudio, lugar físico. Al mes calendario de salir de la agencia expuse por primera vez. La suegra de mi hermano me refirió al curador de la Galería La Pared, que se enamoró de una escultura diminuta en bronce y me invitó a exponer. Le propuse una instalación: Ciclo Lunar, que hizo parte de una colectiva. Desde ahí no he parado, siempre he tenido una exposición a la vista. Ese era mi camino, mostrado con luces de neón en flash. Está clarísimo, yo vine a esto. Llevo veinte años de producción artística y soy absolutamente feliz.
Estuve un año internada en el taller de Alicia Tafur, quien ya era profesora mía desde hacía siete años. Esto me sirvió para darle manejo al síndrome de abstinencia que me asaltó al bajarse la adrenalina que manejaba a día a día en el Canal Caracol. Vinieron luego otras exposiciones, como la de FENALCO, con las esculturas de bronce que ya tenía fundidas.
Mi proceso de investigación empieza luego de más de nueve años de producción en silencio, cuando ya estoy de lleno trabajando en arte. Recuerdo el momento fundante de la investigación cuando, un día haciendo unas piernas en barro, las rasgué, Alicia me dijo:
— ¡Qué es esto tan erótico!
Esa afirmación era cuestionadora. Desde ahí comencé una investigación que dio curso a mi trabajo. Octavio Paz ha sido el guía de una mirada diferente. A esas alturas de mi vida no había visto un cuerpo desnudo y me costó enfrentarlo. Todo esto problematizado se convirtió en el universo de la investigación. Los recorridos, los nodos, las fisuras, los paralelos de esta problemática me han llevado por estos años a través de las preguntas que se generan desde mi mirada.
Poco después expuse en una individual en Quito, Ecuador. Me ayudó mucho a confrontarme y, dentro de ese proceso de exponer y revisar mi obra, me di cuenta de que en verdad no conocía el cuerpo. Que ese cuerpo que por años había trabajado desde la escultura era un terreno desconocido. ¿Cómo abordarlo? Me preguntaba qué mujer podría ser modelo de escultura, dejarse tomar fotos quizás. Me recomendaron una modelo de pasarela. Y esta anécdota deja ver en dónde estaba yo en ese inicio. Cuando en mi estudio se preparaba para desnudarse, le pedí que se quedara en ropa interior. Nunca había visto una mujer desnuda y me asustaba un cuerpo desnudo.
Para mí siempre fue conflictivo y problemático el erotismo, y aún hoy lo es, desde otras perspectivas; claro, por eso es un asunto que estudio e investigo. Es eso que «problematizamos» lo que se convierte en la fuente de una investigación. Comenzó como un tema personal y el trabajo sobre este asunto desde diferentes aspectos me permitió universalizarlo.
Rompí mi miedo a interactuar en un proceso muy personal de evaluación, de entender mis heridas, de analizar qué me resulta más problemático, dónde construyo mi identidad, mi sexualidad, mi afirmación de mi ser, las interferencias de la sociedad, del deber ser, de la religión. Esto me llevó a entender el porqué me sentía agredida al ver pornografía o una foto de revista. Los años iniciales me llevaron a hacer muchos trabajos para desenredar esta maraña. Lo interesante de ser artista es que la obra sale de las entrañas, de un asunto que conmueve, que trasgrede, que incomoda, que es problemático, existencial. Es un asunto que no te encaja, que necesita encontrar salida, volverse armonía.
Comencé a trabajar desde mi propio proceso, que se fue volviendo cada vez más universal, y a liberar y a aligerar cosas que son personales, porque, además, pienso que el trabajo de un artista no debe ser únicamente de sanación personal, sino que se debe aportar una dosis grande de universalidad. Estás entre el lindero de lo personal y lo colectivo. Es en esa interrelación con el otro, con las múltiples lecturas, que se retroalimenta mi proceso. Donde puedo ver lo que dice el trabajo, que no para de hablar.
REFLEXIONES
- ¿Cómo te ha servido conocer tu historia?
Mi familia paterna tuvo que reconstruirse, renacer, reinventarse. Este lado familiar es una historia de muerte y de silencio. Yo busco la vida en oposición. El otro lado de Tánatos. Me ha servido conocer mi historia para entender el porqué soy lo que soy, y el porqué trabajo en lo que trabajo.
- ¿Desde dónde creas?
Mi arte es una forma de hacer vida desde la muerte. Yo me peleaba durísimo con Eros-Tánatos como concepto, porque la ecuación, vida-muerte, no la soportaba. Pero ahora lo tengo claro. Es que, para mí, la ecuación es muerte-vida. Por eso desde la muerte busco crear: eros-vida, placer, y la sexualidad como generadora de vida, más allá de lo fisiológico. Vengo de Tánatos para hacer Eros. Los asuntos que me interesan son el placer, el deseo, el amor. Es la vida, que siempre es la oposición a la muerte.
- ¿Es el arte tu forma de reconciliarte con tus orígenes, un pasado que fue tan doloroso y fuerte?
No se puede crear si no es desde la propia historia. Desde lo que eres, y eres también tu pasado.
He confirmado con mi vida y al revisar la de mis ancestros, que hay mucho más allá, dejándome la sensación de que habito este mundo de manera temporal, pero que hay un gran misterio que pone en juego las vivencias.
Esta es una especie de teatro donde desempeño un rol, que escogí, con una sensación de inmensidad que puede ser agobiante, pero que también es la certeza de que no hay que temer a nada porque todo es perfecto.
Siento que mi propósito está en el hacer, en crear arte.
- ¿Cuál es tu razón de la existencia?
Es un camino del que no me puedo salir sin que pueda explicarlo. Es algo más grande que yo, y no se entiende desde las palabras, porque ocurre en otros niveles más abstractos.
En la publicidad se crea desde la razón, en el arte se crea desde la intuición. Por eso tuve que aprender a abrirme, para seguir una ruta marcada por capas muy profundas.
Siento que hay una ruta que me contiene, que me habla y me sorprende. Es lo andado lo que me ha construido; aprendo, día a día, a convivir con una incertidumbre. Crear es el único camino posible, es la luz, es la cordura, es la felicidad plena.
El arte me define, me aprendo en él, me reviso en lo creado, genero un diálogo que me muestra el futuro, que construye mi mundo.
Reviso lo creado en estos veinte años de producción plástica, sus coherencias, que son muy importantes. Veo un mundo que me sostiene, el que he creado.
- ¿Te agobia el paso del tiempo?
Para mí el tiempo es muy maleable, muy blando. Me da la posibilidad de otra dimensión. Es una conciencia espiritual de esa grandeza en un plano de misterio.
- La feminidad entendida como…
Ese es uno de los grandes temas por definir. Hemos construido una idea de lo femenino a partir de conceptos equívocos. Nos estamos preguntando colectivamente por el concepto. Y estas preguntas han movido los roles en las relaciones. Este cambio de roles es maravillosamente cuestionador. No puedo aventurar una definición sobre la feminidad, yo puedo hablar de un recorrido a través de los conceptos y miradas.
- ¿Qué te inspira más, lo sensual o lo erótico?
La palabra erótico ha sido maltratada y usada en tantas formas a través de la historia reciente, que perdió el sentido. Y ahora hacemos lo mismo con lo sensual. Podrían ser exactamente lo mismo, ¿no? ¿Qué las diferencia?
Me inspira la conexión con la sensibilidad.
- ¿El pudor para qué?
Considero el pudor como un deseo de proteger la intimidad. Y la intimidad como un gran valor.
- ¿Qué te ruboriza?
Más de lo que puedo nombrar.
- ¿El arte como catalizador del deseo?
El arte como la vida.
- ¿El ojo agudo observa la poética del deseo? (Su libro)
La mirada lo es todo. Desde dónde se mira, cómo se mira. Lo que nos mira…
- ¿Cómo definirías la autonomía pura del deseo?
Esa es la búsqueda. Quitar las capas que hemos puesto sobre el deseo y llegar a su potencia pura. No sabemos y no sé si lo sabremos.
- ¿Contienen tus Cofres tus Objetos de Deseo? (Su obra)
Devuelven la mirada a quien mira. Mis cofres son un «no lugar» con un juego de espejos donde la fotografía es a su vez espejo.
- ¿La racionalidad del placer está en articular el alcance del deseo propio antes de ponerlo en acción?
La racionalización del placer corresponde a una acción propia de la investigación. En la vida cotidiana el placer se evidencia en la conciencia. Y la conciencia de lo placentero extiende la posibilidad del placer.
- ¿Me equivoco al concluir que en tu trabajo existe una intimidad que está siendo observada, que será expuesta y, por lo mismo, predispone las conexiones nerviosas que producen deseo y que generan placer?
Es una lectura válida, como lo son todas las lecturas de quienes se acercan a mi obra. No busco un resultado de la mirada de los observadores de mi trabajo. Sí me alimento de conocer sus opiniones.
Mi proyecto de investigación aborda diferentes asuntos en el universo del deseo, la sexualidad, el amor. Los proyectos en los que trabajo corresponden a profundizaciones en investigaciones sobre planteamientos relacionados a ese basto universo. A veces sí estoy abordando la intimidad y las implicaciones de que la intimidad sea hoy dominio de lo público, por ejemplo.
- Tu trabajo es muy visual, ¿consideras que existe algo más seductor que una mirada?
Considero que la mirada no es solo una acción visual. La mirada es sobre todo una postura conceptual.
- Pero también somos una cultura auditiva; por lo mismo quisiera saber ¿qué es música y qué es ruido en tu creación?
He trabajado con el sonido como materia plástica. Lo considero muy importante y de una exigencia total. Por eso siempre he pedido asesoría de quienes lo manejan con maestría.
Pero entiendo la pregunta de manera más conceptual y desde mi punto de vista «edito» el ruido de lo que exhibo. Y si este aparece, replanteo las piezas para las nuevas exhibiciones. El «ruido« es interesante, porque permite una mirada crítica frente a la melodía.
- Las texturas despiertan la sensualidad a través del sentido del tacto que entendería se potencia en un escultor.
Absolutamente.
- Tu arte implica alcanzar niveles de sensibilidad extremos; ¿cómo los aquietas?
Soy absolutamente sensible y la expresión desde el arte me permite administrar esa potencia.
- Tu obra invita a dejar volar y a potenciar los impulsos sin censura, entonces luego ¿cómo puede el espectador reconciliarse con su equilibrio?
Muy interesante esa lectura. Me parece un gran logro si mi espectador se ve cuestionado. Yo a su vez soy espectadora y lo estoy.
- ¿Y dónde dejar los códigos de conducta, el deber ser y el juez que siempre nos asalta gracias a una educación conservadora, recatada, castigadora y que condena?
Esos códigos hay que cuestionarlos, está clara la necesidad de crear una nueva forma de relacionarnos. Y ya está el movimiento. Las preguntas deben seguir.
- Toda construcción requiere de una estructura fuerte pero la tuya se basa en lo sensible; ¿cómo evitar que se rompa en mil pedazos como ocurre con frecuencia con los sentimientos y con las emociones?
Es una idea errónea creer que se rompen en el sentido de destrucción. Se deconstruyen, se movilizan. Y el movimiento es inherente a la condición humana.
- Nerviosismo, incomodidad, curiosidad, excitación, fascinación y/o rechazo, son las consecuencias emocionales que despierta tu obra en el espectador según consta en tu libro DESEO. ¿Cómo se comporta ese mismo espectador ante tu presencia luego de vivir la experiencia de transitar por tu obra?
Manifiesta lo que siente, lo que le produce mi propuesta y eso para mí es muy interesante. El diálogo con la gente.
- ¿El deseo entendido como ausencia de algo, como vacío que necesita ser llenado y satisfecho, o muy por el contrario como la manifestación de que somos seres completos?
En la historia de la filosofía hay dos corrientes: la del deseo como carencia y el deseo como potencia. Me conecto con el deseo entendido como el flujo que construye el movimiento. No es una mirada capitalista del deseo de poseer.
- ¿La realización del deseo nos hace más humanos (terrenales) o más dioses (elevados)?
Dionisio es el dios perfecto para citar aquí. Es la unión entre los placeres terrenales y la espiritualidad. No existe tal separación. Esa no la inventamos los humanos como herramienta de poder.
- ¿Cómo no caer en la delgada línea de lo frívolo?
Según el diccionario, frivolidad es una de las acepciones de la expresión de la sensualidad femenina. ¿Qué es realmente lo frívolo?
- ¿Sensualidad femenina y narrativa dominante masculina?
Hay que coger con pinzas ese discurso de polaridades.
- ¿Y dónde ubicas la experiencia del amor?
El amor es el asunto que articula todo lo demás. Es la promesa de la felicidad. Como humanidad nos hemos movido en diferentes entendimientos de la vivencia del amor. Hoy hemos hecho del amor un eje de consumo y en este tiempo histórico de ruptura de las instituciones que nos rigieron por más de tres mil años, es de vital importancia quitar las capas de control y buscar su verdadera esencia.
- ¿Cómo evitar la muerte del deseo, de la sensualidad y del amor?
No mueren nunca, se transforman unitaria y colectivamente.
- ¿Cómo restaurar un corazón roto?
No tengo una fórmula, pero me atrevo a decir que si no se sanan las heridas se contaminan las relaciones que le siguen.
- ¿Cómo silenciar los gritos del desamor humano?
¿Habría que silenciarlos? La ruptura con un amor duele en relación con la profundidad de quien ama. Es un buen síntoma que duela, habla del potencial de amar.
- ¿Hacia dónde diriges tu mirada?
En este momento de pandemia mundial miro mi exposición en NY, en la Galería de Nohra Haime. Es uno de mis proyectos que marca un nodo en el recorrido. Converso no solo con El jardín de las delicias, del Bosco, entre otros, sino también con mi trabajo. Retomo piezas de el inicio de mi carrera y las reelaboro. Y el mundo en pausa.
Los proyectos a futuro cercano se cancelaron. Estoy en un momento de reflexión sobre lo que acabo de exhibir. Y la forma de tener contacto con el público ha sido a través de las redes sociales. Un momento muy interesante para meditar y crear. La salvación es crear.
- ¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?
No me interesa dejar algo en particular. La multiplicidad de lecturas y la imposibilidad de tener control sobre ellas es muy enriquecedor. Por lo tanto, no pienso en qué me gustaría dejar sino en quién quiero ser hoy sin ser responsable de cómo soy vista.
- ¿Dónde deberías estar en este momento?
Donde estoy.
- ¿A qué lugar perteneces?
El lugar es una construcción. No creo en ese criterio.
- ¿Cuál debería ser tu epitafio?
Yo quiero estar en los museos, los libros de arte y las casas de las personas, no en un mármol de un jardín.